Lunes 5 de abril de 2021
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
“Jesús llamó aparte a los doce, y les dijo: «Como pueden ver, ahora vamos camino a Jerusalén. Allí se cumplirá todo lo que los profetas escribieron acerca del Hijo del Hombre. Éste será entregado a los gentiles, los cuales se burlarán de él, lo insultarán y le escupirán, y después de azotarlo, lo matarán. Pero al tercer día resucitará.»” (Lucas 18:31-33)
Domingo de Ramos, 10 Nisán
El momento había llegado para que el Señor hiciera su aparición oficial en Jerusalén. Habiendo pasado la mayor parte de Su ministerio en Galilea y sus alrededores, Él ahora pone Su mirada en la Ciudad Santa porque sabía que este sería su enfrentamiento final con los líderes religiosos. Era una larga caminata que requería la mayor parte del día.
“Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; este es tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.” (Zacarías 9:9)
Cuando llegaron a las ciudades gemelas de Betfagé y Betania en la parte oriental de la ladera del Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de los discípulos para que le consiguieren un asno el cual Él sabía estaría disponible allí, y conforme Él llegaba a la cima del Monte de los Olivos vio a la bella ciudad que se extendía frente a Él. Grandes multitudes estaban llegando para la Pascua y muchas de esas personas ya habían oído que Él había levantado a Lázaro de la tumba. Seguramente este sería el tan largamente esperado Mesías. Algunas de ellas extendieron sus mantos sobre el camino mientras que otras cortaron ramas de palma y las pusieron frente a Él mientras cabalgaba bajando la ladera occidental, a través del valle de Cedrón, para entrar en la ciudad. Había multitudes gozosas tanto frente a Él como a Sus espaldas que de manera espontánea gritaban la porción del Salmo 118 que estaba reservada para la entrada del Mesías en la ciudad.
“¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!” (Marcos 11:9-10)
Un contingente de los siempre presentes fariseos se encontraba allí, y algunos de ellos le dijeron a Jesús que reprendiera a Sus seguidores. Si Jesús no era el Mesías, y ellos creían que no lo era, ¡la multitud estaba blasfemando!
“Pero él respondió: —Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras” (Lucas 19:40 NVI)
Ese día se cumplieron 483 años desde que el rey persa Artajerjes emitió el decreto que autorizaba a los judíos a reconstruir Jerusalén después de los 70 años del cautiverio en Babilonia (Nehemías 2:1-10). Era el día ordenado en la historia para que el Mesías Rey se presentara oficialmente a Israel (Daniel 9:25), y en vez de reprender a Sus discípulos Él reprendió a los fariseos por no saber lo anterior.
“Ya cerca de la ciudad, Jesús lloró al verla, y dijo: «¡Ah, si por lo menos hoy pudieras saber lo que te puede traer paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos. Porque van a venir sobre ti días, cuando tus enemigos levantarán un cerco a tu alrededor, y te sitiarán. Y te destruirán por completo, a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no te diste cuenta del momento en que Dios vino a visitarte.»” (Lucas 19:41-44).
Ese era también al décimo día del mes de Nisán cuando Dios les ordenó a los judíos a seleccionar el cordero pascual. Luego, durante tres días ellos lo inspeccionaban cuidadosamente para asegurarse que no tenía ninguna mancha ni impureza que le impidiera ser usado en la celebración de la Pascua el día 14 (Éxodo 12: 3, 6). Durante los siguientes tres días Jesús sería objeto del escrutinio más intenso de Su ministerio cuando el liderazgo judío trató de encontrar alguna prueba en contra de Él.
Mateo y Lucas nos llevan directo a sus narraciones de la purificación del Templo, dejándonos con la impresión de que eso pudo haber sucedido durante ese primer Domingo de Pascua. Pero Marcos aclara que cuando Jesús finalmente entró en Jerusalén y fue al Templo miró todo a su alrededor, pero puesto que ya era tarde tomó a Sus discípulos y regresó a Betania a donde se estaban quedando (Marcos 11:11).
Purificando el Templo. Lunes 11 Nisán
En la mañana Jesús salió de Betania acompañado de Sus discípulos. Tenía hambre y al ver una higuera se acercó a recoger algunos higos, pero no tenía ninguno. Maldijo al arbusto diciendo, “Nunca jamás coma nadie fruto de ti” (Marcos 11:14). Mucho se ha hecho de esta frase, el único milagro negativo que Jesús hizo. Algunos eruditos lo ven como una profecía de que Israel pronto se desvanecería o moriría, para nunca más producir fruto para el Reino. La historia ha dado evidencia apoyando la validez de esa interpretación.
