Miércoles 7 de septiembre de 2022
Artículo de Fondo
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Dos años después de la visión que tuvo Daniel de las cuatro bestias que describimos en el capítulo 7, tuvo otra visión, esta vez sobre un carnero y un macho cabrío. Como veremos, la intención era para darle tanto a él como a nosotros más detalles sobre las cosas del porvenir, porque la visión tiene un cumplimiento doble. Para Daniel esta visión era toda para el futuro, pero para nosotros, el primer cumplimiento es ahora historia, asegurando así que el cumplimiento final se encuentra aún en nuestro futuro.
Daniel 8
La Visión que Tuvo Daniel del Carnero y del Macho Cabrío
“En el año tercero del reinado del rey Belsasar me apareció una visión a mí, Daniel, después de aquella que me había aparecido antes. Vi en visión; y cuando la vi, yo estaba en Susa, que es la capital del reino en la provincia de Elam; vi, pues, en visión, estando junto al río Ulai. Alcé los ojos y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del río, y tenía dos cuernos; y aunque los cuernos eran altos, uno era más alto que el otro; y el más alto creció después. Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapase de su poder; y hacía conforme a su voluntad, y se engrandecía.” (Daniel 8:1-4).
Era el año 551 a.C. Faltaban 16 años para la caída de Babilonia ante la coalición de los Medo-Persas. Susa quedaba a 370 kilómetros al este de Babilonia, en lo que hoy es el moderno Irán, y se convertiría en la capital del Imperio Persa. Tanto Daniel como Nehemías vivieron allí, como también lo hizo la reina Ester. Hoy día se le conoce como Shush. Una inusual roca blanca en forma de un cono, señala el sitio tradicional donde reposan los restos de Daniel. Adicionalmente a los judíos persas, muchos musulmanes chiítas también reverencian al profeta visitando su tumba hasta este día.
El rey de Persia usaba una corona con la forma de la cabeza de un carnero cuando iba a batalla, así que el carnero representa a Medo-Persia. El cuerno que creció más después es el componente persa de la coalición y que eventualmente fue el elemento dominante. (El Ángel Gabriel confirmará para nosotros la identidad de ambos animales más adelante en este capítulo.) Como lo hemos mencionado antes, Media era el hogar de lo que hoy día son los curdos mientras que Persia se convirtió en Irán. Juntos estos dos componentes conquistaron un área que se extendía desde Paquistán en el este hasta Grecia en el oeste, y hasta las costas del Mar Negro y las del Mar Caspio en el norte, y reinaron durante 200 años, hasta cerca del año 330 a.C. Había un camino real que se extendía desde Susa hasta Sardis en Turquía occidental, que se utilizaba para traer mercaderías desde el Mediterráneo hasta la ciudad capital.
«Mientras yo consideraba esto, he aquí un macho cabrío venía del lado del poniente sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos. Y vino hasta el carnero de dos cuernos, que yo había visto en la ribera del río, y corrió contra él con la furia de su fuerza. Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra él y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó, y no hubo quien librase al carnero de su poder. Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo” (Daniel 8:5-8).
El macho cabrío con un solo cuerno era el símbolo de Felipe de Macedonia, padre de Alejandro Magno. Los persas habían humillado tanto a Felipe que Alejandro formó un poderoso ejército para tomar venganza. Para unir las facciones guerreras de Europa Oriental en contra de los persas, Alejandro inventó un lenguaje, llamado Griego Común, para que todos pudieran hablarlo y, al entenderse, arreglar sus disputas tanto reales como imaginarias. Sin mostrar ninguna misericordia hacia los persas, Alejandro derrotó contundentemente al ejército de 200.000 hombres de Darío III, con solamente 35.000 de sus propios soldados, en la Batalla de Gaugamela en el año 331 a.C. Entonces, él tenía 22 años de edad. Siete años más tarde Alejandro moriría en Babilonia dejando su imperio para ser dividido entre sus cuatro generales, Casandro (Macedonia y Grecia), Lisímaco (Tracia y el Asia Menor), Ptolomeo (Israel y Egipto), y Seleuco (Siria, Líbano y Jordania).
“Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa. Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó. Aún se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra. Y a causa de la prevaricación le fue entregado el ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó.
Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?
Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado” (Daniel 8:9-14).
Ahora nos adelantamos rápidamente al año 175 a.C., a un descendiente de Seleuco de nombre Antíoco IV, llamado otro cuerno aquí, quien se nombró a sí mismo Epífanes, o el Divino. Para este momento, el imperio seléucida había crecido sustancialmente e incluía a Israel (la Tierra Gloriosa) que había sido tomado de los descendientes de Ptolomeo. Antíoco Epífanes odiaba a los judíos y juró borrar su religión de sobre la faz de la tierra. Y casi tiene éxito.
Haciendo que el último legítimo Sumo Sacerdote de Israel, Onais III, fuera asesinado, empezó a negociar el oficio de Sumo Sacerdote al mejor postor, un sistema de hacer dinero que los romanos adoptaron después. Invadió Israel y tomó el control de Jerusalén y del Monte del Templo. Prohibió la circuncisión, hablar o leer en hebreo, y la posesión de las Escrituras Hebreas, quemando todas las copias que pudo encontrar. Convirtió el Templo en un centro de adoración pagana, erigiendo una estatus de Zeus (Júpiter) con su propio rostro en ella, y obligó a los judíos a adorarla bajo pena de muerte. Mató un cerdo sobre el altar santo y ordenó a los sacerdotes hacer lo mismo.
Esta profanación del Templo lo hizo inadecuado para ser usado por los judíos. Esto llegó a ser conocido como la abominación desoladora con lo cual se disparó la revuelta de los macabeos, una guerra tipo guerrilla que fue exitosa después de tres años y medio de luchas, y dirigida por Judas Macabeo (el Martillo), para expulsar a las tropas de Antíoco de Israel y restaurar el servicio del Templo. Debido a eso, Antíoco Epífanes se ha convertido en el tipo más claro de anticristo, siendo la revuelta de los macabeos un modelo de la gran tribulación. Durante 1.150 días (2.300 tardes y mañanas de sacrificios) el santuario estuvo desolado hasta que fue vuelto a consagrar durante una ceremonia que hoy día se celebra como la Fiesta de Hanukkah.
La Interpretación de la Visión
“Y aconteció que mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso delante de mí uno con apariencia de hombre. Y oí una voz de hombre entre las riberas del río Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña a éste la visión. Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin.
Mientras él hablaba conmigo, caí dormido en tierra sobre mi rostro; y él me tocó, y me hizo estar en pie. Y dijo: He aquí yo te enseñaré lo que ha de venir al fin de la ira; porque eso es para el tiempo del fin. En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero. Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él” (Daniel 8:15-22).
El Ángel Gabriel viene ahora a explicarle a Daniel que va a extender la visión para mostrar que habrá una repetición de estos eventos, pero en una escala mucho más grande, al final de los tiempos. Veremos que el “cuerno pequeño” de Daniel 7:8 es el cumplimiento final del también llamado “el otro cuerno” en Daniel 8:9, el que conocemos como Antíoco Epífanes. El ángel comienza identificando al carnero y al macho cabrío y describe la distribución del reino de Alejandro entre sus cuatro generales. Luego se va directamente al tiempo del “fin de la ira”.
“Y al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro y entendido en enigmas. Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y prosperará, y hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos. Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin aviso destruirá a muchos; y se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será quebrantado, aunque no por mano humana.” (Daniel 8:23-25)
Los restos de estos imperios permanecerán hasta el fin de la era cuando un rey como Antíoco se levante, pero este no estará actuando bajo su propia fuerza. En Apocalipsis 13:2 se nos dice que el dragón le dará de su poder. Y a diferencia de Antíoco, quien sufrió una derrota vergonzosa a manos de los romanos que empezaban a surgir, y fue obligado a dejar Egipto avergonzado, este otro rey será exitoso en todo lo que hace y será admirado por todos. “Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (Apocalipsis 13:3-4).
