Lunes 2 de noviembre de 2020
Un comentario por Jack Kelley
Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Pero esto lo decían para tentarlo, y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de ustedes esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra (Juan 8:3-8).
¿Por qué los cristianos son tan hipócritas?
Un hombre me dijo una vez, “Yo no voy a tu iglesia… hay muchos hipócritas allí”. Le respondí, “Por favor ven, uno más no haría daño”. Pero en serio, el subtítulo anterior es una pregunta frecuentemente hecha por personas incrédulas. Ellas nos ven condenando el comportamiento de los demás sabiendo que muchos de nosotros somos culpables de lo que condenamos a pesar de la advertencia del Señor de lo contrario, “No condenen”, nos dijo, “y no serán condenados” (Lucas 6:37).
Los sicólogos afirman que nosotros subconscientemente odiamos en los demás las debilidades que más aborrecemos en nosotros mismos. Cuando nos volvimos cristianos no dejamos de ser pecadores y si nos descuidamos, ese odio subconsciente de nuestra propia pecaminosidad puede ocasionar que endurezcamos nuestros corazones hacia las demás personas en lugar de tener compasión, lo cual debe de ser el resultado del perdón que hemos recibido.
Piense en la mujer que tiene un aborto oculto en su pasado y ahora es una activista pro vida que les recuerda a las demás personas que el aborto es un asesinato. O el alcohólico que no tolera a quienes toman tragos, o el hombre cuyo matrimonio es un desastre y que a todas voces condena el divorcio. ¿Son los motivos de esas personas puros, o están proyectando la ira contra sí mismos hacia los demás? ¿Están tratando de castigar a alguien más por cometer los pecados con los que ellos mismos están luchando? (Generalmente el comportamiento que consideramos como justo es meramente uno de auto-justificación.)
Algunas personas cristianas odian a las personas que hacen cosas que ellos mismos secretamente desean hacer (o han hecho y aun llevan la culpa por eso). Es como si estuviéramos diciendo, “Si yo no puedo salir de eso me aseguraré que usted tampoco lo haga”. Y sin embargo la única diferencia entre el pecador y el santo es la de aceptar el perdón que el Señor adquirió con Su sangre.
“¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” Dijo Jesús. “¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7:3, 5). El que de ustedes esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra.
¿Qué haría Jesús?
La única ira que Él alguna vez expresó hacia las personas fue en respuesta a las autoridades que se auto justificaban, las cuales de alguna forma se habían convencido a sí mismas que ya no eran pecadores, y públicamente condenaban a las otras personas que todavía lo eran. Cuando Él escribió en la arena en Juan 8:6, quizás estaba escribiendo el pecado secreto de cada uno de los acusadores. Tal vez fue eso lo que hizo que se escurrieran uno a uno. Queda claro eso sí, que algo que Él sí subrayó fue Su comentario de que si alguno estaba sin pecado que lanzara la primera piedra, recordándoles a los acusadores de la mujer que ellos eran pecadores también.
Luego Él mismo rehusó convertirse en un acusador de la mujer (Juan 8:11) mientras le recordaba a ella que su comportamiento era pecado. Las autoridades de Su día le criticaron por asociarse con los pecadores como ella, ¿pero quién más estaba allí por Él para asociarse con esas personas? ¿Quién necesitaba la consolación del Señor? Seguramente no aquellas personas que estaban convencidas que no eran pecadoras.
¿Es que el Señor era blando hacia el pecado? ¡De ninguna manera! Y el que lleguemos a Jesús no nos otorga ninguna licencia para pecar, sino que una vez que reconocemos que nuestro comportamiento es pecado y lo confesamos, Su ejemplo es el de perdonar y olvidar. Pablo demostró eso en 2 Corintios 2:5-9 cuando le advirtió a la iglesia en Corinto que le diera la bienvenida de vuelta al pecador que había sido expulsado en 1 Corintios 5:1-5 temiendo que el hombre de otra manera fuera dominado por una pena excesiva.
Es que estamos tan deseosos de expulsar al pecador y entregárselo a Satanás para ser castigado, que se nos olvida que Pablo también enseñó que nuestro fracaso en perdonar es también una herramienta que utiliza Satanás, y que la usa en contra nuestra. En 2 Corintios 2:11 él dijo que lo restauraran “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.”
Entonces, ¿Cuál es el Punto?
El mundo se burla cuando la iglesia condena esas cosas ya que nos ve haciendo lo mismo que ella condena, y de esa manera nuestra credibilidad se destruye ante sus ojos.
Muchas personas en la iglesia responden diciendo, “Y bien, si la iglesia fuera sin reproche tendríamos más credibilidad cuando criticamos al mundo”. ¿Pero es eso cierto? Jesús no tenía ninguna cosa que reprocharle a ella, de lo cual nosotros no podemos decir lo mismo, y sin embargo, Él solamente mostró compasión, sin aceptar el comportamiento pero nunca rechazando a la persona.
Quizás si nosotros mostráramos la misma clase de amor que Jesús mostró hacia los pecadores, tendríamos más poder e influencia para bien en el mundo y pareceríamos menos como los fariseos hipócritas. Es Su benignidad la que nos guía al arrepentimiento después de todo (Romanos 2:4). Quizás nuestra benignidad pueda guiar a otras personas también. Así que la próxima vez que usted se entere de un hermano o hermana cristianos que están luchando con el pecado, intente no echarles más cosas encima y piense de usted mismo y misma, “Sólo por la gracia de Dios estoy yo.” Pídale al Señor que los perdone como 1 Juan 5:16 nos instruye hacer, y si usted tiene una oportunidad, ofrézcales una palabra de consuelo. Usted no tiene que condenar al creyente para demostrar que usted no aprueba su comportamiento. 10/07/14