Luego de llegar a Jerusalén, el Señor se dirigió directamente al Templo y cuando llegó empezó a sacar a los compradores y vendedores, volcando las mesas de los cambistas. Les dijo, escrito está, “mi casa será llamada casa de oración” (Isaías 56:7), “y ustedes la han convertido en cueva de ladrones” (Jeremías 7:11).
Él se estaba refiriendo al hecho de que los peregrinos que viajaban grandes distancias se sentían más seguros comprando los animales para el sacrificio en Jerusalén en vez de traerlos desde sus casas. Los sacerdotes solamente aceptaban las monedas del templo en pago por estos animales y también mantenían un tipo de cambio muy desfavorable para la moneda extranjera. Lo más seguro es que esto fue lo que impulsó la acusación del Señor.
La palabra de que Jesús estaba en el Tempo se divulgó rápidamente. Los ciegos y los cojos llegaban a Él para ser sanados. Los niños que se reunieron a Su alrededor también gritaban, “¡Hosanna al Hijo de David!” una referencia mesiánica. Los principales sacerdotes y los maestros de la ley se indignaron pero Jesús les dijo, “Sí; ¿nunca leyeron: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?” (Salmo 8:2) Luego se marchó de la ciudad y volvió a Betania (Mateo 21:14-17).
Un largo día de enseñanza y confrontación. Martes 12 Nisán
La mañana siguiente Jesús se encaminó temprano hacia el Templo. Después de haber sido desafiado de nuevo por los fariseos, Él pronunció una serie de parábolas. Una parábola es una historia ficticia puesta en un contexto terrenal que está diseñada para expresar una verdad celestial. Cada personaje o evento es simbólico de algo más. Al comprender lo que se simboliza nos ayuda a descubrir la verdad celestial.
Jesús empezó con la parábola de los dos hijos, uno obediente y el otro no. Un hijo dijo que obedecería y luego no lo hizo. Este representa a los fariseos. El otro hijo dijo que no obedecería pero luego sí obedeció. Este representa a los cobradores de impuestos (publicanos) y a las prostitutas. Jesús les dijo a los fariseos, “De cierto les digo, que los publicanos y las rameras van delante de ustedes al reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan en camino de justicia, y no le creyeron; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y ustedes, viendo esto, no se arrepintieron después para creerle” (Mateo 21:28-32).
Luego pronunció la parábola de los Labradores Malvados. Se trata acerca de un dueño (Dios) que arrendó su viñedo (Su Tierra) a unos labradores (Israel). Pero cuando llegó el tiempo de la cosecha rehusaron darle la parte que le correspondía del fruto producido (la salvación de la humanidad). Mataron a los siervos que él envió (los profetas) y aún mataron a su propio hijo (Jesús) en un esfuerzo por quedarse ellos con todo. Jesús les preguntó qué pensaban que el dueño de la viña debía hacer cuando regresara. Le respondieron que debería llevarlos al final de los malvados y arrendar su viña a otros labradores que le dieran su parte. Jesús estuvo de acuerdo y dijo, “el reino de Dios les será quitado a ustedes, y será dado a gente que produzca los frutos de él.”
Los principales de los sacerdotes y los fariseos entendieron que Jesús se estaba refiriendo a ellos (Mateo 21:33-46).
En la parábola del Banquete de Bodas, que fue la siguiente, Jesús habló acerca de los invitados que rehusaron aceptar la invitación al banquete para celebrar las bodas del hijo de un rey. El banquete representa el Reino, el Rey es Dios, Su Hijo es Jesús, y los invitados representan a Israel. Enfurecido, el rey envió su ejército y quemó la ciudad de ellos (Jerusalén). Luego, conforme se acercaba el momento del banquete él envió a sus siervos a traer a cualquier persona que encontraran al banquete. Ya en el banquete, el rey se dio cuenta que uno de los asistentes no estaba vestido apropiadamente e hizo que lo expulsaran del banquete (Mateo 22:1-14).