Él saldrá a escena como un pacificador, pero terminará con la mayor parte del mundo bajo su autoridad, aun creyendo que puede ir a la guerra en contra de los ejércitos celestiales. Como su predecesor, tendrá un odio anormal por los judíos e intentará borrarlos de la faz de la tierra. Él también levantará una estatua en el Lugar Santo (Apocalipsis 13:15), llamándose a sí mismo Dios y exigiendo que se le adore (2 Tesalonicenses 2:4). Sin embargo, su fin será a manos de Aquel Quien en verdad es el Rey de toda la Tierra.
“La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días.
Y yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos días, y cuando convalecí, atendí los negocios del rey; pero estaba espantado a causa de la visión, y no la entendía” (Daniel 8:26-27).
Gabriel concluyó su interpretación de la visión al implicar que las 2300 tardes y mañanas ciertamente vendrán, pero que el cumplimiento final de la visión es para los tiempos del fin. Esto ha sido verificado en la historia. La desolación del Templo que hizo Antíoco Epífanes fue el cumplimiento de las tardes y las mañanas. Esto distingue la revuelta de los macabeos de la gran tribulación, en donde la abominación desoladora se dice que dura 1260 días (Apocalipsis 12:6), y muestra que para nosotros es un modelo histórico de un evento futuro. Jesús hizo referencia a esto cuando les advirtió a los judíos que viven en Judea al final de la era, que huyan cuando vean de nuevo la abominación desoladora (Mateo 24:15-21).
Daniel 9
Ahora son trece años más tarde, es el año 538 a.C. Daniel ya es un hombre anciano, probablemente en la edad de los ochentas. Ya ha estado en Babilonia durante casi 70 años y se ha enterado, al leer el libro de Jeremías sobre la conquista de Babilonia, que el período de cautividad de Israel estaba casi por terminar. Dios le había dicho a Jeremías que la cautividad duraría 70 años, y luego Babilonia sería derrotada y los judíos serían liberados para reconstruir su país (Jeremías 25:11-12).
El motivo para este juicio fue la insistencia de Israel en adorar a los falsos dioses de sus vecinos paganos. La duración de esos 70 años fue por el hecho de que durante 490 años los judíos habían descuidado observar el descanso de la tierra que estaba estipulado en un año de cada siete años, como Dios lo había ordenado en Levítico 25:1-7. El Señor había sido paciente durante todo ese tiempo, pero finalmente los envió a Babilonia con el objeto de darle a la tierra los 70 años de descanso que se le debía (2 Crónicas 36:21).
Mientras oraba un día, confesando los pecados de Israel y recordándole a Dios Su promesa de restaurarlos (Daniel 9:1-23), Daniel recibió la visita, por segunda vez, del Ángel Gabriel, el cual interrumpió su oración para revelarle a Daniel más sobre el futuro de Israel, y una vez más, ampliando las visiones de los Capítulos 7 y 8, con un repaso en cuatro versículos, de las cosas venideras.
Muchas personas creen que Daniel 9:24-27 es el pasaje más importante de la profecía en todas las Escrituras. Casi todos los errores que me he encontrado al estudiar las distintas interpretaciones de la profecía de los últimos días, se puede decir que tienen su origen en la mala interpretación de este pasaje. Leámoslo todo para que podamos tener el cuadro general y luego analizarlo versículo por versículo.
“Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:24-27).
Ninguna profecía en todas las Escrituras es tan crítica para nuestro conocimiento de los tiempos del fin, como lo son estos cuatro versículos. Antes que nada, debemos hacer unas aclaraciones, para luego interpretar este pasaje versículo por versículo. La palabra hebrea traducida semanas (o sietes) se refiere a un período de siete años, de la misma manera que la palabra década se refiere a un período de 10 años. Literalmente significa “una semana de años”. De tal manera que 70 semanas son 70 x 7 años, o 490 años. Este período está dividido en tres partes; 7 semanas o 49 años, 62 semanas o 434 años, y una semana o siete años. Entonces comencemos.
“Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos (lugar Santísimo)” (Daniel 9:24).
