Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Lunes 16 de septiembre de 2019
En esta parte le daremos otra mirada a la gran tribulación, a la promesa del Señor de preservar a Israel a través de ella, y a un bello cuadro de la futura gloria de Sion. Ya para ahora ustedes se han dando cuenta de que este es un tema recurrente en Isaías, pero cada vez que lo tratamos obtenemos nueva información, y este caso tampoco es ninguna excepción.
Isaías 51:17-23, La Copa de la Ira del Señor
Despierta, despierta, levántate, oh Jerusalén, que bebiste de la mano de Jehová el cáliz de su ira; porque el cáliz de aturdimiento bebiste hasta los sedimentos (Isaías 51:17).
Esta es una referencia a la gran tribulación, durante la cual el tercero y final ciclo de la ira de Dios será derramado sobre la tierra. Recordemos una vez más que el doble propósito de la gran tribulación es el de destruir completamente a las naciones y el de disciplinar (pero no destruir) a Israel (Jeremías 20:11).
De todos los hijos que dio a luz, no hay quien la guíe; ni quien la tome de la mano, de todos los hijos que crió. Estas dos cosas te han sucedido: asolamiento y quebrantamiento, hambre y espada. ¿Quién se dolerá de ti? ¿Quién te consolará? Tus hijos desmayaron, estuvieron tendidos en las encrucijadas de todos los caminos, como antílope en la red, llenos de la indignación de Jehová, de la ira del Dios tuyo.
Oye, pues, ahora esto, afligida, ebria, y no de vino: Así dijo Jehová tu Señor, y tu Dios, el cual aboga por su pueblo: He quitado de tu mano el cáliz de aturdimiento, los sedimentos del cáliz de mi ira; nunca más lo beberás. Y lo pondré en mano de tus angustiadores, que dijeron a tu alma: Inclínate, y pasaremos por encima de ti. Y tú pusiste tu cuerpo como tierra, y como camino, para que pasaran (Isaías 51:18-23).
Ninguno de los líderes de Israel hoy día ha hecho lo que se requiere para librar a Israel de la gran tribulación. El Señor nos dijo que este tiempo de juicio será tan severo que si Él permitía que siguiera su curso, nadie podría sobrevivir. Pero por el bien de Sus elegidos, Él le pondría fin en un momento designado (Mateo 24:22), que es 1.260 días después que ha comenzado. Justo antes del fin, el Señor derramará sobre Su pueblo un espíritu de gracia y de oración. Ellos finalmente reconocerán a su Mesías, a quien ellos traspasaron (Zacarías 12:10), y eso le pondrá fin a sus problemas para siempre. Para cuando todo termine, las naciones incrédulas que han oprimido y atormentado a Israel, habrán sido totalmente derrotadas.
Nota: Algunos de ustedes estarán pensando porqué no he incluido Isaías 52 aquí, especialmente ya que la referencia a Asiria en Isaías 52:4 está actualmente siendo utilizada para apoyar la posición de que el anticristo será un asirio. Si ustedes leen cuidadosamente Isaías 52, se darán cuenda de que el contexto del capítulo es el cautiverio babilónico, un juicio de 70 años que inició en el año 586 a.C. En efecto, el Señor estaba mirando hacia el cautiverio babilónico cuando dijo, “Mi pueblo descendió a Egipto en tiempo pasado, para morar allá, y el asirio lo cautivó sin razón. Y ahora ¿qué hago aquí?” (Isaías 52:4-5).
La respuesta encubierta es Babilonia, la cual oprimirá a Su pueblo en una tercera ronda de opresión. Eso lo sabemos porque Isaías estaba escribiendo que Asiria estaba por conquistar el Reino del Norte y 100 años después, Babilonia se llevaría el Reino del Sur. Y, los versículos 8-9 hablan sobre un atalaya que se encuentra sobre las ruinas de Jerusalén divisando a los cautivos que retornan. En el versículo 10 el Señor dice que debido a su retorno todas las naciones del mundo verán Su salvación. (La palabra en hebreo es Yeshúa). Si el Señor no hubiera liberado a los judíos para que retornaran a reconstruir su nación, Jesús no podría haber llegado para predicar el Evangelio en los montes de Israel (Isaías 52:7). Finalmente, los versículos 11 y 12 se refieren a los recién liberados cautivos que dejan Babilonia de manera ordenada llevando los utensilios del Templo que Nabucodonosor se había llevado para su museo, y que Ciro devolvió a los judíos que retornaban cuando les otorgó la libertad.
Decir que Isaías 52:4 identifica al anticristo como un asirio, es incorrecto por dos razones. Primero, el lenguaje se refiere a la nación de Asiria, no a una persona de descendencia asiria. Y segundo, no existe ninguna justificación bíblica para separar solamente ese versículo del contexto histórico del capítulo, y afirmar que señala al final de los tiempos. A pesar de que Isaías 52 se escribió como una profecía, se cumplió en la historia y no se aplica a nuestro futuro.
Isaías 54, La Futura Gloria de Sion
Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová.
Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas (Isaías 54:1-3).
Esta es otra indicación de que el pueblo de Dios no tendrá idea alguna de cuán largo y ancho han sido dispersados, como tampoco de lo numerosos que son. La nación se extenderá hasta ocupar finalmente las fronteras que le fueron asignadas, pero que nunca antes han sido permanentemente habitadas, y en el proceso, las naciones vecinas tendrán que darles campo. Líbano y Siria son ejemplos de países cuyas fronteras cambiarán, y por supuesto, el estado palestino, tan ardientemente deseado por los líderes mundiales hoy en día, pero que nunca ha formado parte de la historia, no existirá del todo.
