La fe para caminar sobre el agua

Lunes 4 de enero de 2021

Con la fe se pueden lograr metas imposibles

Un estudio bíblico por Jack Kelley

Muchas personas no saben que cuando usan la palabra tensión (estrés) en realidad quieren decir aflicción, que es el sentimiento ocasionado cuando hay una necesidad de lograr algo que va acompañada por una falta de capacidad para hacerlo.

Tampoco saben la otra palabra para la tensión (estrés), eutensión (euestrés), la cual es lo opuesto a aflicción, y es la combinación de euforia y tensión. Eutensión es el sentimiento que viene cuando existe el deseo de lograr algo y que va acompañado de la confianza en la habilidad que uno tiene.

Con la angustia, la percepción es la de un fracaso seguro; con la eutensión, la de un éxito cierto.

La angustia produce una reducción de energía, un comportamiento compulsivo (el cual en realidad aumenta la probabilidad de fracasar), un sentido general de desaliento, y eventualmente la depresión. En resumidas cuentas, la angustia me hace sentir que tengo que funcionar, pero tengo miedo de no poder hacerlo.

Los síntomas que acompañan la eutensión son una energía inagotable, un comportamiento impulsivo, un sentido de bienestar y de confianza (lo cual aumenta la probabilidad del éxito) y un intenso deseo de tener éxito. En otras palabras, yo quiero llevarlo a cabo, y creo que lo puedo hacer. ¿Puede ver la diferencia?

Caminando sobre el agua

Pedro experimentó ambos sentimientos cuando saltó de la barca en el Mar de Galilea. Inicialmente, al ver al Señor caminando sobre el agua, se sorprendió, pero la fe como un niño de Pedro le hizo querer tener la misma experiencia. “Señor”, le dijo, “si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. “Ven”, le respondió el Señor. Y antes de poder pensarlo, Pedro estaba fuera de la barca y caminando sobre el agua (Mateo 14:28-29).

Imagínese el sentimiento, “Yo quiero y yo puedo” Eso es eutensión. Es lo que Pedro experimentó en esos primeros pasos sobre el agua. Es el mismo sentimiento que el atleta preparado tiene antes de hacer ese tiro al marco en los minutos finales de un partido muy parejo, o la experiencia que un vendedor siente al acercarse al cierre de la venta. Es la adrenalina y la endorfina juntas.

Pero cuando Pedro miró a su alrededor y se dio cuenta de la situación imposible en que se encontraba, de un momento a otro ese sentimiento cambió de eutensión a angustia. Ahora era, “tengo que hacerlo pero no puedo”.

Pedro se pudo haber enfocado en la promesa del Señor para que tomara un paso a la vez; él aun pudo haber nadado de vuelta a la barca. Pero en la angustia uno generalmente actúa de manera compulsiva, no pensando con claridad.

Pedro cedió a sus temores, empezó a hundirse, y exclamó, “¡Señor, sálvame!”. Por supuesto que el Señor lo hizo, pero entonces reprendió a Pedro. “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

Es fácil que nos burlemos de Pedro. Se nos olvida que antes de esa noche nadie antes había caminado sobre el agua. Y de las dos personas que lo hicieron, una era el Hijo de Dios, que había creado el agua sobre la que estaban parados. Pero para la otra, no había ninguna base de experiencia, ya fuera personal o de otro tipo, nada a que volverse, para haber podido construir su confianza. Solamente estaba la Voz del Señor que le dijo, “Ven”. Eso necesitó que Pedro tomara un gran paso de fe. Su temor al fracaso era demasiado grande como para ser contrarrestado por su novata fe.

Metas imposibles

El otro día me encontré con un hombre cuyos retos combinados, tanto personales como de negocios y de familia, sobrepasan cualquier cosa que haya podido escuchar antes… y ciertamente de cualquier cosa que haya podido experimentar.

Cuando hablábamos me di cuenta de que una gran parte de su vida la había vivido como esa noche de Pedro en el mar. Siempre escuchando la voz del Señor que le decía, “Ven”. Si Pedro hubiese tenido la experiencia de este hombre escuchando al Señor, pudo haber caminado sobre todo el Océano Atlántico.

Aprendiendo lo que he enseñado

Alcanzar demasiado pronto un sueño imposible puede producir la tensión que promueve ese comportamiento impulsivo y derrotista, haciendo que el resultado sea un fracaso. Al tomar el tiempo para dejar que su experiencia alcance su sueño, al estar usted tomando y digiriendo pequeñas porciones, en realidad puede lograr alcanzarlo con mayor rapidez.

Y de la misma manera como nuestra experiencia para obtener pequeñas metas nos lleva en perspectiva a las mayores, igualmente nuestra experiencia en confiar en Dios en las cosas pequeñas construye nuestra fe para confiar más en Él.

Él nos dio la fe para ser salvos. Y ahora cuando le entregamos más y más de nuestras vidas a Él y confiamos en Él para el resultado, estamos construyendo la fe para caminar sobre el agua. Como en todas las demás cosas en la vida, eso solamente mejora con la práctica.

¿Cuál fue la respuesta de mi amigo cuando le pregunté cómo hacía para sobrevivir? “Por la gracia de Dios, un día a la vez”.

Él sabía que no podía hacerle frente a los retos que tenía por delante con sus propias fuerzas. Pero por medio de la experiencia él había podido desarrollar una fe para confiar en Dios por el resultado. Una meta imposible lograda por medio de la fe.