Nuestro cuerpo celestial

Miércoles 2 de marzo de 2022

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo se los hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para ustedes (Juan 14:2).

Recientemente alguien objetó mi creencia de que Jesús se estaba refiriendo a nuestro hogar eterno en la Nueva Jerusalén cuando Él dijo eso. La opinión de esta persona es que Jesús estaba hablando acerca de nuestro cuerpo después de la resurrección y citó 2 Corintios 15:1-2 como respaldo.

Cuando busqué el texto griego de Juan 14:2 encontré que la palabra “moradas” (viviendas en la NVI, mansiones en la KJV) es una traducción de la palabra griega que significa “una vivienda, o morada”.

Para ser justos, la palabra “habitación” también aparece en otras traducciones al español de 2 Corintios 5:2 pero se traduce de otra palabra diferente del griego. También está claro que Pablo estaba hablando de manera metafórica en 2 Corintios 5 porque él se refirió a nuestro cuerpo terrenal como un tabernáculo (temporal) pero a nuestro cuerpo celestial como una casa—morada (permanente).

Para mí el punto clave es que en Juan 14:2 Jesús dijo que Él iba a preparar un lugar para nosotros. La palabra griega traducida “lugar” puede significar cualquier cosa desde un espacio delineado hasta una ciudad habitada, pero nunca se refiere a un cuerpo. Esto significa que Jesús iba a preparar un lugar físico para que nosotros vivamos allí.

Yo no creo que la persona que publicó esa objeción fue persuadida por mi punto de vista, y yo sé que yo tampoco fui persuadido por el punto de vista suyo, pero ese no es el punto de este estudio. Lo que quiero hacer es explorar 2 Corintios 5:1-10 con más detalle porque al volver a leerlo me recordé de alguna información realmente interesante acerca de lo que está guardado para nosotros. Entonces, tomemos uno o dos versículos a la vez.

Un tabernáculo terrenal y una casa celestial

Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos (2 Corintios 5:1).

De inmediato podemos ver que Pablo estaba usando unos términos para definir los lugares de morada para representar nuestros cuerpos. La mayoría de nosotros no vivimos en tiendas (tabernáculos), y aún si lo hiciéramos nuestra morada terrenal no tiene que ser destruida antes que podamos ir a nuestra morada celestial. Pero nuestro cuerpo terrenal, el cual es la morada temporal de nuestro espíritu, tiene que darle lugar a nuestro cuerpo celestial para que nuestro espíritu pueda recibir su morada permanente. Para la mayoría de las personas, el cuerpo terrenal morirá y retornará al polvo, y el cuerpo celestial lo reemplazará en la resurrección. Pero para un grupo de personas, el cuerpo terrenal simplemente será transformado en uno celestial en el rapto de la Iglesia (1 Corintios 15:51-53).

Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos (2 Corintios 5:2-3).

Cuando las personas creyentes mueren sus espíritus van directamente a estar con el Señor (2 Corintios 5:6-8, Filipenses 1:22-24), mientras que sus cuerpos terrenales son sepultados en la tierra y rápidamente vuelven al polvo. En el momento de su resurrección se les dará un nuevo cuerpo celestial mientras que nosotros los que aún vivimos seremos transformados de mortales a inmortales y todos juntos iremos a estar con el Señor en la casa de Su Padre (1 Tesalonicenses 4:16-17).

Mientras tanto, estos espíritus sienten que una parte de ellos está incompleta, y si están desnudos (griego: sin cuerpo), están anhelando el momento cuando serán revestidos en sus cuerpos celestiales. Yo creo que eso es debido a que sólo podremos experimentar la plena extensión de las bendiciones de nuestra vida eterna como seres físicos.

Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida (2 Corintios 5:4)

En este versículo Pablo añadió revestidos como otra metáfora. Como seres físicos no estamos anticipando morir, sino que eso sería como estar uno desnudo. Lo que estamos esperando es ser raptados, porque eso sería como tener nuestros vestidos usados y gastados y ser cambiados instantáneamente a unos nuevos y mucho mejores, lo cuales nunca se volverán a gastar. Ropa de tela más rica, a la medida perfecta, extremadamente cómoda, que siempre hemos querido usar.

Lo viejo ha pasado, lo nuevo ha llegado

Pero el que nos hizo para esto mismo es Dios, y nos ha dado su Espíritu como garantía de sus promesas (2 Corintios 5:5)

Moldear algo es el proceso de hacerlo en algo más, usualmente para un propósito específico. “Él tomó un pedazo de madera y lo moldeó para hacer la pata de una mesa que estaba fabricando.” Ya no es más un pedazo ordinario de madera sino que ha sido cambiado en algo mejor, algo que sirve para un propósito específico.

Dios empezó con nosotros como éramos y por medio de la cruz nos moldeó en algo más. “Pero ahora en Cristo Jesús, ustedes que en otro tiempo estaban lejos, han sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Efesios 2:13). Su mismo propósito en hacer esto es para que seamos revestidos en nuestro cuerpo celestial.

El artesano nunca volverá a pensar de la pata de la mesa como una pieza de madera al azar. Él ahora piensa de ella como algo que él hizo. De la misma manera Dios nunca más va a pensar en nosotros como éramos antes. Él ahora piensa de usted como una nueva creación en Cristo. Para Él, el viejo usted se ha ido y el nuevo usted ha llegado (2 Corintios 5:17). Luego Él puso Su Espíritu en usted como depósito que garantiza que eso sucederá.

Por eso mantenemos siempre la confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor. Vivimos por fe, no por vista. Así que nos mantenemos confiados, y preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor (2 Corintios 5:6-8).

