La Carta de Pablo a los Gálatas

Domingo, 16 de noviembre de 2014

Esta es la Parte 1 de la serie “Un Estudio de Gálatas”

Un estudio bíblico por Jack Kelley

Hoy iniciamos un estudio de la carta de Pablo a los Gálatas el cual he subtitulado “El Caso en Contra de Combinar la Ley y la Gracia.” Los eruditos están divididos en cuanto a la fecha de esta carta. Algunos la sitúan al final de los años 40 y otros a principios de los 50. De cualquier forma es una de las cartas más antiguas de Pablo, quizás la primera de ellas, y pre-databa al Concilio de Jerusalén en donde el tema de los gentiles convertidos al cristianismo fue el punto principal de la agenda (Hechos 15).

El propósito principal de esta carta era el de enfrentarse en contra de un grupo llamado los judaizantes, quienes fueron los primeros judíos cristianos que enseñaban que los gentiles convertidos al cristianismo también debían observar los ritos del Antiguo Testamento, específicamente la circuncisión. Algunos de ellos aún discutían que la única manera como un gentil podía ser cristiano era si primero se convertía al judaísmo, ser circuncidado, y estar bajo la Ley.

Pablo decía que los judaizantes no eran auténticos apóstoles sino más bien falsos maestros quienes, para hacer el evangelio más aceptable a los gentiles, habían ignorado los requisitos legales del judaísmo en sus presentaciones. Ellos creían que su responsabilidad era seguir a Pablo y explicarles el “verdadero evangelio” a las iglesias gentiles que él había plantado.

Una de las cosas que me provocaron hacer este estudio ahora es el creciente número de comentarios que he recibido de ciertos elementos del cristianismo expresando esas mismas opiniones hoy, y por la misma razón. Algunas personas cristianas están una vez más diciendo que estamos obligados a guardar los ritos y regulaciones del Antiguo Testamento, y que Pablo no fue un auténtico apóstol.

En su carta a los Gálatas, Pablo presentó una poderosa defensa de la verdad esencial del Nuevo Testamento de que somos justificados únicamente por la fe en Jesucristo. Nosotros no nos santificamos por hacer obras religiosas ni por el legalismo judío, sino somos santificados por la fe en la gracia y el poder de Dios, hechos manifiestos en la obra de Jesucristo, y activados en nuestra vida por el Espíritu Santo.

Este será un estudio a fondo de la Carta a los Gálatas y será necesario publicar varias entregas para terminarlo, así que empecemos.

Gálatas 1

Yo, Pablo, apóstol (y no de los hombres ni por medio de los hombres, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos), y todos los hermanos que están conmigo, deseamos

A las iglesias de Galacia

Que tengan gracia y paz de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén (Gálatas 1:1-5)

Hechos 13-14 registra las Iglesias de Galacia como Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, y Derbe. Todas ellas estaban geográficamente localizadas en la parte sur central de lo que era entonces la provincia romana de Galacia, conocida hoy día como Turquía.

La palabra griega traducida “apóstol” significa “un delegado o mensajero, enviado con órdenes.” Pablo siempre se esmeró al decir que él no fue nombrado apóstol por los hombres sino por el mismo Señor.

Según Hechos 13:2 el Espíritu Santo comisionó a Pablo y Bernabé a iniciar su primer vieja misionero que los llevó a Chipre y luego a las ciudades de Galacia, en donde establecieron las iglesias mencionadas anteriormente.

La carta de Pablo fue su respuesta a las iglesias de Galacia concerniente a los judaizantes quienes visitaron estas iglesias luego que él se había marchado.

Me asombra que tan pronto se hayan alejado ustedes del que los llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro evangelio, sino que hay algunos que los perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Pero si aún nosotros, o un ángel del cielo, les anuncia otro evangelio diferente del que les hemos anunciado, quede bajo maldición. Como antes lo hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno les predica un evangelio diferente del que han recibido, quede bajo maldición (Gálatas 1:6-9).

Préstele atención a lo que Pablo dijo aquí. Él pronunció una maldición para cualquier persona que intente promover un evangelio diferente al que él ha presentado. Algunas traducciones ponen esto como que Pablo dijo, “Que sea eternamente condenado.” La palabra griega es “anatema” y significa “maldecido, condenado a la destrucción.”

Nosotros esperaríamos que él saliera con fuerza en contra de las religiones paganas prevalecientes en ese tiempo, pero eso no es de lo que se trata aquí. Pablo dijo que cualquier así llamado mensaje evangélico que contradiga la doctrina de la salvación por gracia por medio de la fe solamente como la presenta en sus cartas es, por definición, un evangelio diferente y coloca a las personas que lo enseñan bajo una maldición que las condena a la destrucción. Eso significa que no son salvas, ni pueden serlo tampoco. ¿De dónde él obtuvo la autoridad para decir algo así?

