Domingo, 23 de agosto de 2015
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Las personas salen con toda clase de excusas del por qué las oraciones por la curación no son contestadas, la mayoría de ellas responsabilizando a Dios por ello. Por ejemplo, Él ya no hace eso, no era Su voluntad, o no era Su momento. Él le dio a usted esa enfermedad para que usted pudiera ser una mejor persona cristiana. Él sí contestó su oración y Su respuesta fue no, y la lista continúa.
Es obvio que muchas oraciones por curación no son contestadas, pero en este estudio me gustaría que consideráramos la posibilidad de que Dios no es el problema. Él se llama a Sí mismo el Dios nuestro sanador (Éxodo 15:26, Salmo 103:3). Su palabra nos dice que uno de los resultados del sufrimiento y la muerte de Su Hijo fue para que nosotros fuésemos curados (Isaías 53:4-5). Cuando enfermamos, Su palabra nos instruye a acercarnos a los ancianos por oración y nos promete que la oración ofrecida en fe nos sanará (Santiago 5:14-16). El Nuevo Testamento contiene muchos ejemplos del Señor y Sus apóstoles curando a personas sin un solo versículo que justifique la opinión humana de que todo eso ha cesado. De hecho, noticias de todo el mundo nos dicen de las numerosas curaciones que suceden en nuestro tiempo.
Debido a que la mayoría de la Iglesia occidental niega la existencia de la curación sobrenatural hoy, no tenemos ninguna estadística “oficial” sobre las razones del por qué las oraciones por la curación fallan. Pero luego de haber hecho una buen cantidad de investigación sobre el tema les puedo brindar una lista no oficial de las principales razones que las personas sanadoras en fe de todo el mundo han compilado con el correr de los años.
No perdonar
En la mayoría de los casos la razón número uno es el no querer perdonar a quienes nos han ofendido. Al hacerlo creemos que estamos castigando a la otra persona, pero resulta que somos nosotros los que sufrimos por ello. Y esta es la razón:
En Mateo 6:14-15 Jesús dijo, “Porque si ustedes perdonan a los otros sus ofensas, también su Padre celestial los perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los otros sus ofensas, tampoco el Padre de ustedes les perdonará sus ofensas.”
Recuerden, hay dos clases de perdón que la persona creyente recibe. Una es el perdón que trae la salvación y la vida eterna. Ese es un perdón incondicional y para toda la vida, y no puede ser revocado (Efesios 1:13-14).
La segunda es el perdón que las personas creyentes buscan cuando pecan. Es el perdón que nos mantiene en comunión con Dios mientras estamos aquí en la Tierra. Este es el perdón del que habló Juan en 1 Juan 1:9:
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.”
(Si esta es una nueva idea para usted, puede leer nuestro estudio sobre la Unión y la Comunión en https://gracethrufaith.com/es/estudios-biblicos-en-espanol/union-y-comunion-ampliados/)
En Mateo 6:9-13 Jesús estaba enseñándoles a los discípulos como orar al instruirlos en lo que nosotros llamamos El Padre Nuestro. Solamente una persona creyente puede llamar a Dios “Padre nuestro que estás en el cielo” (Juan 1:12-13) de tal manera que Jesús no estaba hablando acerca del perdón que lleva a la salvación, sino el perdón que nos mantiene en una buena posición con Dios. Entre otras cosas, este perdón es condicional en que tenemos que perdonar a quienes nos han ofendido.
Pablo lo explica de la siguiente manera:
“Enójense, pero no pequen; reconcíliense antes de que el sol se ponga, y no den lugar al diablo.” (Efesios 4:26-27).
Si dejamos que termine el día sin perdonar a la persona que nos ha disgustado estamos pecando. Eso le dará lugar al diablo en nuestra vida lo cual, si continuamos sin perdonar, él lo convertirá en una fortaleza, haciendo que aumente el resentimiento hasta que el mismo se vuelve enfermizo. Yo conozco algunas personas creyentes nacidas de nuevo temerosas de Dios que se han mantenido en su enojo hacia alguien que las ha lastimado durante décadas. Eso las ha hecho ser personas amargadas, sin amor, desconfiadas, y en algunos casos hasta se han enfermado físicamente, y sin embargo, rehúsan rotundamente perdonar a la persona que las lastimó. Hubieran podido tener una vida muy diferente.
Nuestras oraciones para ser curados de una enfermedad o dolencia causadas por este enojo no serán contestadas hasta que confesemos nuestro pecado al Señor y seamos perdonados. Y simplemente no podemos hacer los movimientos esperando que el Señor nos sane diciendo las palabras correctas. Él conoce los motivos de nuestro corazón y no se complace cuando las personas tratan de engañarlo. Tenemos que perdonar sinceramente a la otra persona. Si podemos hacerlo, debemos perdonar a la otra persona frente a frente. Si no podemos hacerlo, podemos confesar nuestro pecado al Señor y pedir Su perdón.
Recuerde, Santiago 5:16 nos dice de confesar nuestros pecados unos a los otros para poder ser sanados. La confesión nos purifica de toda injusticia (1 Juan 1:9) y hace que nuestras oraciones sean poderosas y efectivas.
El siervo despiadado
El Señor explicó todo eso en mayor detalle en la parábola del siervo despiadado—o de los dos deudores (Mateo 18:21-35).
Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Hasta siete veces?
