Domingo, 4 de mayo de 2014
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Alguien me escribió preguntándome mi opinión sobre varias teorías que él tiene acerca de la relación entra la Iglesia e Israel. Él preguntó, “¿Son los dos realmente lo mismo o están supuestos a ser diferentes? Esta es mi respuesta.
El esfuerzo equivocado de mezclar a la Iglesia y a Israel en una sola entidad continúa hasta la fecha. Primero fue la “Teología del Reemplazo” la cual es una falsa enseñanza que dice que debido a su rechazo de Jesús como su Mesías, Dios ya no tiene ningún propósito para Israel. En vez de ello Él ha transferido a la Iglesia todas las promesas que anteriormente le hizo a Israel. Según este punto de vista, el renacimiento de Israel en 1948 no fue nada más que un accidente en la historia, y no el cumplimiento de la profecía. Estas personas dicen que el único futuro para Israel es a través de la Iglesia.
El movimiento de las Raíces Hebreas toma un camino diferente para llegar al reflejo exacto del mismo destino. Ellos afirman que la iglesia gentil se ha descarrilado completamente, habiéndose contaminado con el paganismo griego y romano. Ellos son partidarios del retorno de la Iglesia a las raíces judías cumpliendo con la Ley, las restricciones dietéticas, las fiestas de Israel, etc. de igual manera a cómo los discípulos originales lo hicieron. En otras palabras, volverse cumplidores de la Torá. Dicen que el único futuro para la Iglesia es a través de Israel.
Luego tenemos el punto de vista llamado “Teología del Remanente” el cual distingue el Israel “nacional” del Israel “espiritual” al que llaman el “Israel remanente”. Según ese punto de vista, el “Israel remanente” es un cuerpo espiritual como lo es la Iglesia. Ellos interpretan Romanos 11:17-19 para que diga que la Iglesia ha sido injertada en el “Israel remanente” y ahora los dos son uno y lo mismo.
Todas estas posiciones hacen caso omiso del hecho de que al crear la Iglesia Dios tomó algunas personas que anteriormente eran judías y algunas que eran gentiles e hizo de las dos un nuevo hombre (Efesios 2:14-16). Ser hecho nuevo significa que ninguno de los dos grupos permanece como lo era anteriormente a eso. Pablo lo aclaró en Gálatas 3:28 cuando dijo que la Iglesia no es ni judía ni gentil. Sí, todos somos simiente de Abraham pero eso no quiere decir que todos somos Israel. En Génesis 12:3 Dios dijo que todas las familias (clanes, tribus) de la tierra serían bendecidas a través de Abraham.
El propósito de este estudio es demostrar que no importa cómo la gente trata de redefinir las cosas, Israel y la Iglesia son dos entidades separadas ante los ojos de Dios, y nunca tuvieron la intención de convertirse en una sola. Al comparar las dos podemos ver que cada una tiene un origen diferente, un propósito único, y un destino separado. Por esta razón, algunos eruditos han etiquetado la siguiente comparación de Israel y la Iglesia como “Teología de la Separación”.
Un origen diferente
Israel llegó a existir a través de un acto soberano de Dios, creando una nación de los descendientes directos de Abraham (Génesis 12:2). Más tarde Él redujo eso para incluir solamente a los descendientes de Isaac (Génesis 26:3-5) y de Jacob (Génesis 28:13-15). El de Israel es un pacto nacional condicionado sobre la obediencia (Éxodo 19:3-6).
La Iglesia consiste de miembros individuales de cada nación, tribu, pueblo, y lengua quienes han sido adoptados directamente en la familia de Dios, basados en nuestra creencia personal de que Jesús murió por nuestros pecados y resucitó de nuevo (Juan 1:12-13, Gálatas 4:4-7, Romanos 10:9-10). Lo nuestro es un pacto personal condicionado sobre la fe.
Ustedes podrían decir que la posición de Dios con Israel está basada en una religión nacional, pero Su posición con la Iglesia está basada en una relación personal.
Un propósito único
Dios le dio a Israel una misión cuádruple. Ellos serían el depósito de Su palabra (Isaías 42:9), escribiendo las cosas que Él les dijo, ya sea como historia o profecía, y guardar su veracidad. Serían Sus testigos a un mundo incrédulo (Isaías 43:10). Ellos mostrarían Su esplendor (Isaías 49:3); en ellos Él sería glorificado. Y finalmente, ellos serían el canal para el Mesías, por medio del cual Él traería Su salvación hasta lo postrero de la tierra (Isaías 49:5-6).
El propósito de la Iglesia es ser una demostración de las incomparables riquezas de la gracia de Dios en los siglos venideros (Efesios 2:7), y dar a conocer la múltiple sabiduría de Dios a los gobernadores y autoridades de las regiones celestes según su propósito eterno el cual Él logró en Cristo Jesús Señor nuestro (Efesios 3:10-11).