¿Busco acaso el favor de la gente, o el favor de Dios? ¿O trato acaso de agradar a la gente? ¡Si todavía buscara yo agradar a la gente, no sería siervo de Cristo! Pero les hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí no sigue criterios humanos, pues yo no lo recibí ni lo aprendí de nadie, sino que Jesucristo me lo reveló (Gálatas 1:10-12).

Pablo dijo lo que se ha llegado a conocer como la doctrina de la salvación por gracia por medio de la fe, vino directamente del mismo Señor. Así es como él obtuvo su autoridad.

Porque ya han oído ustedes hablar de cuál era mi conducta antes, en el judaísmo, cuando perseguía y asolaba sobremanera a la iglesia de Dios. En el judaísmo, yo aventajaba en mi nación a muchos de mis contemporáneos, y era mucho más celoso de las tradiciones de mis padres (Gálatas 1:13-14).

Pablo era fariseo, enseñado por Gamaliel quien era uno de los más respetados maestros de su tiempo. Pablo era una estrella naciente en el judaísmo y estaba ganando una reputación de ser un perseguidor incansable de los seguidores de Jesús, no mostrando ninguna misericordia con aquellos que apresaba.

Pero Dios me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, y cuando a él le agradó revelar a su Hijo en mí para que yo lo anunciara entre los gentiles, no me apresuré a consultar a nadie, ni subí a Jerusalén para hablar con los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco (Gálatas 1:15-17).

Uno de los grandes temores del día en Jerusalén era que la fe en Jesús se esparciera a Damasco, un centro comercial principal en la región. Se temía que si esta nueva fe se arraigaba allí se esparciría rápidamente en todas direcciones y no podría ser detenida. Pablo estuvo de acuerdo en ir a Damasco para asegurarse que eso no sucediera. Él estaba en camino cuando tuvo un encuentro personal con el Señor resucitado con lo cual todo cambió. En vez de apresar a los creyentes en Damasco una vez llagara allí, él empezó a enseñar que Jesús es el Hijo de Dios, con lo cual los judíos se enfurecieron tanto que conspiraron para matarlo.

Con la ayuda de amigos, Pablo escapó de Damasco y viajó a Arabia. Algunas personas dicen que fue al Monte Sinaí y permaneció allí en la misma cueva que Elías había utilizado durante su tiempo en el monte de Dios (1 Reyes 19:8-9). Si eso es así, el lugar en donde Moisés recibió la Ley habría sido el mismo lugar en que Pablo recibió su revelación del Señor concerniente a la doctrina de la salvación por gracia por medio de la fe. Después de eso Pablo volvió a Damasco en donde continuó su enseñanza.

Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro apóstol, sino a Jacobo el hermano del Señor. En esto que les escribo, pueden ver delante de Dios que no miento (Gálatas 1:18-20).

Pablo se está esforzando todo lo que puede para diferenciarse de los judaizantes. Ellos simplemente estaban repitiendo las tradiciones que habían aprendido de los hombres. Pero Pablo fue enviado por Dios con un evangelio que él recibió directamente del Señor Jesús.

Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia, y las iglesias de Judea, que eran en Cristo, no me conocían ni me habían visto; solamente habían oído decir: Aquel que antes nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo buscaba destruir. Y glorificaban a Dios en mí (Gálatas 1:21-24).

Pablo visitó Antioquía de Siria y Tarso en Cilicia, la ciudad de su nacimiento. Mientras se encontraba en Tarso, Bernabé llegó a visitarlo desde Antioquía y lo llevó de vuelta allá. Juntos pasaron un año enseñándoles y ministrándoles a los creyentes en Antioquía. Fue aquí en donde las personas creyentes fueron llamadas cristianos por primera vez. Y fue desde allí que Pablo y Bernabé iniciaran más tarde sus viajes misioneros a Galacia bajo el llamado del Espíritu Santo (Hechos 13:2).

Gálatas 2

Después de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, y también llevé conmigo a Tito. Pero subí en obediencia a una revelación. Y para no correr, o para no haber corrido en vano, el evangelio que predico entre los gentiles lo expuse en privado a los que tenían cierta reputación. Pero ni siquiera Tito, que estaba conmigo, fue obligado a circuncidarse, aunque era griego; y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús y para reducirnos a esclavitud, a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciera con ustedes (Gálatas 2:1-5).

