Los Tiempos del Fin, según Jesús… Parte 1

Lunes 14 de junio de 2021

Este artículo es la parte 1 de 4 en la serie “Los Tiempos del Fin Según Jesús”

Un estudio bíblico por Jack Kelley

El Discurso del Monte de los Olivos es el nombre que los eruditos le han dado al informe de una profecía que Jesús les dio en privado a Pedro y Santiago, Juan y Andrés, en el Monte de los Olivos. Esta profecía está registrada en Mateo 24—25, Marcos 13-14 y Lucas 21. Aunque Juan estuvo presente escuchando dicho informe, no lo incluyó en el Evangelio que lleva su nombre, prefiriendo enfocarse en el tiempo que Jesús pasó con Sus discípulos en el Aposento Alto en la noche que sería traicionado. Al repasar el Discurso del Monte de los Olivos, dependeremos principalmente en la narración de Mateo, puesto que es la más detallada, añadiéndole los segmentos de Marcos y de Lucas que sean necesarios para aclarar el mensaje. Y también trataremos de mantenernos lo más cerca posible a las palabras del mismo Señor Jesús, para evitar llegar a conclusiones erróneas dentro del pasaje.

Mateo 24 inicia cuando Jesús se alejaba del área del templo y se dirigía a Betania, en donde El y Sus discípulos se hospedaban en casa de María, Marta y Lázaro. El momento era dos días antes de la crucifixión.

Jesús salió del templo, y ya se iba cuando sus discípulos se acercaron para mostrarle los edificios del templo. Él les dijo: ¿Ven todo esto? De cierto les digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra: Todo será derribado.

Mientras Jesús estaba sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron por separado, y le dijeron: Dinos, ¿cuándo sucederá todo esto, y cuál será la señal de tu venida y del fin del siglo?” (Mateo 24:1-3).

En base a Su predicción de que el Templo sería destruido pronto, los cuatro discípulos le hicieron tres preguntas al Señor:

1) ¿Cuándo sucederá todo esto (la destrucción del Templo)?

2) ¿Cuál será la señal de tu (Segunda) venida?

3) ¿Cuál será la señal del fin del siglo?

Antes de proseguir, la actitud de ellos al hacer estas preguntas es crítica para nuestro entendimiento. Mientras los judíos estuvieron en Babilonia durante el período de 70 años de su cautiverio, el ángel Gabriel le había dicho a Daniel que a Israel se le daría 490 años desde el momento en que recibieran la autorización para reconstruir Jerusalén, para que todo concluyera (Daniel 9:24-27). En ese momento 483 años ya habían transcurrido. El Templo había estado en construcción durante casi 40 años y todavía no estaba terminado. Los discípulos estaban pensando que se encontraban cerca del final de la era y ahora Jesús les dice que todo será destruido. Nunca se había mencionado una Era de la Iglesia ni un Rapto ni que los discípulos saldrían a evangelizar el mundo. Sabemos todo eso en retrospectiva, pero ellos probablemente estaban en un estado de angustia cuando se acercaron a Él.

Aun después de la resurrección ellos todavía no entendían. Eso lo confirma la pregunta que le hicieron a Jesús en el Monte de los Olivos después de la resurrección. “Señor, ¿vas a devolverle a Israel el reino en este tiempo? (Hechos 1:6).

Eso no quedó claro sino hasta que Jacobo lo explicó 20 años después en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15:13-18). Él dijo que el Señor primero tomaría de entre los gentiles un pueblo para Sí mismo (la Iglesia), y después de eso se volvería de nuevo a Israel.

De vuelta a nuestro estudio. En la narración de Mateo, el Señor ignoró la primera pregunta y respondiendo directamente a la segunda. Para la respuesta a la primera pregunta, iremos a Lucas 21, donde está contenida. Habiendo empezado con Mateo, con una narración sobre los tiempos del fin, en los versículos 8-11, Lucas regresa a la primera pregunta en los versículos 12-24.

Pero antes de que todo esto suceda, a ustedes les echarán mano, los perseguirán, y los entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y por causa de mi nombre los harán comparecer ante reyes y gobernantes. Pero esto les servirá para dar testimonio. Propónganse en su interior no ponerse a pensar cómo responder en su defensa, porque yo les daré las palabras y la sabiduría, las cuales no podrán resistir ni contradecir todos sus oponentes. Ustedes serán entregados incluso por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y a algunos de ustedes los matarán. Por causa de mi nombre, todo el mundo los odiará, pero ustedes no perderán ni un solo cabello de su cabeza. Tengan paciencia, que así ganarán sus almas” (Lucas 21:12-19).

