La Historia de Navidad… Parte 2. Conclusión

Miércoles 7 de diciembre de 2022

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido (Lucas 2:21).

Antes que el Señor ordenara el ritual de la circuncisión para los varones, Él hizo que la pro-enzima de la coagulación llamada protrombina aumentara al 130% de su nivel normal en los adultos, en el octavo día de nacido el varón, y que las enzimas analgésicas naturales en la sangre tuvieran sus niveles más altos también.

La circuncisión en cualquier otro día puede ser un evento doloroso y sangriento, pero en el octavo día de nacido, es increíblemente menos. Claro, este es un hecho que la profesión médica descubrió recientemente en el siglo pasado. Antes de eso, los médicos sabían que todo salía mejor cuando eran obedientes a los mandamientos de Dios.

Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos (Lucas 2:22-24).

Ya habían pasado 33 días desde que Jesús había sido circuncidado. Ya que José y María no tenían dinero para comprar un cordero para la purificación de María, la Ley permitía el uso de dos tórtolas en vez del cordero (Levítico 12:8).

La Visita de los Magos

Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca; saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de Israel (Números 24:17).

Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.

Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.

Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel (Mateo 2:1-6).

Los magos eran unos sacerdotes partos descendientes del sacerdocio que el profeta Daniel había organizado en Persia hacía unos 500 años antes, luego de haberse enterado del momento de la llegada del Mesías (Daniel 9:25). Sabiendo que el tiempo estaba presto, estos sacerdotes habían estado escudriñando los cielos buscando la señal prometida de Su llegada, una estrella nueva el en cielo de oriente.

Partia era un poderoso reino al norte y al este de Israel, un remanente del imperio persa que recientemente había derrotado a las legiones romanas, y los magos pertenecían a los líderes más poderosos de Partia. Ningún gobernante parto podía ascender al trono sin la bendición de estos sacerdotes, y ciertamente su influencia política se sentía en toda la región del Medio Oriente.

Contrario al popular villancico de Navidad, ellos eran hacedores de reyes, no reyes, y eran más de tres. Puesto que Israel estaba bajo el control romano, los magos técnicamente representaban un país enemigo. Conscientes de ello, pero no intimidados por eso, viajaron acompañados de una gran caravana con muchos guardas, y su llegada a Jerusalén fue todo un espectáculo (Mateo 2:3).

Hoy día a Herodes se le llamaría un jordano. Fue nombrado rey por el senado romano. En resumen, él era un pretendiente al trono de Israel, y ahora estos hacedores de reyes de Partia venían a buscar al que había nacido para ser Rey de Israel. Por eso se turbó todo el mundo.

Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, dijo: Vayan allá y averigüen con diligencia acerca del niño; y cuando le hallen, háganmelo saber, para que yo también vaya y le adore.

Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino (Mateo 2:7-12).

Los tres regalos son simbólicos de los tres oficios del Mesías que estarán presentes en Su Reino. El oro es el regalo para un Rey, el incienso señala al Sacerdote, y la mirra, una especia para embalsamar la cual predice Su muerte, representa al Profeta.

Los magos no llegaron la noche del día en que el Señor nació. El texto indica que para cuando ellos llegaron, ya José y María habían encontrado una casa en donde vivir. Y como lo leímos antes, ya Jesús había sido circuncidado y dedicado en el Templo en Su octavo día de vida, y ya María había completado los 33 días del tiempo de su purificación según requerido por la Ley.

Si Jesús nació durante el Rosh Hashanah, como parece serlo, la familia pudo haberse quedado en el área de Jerusalén para Yom Kippur y la Fiesta de los Tabernáculos también, ya que la asistencia de José, igual que la de los demás varones físicamente capaces, era obligatoria.

Después que partieron ellos, un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo (Mateo 2:13-15).

Muy pobres como para comprar un cordero para la purificación unos días antes, José y su familia, de manera inesperada, ahora tiene los medios para viajar a Egipto y permanecer allí hasta que Herodes muriera. ¿Cómo puede ser esto?

