Miércoles, 11 de septiembre de 2019
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Esta vez daremos otra mirada a la destrucción de Babilonia, pero desde la perspectiva espiritual. El tema aquí es el origen de las religiones paganas del mundo y el esfuerzo de satanás de ser el objeto de toda adoración. Luego observaremos cuando Israel, una vez más, sea hecho la nación prominente de la Tierra.
Isaías 47:1-15. La Caída de Babilonia
“Desciende y siéntate en el polvo, virgen hija de Babilonia. Siéntate en la tierra, sin trono, hija de los caldeos; porque nunca más te llamarán tierna y delicada. Toma el molino y muele harina; descubre tus cabellos, descalza los pies, descubre las piernas, pasa los ríos. Será tu vergüenza descubierta, y tu deshonra será vista; haré retribución, y no se librará hombre alguno” (Isaías 47:1-3).
Según Génesis 10:8-12, Babilonia fue originalmente fundada por Nimrod. Su esposa Semiramis, la cual en algunos casos personifica a Babilonia en esta profecía, originalmente se hacía llamar la Virgen del Mar, y esa puede ser la fuente más segura para el cuadro sarcástico que muestra Isaías de Babilonia en este pasaje. Su orden de “siéntate en la tierra, sin trono”, es una referencia al auto proclamado título de Babilonia como “Reina de los Reinos”. Al seguir las indicaciones de comportarse como una mujer común y corriente de ese tiempo, es como decir, “Tú no eres ni virgen ni reina. Y tú no eres mejor que el resto de nosotras”. Como generalmente hace, el Señor quiso que Su profeta utilizara una terminología sexual para simbolizar la falta de justicia.
“Nuestro Redentor, Jehová de los ejércitos es su nombre, el Santo de Israel.
Siéntate, calla, y entra en tinieblas, hija de los caldeos; porque nunca más te llamarán señora de reinos. Me enojé contra mi pueblo, profané mi heredad, y los entregué en tu mano; no les tuviste compasión; sobre el anciano agravaste mucho tu yugo” (Isaías 47:4-6).
Aquí tenemos una profecía de que Dios ordenará el cautiverio babilónico debido a la desobediencia de Israel. Jeremías dirá más tarde que Dios estaba entregándole Israel a los babilonios durante 70 años y que después de ese tiempo Él juzgaría Babilonia por su culpabilidad (Jeremías 25:8-12).
Algunas personas han cuestionado los motivos del Señor en juzgar a Babilonia por haber simplemente obedecido Sus instrucciones, y para estas personas la profecía de Isaías también contiene Su respuesta a sus acusaciones.
“Dijiste: Para siempre seré señora; y no has pensado en esto, ni te acordaste de tu postrimería. Oye, pues, ahora esto, mujer voluptuosa, tú que estás sentada confiadamente, tú que dices en tu corazón: Yo soy, y fuera de mí no hay más; no quedaré viuda, ni conoceré orfandad. Estas dos cosas te vendrán de repente en un mismo día, orfandad y viudez; en toda su fuerza vendrán sobre ti, a pesar de la multitud de tus hechizos y de tus muchos encantamientos” (Isaías 47:7-9).
Bajo la influencia satánica, Semiramis declaró que ella había sido embarazada por el dios Sol y luego dio a luz a su hijo Tamuz. Cuando él murió en un accidente cazando en el campo, ella hizo duelo. Después de 40 días, él supuestamente se levantó de los muertos. De allí en adelante, Semiramis se llamó a sí misma la Reina del Cielo y estableció un sacerdocio célibe con un líder “infalible” encargado de organizar la adoración a ella y a su hijo. Ella concluyó que siendo la esposa de un dios y la madre de un hijo “resucitado”, la convertía en una diosa, lo cual significaba que nunca sería viuda, ni tampoco sufriría la pérdida de los hijos.
Por supuesto, todo este sinsentido, fue puesto en su mente por Satanás, el autor de la mentira. Pero ella se volvió tan poderosa que su historia ha perdurado, de una forma u otra, en todas las mitologías importantes, y cuando las religiones paganas de Roma se unieron con el cristianismo en el Siglo IV, las tradiciones que empezaron con ella continuaron en la Iglesia Romana.
