Domingo, 26 de enero de 2014
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
En esta serie de artículos hemos estado viendo los asuntos más importantes relacionados con la relación con nuestro Creador. En cada caso empezamos desde la perspectiva de que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, y como tal, no puede contradecirse a sí misma. Así que si pensamos que vemos una contradicción, el problema está en nuestro entendimiento, y no en la Palabra de Dios. Nuestro tópico en este estudio es la duración de nuestra salvación. ¿Qué dice la Biblia acerca de nuestra seguridad en Cristo? ¿Es condicional basada en nuestro comportamiento después de ser salvos, o está garantizada desde el principio? ¿Y podemos devolverla aún si queremos hacerlo?
¿A cuál escuela pertenece usted?
Entre aquellas personas cristianas que aún consideran este asunto (trágicamente muchas de ellas no lo hacen, sino que solamente aceptan lo que se les ha enseñado) esencialmente hay dos escuelas de pensamiento, comúnmente llamadas Elección y Escogencia (Agency en inglés).
La Doctrina de la Elección sostiene que uno no puede elegir a Dios; si uno es salvo es debido a que Él lo escogió a uno. Puesto que uno no puede elegir ser salvo, uno no puede rehusar o rechazar la salvación (a eso se le llama la gracia irresistible). Dios lo eligió a usted y Él lo eligió para siempre.
La Doctrina de la Escogencia sostiene que cualquier persona puede escoger ser salva, pero así como uno puede escoger recibirla, uno también puede después perderla o rechazarla por palabra o por obra. Algunos proponentes de este punto de vista también alegan que si usted alguna vez perdiera o rechazara su salvación, nunca la podrá recuperar.
Estas posiciones están en lo correcto en sus aserciones; la Elección dice que somos salvos para siempre; y la Escogencia dice que nosotros lo escogemos. Pero ambas están equivocadas en lo que niegan; la Elección niega que es nuestra elección; y la Escogencia niega que somos salvos para siempre. Como lo mostraremos, la Biblia dice que es nuestra elección el ser salvos y una vez que lo hacemos somos salvos para siempre.
Primero, un poco de trasfondo histórico. En todos los intentos previos de Dios para relacionarse con Su creación, ninguno tuvo éxito. Esto se debió a la falla básica causada por la caída del hombre en el Edén que es su inherente estado pecaminoso. Debido a eso, el hombre simplemente no puede cumplir con los estándares de comportamiento que la justicia de Dios requiere de nosotros para que podamos morar con Él. Dios nos ama tanto que Él no puede dejarnos perdidos y sin esperanza, y sin embargo, debido a que Él es justo, no puede ignorar nuestras violaciones a Sus leyes para salvarnos. Deuteronomio 32:4 nos dice: “Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en Él; es justo y recto.”
Desde nuestra perspectiva, eso parece como una situación imposible. Debido a que Él nos ama, Él quiere salvarnos a todos (2 Pedro 3:9), pero puesto que Él es justo, no puede dejar pasar por alto nuestros pecados (Romanos 3:23). Para poder ser un Padre a Sus hijos, Dios tenía que encontrar la forma de eliminar el problema del pecado lo cual no podía ser contingente sobre nuestro comportamiento ni contrario a Su ley. Y Él tenía que hacer eso de una vez por todas. El hecho brutal es que si Él nos hubiera salvado sujeto a nuestros subsecuentes pensamientos u obras, toda aquella persona que se acercara a Él para la salvación muy pronto la habría perdido irremediablemente, debido a que es simplemente imposible para nosotros dejar de pecar.
¿Cómo fue que Él lo hizo?
Nuestra seguridad se basa en dos condiciones importantes que son parte de la perspectiva de Dios. La primera la explica 2 Corintios 5:17.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas.”
Desde la perspectiva de Dios, cuando uno es creyente se convierte en una nueva creación. El viejo yo dejó de existir y fue hecho el nuevo yo. Observe que los verbos en este versículo están en el tiempo pasado perfecto. Lo viejo se fue, y llegó lo nuevo. Eso quiere decir que este cambio sucedió en el pasado y está completo. No es algo que va a suceder ni aún algo que está sucediendo. Ya es algo que sucedió.
