Miércoles 1 de septiembre de 2021
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Jesús viajaba por Jericó camino a Jerusalén. Era temprano ese Domingo de Ramos. Un rumor se había desatado entre la muchedumbre que lo seguían que cuando Él llegara a su destino establecería Su Reino para derrotar a todos los enemigos de ellos. Él les expresó esta parábola como una forma de aclarar cómo es que las cosas sucederían.
A propósito, ustedes habrán notado que hay algunos eruditos que dicen que esta parábola es solamente otra versión de la Parábola de los Talentos. Pero así como las dos historias son similares, tienen muchas diferencias materiales como para hacer de las dos un solo evento. Leámosla.
“Jesús les dijo: «Un hombre de alto rango se fue a un país lejano, para recibir un reino y luego volver. Antes de partir, llamó a diez de sus siervos, les dio una buena cantidad de dinero, [Lit. diez minas.] y les dijo: “Hagan negocio con este dinero, hasta que yo vuelva.”” (Lucas 19:12-13).
Como se esclarecerá, el hombre noble representa a Jesús el cual después de Su resurrección subió al cielo para ser hecho Rey sobre toda la Tierra. Los siervos representan a Sus seguidores. En el sistema monetario de aquellos días, una dracma era aproximadamente el salario de un día de trabajo. Se necesitaban 100 dracmas para formar una mina, y 60 minas hacían un talento. Observen que a cada siervo se le dio la misma cantidad (una mina), una suma mucho menor que al menor de los tres siervos en la parábola de los Talentos. Y recuerden, una parábola es una verdad celestial puesta dentro de un contexto terrenal, de tal manera que todo simboliza algo más. Por consiguiente, la mina representa algo tan valioso para el Señor como lo sería para nosotros tres meses de trabajo.
Cuando repasamos la Parábola de los Talentos vemos que el dinero representa Su Palabra, que es la posesión más valiosa del Señor. El Salmo 138:2 dice que Él valoriza Su Palabra aun sobre Su Nombre. Entonces es razonable asumir que es lo mismo aquí, especialmente ya que la historia nos cuenta que lo principal que el Señor les dejó a Sus seguidores fue el Evangelio, Su Palabra.
Según la publicación de E. W. Bullinger “Los Números En Las Escrituras”, el número 10 denota lo completo del orden. Eso implica que nada más es necesario; que el número y el orden son perfectos; que todo el ciclo se ha completado. Los 10 siervos y las 10 minas indican que antes que el Señor se fuera, Él le dejó a todas las personas todo lo necesario que requerirían para propagar Su Palabra en todo el mundo.
Pero sus conciudadanos lo odiaban, y enviaron tras él unos representantes para que dijeran: “No queremos que éste reine sobre nosotros” (Lucas 19:14).
Aquí vemos otra diferencia entre las dos parábolas. Esta impresión no la obtenemos de la Parábola de los Talentos. Allí el hombre simplemente salió de viaje. Aquí él sale para ser hecho Rey y a algunas personas eso les disgustó. 30 años antes, un evento similar había sucedido. Cuando Herodes Arquelao fue a Roma para ser hecho rey como el sucesor de su padre, una delegación de 50 judíos lo siguió desde Israel y le pidió al Cesar que les diera un gobernador romano en lugar de Arquelao. Según Josefo, más de 8000 judíos que vivían en Roma se reunieron en el palacio para apoyar a la delegación cuando presentaba su caso en contra de Arquelao.
No es necesario mencionar que a Arquelao eso no le gustó, y después que fue investido, a pesar de los ruegos de ellos, él les hizo saber a sus súbditos su disgusto. Puede ser que Jesús utilizara este incidente para recordarles a ellos (y a nosotros) sobre los peligros de rechazar a un Rey debidamente investido. Si eso es así, la advertencia cayó en oídos sordos. Un corto tiempo después Israel rechazó a su Rey y desde entonces, un sinnúmero de gentiles han hecho lo mismo.
“Cuando ese hombre volvió, después de recibir el reino, hizo comparecer ante él a los siervos a quienes había dado el dinero, para saber qué negocios había hecho cada uno” (Lucas 19:15).
Nunca ha habido duda alguna de que Jesús será nuestro Rey. Con Su sangre Él redimió a toda la creación de la esclavitud de la corrupción (Romanos 8:21) y desde entonces todo lo que falta es que Él tome posesión de lo que ha comprado. Ese día viene pronto, y cuando llegue habrá fuertes voces en el cielo diciendo:
“Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).
Dos versículos después, en Apocalipsis 11:17, Dios es descrito como “el que es y el que era”. Ya no más “el que será” (NVI). Desde la perspectiva del Cielo, Su reino ya habría comenzado a pesar de que en la tierra la gran tribulación aún está por venir. Satanás y sus seguidores pueden ver la gran tribulación como una guerra para determinar quién controlará la Tierra, pero el Señor la ve como un juicio en donde Israel será purificado y las naciones serán totalmente destruidas (Jeremías 30:8-11). Satanás está simplemente siendo utilizado por Dios para llevar a cabo eso (Apocalipsis 17:17). Nunca ha existido duda alguna sobre el resultado final.