La ramita de muérdago, el tronco navideño, los panecillos calientes en forma de cruz, el árbol siembre verde, los 40 días de la Cuaresma, la exaltación de María y de otras personas, todo esto viene del culto babilónico a la madre-hijo que empezó Semiramis. Aun la Biblia reconoce su notoriedad. Algunas personas creen que la frase “tierra de Sinar” se deriva de su nombre.
Pero como lo confirma Apocalipsis 18:4-8, la destrucción total vendrá inesperadamente sobre el reino que ella personifica. Al utilizar una porción de Isaías 47:7-9, Juan apoya el punto de vista que él estaba hablando de la Babilonia literal, y no de algún otro lugar. Al final de la era, la religión de la gran Babilonia retornará a su lugar de origen para morir en el lugar de su nacimiento. Zacarías 5:5-11 lo explica:
“Y salió aquel ángel que hablaba conmigo, y me dijo: Levanta ahora tus ojos, y mira qué es esto que sale.
Y dije: ¿Qué es?
Y él dijo: Este es un efa que sale. Además dijo: Esta es la iniquidad de ellos en toda la tierra.
Y levantaron la tapa de plomo, y una mujer estaba sentada en medio de aquel efa. Y él dijo: Esta es la Maldad; y la echó dentro del efa, y echó la masa de plomo en la boca del efa.
Levanté luego mis ojos, y miré, y dos mujeres que salían, y traían viento en sus alas, y tenían alas como de cigüeña, y alzaron el efa entre la tierra y los cielos.
Dije al ángel que hablaba conmigo: ¿A dónde llevan el efa?
Y él me respondió: Para que le sea edificada casa en tierra de Sinar; y cuando esté preparada lo pondrán sobre su base”.
Cuando Babilonia fue conquistada (pero no destruida), el trono del culto a la madre-hijo fue primeramente trasladado a Pérgamo, donde está el trono de Satanás (Apocalipsis 2:13), y luego a Roma. Hasta el momento nunca ha sido devuelto a Babilonia, pero 100 años después que los persas conquistaron Babilonia, Zacarías escribió que volvería a su lugar de origen.
El espíritu de Semiramis es la mujer dentro del efa la cual personifica la maldad. Cuando llegue el momento preciso ella será devuelta a su tierra ancestral. La palabra hebrea traducida como Sinar anteriormente, corresponde a Babilonia. Debemos recordar que mientras que Sinar puede ser, o no, un derivado de Semiramis, es un lugar físico en Mesopotamia llamado Babilonia.
Después del Rapto, los dos sistemas religiosos más grandes y poderosos sobre la tierra serán la Iglesia Católica y el Islam. En Apocalipsis 17, Juan describe cómo, por un momento, ambos parecerán estar unidos. Una mujer identificada como “un misterio, Babilonia”, la madre de las rameras, cabalgará sobre la bestia, la cual antes había sido descrita como el anticristo y su reino.
(Algunas tradiciones sostienen que lejos de ser la Virgen del Mar, Semiramis era la matrona de un burdel la primera vez que conoció a Nimrod. Si eso es así, ciertamente ella era la “madre de las rameras”.)
La mujer y la bestia no son lo mismo, pero durante un tiempo parecerán estar unidas las dos. La mujer, siendo la que cabalga, será el socio dominante al principio, y durante mucho tiempo se le ha identificado con la Iglesia Católica. Pero, como Apocalipsis 17:16 nos dice, el anticristo y su reino realmente van a odiar a la mujer, y actuando bajo las órdenes de Dios, la van a destruir.
Y ahora pensemos en lo siguiente. Si el anticristo procede de la misma Iglesia Católica, como algunas personas creen, ¿destruiría el mismo sistema que él encabeza? No lo creo. Pero hoy en día los países que forman la pierna oriental del antiguo imperio romano son islámicos, y el anticristo también puede fácilmente salir de allí como puede hacerlo del occidente.
