Domingo, 7 de diciembre de 2014
Esta es la Parte 4 de la serie “Un Estudio de Gálatas”
Un Estudio bíblico por Jack Kelley
Parte 4. El caso de Pablo en contra de combinar la Ley y la Gracia
Ahora ya usted sabe que la carta de Pablo a los Gálatas era una refutación vigorosa a las afirmaciones de los así llamados judaizantes, que eran personas cristianas judías que les enseñaban a los gentiles que deseaban ser cristianos que debían ponerse bajo la Ley y ser circuncidados para ser salvos.
Como dije al inicio de esta seria, esa misma enseñanza está volviendo a la Iglesia hoy en día. Entre otras cosas, esta enseñanza hace énfasis en guardar el Sabbath el día sábado, celebrar las fiestas y festividades judías, y observar las leyes dietéticas judías. Por un lado, las personas que enseñan esto niegan que eso constituye un retorno al legalismo judío, sino que en lugar de eso es una demostración de amor y obediencia. Pero por otro lado, esas personas enseñan que todo cristiano debe ser una persona “cumplidora de la Torá” para poder vivir una vida que agrada a Dios. (Ser un cumplidor de la Torá significa obedecer la Ley de Moisés contenida en los primeros cinco libros de la Biblia. En hebreo, esos cinco libros son conocidos como la Torá.)
Por consiguiente, la carta de Pablo es tan actual hoy en día como lo era cuando Pablo la escribió hace casi 2000 años. Ahora continuaremos nuestro estudio con el capítulo 5, el cual en mi Biblia lleva el subtítulo de “Firmes en la Libertad.”
Gálatas 5
Manténganse, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud. Miren que yo, Pablo, les digo que si se circuncidan, de nada les aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley. Ustedes, los que por la ley se justifican, se han desligado de Cristo; han caído de la gracia. Pues nosotros por el Espíritu aguardamos, por fe, la esperanza de la justicia. Porque en Cristo Jesús nada valen la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor (Gálatas 5:1-6)
Primero, Pablo dijo que es por la libertad con la que Cristo nos hizo libres.
Entonces Jesús dijo a los judíos que habían creído en él: Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres (Juan 8:31-32).
Puesto que la Ley no puede proveer un remedio para nuestros pecados sino que solamente puede hacernos conscientes de los mismos (Romanos 3:20), cualquiera que esté bajo la Ley permanece prisionero de la Ley y es un esclavo del pecado. Al pagar el castigo por nuestras violaciones de la Ley, el Hijo de Dios nos liberó de la Ley. Y cuando el Hijo nos libera ciertamente somos libres (Juan 8:36).
Luego Pablo hizo otra poderosa afirmación con la cual pone el tono de todo el capítulo. Él dijo, “Ustedes, los que por la ley se justifican, se han desligado de Cristo; han caído de la gracia.”
En varios lugares diferentes Pablo escribió que nuestra herencia eterna está garantizada desde el momento en que creímos (2 Corintios 1:21-22, 2 Corintios 5:5, Efesios 1:13-14, Efesios 4:30). Por consiguiente él tenía que estar diciendo que los gálatas que estaban siendo seducidos a irse bajo la ley nunca fueron salvos en primer lugar. De otra manera él se habría estado contradiciendo a sí mismo.
La palabra griega traducida “han caído” no es la más familiar “apostasía”, sino que es “ekpipto”. Uno de sus significados es “caer de un lugar que uno no puede mantener.” La única forma en la que podemos mantener nuestra posición de gracia es por medio de la fe. Pablo estaba afirmando que los gálatas que se iban bajo la Ley nunca tuvieron la fe para ser salvos por gracia. Nosotros somos ya sea salvos para siempre o nunca fuimos salvos.
Pablo les advirtió a los gálatas que así como la circuncisión o la incircuncisión eran irrelevantes en ellas y en sí mismas, se les estaba proponiendo como una señal de su aceptación del Antiguo Pacto. Por lo tanto al estar de acuerdo con eso se obligarían a cumplir toda la Ley.
Este es un punto importante. Nosotros no decidimos cuáles partes de la Ley queremos obedecer. Eligiendo una parte de la misma nos obliga a toda ella. Y la Ley no es solamente los 10 Mandamientos. La Torá contiene 613 mandamientos.
Tratando de guardar la Ley para justificarnos ante el Señor nos separa de Él nos enajena de Él porque niega lo que Él ha hecho por nosotros. Hace que Su muerte no tenga ningún valor, y nos deja a nosotros como responsables de salvarnos a nosotros mismos. Recuerde, no fue el hecho de que los judíos orquestaran la muerte de Jesús lo que causó su enajenación de Dios. Después de todo, Él vino a morir por sus pecados. Fue el hecho de que al rechazar Su muerte a favor de ellos no le dieron ningún valor, y la consideraron de menos valor que la de los animales que ellos continuaron sacrificando.
Ustedes corrían bien; ¿quién les impidió el no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que los llama. Un poco de levadura fermenta toda la masa. Yo confío respecto de ustedes, en el Señor, que no pensarán de otro modo; pero el que los perturba, quienquiera que sea, llevará la sentencia. Y yo, hermanos, si aún predicara la circuncisión, ¿por qué habría de padecer todavía persecución? En tal caso, se habría quitado el tropiezo de la cruz. ¡Cómo quisiera yo que se mutilaran quienes los perturban! (Gálatas 5:7-12).