La tradición sostiene que debido a su servicio vitalicio en los más altos niveles de los gobiernos de Babilonia y de Persia, Daniel era un hombre rico. Puesto que lo más probable es que fuera castrado por Nabucodonosor, no tenía herederos, por eso es que después que formó a los magos, les dejó su fortuna para que se la entregaran al Mesías cuando naciera. Si eso es así, los regalos de los magos de oro, incienso y mirra eran la fortuna de Daniel, entregada a la Sagrada Familia a tiempo para que pudiera financiar su escape de los soldados de Herodes.

Así ha dicho Jehová: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron (Jeremías 31:15).

Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos (Mateo 2:16).

Los magos estaban esperando la estrella. Cuando la vieron por primera vez empezaron a hacer los preparativos para el largo viaje y una vez que estaban listos, salieron y la siguieron. No sabemos exactamente el lugar desde donde salieron, ni cuándo vieron la estrella por primera vez, ni tampoco cuánto tiempo les tardó preparar el viaje, pero su viaje pudo haber sido de varios cientos de kilómetros. La única pista que tenemos es el momento de su llegada cuando Herodes les preguntó cuándo habían divisado la estrella, y dio la orden de matar a todos los varones en Belén hasta la edad de dos años.

Pero después de muerto Herodes, un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto, diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño (Mateo 2:19-20).

Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él (Lucas 2:39-40).

Al fin en casa. Un viaje de varios días había durado varios años. Y casi a diario un recordatorio a nuestro Señor de que en el mundo que Él vino a salvar no había lugar para Él.

Jesús diría más tarde, “Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Lucas 9:58).

Siempre me ha fascinado que después de leer la profecía de Miqueas sobre el lugar del nacimiento del Mesías, Herodes y los principales sacerdotes enviaran a los magos a Belén a buscarlo, pero ellos no fueron para cerciorarse por ellos mismos. ¿Es que creyeron que estaban enviando a los magos en una búsqueda inútil, teniendo la certeza de que no encontrarían a nadie? Si eso es así, ¿por qué consultaron sus Escrituras para darle una respuesta a la pregunta de Herodes, y porqué Herodes mató a todos esos niños?

Tal vez Herodes pueda tener una excusa por no ir. Él ni siquiera era judío y probablemente conocía muy poco de la profecía mesiánica. Pero los principales sacerdotes estaban leyendo de sus propias escrituras, y con la evidencia de la estrella que seguían los magos para confirmar la profecía, debieron ser los primeros en ir a investigar. Después de todo, una profecía mesiánica se estaba cumpliendo frente a sus propios ojos. ¡Qué hubiera dado yo para poder escuchar una conversación como esa!

La naturaleza de la vida del Señor sobre la tierra había sido predicha mucho tiempo atrás, y desde un principio demostraba ser muy real.

Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos (Isaías 53:2-3).

Las únicas personas que tuvieron una pista de Quién era Él recibieron ese conocimiento por medio de una revelación directa de Dios. Esas personas incluían a José y a María, por supuesto. Los sacerdotes partos habían sabido de Él por medio de la revelación de Daniel, y los pastores fueron testigos de una visitación angelical. Otras dos personas, Simeón y Ana, habían recibido revelaciones directas sobre el niño y pudieron dar un testimonio presencial de que Él era el niño Cristo (Lucas 2:25-38). Esto fue un cumplimiento de Deuteronomio 19:15, “Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá [el asunto]”.

Y así es. Habiendo esperado la llegada del Mesías prometido por casi 4000 años, cuando Él llegó solamente un puñado de personas entendieron. No existe ninguna indicación que los sacerdotes que efectuaron la circuncisión de Aquel que recibió el sacrificio obligatorio del primogénito, tenían una idea de quién era ese niño.

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados (Isaías 53:4-5).

Y sin embargo, Él había venido con el único propósito de sanar la increíble brecha en nuestra relación con Dios (Colosenses 1:19), librándonos de los indescriptibles horrores de nuestro destino (Romanos 5:9) y elevándonos a la más alta posición en Su Reino (Efesios 2:6). No porque alguno de nosotros lo merecía o lo había ganado, sino porque Él nos amó lo suficiente como para hacerlo, y había prometido que lo haría.

¡Gracias, Señor Jesús! Te debemos nuestra vida eterna. Bendiciones, honor y gloria, amor y alabanza, devoción y adoración sean para Ti. Porque solamente Tú eres digno. 15-12-13.