La confianza de la que Pablo habló viene del conocimiento de que a pesar de que aún estamos en nuestro cuerpo terrenal, nuestro destino es estar con el Señor en nuestro cuerpo celestial. Por consiguiente, vivimos por lo que creemos que es verdad y no por lo que vemos. Ningún evento terrenal nos puede sacudir porque por fe sabemos lo que viene. No importa quién esté gobernando, no importa qué leyes se aprueban, no importa cuánto de su valor ha perdido nuestro dinero, no importa lo que este mundo oscuro y moribundo piense de nosotros, sabemos cuál será el resultado porque aquel que nos moldeó para este mismo propósito es Dios.

Aquí viene el juez

Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes del cuerpo, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo (2 Corintios 5:9-10).

Ya sea que estemos muertos y nos hayamos ido o estemos vivos y con salud, nuestra meta es complacer a Dios. Y todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.

Este juicio se llevará a cabo después del rapto/resurrección y no tiene nada que ver con nuestra salvación. Todas las personas que estén presentes allí serán salvas y estarán en la presencia del Señor para siempre.

Este juicio será sobre lo que hicimos para el Señor durante nuestra vida cristiana aquí en la Tierra. En 1 Corintios 3:10-15 Pablo dijo que el Señor dividirá las cosas que hicimos en dos grupos. Un grupo será comparado al oro, la plata y las piedras preciosas; cosas que tienen valor. En 2 Corintios 5:10 estas cosas son llamadas “buenas”. El otro grupo será comparado a la madera, al heno y la hojarasca, cosas que solamente sirven para quemarlas en el juicio con fuego. Estas son llamadas “malas” en 1 Corintios 5:10.

En su resumen de este juicio, Pablo dijo, “Pero si su obra (lo que hemos hecho) es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego (1 Corintios 3:15).

Uniéndolos, estos dos pasajes confirman que el juicio ante el tribunal de Cristo no tiene el propósito de repasar cada obra buena o mala que hayamos hecho, sino que su propósito es el de identificar cuáles de las cosas que hicimos califican para un reconocimiento especial.

En Juan 15:5-6 Jesús dijo que si permanecemos en Él y Él en nosotros, produciremos mucho fruto, y que separados de Él nada podemos hacer. Él dijo que aquellas personas que no permanecen en Él son como las ramas que son echadas fuera y se marchitan. Esa clase de ramas son echadas en el fuego para ser quemadas.

Algunas personas ven este masaje como que niega OSAS (Una vez salvos siempre salvos, por sus siglas en inglés), pensando que si no permanecemos en Jesús Él nos echará en los fuegos del juicio. Pero esas personas no entienden que Jesús no estaba hablando acerca de la salvación aquí porque la salvación no es un evento de producir fruto. Es lo que hacemos después de ser salvos lo que determina si producimos fruto o no. Él estaba hablando acerca de lo que podemos hacer con nuestra vida como creyentes.

Para poder producir fruto como personas creyentes tenemos que permanecer “en Él”. Esto significa que tenemos que verlo a Él como nuestro Señor, no solamente como nuestro Salvador, y someternos a Su dirección para nuestra vida. Al permanecer Jesús en nosotros Él se estaba refiriendo al poder sobrenatural que Él pone a disposición de las personas creyentes. Muchos de nosotros hemos experimentado este poder cuando al ceder nuestra voluntad a la suya y colocar el resultado de una acción en Sus manos, hemos disfrutado de un resultado que ha sobrepasado nuestra capacidad humana para poder producirlo. Al adoptar eso como nuestro estilo de vida hará que nuestra vida cristiana sea fructífera más allá de cualquier cosa que podamos haber hecho por nosotros mismos.

En contraste con eso, haciendo las cosas por nosotros mismos no produce nada para el Reino. No importa cuán grandes sean los resultados de nuestras acciones ante los ojos humanos, el Señor mira las cosas que hacemos aparte de Su dirección y de Su poder nada más que como ramas marchitas, adecuadas solamente para el fuego.

Cuando yo comparo Juan 15:5-6 con 1 Corintios 3:10-15 y 2 Corintios 5:10 llego a la conclusión de que cuando estemos ante el tribunal de Cristo no serán los resultados que producimos como creyentes los que importarán. Serán los motivos detrás de los mismos los que serán juzgados. Las cosas hechas bajo la dirección del Señor y en Su poder serán como oro, plata y piedras preciosas ante Sus ojos. Aquellas hechas bajo nuestra propia voluntad y en nuestra propia fuerza no tendrán valor alguno.

Esto explica la advertencia de Pablo en 1 Corintios 4:5:

Así que, no juzguen ustedes nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios

También explica por qué el descubrir la voluntad de Dios en nuestras vidas requiere que primero nos ordenemos como sacrificios vivos, santos y agradables a Dios, y que dejemos de conformarnos a este mundo, permitiendo ser transformados en la renovación de nuestra mente (Romanos 12:2). Solamente al hacer eso es que podemos permanecer en Él y Él en nosotros.

En resumen, hay un cuerpo celestial que nos está esperando. Es el hogar permanente para nuestro espíritu, para reemplazar este terrenal y temporal. Dios nos ha moldeado en una nueva creación para el expreso propósito de habitar en ella, y envió a Su Hijo a morir por nuestros pecados para hacerlo posible. O como alguien dijo, “El hombre del Cielo se equipó para la Tierra para que el hombre de la Tierra pudiera ser equipado para el Cielo.” Selah 01/03/14