Aparentemente, el Señor la había dicho a Pablo que se reuniera con los líderes de la Iglesia en Jerusalén para confirmar que los judaizantes no estaban hablando en nombre de la Iglesia en Jerusalén. Este es un punto interesante. Pablo recibió una revelación directa del Señor acerca del evangelio que él iba a predicar (Gálatas 1:12). Aun así, él fue enviado al liderazgo de la Iglesia para confirmar eso. Recuerde que la próxima vez que alguna persona le diga él o ella recibió una palabra del Señor para usted, siempre busque una confirmación. Todo asunto debe de ser establecido por el testimonio de dos o tres testigos (Deuteronomio 19:15; 2 Corintios 13:1).

Los que tenían fama y reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), no me comunicaron nada nuevo. Por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de los judíos, actuó también en mí para con los gentiles), y como reconocieron la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los gentiles, y ellos a los judíos. Solamente nos pidieron que nos acordáramos de los pobres; lo cual también procuré hacer con diligencia (Gálatas 2:6-10).

Habiendo sido confirmada la revelación de Pablo, él volvió a Antioquía y continuó su trabajo allí.

Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me enfrenté a él cara a cara, porque lo que hacía era reprochable. Pues antes de que vinieran algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los judíos. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de modo que hasta Bernabé fue arrastrado también por la hipocresía de ellos (Gálatas 1: 11:13)

Había seis ciudades llamadas Antioquía en los tiempos bíblicos. De ellas, dos son nombradas en la Biblia, Antioquía de Pisidia, lugar de una de las iglesias de Galacia, y la anterior, algunas veces llamada Antioquía de Siria. Esta era la tercera ciudad en prominencia en el Imperio Romano, después de Roma y Alejandría.

Por la frase “algunos de parte de Jacobo” Pablo se refirió a los judíos cristianos de Jerusalén. Algunos comentaristas los identifican como judaizantes pero yo no lo creo así porque Pablo dijo que venían de parte de Jacobo. Como lo vimos anteriormente, Jacobo y los otros líderes ya habían confirmado las enseñanzas de Pablo. Lo más seguro es que eran judíos cristianos quienes se encontraban allí de visita oficial desde Jerusalén. Pero de cualquier forma, su presencia hizo que Pedro, Bernabé, y otros creyentes judíos, quienes habían estado fraternizando con los creyentes gentiles se apartaran de ellos para reanudar su tradición de estar apartados. Pablo vio eso como hipocresía y se los dijo.

Pero cuando vi que no andaban rectamente y conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, que eres judío, no vives como los judíos sino como los gentiles, ¿por qué obligas a los gentiles a hacerse judíos?

Nosotros somos judíos de nacimiento, y no pecadores salidos de los gentiles. Sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe de Jesucristo, y también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, ya que por las obras de la ley nadie será justificado (Gálatas 2:14-16).

Tres veces en dos versículos Pablo afirma en términos no inciertos que ya sea judío o gentil, nosotros no somos justificados (hechos justos) por las obras de la Ley sino por la fe en Jesucristo. Sabemos que Pablo no estaba tratando de marginar la Ley porque en lugares como Romanos 7:12 él dijo que la Ley es santa, justa y buena. Sino que su argumento era en contra del uso impropio de la Ley como base por la cual somos hechos aceptos a Dios. No somos justificados por observar la Ley sino por la fe en la obra completa del Señor Jesucristo (Romanos 3:21-24).

Y si al buscar ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿será por eso Cristo ministro de pecado? ¡De ninguna manera! Porque si las mismas cosas que destruí, las vuelvo a edificar, me hago transgresor. Porque yo, por la ley, soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Pero con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si la justicia dependiera de la ley, entonces por demás habría muerto Cristo (Gálatas 2:17-21).

Yo estoy convencido de que aprender cómo se observaban las fiestas levíticas en tiempos bíblicos, y cómo son las costumbres de las bodas judías, tendríamos un vistazo de la relación del Señor y Su Iglesia, lo cual puede ser de mucha ayuda para nuestro crecimiento espiritual. Yo mismo me he beneficiado grandemente con ello. Pero para alguien que cree que guardar la Ley es un componente necesario para su salvación, yo oro que este estudio lo convenza de lo contrario. Porque si la justicia se obtiene por medio de la Ley, entonces Cristo murió en vano.

Hasta ahora Pablo ha hecho algunas fuertes afirmaciones en contra de combinar la Ley y la Gracia, pero como lo veremos la próxima vez, él apenas está empezando. Nos vemos entonces. 16/11/14