Uno de los principios centrales del Islam es hacer la paz con sus enemigos hasta que sea lo suficientemente fuerte para luego conquistarlos. Para mí, es perfectamente lógico ver a la figura mesiánica del Islam, la cual algunas personas llaman al Madi, haciendo equipo con el Papa después del Rapto hasta que se vuelve lo suficientemente poderoso para consolidar a todo el mundo bajo el Islam eliminando así a la religión católica. Tanto las profecías de Juan como las de Zacarías se pueden cumplir de esa manera con la religión mundial acuartelada en Babilonia. Si eso es así, el lugar de su nacimiento será el lugar de su muerte, tal y como lo profetizó Isaías.
“Porque te confiaste en tu maldad, diciendo: Nadie me ve. Tu sabiduría y tu misma ciencia te engañaron, y dijiste en tu corazón: Yo, y nadie más. Vendrá, pues, sobre ti mal, cuyo nacimiento no sabrás; caerá sobre ti quebrantamiento, el cual no podrás remediar; y destrucción que no sepas vendrá de repente sobre ti” (Isaías 47:10-11).
La religión de Babilonia siempre ha asumido que no hay ninguna otra más grande que ella, ni ningún poder que pueda responsabilizarla. Pero cuando llegue el día de su destrucción, ni la gran riqueza, ni ningún poder sobrenatural serán suficientes para rescatarla.
“Estate ahora en tus encantamientos y en la multitud de tus hechizos, en los cuales te fatigaste desde tu juventud; quizá podrás mejorarte, quizá te fortalecerás. Te has fatigado en tus muchos consejos. Comparezcan ahora y te defiendan los contempladores de los cielos, los que observan las estrellas, los que cuentan los meses, para pronosticar lo que vendrá sobre ti. Serán como paja; fuego los quemará, no salvarán sus vidas del poder de la llama; no quedará brasa para calentarse, ni lumbre a la cual se sienten. Así te serán aquellos con quienes te fatigaste, los que traficaron contigo desde tu juventud; cada uno irá por su camino, no habrá quien te salve” (Isaías 47:12-15).
Hoy día hay algunos incrédulos que desestiman el cristianismo como una corrupción de la leyenda de Semiramis, que es el otro culto madre-hijo, con María en el papel de la Reina del Cielo y Jesús como el hijo resucitado, Tamuz.
Pero aquí Isaías muestra que el mito precedió a la verdad en su cumplimiento, y era el conocimiento previo de la verdad el que engendró el mito. Mucho tiempo antes de que los profetas escribieran sobre un Mesías venidero, Dios había escrito el Evangelio en las estrellas. Se llamaba la Masora y se basaba en 12 constelaciones con un total de 48 estrellas tradicionalmente nombradas por Adán, Set y Enoc. Al nombrarlas por sus nombres hebreos, las estrellas de estas 12 constelaciones cuentan sobre un mesías venidero que nacería de una virgen, moriría por el pueblo, y sería resucitado a la vida.
Pero, actuando bajo la influencia de Satanás, Semiramis y sus sacerdotes corrompieron la Masora en los 12 signos del zodíaco, originándose así la blasfemia que hoy día conocemos como la astrología. Es por eso que en los tiempos bíblicos la práctica de la astrología se consideraba un crimen castigado con la muerte (Deuteronomio 18:10). (Aquellos de ustedes que siguen el horóscopo pongan atención.)
No importa lo astuto de su conocimiento ni lo comprensivo de su experiencia, ningún astrólogo podrá salvarse a sí mismo, o a sí misma, del juicio de Dios, y menos aun su mentor y diosa, Semiramis.
Isaías 49:8-26. La Restauración de Israel
“Así dijo Jehová: En tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé; y te guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades; para que digas a los presos: Salgan; y a los que están en tinieblas: Muéstrense.
En los caminos serán apacentados, y en todas las alturas tendrán sus pastos. No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas. Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas. Éstos vendrán de lejos; y éstos del norte y del occidente, y éstos de la tierra de Sinim” (Isaías 49:8-12).
El Señor siempre ha guardado a un remanente fiel de Israel. En cada generación algunos han sido llamados a simplemente mantener vivo el sueño en sus corazones, mientras que a otros los ha movido la agenda del Señor hacia delante, tomando un paso doloroso a la vez. Pero pronto, el tiempo de espera terminará. Imagínese el gozo en el corazón de aquellas personas que escuchen el llamado del Señor para reasignarles sus herencias tribales como lo profetizó Ezequiel 48. Cuando eso suceda, ellos sabrán que es para siempre, que sus tiempos difíciles y sus expectativas no cumplidas han terminado.
