La fuente de nuestro auto estima

Domingo, 11 de octubre de 2015

Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación (Santiago 1:17).

Entre ellos todos nosotros también vivimos en otro tiempo. Seguíamos los deseos de nuestra naturaleza humana y hacíamos lo que nuestra naturaleza y nuestros pensamientos nos llevaban a hacer. Éramos por naturaleza objetos de ira, como los demás. Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado), y también junto con él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales, para mostrar en los tiempos venideros las abundantes riquezas de su gracia y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie. Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas. Efesios 2:3-10

El auto estima ha sido definido como la manera como nos vemos a nosotros mismos y la opinión que tenemos de nosotros mismos. Pero, ¿lo es? Nadie nos conoce mejor que nosotros mismos, pero nuestras opiniones se ven influenciadas, y generalmente distorsionadas, por las opiniones de otras personas que son importantes para nosotros, como los padres, maestros, amigos, socios y gente parecida. Así que mientras se le llama auto estima, lo más seguro es que sea un compuesto de la estima de otras personas hacia nosotros. Abraham Maslow estaba en lo correcto cuando dijo que el ganar la aceptación de los demás es un pre-requisito para que nos aceptemos a nosotros mismos.

Para ganar mayor auto estima, entonces, se requiere que nos ganemos la aprobación de aquellas personas que son más importantes para nosotros. Típicamente nuestros esfuerzos caen en una de tres áreas: apariencia, logros, o actuación.

La Apariencia

Nadie duda que una persona bonita entre nosotros generalmente obtiene un trato preferencial. Algunas personas aprenden desde una temprana edad a depender de su apariencia para ser aceptadas. Ellas creen que mientras se vean bien, aquellas otras personas cuya opinión les importa mucho, las aceptarán, permitiéndoles aceptarse a sí mismas. De manera colectiva, gastan millones de millones en tratamientos de salud, cirugía cosmética, vestimenta, lo que usted pueda imaginarse, en un intento para mantener y aun mejorar su apariencia para ganar una mayor aceptación de los demás, para reforzar así su auto estima. Pero eventualmente, el calendario las alcanza, las leyes de la física prevalecen y ninguna cantidad de dinero puede detener los avances del tiempo. Aquellas personas cuyo auto estima se ha basado solamente en su apariencia generalmente se vuelven tristes parodias de su antiguo yo en sus esfuerzos inútiles para permanecer jóvenes y bellas para siempre.

Los logros

Todo el mundo ama a un ganador. Algunas personas utilizan los logros periódicos para fomentar la aceptación. Corren en maratones, escalan montañas, ganan premios y reconocimientos por sus logros. El reconocimiento señala la aprobación de los demás para aumentar su auto estima. Pero, de nuevo, el tiempo es su enemigo y alguien que es más joven, rápido y fuerte, los sobrepasa en sus logros relegándolos a vivir en el pasado, recordando la gloria de los logros del ayer, una gloria que ya no puede ser ganada con las habilidades que tienen hoy en día.

La actuación

Este es un grupo que solamente se siente bien sobre sí mismo cuando actúan dentro de los estándares aceptables o los sobrepasan. Literalmente se convierten en lo que hacen y cuando no lo hacen bien se ven disminuidos en sus propios ojos y su auto estima sufre. Habiendo pasado toda su vida actuando para ganar aceptación, han perdido la habilidad para sustentar su auto estima. Se vuelven en problemas para sí mismos y para los demás, y muchos mueren prematuramente. Por ejemplo, según las estadísticas de la industria de los seguros el tiempo promedio de la jubilación antes de morir, es menos de dos años. Para escapar de esta sentencia de muerte, muchas de ellas se devuelven a trabajar, o a empezar una nueva carrera, actuando de nuevo para recuperar su auto estima.

Todos estos intentos para mantener la auto estima están condenados al fracaso y aquellas personas que dependen de ellas, eventualmente se quedan solas, viejas y cansadas, con muy poco o ningún valor para los demás y consecuentemente para ellas mismas.

Todos estos intentos para mantener el auto estima están condenados al fracaso y las personas que dependen de ellos eventualmente se quedan solas, viejas y cansadas, con poco o ningún valor para los demás y, en consecuencia, para ellas mismas.

Tiene que haber alguna mejor manera

Pero existe una cuarta manera para lograr y mantener el auto estima la cual no está sujeta a las opiniones de otras personas y, por lo tanto, no gobernada por su aceptación. No terminará en fracaso ni nos dejará solos y cansados al final de nuestras vidas. Yo le llamo el auto estima basado en el Creador y es el resultado de estudiar lo que la Biblia dice de cómo es que Dios nos ve. Después de todo, Él es el Único cuya opinión ultimadamente cuenta.