Jesús le dijo: No te digo que hasta siete, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Cuando comenzó a hacer cuentas, le llevaron a uno que le debía diez mil talentos [plata por millones]. Como éste no pudo pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer y sus hijos, y con todo lo que tenía, para que la deuda quedara pagada.
Pero aquel siervo se postró ante él, y le suplicó: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El rey de aquel siervo se compadeció de él, lo dejó libre y le perdonó toda la deuda.
Cuando aquel siervo salió, se encontró con uno de sus consiervos, que le debía cien denarios [cien días de salario], y agarrándolo por el cuello le dijo: Págame lo que me debes.
Entonces su consiervo se puso de rodillas y le rogó: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
Pero aquél no quiso, sino que lo mandó a la cárcel, hasta que pagara la deuda. Cuando sus consiervos vieron lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron a contarle al rey todo lo que había pasado.
Entonces el rey le ordenó presentarse ante él, y le dijo: Siervo malvado, yo te perdoné toda aquella gran deuda, porque me rogaste. ¿No debías tú tener misericordia de tu consiervo, como yo la tuve de ti? Y muy enojado, el rey lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía.
Así también mi Padre celestial hará con ustedes, si no perdonan de todo corazón a sus hermanos. (Mateo 18:21-35).
¿Qué significa eso para nosotros?
Con frecuencia hemos discutido la naturaleza de las parábolas; cómo es que son historias celestiales colocadas en un contexto terrenal y cómo los personajes principales siempre simbolizan a otros. En el caso de esta parábola el Rey es el Señor, usted y yo somos sus siervos, la deuda que debemos representa nuestros pecados, y los verdugos representan a Satanás.
El Rey le había perdonado una deuda que el siervo no podía pagar ni en mil años, y lo hizo simplemente porque el siervo se lo pidió. Por otro lado, el siervo exigió el pago total e inmediato de la deuda de un amigo la cual era muchísimo menor. Pero el asunto no es lo legítimo ni aun el tamaño de la deuda, sino es el valor comparativo. ¿No debería el haber sido liberado de la carga de una deuda impagable, haber hecho que ese siervo fuera más compasivo con su consiervo?
La exigencia de pago del siervo demostró su falta de agradecimiento por lo que el Rey había hecho por él. Eso fue lo que enfureció al Rey, y por eso se lo entregó a los verdugos.
Nuestra deuda del pecado en contra del Señor es similarmente imposible de pagar, pero en el caso del Señor, Él simplemente no puede dejarla pasar por alto. Su requisito de justicia exige que la misma sea pagada en su totalidad. Sabiendo que nosotros nunca podríamos pagarla, Él envió a Su Hijo a pagarla por nosotros. Eso lo liberó a Él para poder perdonarnos total e incondicionalmente con solamente pedírselo. No lo olvide, desde el punto de vista del Señor todos éramos asesinos, adúlteros, blasfemos, ladrones y siendo así Él nos perdonó (Efesios 2:1-5). Esos son crímenes castigados con la muerte. Se nos ha perdonado tanto que ¿no sería importante un sacrificio justificable bajo las circunstancias? ¿Cuál ofensa podría ser tan grande para no perdonársela a otras personas comparada con lo que el Señor ha perdonado en nosotros?
Nuestra falta de voluntad de perdonar ofensas legítimas que otras personas cometen en contra nuestra demuestra nuestra ingratitud por lo que el Señor ha hecho por nosotros. Es el resultado del doble estándar humano con el cual demandamos justicia para los demás mientras esperamos misericordia para nosotros. Esa ingratitud en sí misma es pecado y como todos los pecados no confesados puede hacer que nos perdamos las bendiciones que de otra forma pudiéramos recibir. También nos deja expuestos al ataque de nuestro enemigo el cual puede atormentarnos. Por eso es que, en la parábola, el verdugo representa a Satanás.
La gran lección de esta parábola es la declaración final del Señor:
“Así también mi Padre celestial hará con ustedes, si no perdonan de todo corazón a sus hermanos” (Mateo 18:35).
Le ruego que lea esto con sumo cuidado. Si sus problemas de salud se deben a su negativa de perdonar a alguien que le ha ofendido en el pasado, usted no puede culpar a Dios. Manteniéndose en su dolor y enojo le ha puesto fuera de comunión con Él y le ha dado al diablo lugar en su vida, y él ha transformado eso en un problema de salud para usted.
Mateo 6:14-15 dice que Dios no le puede perdonar a usted su pecado de no perdonar hasta que usted perdone de corazón a la persona que le ha ofendido. Su pecado de no perdonar está obstaculizando sus oraciones para su curación.
No tome esto a la ligera. Cuando yo le pedí al Señor que me mostrara a todas las personas en mi vida a las que no había perdonado, me sorprendí de la cantidad que eran. Parecía que todos los días durante varias semanas, Él estaba recordándome algún incidente.
Hágale a Él la misma pregunta y cuando Él traiga a alguien a su mente, perdone a esa persona en su corazón. No importa si sus sentimientos fueron o no justificados, el Señor habría estado justificado al rehusar perdonarle a usted, pero lo hizo de todas maneras. Vaya y haga usted lo mismo.
La Biblia le dedica mucho tiempo a este tema, así que nosotros debemos hacerlo también. En las próximas semanas estaremos viendo algunas otras de las principales razones por que las oraciones para la curación no son respondidas. Nos vemos entonces. 23/08/15