Domingo, 6 de septiembre de 2015
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Esta es la Parte 4 en la serie de artículos sobre la curación.
En nuestra serie titulada “¿Qué dice la Biblia sobre la curación?” (16 de agosto de 2015), hemos estado viendo las razones del por qué las oraciones por la curación fallan. Hoy continuamos con la Parte 3. Por favor no tome ninguna de esas razones como si necesariamente se aplicara a usted. Ese tipo de conclusión solamente sería prematura. En vez de ello, usted debe verlas como un juego de herramientas de diagnóstico. Una manera de verificar el estado espiritual suyo, si quiere tomarlo de esa manera, para ver si alguna de ellas aplican para que usted pueda tomar la acción apropiada.
Interferencia demoníaca
En la traducción de la Biblia Nueva Versión Internacional (NVI), el Nuevo Testamento contiene 82 referencias a “demonio” o “posesión demoníaca” y 8 más para “espíritu maligno.” La Versión Reina Valera de 1960, le asigna a Satanás la palabra “diablo”, y “demonio” a él y sus hordas. Pero es claro que Satanás no siendo omnipresente, no podría hacer solo todo su trabajo maligno, sino que necesita de un gran ejército que lo asista.
La mayoría de nosotros nunca recibiremos su atención personal, pero eso no nos hace inmunes a sus ardides. Sus asociados están bien entrenados y vigilantes, buscando cualquier oportunidad para ayudar a avanzar su causa.
Compárelos con los criminales en el mundo físico que saben que están haciendo lo malo, pero lo hacen de todas formas creyendo que no van a ser atrapados. Cuando ven una ventana abierta o una cerradura defectuosa es su oportunidad para entrar. Y le toca a la policía arrestarlos.
Los demonios operan de la misma manera en el mundo espiritual, solamente que la “ventana abierta” es nuestro comportamiento. Pablo nos mostró un ejemplo de eso en Efesios 4:26-27 cuando dijo, “Enójense, pero no pequen; reconcíliense antes de que el sol se ponga, y no den lugar al diablo.”
Si el enojo no está resuelto ese mismo día para cuando se pone el sol, es una ventana abierta a través de la cual un demonio puede meterse y establecer un asidero en nuestra mente. Desafortunadamente no hay ninguna policía para atrapar demonios y llevárselos. Una vez que él está dentro nos corresponde a nosotros expulsarlo.
Otros comportamientos además del enojo no resuelto, nos pueden dejar con ventanas abiertas las cuales incluyen toda clase de adicciones, el pecado sexual habitual que incluye la pornografía, y otros pecados flagrantes.
Jesús les dio algunos consejos a quienes se habían despojado de un demonio. “Cuando el espíritu impuro sale del hombre, anda por lugares áridos en busca de reposo, pero al no encontrarlo dice: ‘Volveré a mi casa, de donde salí.’ Y cuando llega y la encuentra barrida y adornada, va y trae otros siete espíritus peores que él, y todos entran y allí se quedan a vivir. ¡Y el estado final de aquel hombre resulta peor que el primero!” (Lucas 11:24-26).
Dejar vacía la habitación de un demonio es como colocar un rótulo de bienvenida. Ese espacio debe de ser ocupado por algo más. Una de las razones que Alcohólicos Anónimos es tan efectivo es que reemplaza el espíritu de alcoholismo con el Espíritu de Dios. Toda persona adicta en recuperación debe de recibir ese consejo y llevarlo en el corazón para evitar volver a la adicción.
Y Pablo dijo que nosotros podeos derribar la fortaleza que un demonio ha levantado en nosotros con las armas divinas que se nos han dado como personas creyentes.
“Es verdad que aún somos seres humanos, pero no luchamos como los seres humanos. Las armas con las que luchamos no son las de este mundo, sino las poderosas armas de Dios, capaces de destruir fortalezas y de desbaratar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y de llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:3-5).
Los demonios quieren que creamos en las falsas doctrinas. Una vez que las mismas entran en nuestras mentes nos empiezan a alimentar para producirnos duda sobre las promesas de Dios, como la serpiente lo hizo con Adán y Eva. Esas promesas incluyen el hecho de que podemos ser curados. Si el demonio puede hacer que dudemos eso, él puede estorbar nuestras oraciones por curación.
Cuando sabemos lo que la Biblia realmente dice es que podemos poner en duda al demonio, derribando sus argumentos, tomando los pensamientos con los que nos alimenta y llevarlos cautivos a la obediencia a Cristo. En el proceso demolemos su fortaleza y lo obligamos a irse. Santiago dijo, “Sométanse a Dios; opongan resistencia al diablo, y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes.” (Santiago 4:7-8).
Los demonios pueden parecer como criaturas poderosas, pero Juan dijo, “Mayor es el que está en ustedes que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4), y Pablo nos recuerda, “Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).
Recuerde, estos demonios también conocen la Biblia, así que usted no puede inventar esto de camino. Usted debe de saber de lo que está hablando. Esa es exactamente la manera cómo Jesús derrotó a Satanás en el desierto (Mateo 4:1-11) y es la manera como usted puede derrotar al demonio con el que está luchando, también.
Fallar en administrar lo natural
En su mayor parte las personas ignoran sus cuerpos al tomarlos por sentado y actuando como si fueran a durar para siempre. Es comúnmente sabido que mucho de lo que comemos y bebemos no es lo que realmente nuestros cuerpos necesitan, y mucho de eso ni siquiera es bueno para nosotros. Pero seguimos alegremente no prestándole ninguna atención a lo que ingerimos, mientras sepa bien, y la mayoría de nosotros nos salimos con la suya.