Dios creó al primer ser humano en Su propia imagen (Génesis 5:1). Después de la caída del hombre, la Biblia dice que el resto de nosotros fuimos creados a imagen de Adán (Génesis 5:3), lo cual significa dos cosas: la procreación ha sido delegada al hombre y toda la progenie de Adán heredaría su propensión al pecado. Pero a pesar de eso, hay algunos pasajes asombrosos sobre la manera como Dios nos ve. El pasaje de Efesios al inicio es un buen ejemplo. Nosotros somos Su hechura: un ejemplo de Su capacidad creadora. Cuando Dios le dio a Adán el dominio sobre la Tierra Él puso al hombre por encima del orden creado, el ejemplo más alto de Su capacidad, Su obra maestra. (A propósito, antes de usar el pasaje de Efesios anterior, para justificar nuestra relación con Dios basada en nuestra actuación, mejor leamos Juan 6:28-29: “Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que crean en el que él ha enviado”.)

En cuanto a ser hechos en Su imagen, leamos 2 Corintios 5:17-21: “De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo! Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación. Esto quiere decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, sin tomarles en cuenta sus pecados, y que a nosotros nos encargó el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, y como si Dios les rogara a ustedes por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: Reconcíliense con Dios. Al que no cometió ningún pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que en él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios.

Si estamos en Cristo somos nuevas criaturas. Por medio de Su obra completa en la cruz los efectos de nuestra heredada naturaleza pecaminosa han sido reversados. Nos hemos vueltos tan justos como Él ante Sus ojos, como si nunca hubiéramos pecado del todo. Perfectos como Él es perfecto (Mateo 5:48).

El Salmo 3:3 dice que Él es el que levanta nuestra cabeza, la razón por la que podemos mantener nuestra cabeza en alto. A los judíos les era prohibido inclinarse ante una persona porque ese es un acto para dar honra y coloca a quien se inclina en una posición de inferioridad. Nosotros nunca debemos considerarnos inferiores a nadie, sino solamente a Dios.

¿Qué hice para merecer eso?

¿Y qué hemos hecho nosotros para ganarnos ese favor de Él? ¿Nos escogió porque nos vemos bien, porque hemos logrado mucho, o actuado bien? No, según Sus estándares. Vuelva a leer la primera parte del pasaje de Efesios arriba. Todos nosotros también vivimos como ellos (los incrédulos) en algún momento, gratificándonos con los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa siguiendo sus deseos y pensamientos. Como el resto, por naturaleza éramos objetos de la ira de Dios. Pero debido a Su gran amor hacia nosotros, Dios, Quien es rico en misericordia, nos dio vida con Cristo a pesar de estar muertos debido a nuestras transgresiones. Es por gracia que somos salvos (Efesios 2:3-5). El que Dios nos haya aceptado se deriva únicamente de Su amor incondicional, el cual antecede a cualquier acción nuestra.

¿Cómo es que debemos acercarnos a esta nueva vida? “Regocíjense en el Señor siempre. Y otra vez les digo, ¡regocíjense! Que la gentileza de ustedes sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias, Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Por lo demás, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo honesto, en todo lo justo, en todo lo puro, en todo lo amable, en todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello alguna virtud, si hay algo que admirar, piensen en ello. Lo que ustedes aprendieron y recibieron de mí; lo que de mí vieron y oyeron, pónganlo por obra, y el Dios de paz estará con ustedes” (Filipenses 4:4-9)

¿Y los estragos del tiempo? En contraste con las demás consideraciones del auto estima “condenadas al fracaso”, para el final de la era se nos ha prometido que seremos hechos con un cuerpo nuevo como hemos sido hechos con un espíritu nuevo. Todos los efectos debilitadores de nuestras vidas en este lugar infestado por el pecado, ya sean espirituales, mentales o físicos, serán revertidos. Entonces “los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo” (Isaías 35:5-6). Entonces el Señor va “a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel” (Isaías 61:1) y nuestros cuerpos corruptibles serán hechos incorruptibles (1 Corintios 15:42).

Él ha prometido nunca dejarnos (Mateo 28:20), y velar por todas nuestras necesidades (Mateo 6:25-34). Él se ha convertido en nuestro Salvador y Redentor, y nos ha dado una porción de Su herencia (Romanos 8:17). Él también ha prometido reversar y anular la devastación producida por el pecado y por el tiempo, restaurándonos a una condición “mejor que nueva” para siempre. Ya no habrá ninguna apariencia inferior a la perfecta, ni ninguna limitación sobre los logros o sobre la actuación que nos disminuya o que limite nuestros horizontes. Si eso no le hace a usted sentirse de lo más bien con usted mismo, entonces no sé qué más lo hará. ¿Y qué obra requiere Él de nosotros para ganarnos eso? “Esta es la obra de Dios, que crean en el que él ha enviado” (Juan 6:29). Selah. 11/10/2015