Usted no puede tener un poquito de Ley mezclada con la Gracia. Así como un poco de levadura fermenta toda la masa y cambia su composición, un poco de Ley fermentará la doctrina de la Gracia, cambiándola en algo que no fue su intención de ser. Cuando Pablo dijo que en ese caso el tropiezo de la cruz ha sido quitado, él quiso decir que la Ley cancela la Gracia.
(Los judaizantes estaban sugiriendo que Pablo enseñaba la Ley entre los judíos pero que cambiaba a una versión diluida del Evangelio cuando les hablaba a los gentiles. Su respuesta fue, “Si les estoy predicando la Ley a los judíos, ¿por qué me están persiguiendo?” La frustración que él tenía con ellos era evidente.)
Hermanos, ustedes han sido llamados a la libertad, sólo que no usen la libertad como pretexto para pecar; más bien, sírvanse los unos a los otros por amor. Porque toda la ley se cumple en esta sola palabra: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Pero si ustedes se muerden y se devoran los unos a los otros, tengan cuidado de no consumirse también los unos a los otros (Gálatas 5:13-15)
Los comentarios de Pablo de “Servirse los unos a los otros con amor” y de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” nos dicen que Él estaba especialmente preocupado sobre los argumentos de los gálatas acerca de la Ley vs. la Gracia. La libertad que ellos tenían no era una excusa para estar discutiendo hasta el punto de llegar al pecado. Él llamó eso “se muerden y se devoran los unos a los otros” y dijo que estar en Cristo significa que estaban libres de la Ley, pero aún la Ley estaba de acuerdo en que ellos no debían comportarse de esa manera.
Digo, pues: Vivan según el Espíritu, y no satisfagan los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne se opone al Espíritu, y el del Espíritu se opone a la carne; y éstos se oponen entre sí para que ustedes no hagan lo que quisieran hacer. Pero si ustedes son guiados por el Espíritu, no están ya sujetos a la ley (Gálatas 5:16-18).
Si nosotros permitimos que el Espíritu Santo nos guíe, nuestra naturaleza pecaminosa no podrá regir nuestras vidas. Pero es una situación de elegir entre una o la otra porque las dos se oponen entre sí y nunca podrán estar de acuerdo en cuál es el comportamiento apropiado para nosotros. Si nosotros le permitimos a nuestra naturaleza pecaminosa que nos guíe nuestro comportamiento invariablemente va a terminar haciendo cosas que no queremos hacer. A pesar de ello, si permitimos ser guiados por el Espíritu no necesitamos la Ley para que gobierne nuestro comportamiento.
Las obras de la carne se manifiestan en adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas. Acerca de ellas les advierto, como ya antes les he dicho, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:19-21).
Aquellas personas que quieren justificarse a sí mismas observando la Ley son prisioneras del pecado, regidas por su naturaleza pecaminosa. Puesto que ninguna persona puede ser declarada justa guardando la Ley, las que viven como eso no heredarán el reino.
Por favor lea los siguientes versículos con cuidado. En ningún lugar la Biblia acusa a los fariseos de vivir así. De hecho, según los estándares humanos su comportamiento era ejemplar. Y sin embargo, Jesús dijo que a menos que nuestra justicia supere la de ellos nunca podremos entrar en el reino de los cielos (Mateo 5:20). No importa lo bueno que creamos que es el comportamiento de alguien más, a menos que esa persona sea nacida de nuevo no podrá entrar en el reino (Juan 3:3). Somos salvos por lo que creemos, no debido a cómo nos comportamos.
Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley. Y los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, vivamos también según el Espíritu. No nos hagamos vanidosos, ni nos irritemos unos a otros, ni sintamos envidia entre nosotros (Gálatas 5:22-26).
La diferencia entre las acciones de nuestra naturaleza pecaminosa y el fruto del Espíritu pueden verse en la comparación de estos dos pasajes. Al leer el primero podemos admitir que periódicamente hemos hecho una o más de esas cosas como personas creyentes, a pesar de que procuramos ser guiados por el Espíritu. En Romanos 7:18-20 Pablo dijo que desde la perspectiva de Dios cuando eso sucede, no somos nosotros sino nuestra naturaleza pecaminosa la que debe culparse por ello.
El Rey David anticipó este increíble regalo de la Gracia cuando escribió,
Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño (Salmo 32:1-2).
Las palabras finales de Pablo sobre el tema, No nos hagamos vanidosos, ni nos irritemos unos a otros, ni sintamos envidia entre nosotros, confirman que él ha estado especialmente preocupado sobre su discusión acerca de quién tenía la razón, si Pablo o los judaizantes. Él dijo que aquellos gálatas que le pertenecían a Cristo debían vivir por el Espíritu y no ser vanidosos, sino que dejaran de irritarse y de envidiarse unos a otros. Estas acciones son provocadas por la naturaleza pecaminosa y no son apropiadas para las personas creyentes.
Recuerde, la Ley solamente fue dada para señalar nuestro pecados y nadie puede salvarse por guardarla (Romanos 3:20). Pero por medio de la fe es que nosotros podemos lograr una justicia aparte de la Ley y ser salvos (Romanos 3:21-24). De tal manera que solamente hay una forma de vivir la vida de uno con la seguridad del perdón, y esa es por Gracia a través de la Fe. No podemos tener ambas cosas. Si estamos bajo la Ley no podemos beneficiarnos de la Gracia de Dios. Si estamos bajo la Gracia, la Ley no es necesaria. La próxima semana concluiremos este estudio. 07/12/14