Pero viene un día cuando algunos de nosotros recibimos una advertencia de que no todo anda bien. Puede ser una advertencia suave o puede ser seria, pero para la mayoría, un par de visitas al médico y una mano llena de medicinas con la advertencia de que debemos a empezar a cuidar nuestra dieta, usualmente nos vuelve a encarrilar, por lo menos por un rato. Rápidamente olvidamos el consejo dietético del médico, y quizás aún olvidemos tomarnos las medicinas, y proseguimos como si anda hubiera sucedido.
Este es el momento en que debemos tomar en serio el “administrar lo natural.” Señales como esas nos dicen que nuestro cuerpo necesita atención. Si le damos lo que necesita ahora, una mejor alimentación, reducir el peso, no fumar más ni tomar más, hacer ejercicio razonable para quitarnos el estrés, la oración para fortalecer la fe y el estudio de la Biblia, podemos evitar mayores problemas después. Todas esas cosas darán como resultado una mejor salud, pero no las aplicamos y debido a eso no estamos preparados mental, física o espiritualmente para después.
Yo conozco un hombre que tuvo una fuerte discusión por un raspón en el guardabarros de su automóvil mientras todavía se encontraba en el hospital después de haber sufrido un ataque cardíaco serio, y obligó a su esposa, quien era la responsable, que saliera del cuarto. Los monitores que tenía conectados a su cuerpo mostraron el efecto de su disgusto pero no les puso atención. Otra persona conocida se detuvo en una cadena de comida rápida de regreso de un viaje a la emergencia del hospital, para comprar una hamburguesa y papas fritas. Solamente unos minutos antes el médico le había advertido la necesidad de reducir su colesterol.
Personas como esas se mantienen fumando y tomando licor a pesar de que saben que se están envenenando. Mantienen un estilo de vida de alto riesgo, a sabiendas de que eso las está matando, pero están convencidas de que le han ganado a las probabilidades. Finalmente todo se derrumba y escuchan cuando sus seres queridos le piden a Dios por su curación para finalmente darse cuenta que no se han cuidado ellas mismas. Han descuidado su mente, su cuerpo y especialmente su fe y no están de ninguna manera preparadas para la terrible experiencia a la que se están enfrentando.
Nuestro tiempo asignado en la vida se cumple
“Todos los días de mi vida ya estaban en tu libro; antes de que me formaras, los anotaste, y no faltó uno solo de ellos” (Salmo 139:16).
Después que Adán y Eva pecaron Dios removió la vida eterna con la que los había creado y se hicieron seres mortales. Él dijo, “Ahora el hombre es como uno de nosotros, pues conoce el bien y el mal; ahora, pues, que no extienda su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre” (Génesis 3:22). Los expulsó del paraíso y colocó un querubín con una espada flameante a la entrada para vigilarlo.
Desde ese entonces, el ser humano ha sido mortal y Dios ha escrito en el Libro de la Vida el número total de días asignado a cada uno de nosotros. Ninguno de nosotros puede conocer exactamente cuál es el total de nuestros días, pero cuando ese total se haya alcanzado nuestro tiempo en la tierra ha llegado a su fin.
Y no es que Dios elige cuántos días vamos a tener, pero al haber visto el fin desde el principio Él ha visto nuestro último día y lo ha asignado para que así sea. Mientras tanto nosotros podemos ser curados para prevenir que nuestros días se acorten, pero una vez que nuestro último día llega, nuestro tiempo en la tierra se ha terminado.
“Setenta años son los días de nuestra vida; ochenta años llegan a vivir los más robustos. Pero esa fuerza no es más que trabajos y molestias, pues los años pronto pasan, lo mismo que nosotros” (Salmo 90:10).
Según este Salmo, el lapso de vida promedio es cerca de los 70 años. Pero este es un principio y no una regla. Y tampoco se menciona que se nos garantizan 70 años de vida. Sin embargo, cuando una persona alcanza los niveles superiores de este rango de 70-80 años, parece probable que su tiempo en la tierra se acerca a su fin. Y es poco probable que las oraciones por curación sean contestadas.
Como un ejemplo, una noche se me llamó al hospital para que orara por una amiga anciana que había ingresado esa noche. Luego de acercarme a su cama, me vio con ojos penetrantes y dijo, “¿Estás aquí para orar por mí?” Cuando le dije que sí ella me dijo, “Entonces ora para que Jesús me lleva a casa.” Esta mujer había sufrido de dolores durante años. Dijo que estaba cansada, y que a pesar de que su esposo prefería que ella se quedara a su lado, ella sentía que ya era tiempo de partir. Esta mujer estaba segura de que si moría estaría con Jesús. Entonces oré y pedí que fuera curada, pero añadí que era su deseo ser llevada a casa. Y fue su deseo lo que el Señor contestó, y más tarde esa noche ella murió y así recibió la curación máxima, la eternidad en presencia del Señor.
Basado en mi investigación, estas representan las razones principales del porqué las oraciones por curación fallan. Ciertamente hay otras razones. Y debemos admitir que hay mucho que se desconoce. Pero mi propósito aquí es el mostrar que Dios no es arbitrario. Él no cura a algunas personas basado en Sus propias razones, más de lo que Él salva a unos y a otros no. La idea de que él haría algo parecido es simplemente el intento del ser humano de justificarse por no ser curado. Recuerde, cuando tratamos de justificarnos a nosotros mismos, terminamos condenando a Dios. Mejor es que pasemos la vida tratando de entender el componente humano de la curación que pasar siquiera una hora tratando de responsabilizar a Dios.
La próxima semana concluiremos esta serie de artículos con un capítulo sobre quiénes somos en Cristo y cómo eso impacta nuestras oraciones por curación. Nos vemos entonces. 06/09/15