Dios puede tener esta perspectiva de nosotros porque Él puede ver el fin desde el principio, y Él ha escogido vernos como seremos cuando Él nos perfeccione en el rapto/resurrección. Efesios 2:6 nos dice que Él ya nos ha visto sentados con Cristo en los lugares celestiales. Y de Romanos 3:23-24 sabemos que a pesar de que todos hemos pecado y estamos alejados de la gloria de Dios, Él nos ha justificado gratuitamente por Su gracia a través de la redención que vino por Cristo Jesús. La palabra griega traducida “justificado” en este pasaje significa “ser considerado justo, inocente, sin falta, sin culpa.” La justificación nos llega a través de nuestra fe en lo que el Señor logró por nosotros en la cruz. En otras palabras, hemos sido justificados no debido a nuestro comportamiento, sino debido a Su gracia. Por consiguiente, a través de una combinación de nuestra fe y Su habilidad de ver el fin desde el principio, es como si nunca hubiésemos pecado.
(De 2 Pedro 3:8 sabemos que Dios no es alguien que tiene mucho tiempo. Pare Él el tiempo es tan diferente de lo que es para nosotros que un instante del día para Él puede equivaler a 1.000 años para nosotros, mientras que otro instante de 1.000 años para Él podría requerir de solamente un día para nosotros. Esta fue la manera en que Pedro dijo que Dios está totalmente fuera del tiempo.)
La segunda condición nos llega de Romanos 7:18-20.
“Y yo sé que en mí, esto es, en mi cuerpo, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.”
Pablo confirmó que todos sabemos que en el aquí y en el ahora aún pecamos. Pero debido a que Dios ha elegido vernos solamente como una nueva creación, Él nos puede separar de nuestro comportamiento y atribuir nuestros pecados a la naturaleza pecaminosa que aún mora en nosotros y continuará morando en nosotros mientras estemos en nuestro estado natural. En otras palabras, Él ya no cuenta nuestros pecados en contra nuestra, sino en contra de nuestra naturaleza pecaminosa.
El Rey David anticipó esto cuando hace 3000 años escribió, “Bendito es aquel a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño” (Salmo 32:2).
¿Qué dice la Biblia sobre nuestra seguridad?
Esas dos condiciones son las que le permiten al Señor hacer las siguientes promesas en cuanto concierne a nuestra salvación.
Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero (Juan 6:38-39).
Las personas creyentes que le pertenecen a Dios generalmente son llamadas las ovejas de Su prado (Salmo 100:3). El Señor Jesús es el Buen Pastor (Juan 10:11). Como tal Él está a cargo de guardar el rebaño de Su Padre, y ha prometido nunca perder a ninguna de aquellas que el Padre le ha dado. Observe la frase, “no pierda yo nada”.
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:27-30).
Continuando con la analogía pastor/oveja, el Señor no solamente no va a perder a ninguno de nosotros, sino que Él prometió que nadie nos va a arrebatar ni de su mano ni de la mano del Padre. Observe el uso doble de la frase “nadie”.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 8:38-39).
Esta ciertamente es una declaración inclusiva que abarca todas las posibilidades. Observe la frase, “Ninguna cosa creada nos podrá separar del amor de Dios.”
En él también ustedes, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de su salvación, y habiendo creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras (el depósito) de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria (Efesios 13-14).
Seguidamente las cuatro cosas que se unieron para salvarle a usted para siempre. 1) Usted escuchó el evangelio y, 2) usted creyó. 3) Dios le marcó a usted con un sello y, 4) Él garantizó la herencia suya. Estas cosas sucedieron en el momento en que usted creyó, antes que usted hubiera hecho algo, bueno o malo, como persona creyente. Observe la frase “las arras (depósito de garantía) de nuestra herencia.” Nuestra herencia es la vida eterna con Él (Juan 5:24).