No temas, pues no serás confundida; y no te avergüences, porque no serás afrentada, sino que te olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria. Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado. Porque como a mujer abandonada y triste de espíritu te llamó Jehová, y como a la esposa de la juventud que es repudiada, dijo el Dios tuyo (Isaías 54:4-6)
¿Alguna vez he sentido usted que ha habido una escisión entre usted y un hijo, o hija, o un ser amado, la cual se mantiene por largo tiempo, porque esa persona no puede admitir que existe un problema? En Oseas 5:15 el señor dijo que Él regresaría al lugar del que vino hasta que Su pueblo admita su pecado (en singular). El Señor ha estado esperando durante 2000 años. Justo antes del final de la gran tribulación, en un punto en el que se encuentren al borde de la derrota, Él finalmente les abrirá sus mentes para que entiendan lo que han hecho y así lo mirarán con gran aflicción (Zacarías 12:10).
En Mateo 27:25, ellos habían aceptado la responsabilidad por la muerte del Señor al decir, “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”. Desde entonces, lo único que han tenido que hacer es admitir su pecado. Tan pronto como lo hagan serán perdonados. Joel 3:21 dice, “Y limpiaré la sangre de los que no había limpiado”. Su pecado será inmediatamente olvidado y ellos serán restablecidos a su gloria pasada, como una esposa repudiada que vuelve a ser recibida en el matrimonio.
“Por un breve momento te abandoné, pero te recogeré con grandes misericordias. Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor.
Porque esto me será como en los días de Noé, cuando juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reñiré. Porque los montes se moverán, y las colinas temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti” (Isaías 54:7-10).
Como siempre, cuando el Señor perdona, Él también olvida, y ese pasado deja de existir. Para Israel, el mismo pecado que los ha alejado ha hecho posible el perdón que los restaurará. La Sangre de Jesús es suficiente para limpiar aun el pecado que causó que Él derramara Su sangre, y será como si nunca hubiera sido cometido. Pero más que eso, Su sangre compró una promesa de que nunca más se enojará contra ellos ni los reñirá. Piénselo por un momento, porque eso es exactamente lo que Dios le ha prometido a usted cuando usted aceptó Su muerte en pago por los pecados suyos. El Nuevo Pacto finalmente le llegará a Israel tal y como Jeremías prometió (Jeremías 31:31-34).
Pobrecita, fatigada con tempestad, sin consuelo; Yo cimentaré tus piedras sobre diamantes, y sobre zafiros te fundaré. Tus ventanas pondré de piedras preciosas, tus puertas de piedras de diamantes, y toda tu muralla de piedras preciosas. Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos. Con justicia serás adornada; estarás lejos de opresión, porque no temerás, y de temor, porque no se acercará a ti. Si alguno conspirare contra ti, lo hará sin mí; el que contra ti conspirare, delante de ti caerá (Isaías 54:11-15).
La Ciudad Santa será indescriptiblemente bella, una verdadera obra de arte. Allí todos conocerán al Señor y serán enseñados personalmente por Él. Su paz será tan real que se podrá palpar. Nunca más ningún tirano los traicionará. Los ataques terroristas serán cosa de un pasado lejano como para no temerles más. Y si alguien se atreve a atacarlos, como sucederá al final del Milenio (Apocalipsis 20:9), el resultado de esa locura será una derrota segura.
Yo hice al herrero que sopla las ascuas en el fuego, y que saca la herramienta para su obra; y yo he creado al destruidor para destruir. Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y reprenderás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová (Isaías 54:16-17).
Ya que el Señor controla al fabricante de armas, Él también puede asegurar que cualquier arma hecha para utilizarse en contra de Israel, no igualará la tarea. Apegándose a la profecía, esta ha sido la herencia de los siervos del Señor cuando se trata de Israel. Aquí vemos otro ejemplo notable entre muchos.
En el año de 1917, el ejército británico estaba determinado a capturar Jerusalén de manos de los turcos. El General Edmond Allenby, comandante británico y un creyente apasionado, le pidió al Señor que lo ayudara a tomar la ciudad sin ninguna batalla, con el objeto de evitar así el derramamiento de sangre y la destrucción que de otra manera sucedería. En respuesta, el Señor le dio Isaías 31:5, “Como las aves que vuelan, así amparará Jehová de los ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, preservando y salvando”.
El general Allenby se propuso conseguir todos los aeroplanos que pudiera encontrar (en esos días no habían muchos) e imprimió unos volantes que decían, “Entreguen la ciudad hoy. Allenby” los cuales dejó caer sobre Jerusalén. Sin saberlo, cuando los volantes fueron impresos el intérprete árabe tradujo erróneamente su nombre, y el mensaje aparecía firmado por Alla Bay, que para los musulmanes significa “Hijo de Dios”. Pensando que habían recibido un mensaje de Dios, los árabes huyeron de la ciudad y las tropas inglesas la tomaron sin ninguna resistencia.
Una y otra vez, los militares israelitas han derrotado a los ejércitos combinados y substancialmente más grandes de sus enemigos, algunas veces de maneras que ellos nunca pudieron explicar a entera satisfacción. ¿Pudo haber sido Dios? Isaías seguramente diría, “Sí”. En la batalla venidera de Ezequiel 38, Israel y todo el mundo finalmente estarán seguros de la identidad del poderoso aliado de la nación judía.
“Y haré notorio mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, y nunca más dejaré profanar mi santo nombre; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, el Santo en Israel. Viene, y se cumplirá, dice Jehová el Señor; este es el día del cual he hablado” (Ezequiel 39:7).
21 de marzo de 2009.