Estas son las seis cosas que deben de lograrse para el pueblo de Daniel (Israel) y la Santa Ciudad de Daniel (Jerusalén) durante un período de 490 años. He insertado la frase “lugar Santísimo” al final del versículo para aclarar el hecho de que se refiere al Templo judío en Jerusalén.
“Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos” (Daniel 9:25).
Aquí vemos una clara profecía sobre el momento de la Primera Venida de Cristo. Cuando este mensaje le fue dado a Daniel por el Ángel Gabriel, Jerusalén era una ciudad en ruinas por casi 70 años, y los judíos estaban cautivos en Babilonia. Al contar 62 + 7 períodos de 7 años cada uno, a partir de un futuro decreto que le da a los judíos el permiso para restaurar y reconstruir Jerusalén, entonces deben de esperar al Mesías. Eso es un total de 483 años después que el decreto sea emitido.
Aquí es importante poder distinguir el decreto que liberó a los judíos de su cautiverio del decreto que les permitió reconstruir Jerusalén.
Cuando Ciro de Persia conquistó Babilonia en el año 535 a.C., de inmediato liberó a los judíos. Eso había sido profetizado 150 años antes en Isaías 44:24-45:6 y vio su cumplimiento en Esdras 1:1-4. Pero según Nehemías 2:1, el decreto para reconstruir Jerusalén fue emitido por el Rey Artajerjes de Persia el mes primero del vigésimo año de su reinado (Marzo del año 445 a.C. en nuestro calendario, cerca de 90 años después).
Exactamente 483 años después de eso, el Señor Jesús entró en Jerusalén montando una asna, a los gritos de “Hosanna”, en el único día en Su vida que Él les permitió a sus seguidores que lo proclamaran como Rey de Israel, ¡cumpliendo así la profecía de Daniel al día preciso! El idioma hebreo en Daniel 9:25 le llama “Mesías Príncipe”, anotando el hecho de que Él estaba llegando como el Hijo Ungido de David y aún no había sido coronado Rey.
En Lucas 19:41-44, Jesús les recuerda a las personas sobre la naturaleza específica de esta profecía. Cuando se acercaba a Jerusalén y ve la ciudad, lloró sobre ella y dijo, “¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.” Jesús los responsabilizó porque conocían Daniel 9:24-27.
Unos días más tarde, Jesús extendió esa responsabilidad a nosotros. “Por tanto, cuando vean en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes” (Mateo 24:15-16). Nosotros también estamos supuestos a entender Daniel 9 en referencia a la gran tribulación y la Segunda Venida.
“Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones” (Daniel 9:26).
Primero se cumplieron 7 semanas (49 años) y luego 62 semanas (434 años) para un total de 69 semanas o 483 años. Al final de este segundo período, su Mesías sería ejecutado (literalmente destruido al hacer un pacto) sin haber recibido ninguno de los honores, gloria y bendiciones que las Escrituras le prometieron, y el pueblo de un príncipe que aún ha de venir, destruiría Jerusalén y el Templo. Los israelitas serían esparcidos por todos lados y la paz eludirá al mundo.
Todos sabemos que Jesús fue crucificado estableciendo un Nuevo Pacto en el proceso, y 38 años más tarde, los romanos incendiaron la ciudad y el Templo, destruyéndolos totalmente. Los judíos que sobrevivieron fueron obligados a huir para salvar sus vidas y durante los siguientes 2.000 años yo no creo que ninguna generación haya escapado de estar involucrada en alguna clase de guerra.
Pero entonces algo extraño sucedió: El Reloj Celestial se detuvo. Ya habían transcurrido 69 de las 70 semanas, y todo lo que había sido profetizado sucedió durante esos 483 años, pero aún quedaba por cumplirse una semana (7 años). Hay insinuaciones en el Antiguo Testamento de que el reloj se ha detenido varias veces anteriormente en la historia de Israel, cuando por alguna razón u otra, los judíos estaban fuera de su tierra. Y en el Nuevo Testamento también se nos dice que mientras Dios está tratando con la Iglesia, el tiempo deja de existir para Israel (Hechos 15:13-18). Pero la indicación más clara es que ese evento predicho en Daniel 9:27 aún no se ha cumplido.