Muchas personas cristianas han malinterpretado este grupo de invitados como que representan la Iglesia. Pero la Iglesia es la novia, no un grupo de personas escogidas al azar pocos minutos antes del banquete. Y el invitado expulsado del banquete de bodas no es ningún creyente que resbaló en el camino. Las vestiduras son simbólicas de la justificación y nuestra justificación es por fe (Romanos 3:21-22), no por obras. Los invitados de última hora son los sobrevivientes de la tribulación, y el invitado que fue expulsado es una persona incrédula que está tratando de entrar en el Reino por su propia justificación, lo cual es lamentablemente inadecuado.
Al momento de la Segunda Venida Jesús va a reunir a los sobrevivientes de la tribulación. Las personas que son creyentes serán vestidas en la justicia del Señor y serán llevadas al Reino, mientras que los incrédulos serán escoltados fuera del planeta al castigo eterno.
En un esfuerzo para atraparlo, los fariseos le preguntaron a Jesús si era justo pagarle tributo al César o no. Respondiéndoles con una pregunta, Jesús tomó una moneda y les preguntó a quién pertenecía la imagen y la inscripción en la moneda. Cuando le respondieron que era del César, Jesús dijo, “Pues denle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.” Ellos se sorprendieron por Sus respuestas y dejándolo se fueron (Mateo 22:15-22).
Entonces, otro grupo, esta vez los saduceos, le preguntaron acerca del matrimonio en la resurrección. Los saduceos no creen en una resurrección pero le contaron a Jesús la historia de una mujer que se casó con siete hermanos, cada vez que uno moría. Esta era una exageración disparatada de la ley del matrimonio del levirato, el cual proveía que un hermano de un israelita muerto se casara con la viuda de su hermano para que el hijo o hija que tuvieran fuera heredero, o heredera, de la herencia del hermano fallecido (Deuteronomio 25:5-6).
Jesús los acusó por no conocer las Escrituras ni el poder de Dios. En la resurrección no habrá matrimonios. Luego Él atacó su negativa de la resurrección. Les recordó que en el Libro de Moisés (la Torá) Dios se llamó a Sí mismo el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos,” les respondió. La gente que escuchaba se quedó atónita con Sus respuestas (Mateo 22:23-33).
Luego le preguntaron cuál de los mandamientos era el más importante. Él les respondió citando Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40).
Los primeros cuatro mandamientos explican cómo es que debemos amar al Señor, y los últimos seis nos dicen cómo debemos amarnos unos a otros. Juntos resumen toda la palabra de Dios.
Luego Jesús les preguntó a los fariseos.
“¿Qué piensan ustedes del Cristo? ¿De quién es hijo?
Le dijeron: De David.
Él les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? (Salmo 110:1)
Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más” (Mateo 22:42-46).
El examen de Jesús quedó completo. Ellos no habían encontrado ninguna falta en Él. Él estaba calificado para ser el Cordero Pascual.
Ahora es Mi turno
Habiéndose defendido en contra de todos sus trucos y trampas, el Señor ahora va a la ofensiva con una acusación mordaz por sus prácticas religiosas. Había llegado el turno de devolver el pago por toda la resistencia que ellos habían mostrado, y todas las críticas que le habían hecho. Les llamó hipócritas y le dijo a la gente que obedecieran lo que ellos decían pero no lo que hacían. Dijo que todas las acciones de ellos eran para mostrarse piadosos e importantes. No solamente ellos no entran en el Reino, sino que les impiden a otras personas hacerlo. Les llamó falsos maestros y guías ciegos, diciendo que estaban tan obsesionados con las cosas pequeñas que negaban las cosas más importantes de la Ley. Les dijo que eran como sepulcros blanqueados, todos limpios por fuera pero llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia por dentro. Les llamó serpientes, generación de víboras (simiente de la serpiente) y los hizo responsables por la sangre de los profetas que sus antepasados habían matado (Mateo 23:1-36).
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! ¡Miren cuán desolada se queda la casa de ustedes! Porque yo les digo que no volverán a verme, hasta que digan: Bendito el que viene en el nombre del Señor.” (Mateo 23:37-39).
Luego se alejó del Templo y salió de la ciudad. Pero Su día no había terminado. A Su regreso a Betania el Señor les dio a cuatro de Sus discípulos una lección crítica de la profecía de los tiempos del fin. Aquí empezaremos la próxima vez. 24/03/12