(La Parábola de los Dos Deudores)
Lunes 7 de marzo de 2022
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda.
Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.
Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
Pero él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado.
Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.
Así también mi Padre celestial hará con ustedes si no perdonan de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas (Mateo 18:21-35)
Muchas personas han leído la primera parte de Mateo 18. Allí se resume un procedimiento para tratar a un creyente que nos ha ofendido. Muchas posturas agresivas se han tomado con este pasaje. Pero en mi tiempo como pastor y consejero, me asombré al ver cómo muy pocas de las personas que leen ese procedimiento han leído el resto del capítulo. Así que como las divisiones por capítulos no son inspiradas, y la pregunta de Pedro al Señor sobre el perdón (v. 21) pudo haber sido hecha en otra ocasión, lo cierto es que aparece siguiendo una secuencia después del procedimiento para arreglar un mal.
¿Cuántas pequeñas disputas podrían eliminarse si se pusieran dentro del contexto de esta parábola? ¿Cómo serían evaluadas estas personas al compararlas con lo mucho que el Señor nos ha perdonado? ¿Y si nosotros, habiendo sido perdonados por tanto, rehusamos perdonar a nuestros hermanos y hermanas aún un poquito? Y si eso es así, ¿cuáles son las consecuencias reales?
El Resto de la Historia
Con frecuencia hemos discutido la naturaleza de las parábolas; cómo que son historias celestiales puestas en un contexto terrenal y cómo es que los personajes principales simbolizan a otros personajes. En el caso de esta parábola el Rey es el Señor, y usted y yo somos Sus siervos, las deudas que tenemos representan nuestros pecados y los verdugos a Satanás.
En cuanto a las deudas pendientes, se mencionan dos denominaciones de dinero, los 10.000 talentos que el siervo le debe al rey y los 100 denarios que otra persona le debía al siervo. Tomemos el más fácil primero. Casi todas las personas están de acuerdo en que un denario era el equivalente al salario de un día de trabajo. Si 100 días igualan casi una tercera parte de un año de trabajo, entonces el pagar una deuda de ese tamaño requeriría cerca de cuatro meses del salario promedio de una persona.
Puesto que el talento era tanto una medida de peso (cerca de 34 Kg.) como una unidad monetaria, su valor es más difícil de definir, pero la descripción más frecuente es que tendría el equivalente a 15 veces el monto anual del salario promedio de una persona. Si eso es así, una deuda de 10.000 talentos requeriría 150.000 años del salario promedio de una persona para pagarla, lo cual es una suma imposible de pagar.
Y ese es el primer punto. El Rey le había perdonado al siervo una deuda que nunca habría podido pagar, ni en mil lapsos de vida, pero se la perdonó porque el siervo se lo pidió. El siervo, por su parte, le exigió el pago total e inmediato a un amigo por una suma infinitésimamente menor. En estos días una deuda que representa el salario de cuatro meses vale la pena cobrar, y el perdonar una cantidad así puede significar un gran sacrificio para muchas personas. Pero el asunto no es lo legítimo, o aun el monto de la deuda, sino su valor comparativo. Habiendo sido liberado de una carga financiera imposible de pagar, ¿habría eso motivado para que el siervo perdonara a su hermano?
La exigencia de pago del siervo demostró su falta de gratitud por lo que el Rey acababa de hacer por él, y eso fue lo que ocasionó que el Rey se enojara. Entregándolo a los verdugos, el Rey ordenó que su siervo fuera castigado hasta que pudiera pagar todo lo que debía.
Si el zapato calza…
Nuestra deuda de pecado en contra del Señor es, similarmente, imposible de pagar, pero en el caso del Señor, Él no puede simplemente dejarla pasar. Su requerimiento de justicia exige que la deuda sea pagada en su totalidad. Sabiendo que nosotros nunca la podremos pagar, Él envió a Su Hijo para que la pagara por nosotros. Esto le permitió que pudiera perdonarnos libre e incondicionalmente, simplemente porque se lo pedimos. No debemos olvidar que desde el punto de vista del Señor todos éramos asesinos, adúlteros, blasfemos y ladrones cuando Él nos perdonó (Efesios 2:1-5). Todos estos son crímenes penalizados con la muerte. Se nos ha perdonado tanto, que ¿acaso no se justifica un pequeño sacrificio dadas las circunstancias? ¿Qué ofensa sería tan grande como para no perdonársela a otras personas, comparándola con todo lo que se nos ha perdonado a nosotros?
Nuestro desgano para perdonar los pecados legítimos que otras personas cometen en contra nuestra demuestra nuestra ingratitud por lo que el Señor ha hecho por nosotros. Es el resultado del doble ánimo con el cual exigimos justicia para los demás mientras esperamos misericordia para nosotros. Esta ingratitud es en sí misma pecado y de igual manera que todos los pecados no confesados, nos dejan a merced de los ataques de nuestro enemigo lo cual hace que perdamos las bendiciones que de otra forma recibiríamos y aún puede sujetarnos a un gran tormento. ¿Ven cómo es que los verdugos, en esta parábola, representan a Satanás?
Unión y Comunión
Igual como en el caso del siervo y el Rey, nuestra relación con el Señor consiste de dos componentes, unión y comunión. La unión se recibe con la salvación y es incondicional y eterna. El siervo no dejó de ser el siervo del Rey debido a su mal comportamiento, así tampoco nosotros dejamos de ser hijos de nuestro Señor debido a la nuestra. Cuando Él fue a la cruz, Jesús llevó todos nuestros pecados con Él y debido a Su muerte es que hemos sido perdonados por cada uno de ellos (Colosenses 2:13-14).
Pero la comunión es condicional y temporal. Es la relación que nosotros cultivamos con el Señor en el aquí y en el ahora. Debido a su comportamiento, el siervo había producido una fisura en su relación con el Rey. Él solamente podía ser restablecido para volver a gozar de la gracia del Rey y detener el castigo pagando la deuda. Nuestro rechazo de perdonar a otras personas también puede producir una fisura en nuestra relación con el Señor. Solamente podemos ser restaurados a la gracia del Señor y reparar la fisura al perdonar a quienes han pecado contra nosotros (Mateo 6:14-15).
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Debemos observar que Juan les estaba escribiendo a los pecadores ya perdonados, miembros de la iglesia, y aconsejándonos a que confesemos nuestros pecados para ser perdonados, aun después de haber sido salvos. Nosotros pecamos todos los días y Sus misericordias son nuevas cada mañana. Dios nos perdona cada vez que se lo pedimos, y todas las veces que lo hagamos.
Usted siempre recibe lo que pide
Resumiendo, la naturaleza de Dios siempre exige la justicia y el juego justo. El rehusar perdonar cuando hemos sido perdonados produce una fisura en nuestra relación con el Señor la cual solamente nosotros podemos corregir. Al perdonar a quien ha pecado en contra nuestra nos restaura a la comunión con el Señor permitiéndole olvidar que hubo un problema. Selah. 18/01/04