Las Siete Cartas de Apocalipsis 2 y 3. Congregaciones

Miércoles 29 de abril de 2020

Un estudio bíblico por Jack Kelley

En artículos recientes, nos hemos centrado en la naturaleza profética de las siete cartas de Apocalipsis 2-3. Ahora pasemos a otro nivel de aplicación. He ofrecido la opinión de que todas las cartas son aplicables a todas las congregaciones a lo largo de la era de la iglesia y a cada miembro de esas congregaciones. Los desafíos y las promesas que terminan las cartas son para los individuos, por lo que las críticas que se encuentran en las cartas deben tomarse personalmente, no solo a nivel de conjunto.

Para las congregaciones

En el nivel de las congregaciones, es necesario ver las iglesias simbólicamente y enfocarse en los 4 “niños” Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. He hecho comparaciones generales de estas iglesias con los católicos, los protestantes principales, los evangélicos y los liberales, o la iglesia de la “nueva era”, pero no podemos detenernos allí. Si cada carta está destinada a todas las congregaciones, y si el desafío y la promesa siempre están destinados a personas individuales, entonces estos grupos modernos deben contener miembros de estas cuatro iglesias simbólicas.

¿A qué religión pertenece usted?

Es demasiado fácil para nosotros etiquetar a las personas y condenarlas automáticamente por su afiliación religiosa. Pero en la carta a Tiatira, el Señor se describió a Sí mismo como “El que escudriña la mente y el corazón” criticando las prácticas de algunas personas, mientras anima a otras a “conservar lo que tienen hasta que Yo venga”. Esto significa que Él encontró que los corazones de algunas personas en Tiatira se entregaron al ritual pagano, mientras que otras permanecieron fieles y verdaderos. Él y solo Él puede mirar los corazones de las personas y determinar si son Suyas o no (1 Corintios 4: 5, Hebreos 4:12).

Él hizo la misma distinción en la carta a Sardis, diciendo que entre las personas que Él les estaba advirtiendo que despertaran y obedecieran lo que habían recibido y escuchado, había algunas de ellas que no habían “ensuciado sus ropas” porque que eran dignas de caminar con Él, vestidas de blanco. En ambas cartas Él distinguió a las personas incrédulos de las creyentes, advirtiéndoles a algunas de ellas sobre la tribulación y prometiéndoles a otras escapar de la misma. Hoy en día hay muchas personas que llamaríamos católicas o protestantes que Dios llama suyas.

La iglesia en Laodicea no creía que necesitaban un Salvador y por eso el Señor los llamó tibios y los vomitó de Su boca. Aun así, algunas personas liberales hoy escuchan Su llamado a la puerta de sus corazones y lo invitan a entrar. El resto se queda después del rapto porque adoran a un Dios en el que no creen, prestando su nombre a los impostores. Algunos se arrepentirán y se salvarán durante la tribulación.

El factor decisivo

Pero Filadelfia no recibió críticas ni amenazas de castigo algunos, solo estímulo para “lo que tienes, no lo sueltes”. Solo hay una cosa que diferencia a las personas creyentes de las incrédulas, y esa cosa es fundamental para la enseñanza de la iglesia evangélica. Es el pasaje de Juan 3:3-18. Significa que todos somos personas pecadoras, irremediablemente separadas de Dios, impotentes para redimirnos a nosotros mismos y condenados a la muerte eterna. Pero al creer que Su muerte en la cruz pagó la pena total por todos nuestros pecados, nacemos de nuevo y heredamos la vida eterna.

No somos perfectos, sólo somos perdonados

Y es que casi toda desviación de la Doctrina Cristiana se ha practicado en la iglesia evangélica de hoy. El legalismo extremo de algunas personas fundamentalistas, la demanda farisaica de señales y el exhibicionismo lleno de orgullo que se encuentra entre las personas carismáticas y pentecostales, y la obstinada negativa de la mayoría a creer en las profecías del Señor sobre nuestro tiempo, son solo algunos ejemplos. También podremos descubrir todo tipo de pecado; matrimonios rotos, sexo ilícito, avaricia, abuso de sustancias tóxicas, intolerancia racial y religiosa, lo que sea. Pero todo eso es irrelevante cuando se coloca junto a la única condición impuesta por el Señor para la salvación. “Y ésta es la voluntad de mi Padre: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final.” (Juan 6:40).

Volvámonos personales

Cuando usted se sienta en su banca en una mañana, independientemente del letrero en la puerta de la iglesia, le acompañan personas de Tiatira. Ellas son las que le agregan al Evangelio: Jesús más alguien u otra cosa, gracia más obras, escrituras más tradición. También hay algunas de Sardis. Le restan al Evangelio. “No necesitas nacer de nuevo, solo únete a la iglesia, da algo de tiempo y dinero y estarás bien». Y luego está el grupo de Laodicea. “Jesús fue un gran hombre y maestro, y vivió una vida de tanta gentileza y gracia que es CASI como si fuera Dios. Simplemente ama a todos como Él lo hizo. La buena vida que vives es una señal obvia de tu favor con Dios, y todos saben que no hay un cielo real, o sea, póngase serio”.

Pero si usted sabe que es una persona pecadora y le ha entregado su corazón a Jesús porque Él dio Su vida por usted, entonces usted pertenece a Filadelfia. Puede haber otras personas allí con usted, pero nunca sabrá con seguridad cuántas son hasta que todas desaparezcan juntas algún día pronto. Y no se sorprenda cuando se le unan algunas de ellas que eran católicas, algunas protestantes, algunas conservadoras y algunas liberales e incluso algunas que no parecían pertenecer a ninguna iglesia.