“Y por otra semana [él] confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:27).
Aquí se encuentra la Semana Setenta que hace falta, pero antes de que intentemos entenderla, repasemos una regla de gramática que nos ayudará a que nuestra interpretación sea la correcta. Esta regla es la siguiente: Los pronombres se refieren al nombre previo más cercano. “Él”, siendo un pronombre personal, se refiere a la persona anterior más cercana, en este caso “el príncipe que ha de venir”. Entonces, un gobernante que vendrá de alguna parte del antiguo Imperio Romano, confirmará un pacto de siete años con Israel el cual les permitirá construir un Templo y restituir el sistema de culto del Antiguo Pacto. Tres años y medio después, él violará ese pacto al colocar una abominación que causa que el Templo sea desolado, terminando así con el culto. Esta abominación acarrea la ira de Dios sobre él y será destruido. Este es el cuerno pequeño de Daniel 7:8, y el cumplimiento final del “otro cuerno” de Daniel 8:9, que primeramente fue cumplido en Antíoco Epífanes.
La manera más obvia por la cual sabemos que estas cosas aún no han sucedido es que el sistema del culto judío del Antiguo Pacto requiere de un Templo para celebrarse, y no ha habido ningún Templo desde el año 70 d.C. cuando los romanos lo destruyeron.
Algunas personas dicen que esta profecía se cumplió durante la destrucción que hicieron los romanos en el año 70 d.C., pero la mayoría cree que aún se encuentra en el futuro, en parte debido el término abominación desoladora. Como Gabriel le dijo a Daniel, durante el tiempo de la ira, habrá un segundo y más grande cumplimiento de la profecía de su visión en el capítulo 8. Luego otro rey se levantará y repetirá las cosas que Antíoco hizo, una de las cuales será entrar en el Templo declarándose ser Dios, y exigiendo que la gente adore una estatua con su efigie so pena de muerte. Tanto Pablo (2 Tesalonicenses 2:4) como Juan (Apocalipsis 13:14-15) confirmaron estas cosas.
Jesús dijo que este evento iniciaría la gran tribulación (Mateo 24:15-21), y Pablo dijo que el anticristo sería el que lo haría (2 Tesalonicenses 2:4). Las blasfemias de Antíoco no fueron específicamente repetidas cuando los romanos destruyeron el Templo, y desde entonces no ha habido otro Templo. Las similitudes entre este evento venidero y el que registra la historia, son tan obvias, que muchos eruditos están persuadidos de que ese evento señala al otro ya que nada en los años que intervienen se ajusta tan completamente a ese evento.
Pronto, Muy Pronto
Siguiendo a una guerra devastadora en el Medio Oriente, un nuevo líder pronto surgirá a escena. Con un gran carisma personal y un plan para terminar todas las guerras, cautivará y controlará el mundo. Ya que todos los verdaderos creyentes habrán desaparecido recientemente de la tierra, no tendrá ningún problema en persuadir a la mayoría de los habitantes que quedaron de que él es el Mesías prometido, el Príncipe de Paz. Los pasmará y asombrará con todo tipo de proezas diplomáticas y de conquista, aun haciendo actos sobrenaturales. Pero cuando él afirme ser Dios, todo el infierno se desatará sobre la tierra, y los tres años y medio del peor y más terrible tiempo que la humanidad haya jamás tenido, amenazará su misma existencia.
Pero antes de que todos sean destruidos, el verdadero Príncipe de Paz retornará y vencerá a ese impostor. Él instalará Su reino sobre la tierra, un reino que nunca será conquistado ni entregado a nadie más. Al haber entregado Su vida para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y habiendo cumplido toda la visión y la profecía bíblicas, Él ungirá el Lugar Santísimo y recibirá todo el honor y la gloria y las bendiciones que las Escrituras le prometieron. Israel finalmente verá su reino restablecido y vivirá en paz con Dios en su medio, y usted y yo, como la novia de Cristo, reinaremos y gobernaremos con Él para siempre. Si ustedes escuchan con cuidado, ya casi se escuchan los pasos del Mesías. 23/11/2013