La palabra traducida “depósito” es un término legal. Hoy día diríamos una “fianza”. Es un depósito que constituye una obligación legal para completar una compra. Si usted alguna vez ha comprado una propiedad, estará familiarizado con ese término. Si no lo está, le doy otro ejemplo. Es como si hubiéramos sido puestos en una cuenta aparte. El precio ha sido pagado y hemos sido retirados del estante hasta que vuelva el que nos ha comprado para reclamarnos. “No son de ustedes,” se nos dice. “Ustedes han sido comprados por un precio” (1 Corintios 6:19-20) Y el precio es la sangre de Jesús (1 Pedro 1:18-19).
Y el que nos confirma con ustedes en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras (depósito de garantía) del Espíritu en nuestros corazones (el depósito que garantiza lo que viene) (2 Corintios 1:21-22).
¿Quién nos hace estar firmes en Cristo? Dios. ¿Quién nos ungió? Dios. ¿Quién puso Su sello de propiedad en nosotros? Dios. ¿Quién puso Su Espíritu en nuestros corazones? Dios. ¿Quién es el responsable de mantenernos salvos? Dios.
Y observe de nuevo la palabra griega traducida “depósito”. Es la misma que aparece en Efesios 1:13-14 anterior, y esta vez es aún más obvia. Dios ha puesto Su sello de propiedad en nosotros. Nos ha “marcado” como un ganadero marca su ganado como prueba de propiedad.
En Juan 6:38-39 Jesús prometió que Él no perdería a ninguno de nosotros. En Juan 10:27-30 Él dijo que nadie nos puede arrebatar de Sus manos. En romanos 8:38-39 Pablo dijo que ninguna cosa creada nos puede separar del amor de Dios, y de Efesios 1:13-14 y 2 Corintios 1:21-22 sabemos que no podemos apartarnos porque hemos sido comprados y marcados con la prueba de propiedad de Dios. Hemos sido comprados con la sangre de Jesús, y no existe moneda alguna en el universo que pueda usarse para comprarnos de vuelta.
Estos son los versículos más claros de la Biblia sobre el asunto de nuestra seguridad en Cristo, y las reglas de interpretación requieren que usemos los versículos más claros para establecer las promesas de Dios y que también nos ayuden a interpretar los versículos que no son tan claros. Pero no hay absolutamente ningún versículo en el Nuevo Testamento que rescinda estas promesas o que identifiquen alguna exclusión o modificación de los mismos. Una vez que somos salvos, somos salvos para siempre. A propósito, no permita que ninguna persona utilice citas del Antiguo Testamento para desafiar estas promesas. La seguridad eterna es una bendición otorgada solamente a la Iglesia.
Resumiendo, si usted le ha pedido a Él que sea su Salvador Él ha dicho, “Sí” (Mateo 7:7-8). No hay ningún pecado que usted pueda cometer durante su vida que le obligue a Él revocar la salvación suya, porque no hay ningún pecado que usted pueda cometer que Él no lo haya conocido de antemano. Eso quiere decir que no hay ningún pecado que usted pueda cometer que Él no lo haya pagado con Su vida (Colosenses 2:13-14). Cuando moría Él dijo, “Consumado es” (Juan 19:30). Él estaba hablando acerca de la obra de salvarle a usted. Y puesto que Él le ha salvado Él también le sostendrá, porque no importa cuántas promesas Dios ha hecho, estas son “sí” en Cristo (2 Corintios 1:20).
Yo he estado escribiendo sobre este asunto durante varios años, y cada vez que recibo preguntas de personas acerca de este o de aquel versículo, es como si la Biblia pudiera contradecirse a sí misma o contuviera “letra menuda” que negara las promesas que usted acaba de leer. Yo he investigado y respondido a esas preguntas al punto en donde el sitio web contiene 139 publicaciones relacionadas con este asunto. Usted puede tener acceso a ellas yendo a cualquier página del sitio web y escribiendo “OSAS” en la casilla de búsqueda en la esquina superior derecha en el borde gris al principio de la página. Yo le animo que lo haga.
Estoy seguro que usted se está preguntando, “Si Dios sabe que no podemos dejar de pecar, y si Él ya ha perdonado todos nuestros pecados, entonces ¿por qué nuestro comportamiento le interesa a Él?” Este tema lo abordaremos la próxima vez. Nos vemos entonces. Selah 26/01/14