Habiéndoles dicho cómo sería el resto de sus vidas y que su destino eterno con Él estaba asegurado, el Señor finalmente responde a la pregunta sobre la destrucción del Templo.

Pero cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que su destrucción ha llegado. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en la ciudad, salgan de allí. Los que estén en los campos, no entren en la ciudad. Porque esos días serán de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Pero ¡ay de las que en esos días estén embarazadas, o amamantando! Porque vendrá sobre la tierra una gran calamidad, y sobre este pueblo vendrá la ira. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumplan los tiempos que a ellos les esperan” (Lucas 21:20-24).

En lo que pareciera ser un mal consejo, el Señor les dijo que huyeran de la ciudad cuando la vieran rodeada de ejércitos enemigos, un evento que sucedió cuarenta años después. El objetivo para sitiar la ciudad era mantener a todos los habitantes dentro para que con los ruegos desesperados de las mujeres y los niños hambrientos, se desalentaran los líderes de la ciudad. Por esta razón, a los civiles no se les permitía el paso libre a través de las líneas enemigas.

Pero una cosa extraña sucedió durante el sitio de Jerusalén. Después de haber rodeado la ciudad, el ejército romano recibió la orden inesperada de abandonar sus posiciones y prepararse para el retorno inmediato a Roma. El general Tito que dirigía las tropas, era hijo de Vespasiano, un hombre que luchaba para convertirse en emperador de Roma. Temiendo que necesitaría ayuda adicional para consolidar su poder, Vespasiano le ordenó a Tilo que trajera de vuelta a la tropa para reforzarlo. Pero antes de que pudieran partir, llegó otro mensaje diciendo que todo estaba bajo control y que el sitio de Jerusalén podía proseguir. Las posiciones del sitio habían sido abandonadas durante una semana, tiempo que aprovecharon los cristianos que habían escuchado el mensaje previo del Señor, para escapar. A pesar de que 1,2 millones de judíos murieron al ser Israel vencido por Roma, según el historiador Flavio Josefo, ningún cristiano murió en el sitio de Jerusalén. El consejo del Señor fue sólido y estratégicamente hábil.

Los soldados romanos recibieron su paga con los valiosos objetos que confiscaron durante la batalla y el Templo fue un gran premio. Tito quería preservarlo, lo cual habría impedido que los soldados obtuvieran un tremendo bono. Defendiendo la entrada al Templo con su propia espada empuñada en contra de sus propios soldados, observó indefenso cuando la antorcha encendida fue lanzada por encima de su cabeza dentro del Templo, comenzando así el gran incendio. Las llamas produjeron tanto calor que el revestimiento de oro que cubría el artesonado del cielo comenzó a derretirse y correr a través de las piedras de las paredes, filtrándose en las grietas que había entre las piedras. Cuando el incendio finalmente se apagó, los soldados desmantelaron las paredes en ruinas para recobrar el oro. Cuando terminaron, no había quedado una piedra sobre otra, cumpliéndose así, de manera gráfica, la profecía de Jesús a Sus discípulos.

La profecía de Jesús relacionada con la duración del cautiverio de Jerusalén, tiene también otro matiz. Jerusalén dejó de existir o pasó a manos de los gentiles bajo la autoridad de Roma y otras potencias, hasta Junio de 1967, cuando fue la primera vez que la Estrella de David ondeó sobre la ciudad unificada. Esto marcó el final del dominio gentil y el retorno de Israel como el centro de la profecía otra vez, una clara señal de que nos estamos acercando rápidamente al fin de la era.

Volvamos ahora a Mateo 24 para escuchar la respuesta del Señor a las otras preguntas, tomando la narración desde el versículo 4.

Jesús les respondió: Cuídense de que nadie los engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, y dirán: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos. Ustedes oirán hablar de guerras y de amenazas de guerras, pero no se angustien, porque es necesario que todo esto suceda; pero aún no será el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Todo esto será sólo el comienzo de los dolores” (Mateo 24:4-8).

La era venidera de la iglesia se caracterizará por la aparición de falsos mesías, conflictos entre las naciones, desastres naturales y hambres. Lucas le agrega a esa mezcla, pestilencias y grandes señales en el cielo (Lucas 21:11). La comparación con los dolores de parto revela que mientras que todos estos eventos han ocurrido durante toda la era de la iglesia, se volverán más y más frecuentes y más intensos conforme el fin se acerca.

La próxima vez veremos las claras señales que apuntan al comienzo de la Gran Tribulación. Hasta entonces, si ustedes oyen con cuidado, ya casi de escuchan los pasos del Mesías.