¿Por cierto, qué es lo que el Señor quiere de mí?

Miércoles 27 de marzo de 2019

Un Estudio bíblico por Jack Kelley

Cómo vivir la vida cristiana

Casi toda la gente tiene su propia respuesta a esta pregunta, y generalmente es una lista que contiene algunas cosas qué hacer, y muchas qué no hacer. Pero entre todas las opiniones humanas y las muchas advertencias que vemos tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento para que nos comportemos de determinada manera y hagamos determinadas cosas, ¿existe alguna respuesta clara e indiscutible, un requisito concluyente?

¿Entonces, cuál es el requisito concluyente?

Yo creo que sí hay uno. Existe un estándar mínimo sin el cual cualquier otro comportamiento se vuelve irrelevante y hasta repulsivo al Señor (vea Isaías 66:3: “El que sacrifica buey es como si matase a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollase un perro; el que hace ofrenda, como si ofreciese sangre de cerdo; el que quema incienso, como si bendijese a un ídolo. Y… escogieron sus propios caminos, y su alma amó sus abominaciones”).

Tomemos primero el Antiguo Testamento. Hay varios lugares en los que podemos buscar, pero quizás el más claro es Miqueas 6:8. “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios”. Parece simple; solamente son tres pequeñas cosas, pero como es en el resto de la Biblia, aquí hay mucho oculto para que podamos verlo así nomás.

¿Qué significa eso?

1.- Practicar la justicia; asegúrese que su propio comportamiento es irreprochable.

2.- Amar la misericordia; dar gracias cada vez que usted o alguien más es salvado del castigo merecido por el pecado.

3.- Humillarte ante tu Dios; reconocer que usted generalmente fracasa en actuar justamente, y ser agradecido a un Dios misericordioso que no le da a usted lo que usted se merece.

¿Se da cuenta de la prioridad? ¿Aún le parece simple?

Cercano y personal

Observe cómo estas son advertencias personales. En ningún lado se nos dice que somos responsables por el comportamiento de alguien más, sino solamente por el nuestro. En ningún lado se nos llama a juzgar si alguien más ha cumplido con los estándares. El Señor deja en claro que solamente necesitamos preocuparnos sobre nosotros mismos.

¿En dónde está la evidencia?

El tratar de vivir de esa manera es la evidencia primaria de nuestro amor por Dios. Pero muchas personas hoy día se enfocan más en el comportamiento de los demás en vez del suyo propio. Aun el cuerpo de Cristo pereciera que está poblado por gente cuyos corazones se han enfriado. Esas personas creen que es su responsabilidad personal el identificar a cada infractor de las reglas (y yo creía que ese era trabajo de Satanás). Ellas con su auto-justicia vociferan largo y tendido hasta que estas infracciones sean debidamente observadas y totalmente castigadas. Como Jonás, en verdad de enojan cuando algún gran pecador se arrepiente y de esa manera evita los castigos, y cuando alguna persona tropieza o cae, son rápidas para cuestionar si esa persona fue salva en primer lugar. Cuando alguna persona se confiesa, su reacción es poner en duda si hay otros pecados que permanecen ocultos. Estas personas no están actuando ni con justicia ni con amor de misericordia, y solamente revela una gran falta de humildad. 0 a 3.

La justicia queda servida

En el Nuevo Testamento el pasaje definitivo es Juan 6:28-29. “Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que ustedes crean en el que él ha enviado”. Esta pregunta le presentó al Señor una oportunidad sin igual para enumerar cada requisito final adicional. Así que sí lo hizo, porque solamente hay uno solo. Nosotros no podemos cumplir con el primer requisito de Miqueas 6:8 por nosotros mismos, así que Él vino a hacerlo por nosotros. Y de nuevo, no se nos dice que determinemos si alguien más lo cumplió. Solamente debemos preocuparnos por nosotros mismos.

Lo que está oculto será revelado

Aquí tenemos otro caso en donde las verdades contenidas en el Antiguo Testamento se explican en el Nuevo Testamento. Las ordenanzas del Antiguo Testamento fueron establecidas para proveer un canal para la misericordia de Dios. Al cumplirlas la gente fue librada del castigo que merecían por sus pecados. Sin embargo, debido a que el remedio proveído por su sacrificio substitutivo era insuficiente y temporal, el pueblo no podía hacer más sino quedar empatados (volver a donde habían estado), y tenía que repetirse de manera regular para quedar en iguales condiciones. La intención era para que ellos se dieran cuenta que nunca podrían ganarse su camino hacia la presencia de Dios, y que aparte de Su misericordia, estaban perdidos.

La misericordia versus la gracia

En el Nuevo Testamento la misericordia de Dios fue suplantada por Su gracia; el sacrificio temporal por el Permanente. Al sacrificarse a Sí mismo, Él se hizo cargo de todo, futuro y pasado. Y eso fue una manera más que suficiente. Ahora la gente no solamente empata, sino que de un solo golpe y para siempre Él las elevó a una posición sobre la cual nadie antes había soñado estar; herederos de la eternidad.

En el Antiguo Testamento lo mejor que se podía esperar era no perderlo todo. En el Nuevo Testamento lo menos que podemos esperar es una ganancia inimaginable. Esa es la diferencia entre la misericordia y la gracia. La misericordia es no obtener lo que uno se merece; la gracia es obtener lo que uno no se merece.

Caminar humildemente

En cuando a la humildad, la próxima vez que usted mire que alguien tropieza o cae, o está sufriendo un gran tormento, recuerde su propia pecaminosidad y en vez de menear su dedo o su lengua, piense, “No, sino por la Gracia de Dios, voy”, y dé gracias.