Cuando Él vuelva, “El Señor será rey sobre toda la tierra. En aquel día el Señor será uno, y uno su nombre” (Zacarías 14:9).
Puesto que el Rey en este punto de la parábola ya habrá regresado, estamos hablando del tiempo después de la Segunda Venida. También pronto veremos que los siervos del Rey y Sus súbditos son dos grupos diferentes. Lo primero que el Rey hace es recibir un informe de sus siervos. ¿Cómo es que han invertido Su posesión más valiosa?
Cuando llegó el primero, dijo: “Señor, tu dinero ha producido diez veces más”.
Aquel hombre dijo: “¡Bien hecho! Eres un buen siervo. Puesto que en lo poco has sido fiel, vas a gobernar diez ciudades.”
Otro más llegó y le dijo: “Señor, tu dinero ha producido cinco veces más.”
Y también a éste le dijo: “Tú vas a gobernar cinco ciudades.” (Lucas 19:16-19).
Obtener un retorno de un 1000% o aun de un 500% sobre una pequeña inversión, es encomiable. Pero no quiere decir que eso califique a una persona para que gobierne 5 o 10 ciudades. Recuerden, esta es una parábola. Todo es simbólico de algo más. La lección aquí es que la fidelidad en las cosas pequeñas siempre producirá unas recompensas desproporcionadas en cuanto a la obra del Señor se refiere. Y a pesar de que el momento es la Segunda Venida, la lección es universal. Por ejemplo, nuestro deseo de compartir el Evangelio aun con una sola persona puede dar como resultado que se salven miles de almas con el correr del tiempo.
Llegó otro más, y le dijo: “Señor, aquí tienes tu dinero. Lo he tenido envuelto en un pañuelo, pues tuve miedo de ti, porque sé que eres un hombre duro, que tomas lo que no pusiste, y recoges lo que no sembraste.”
Entonces aquel hombre le dijo: “¡Mal siervo! Por tus propias palabras voy a juzgarte. Si sabías que soy un hombre duro, que tomo lo que no puse, y que recojo lo que no sembré, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así, ¡a mi regreso lo habría recibido con los intereses!” (Lucas 19:20-23).
El Rey no estaba de acuerdo con la evaluación que el tercer siervo hizo de su carácter. En vez de eso él le estaba diciendo, “Si usted cree que ese es el tipo de persona que soy, que siego lo que no sembré, entonces usted pudo haberse asegurado de que mi dinero por lo menos ganara algunos intereses”. La contradicción entre sus palabras y sus acciones era obvia y eso fue la base para el juicio del rey en contra de este siervo.
Y dijo entonces a los que estaban presentes: “¡Quítenle el dinero, y dénselo al que ganó diez veces más!”
Pero ellos objetaron: “Señor, ése ya tiene mucho dinero.”
Y aquel hombre dijo: “Pues al que tiene, se le da más; pero al que no tiene, aun lo poco que tiene se le quita.
Y en cuanto a mis enemigos, los que no querían que yo fuera su rey, ¡tráiganlos y decapítenlos delante de mí!”» (Lucas 19:24-27).
De igual manera a como a cada siervo se le dio la misma cantidad de dinero, a todos se nos ha dado la misma verdad básica del Evangelio y podemos decir, como dijo Pablo:
“En primer lugar, les he enseñado lo mismo que yo recibí: Que, conforme a las Escrituras, Cristo murió por nuestros pecados; que también, conforme a las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día” (1 Corintios 15:3-4).
Jesús murió por nuestros pecados, y la prueba de que Su muerte fue suficiente para salvarnos se encuentra en la Resurrección. El Antiguo Testamento anticipó eso, y el Nuevo Testamento lo confirma. Este es el Evangelio en su forma más simple. Mientras más lo compartimos con las demás personas, más ganaremos. Además de salvar a otra alma, enseñarle a alguien más el Evangelio tiene como resultado que nosotros tengamos un mejor entendimiento del mismo.
Por su propia declaración, el tercer siervo demostró que él no conocía a su amo. La percepción que tenía de ese hombre estaba totalmente equivocada, y mientras que él se hacía llamar un siervo, no hizo ni siquiera lo mínimo que se le pidió. Este siervo representa al cristiano “solo de nombre”, que realmente no tiene nada, y que al final se sorprenderá cuando aún eso se le quite.
Después que el Señor regrese Él va a llevar a cabo una serie de juicios en los cuales, aquellas personas que han sobrevivido a la gran tribulación, tendrán que responder por ellas mismas. Sobre la mesa estará si ellas han demostrado que lo quieren a Él como Rey, o no. Aquellas personas que lo han querido como Rey serán bienvenidas en el Reino. Y las que no, serán enviadas al lugar preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41).
Por medio de esta parábola el Señor estaba mostrando que Él no iba a establecer Su Reino de la forma como la gente esperaba, sino que estaría partiendo pronto para ser hecho Rey. Cuando Él regrese Él recompensará a Sus seguidores y castigará a Sus enemigos, y entonces Él establecerá Su Reino. Selah 08/08/2009.