“Canten alabanzas, oh cielos, y alégrate, tierra; y prorrumpan en alabanzas, oh montes; porque Jehová ha consolado a su pueblo, y de sus pobres tendrá misericordia. Pero Sion dijo: Me dejó Jehová, y el Señor se olvidó de mí” (Isaías 49:13-14).
Después de tantos siglos de desilusión y angustia, muchos de ellos no podrán creer lo que en realidad está sucediendo. Con el correr del tiempo ellos han espiritualizado las promesas y han alegorizado las profecías hasta el punto de que ya no parece posible que el Señor realmente retorne por ellos. Su respuesta es conmovedora al punto de derramar lágrimas.
“¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?
Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. En las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros. Tus edificadores vendrán aprisa; tus destruidores y tus asoladores saldrán de ti.
Levante tus ojos alrededor, y mira: todos éstos se han reunido, han venido a ti. Vivo yo, dice Jehová, que, de todos, como de vestidura de honra, serás vestida; y de ellos serás ceñida como novia.
Porque tu tierra devastada, arruinada y desierta, ahora será estrecha por la multitud de sus habitantes, y tus destruidores serán apartados lejos. Aun los hijos de tu orfandad dirán a tus oídos: Estrecho es para mí este lugar; apártate, para que yo lo ocupe.
Y dirás en tu corazón: ¿Quién me engendró éstos? Porque yo había sido privada de hijos y estaba sola, peregrina y desterrada; ¿quién, pues, crió éstos? Yo había sido dejada sola; ¿dónde estaban éstos?” (Isaías 49:15-21).
Cuando el pueblo retorne formando una fila que parece interminable, se sorprenderán cuando vean su número. Después de 2.000 años de persecución sin término, el tamaño de su población sobrepasará más allá a sus expectativas. La verdadera extensión de la providencia del Señor será vista en su propia preservación.
Y a pesar de que por 70 años ahora, han escuchado al mundo que constantemente les está exigiendo que se reduzcan en tamaño, ellos se darán cuenta que, en lugar de eso, necesitarán ser más grandes. La profecía de Ezequiel dice que Israel en la Era del Reino se extenderá a 160 kilómetros al norte de Damasco y a 160 kilómetros al sur de Jerusalén, y desde el Mar Mediterráneo hasta el Río Jordán, el cual que será un territorio suficiente para sus necesidades.
“Así dijo Jehová el Señor: Yo tenderé mi mano a las naciones, y a los pueblos levantaré mi bandera; y traerán en brazos a tus hijos, y tus hijas serán traídas en hombros. Reyes serán que te enseñen, y sus reinas tus nodrizas; con el rostro inclinado a tierra te adorarán, y lamerán el polvo de tus pies; y conocerás que yo soy Jehová, que no se avergonzarán los que esperan en mí” (Isaías 49:22-23).
Habiendo trabajado para mantener a la población judía subyugada y contenida, los líderes gentiles les ofrecerán a los judíos toda clase de asistencia cuando el Señor retorne victorioso. Estos gentiles creerán que esta será la última oportunidad que tienen para volver a disfrutar de Su favor, por lo que harán lo imposible cuando se den cuenta que han andado en oposición a Sus deseos. Ya para entonces, será demasiado tarde.
“¿Será quitado el botín al valiente? ¿Será rescatado el cautivo de un tirano? Pero así dice Jehová: Ciertamente el cautivo será rescatado del valiente, y el botín será arrebatado al tirano; y tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos.
Y a los que te despojaron haré comer sus propias carnes, y con su sangre serán embriagados como con vino; y conocerá toda persona que yo Jehová soy Salvador tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob” (Isaías 49:24-26).
La riqueza de Israel será restaurada y todos sus cautivos liberados. El Señor personalmente va a supervisar eso. Las ganancias que sus enemigos obtuvieron de manera malvada, les serán quitadas al punto de quedar totalmente sin nada, y finalmente se darán cuenta de que el Señor considera que pelear en contra de Israel es como pelear en contra de Él. Más la próxima vez. 14/03/2009.