Un destino separad
A Israel se le dio una patria en la Tierra con fronteras geográficas y una posesión eterna (Génesis 15:18-21). El Reino Milenial en la Tierra es para Israel y por eso es que debemos buscar en el Antiguo Testamento la descripción de la vida en la Tierra durante ese tiempo. Pasajes como Isaías 2:2-5, Isaías 35, Isaías 65:17-25, Ezequiel 40-48, y Miqueas 4:1-8 nos dicen de un Israel restaurado a una posición de preeminencia entre las naciones de la Tierra, y de una tierra prometida convertida en un jardín paradisíaco en donde el mismo Dios una vez más va a morar entre Su pueblo elegido, tal y como lo prometió (Ezequiel 43:7).
La Iglesia no tiene ningún hogar en la Tierra. Nuestra ciudadanía está en el Cielo (Filipenses 3:20), y nuestro hogar milenial es la Nueva Jerusalén, una entidad enorme que es demasiado grande para acomodarse sobre la Tierra, pero que estará localizada en la proximidad de la Tierra (Apocalipsis 21). Juan la describió como que descendía del Cielo después de la Segunda Venida, luciendo como una novia esplendorosa en su día de bodas. Cerca de 2240 kilómetros de largo, ancho y alto, tendrá dos tercios del tamaño de la luna y estará hecha del oro más fino y las gemas más preciosas. Este es el lugar que Jesús ha estado preparando para nosotros y al que él nos llevará para que estemos donde Él esté. Si eso no fuera así se los habría dicho (Juan 14:2-3).
Aun cuando Israel reciba el Nuevo Pacto (Jeremías 31:31), habrá un templo, un sacerdocio levítico, sacrificios diarios, días santos periódicos, y otros requisitos (Ezequiel 40-46). En la Nueva Jerusalén no habrá ningún templo (Apocalipsis 21:22) ni requisitos adicionales.
Después de la Segunda Venida solamente el remanente creyente de Israel será dejado para morar en la tierra prometida sobre la Tierra. Junto con los creyentes resucitados del Antiguo Testamento, todos ellos constituirán el Israel nacional.
En el Rapto, la Iglesia partirá de la Tierra para tomar residencia para siempre en la Nueva Jerusalén.
Dos parábolas
Finalmente, en la enseñanza del Señor sobre las parábolas del Reino, Israel está representado por el tesoro en el campo y cuando el hombre lo encontró, vendió todo lo que tenía y compró todo el campo solamente por el tesoro (Mateo 13:44).
En Éxodo 19:5-6 Dios le dijo a Israel:
“Ahora, pues, si oyeren a mi voz, y guardaren mi pacto, ustedes serán mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y ustedes me serán un reino de sacerdotes, y gente santa.” (VRV 1960)
En la Segunda Venida el Señor será Rey sobre toda la Tierra (Zacarías 14:9), habiendo dado Su vida para redimirla. Pero Su propósito principal en hacerlo será para restaurar a Israel, Su tesoro en la Tierra.
La Iglesia está representada por la Perla de Gran Precio, la cual cuando el hombre la encontró, vendió todo lo que tenía para comprarla (Mateo 13:45).
Las ostras no son comida Kosher (Levítico 11:9-12), por ese motivo las perlas no son apreciadas en Israel como lo son entre los gentiles. Las perlas se forman cuando un granito de arena penetra la concha de la ostra y se convierte en una sustancia irritante. La ostra produce una sustancia lechosa sueva que se endurece alrededor del granito de arena para neutralizar la irritación. Cuando la ostra es cultivada la perla se remueve de su hábitat original y se coloca en un fino ambiente para convertirse en un objeto de adorno.
Jesús compró la Iglesia en la cruz, y le costó todo lo que tenía. Justo antes que el juicio de los tiempos finales empiece, Él nos removerá de aquí, de nuestro hábitat natural, y nos colocará en la Nueva Jerusalén, un invaluable ambiente para convertirnos en Su objeto de adorno.
En resumen, la Biblia es muy clara al mostrar a Israel y a la Iglesia como dos entidades separadas. Ambos formamos parte de Su reino, pero nuestro origen, nuestro propósito, y nuestro destino requieren que siempre seamos vistos como distintos uno del otro.
Por favor, no me malinterprete
Nada de esto está supuesto a transmitir la idea de que la Iglesia no debe de preocuparse por Israel, o no interesarse en su historia o en su futuro. Muy al contrario. Dios hizo que Israel escribiera la Biblia para enseñarnos (Romanos 15:4). Los eventos en la historia de Israel fueron escritos a nosotros como una advertencia a quienes nos han alcanzado los fines de los siglos (1 Corintios 10:11).
El Mesías de Israel es nuestro Señor y Salvador. Él nació en Israel y pasó toda Su vida allí. El Nuevo Testamento fue escrito por hijos de Israel. Es por observar el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento relacionadas con Israel que somos conscientes del cumplimiento inminente de las profecías del Nuevo Testamento relacionadas con la Iglesia. Aparte del mismo Israel, ningún otro grupo sobre la Tierra tiene mayor interés en la historia y futuro de Israel que la Iglesia.
La Iglesia no es Israel e Israel no es la Iglesia, pero Israel y la Iglesia son las dos caras de la misma moneda, y esa moneda es el Reino de Dios. Esa es la manera cómo Dios nos ve, y eso es lo que la Biblia dice. 04/05/14