¿Qué dice la Biblia? Parte 3. ¿Cómo debemos vivir?

Domingo, 2 de febrero de 2014

Esta publicación es la Parte 3 de 3 de la serie “¿Qué dice la Biblia?”

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro (1 Corintios 10:23-24).

Habiendo mostrado la promesa clara del Señor de que una vez que somos creyentes todos los pecados de nuestra vida fueron perdonados, ahora nos volvemos a una lógica pregunta de seguimiento. ¿Cómo debemos responder ante ese regalo tan increíble? ¿Cómo debemos vivir?

Pablo dedicó mucho tiempo para describir la reacción apropiada al regalo gratuito de la vida eterna y lo resume en su advertencia “Vivamos de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado” (Filipenses 3:16). Por las palabras que él usó sabemos que esto no es algo que hacemos para lograr o mantener nuestra salvación. Él dijo que ya lo hemos logrado. Hacemos eso como una expresión de nuestra sincera gratitud por habérsenos dado este regalo. Porque no queda duda sobre ello, antes de recibirlo estábamos “muertos en nuestras transgresiones y nuestros pecados” y “éramos objetos de la ira de Dios” (Efesios 2:1-3).

Para ilustrar eso, en 1 Corintios 6:9-10 Pablo dijo: “¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se equivoquen; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”.

Luego él hizo la diferencia del pasado con el presente, admitiendo el hecho de que puesto que somos una nueva criatura ya no nos corresponde ninguna de esas descripciones.

Y esto eran algunos de ustedes; mas ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11).

Observe el tiempo pasado de estas afirmaciones. Estábamos entre los injustos, pero luego fuimos lavados, santificados y justificados. Yo creo que con la frase “algunos de ustedes” se nos está dando el gran beneficio de la duda. Hablando espiritualmente, los pensamientos pecaminosos son tan malos como las malas obras y ¿quiénes entre nosotros no hemos tenido un pensamiento en algún momento u otro? Pero Pablo se esfuerza a decir que esa es la manera cómo Dios nos vio antes de haber sido lavados (purificados), santificados (apartados) y justificados (considerados como si fuéramos inocentes). Y ahora, debido a la cruz, somos una nueva creación (2 Corintios 5:17), habiendo sido hechos justicia de Dios (2 Corintios 5:21) por la fe en Su obra totalmente terminada (Romanos 3:21-22). Ahora Dios nos ve como si nunca hubiéramos pecado, como si fuéramos tan justos como Él es.

Entonces, si ese es el caso, ¿importa algo cómo nos comportamos? Como hemos visto, en lo que concierne a nuestra salvación, no importa. Fuimos salvos debido a lo que creímos y no debido a cómo nos comportamos. Cuando estábamos muertos en nuestros pecados, Dios nos dio vida en Cristo y nos perdonó todos nuestros pecados (colosenses 2:13-14). Ahora le pertenecemos a Dios y nadie en el Cielo ni en la Tierra podrá cambiar eso jamás (Romanos 8:38-39). Y a pesar de que aún pecamos, cuando lo hacemos Dios se lo atribuye al pecado que mora en nosotros y ya no cuenta nuestros pecados en contra nuestra (Romanos 7:18-20). Ningún grupo antes de la Iglesia se le dio jamás esta bendición, como tampoco a ningún grupo después de nosotros.

El asunto de cambiar nuestro comportamiento es para expresarle nuestra gratitud a Él por el regalo de la salvación. Cada vez que tratamos de “vivir de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado” en vez de ceder a la tentación de pecar, estamos diciendo “Gracias Señor, por haberme salvado.” Por supuesto, no somos perfectos. Solamente Jesús fue tentado en todas las formas, pero no pecó (Hebreos 4:15). Entonces cuando pecamos lo confesamos y somos perdonados, la pizarra se borra, y quedamos purificados de toda injusticia (1 Juan 1:9)

Con esa introducción, veamos lo que la Biblia dice acerca de cómo las personas creyentes deben vivir ante la singular bendición que se nos ha dado.

La Práctica de la Vida Cristiana

Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente” (Romanos 12:1-2)

Todo sobre la práctica del vivir cristiano queda bajo nuestro control. No tenemos que comportarnos como el resto de la gente. Podemos ser transformados y eso empieza al escoger comportarnos de manera diferente.

Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad” (Efesios 4:22-24).

En su mayor parte, nosotros pensamos y actuamos como lo hacemos porque así se nos enseñó, y todo sucedió antes de que fuéramos salvos. Pero aquí se nos dice que no tenemos que ser como todos los demás. Podemos aprender a pensar y actuar de una forma que sea agradable a Dios.

Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo. «Si se enojan, no pequen.» No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, ni den cabida al diablo. El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados.

Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:25-32)

En efecto, Pablo enseñó que mientras que no siempre podemos controlar las circunstancias de nuestra vida sí podemos controlar nuestra respuesta a ellas. Tenemos ese futuro tan glorioso que nos espera que no tenemos por qué preocuparnos por obtener la aprobación de otras personas porque actúan de la manera como actúan. Nuestra meta principal es complacer al Señor.

No juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados. Den, y se les dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en su regazo; porque con la misma medida con que ustedes miden, los volverán a medir” (Lucas 6:37-38).

Escoger ser más tolerantes, perdonadores y generosos tendrá un efecto tan asombroso en la vida de otras personas que estas querrán saber qué fue lo que nos transformó. En vez de estar tartamudeando y trabándonos con intentos incómodos de “testificarles” a amigos y vecinos, nos daremos cuenta que nuestra misma vida se ha convertido en el testimonio de lo que Dios puede hacer, y así, las personas serán atraídas a nosotros.

La práctica del vivir cristiano se vuelve más fácil cuando recordamos por Quién estamos viviendo. Recuerden que Jesús dijo que Él vino para que tuviéramos vida y vida en abundancia (Juan 10:10). Grandes bendiciones vienen de “vivir de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado.”

La Biblia dice que cuando nos enfocamos en Su Reino y Su justicia, Él suplirá todas nuestras necesidades (Mateo 6:25-34). No debemos permitir que lo que Pablo llamó los problemas pasajeros y momentáneos de este mundo, nos venzan. Ya no debemos fijar nuestros ojos en las cosas temporales que vemos, sino en las cosas eternas que no se ven (2 Corintios 4:16-18). Vivimos por fe, no por vista (2 Corintios 5:7). Esto es aún más urgente para nosotros que lo que lo fue cuando Pablo lo escribió, porque muy pronto saldremos de este mundo hacia el próximo en donde las cosas eternas con las que solamente hemos podido soñar, de un momento a otro serán nuestra nueva realidad.

En cuanto a nuestra vida en el hogar la Biblia dice, “Esposas, sométanse a sus esposos, como conviene en el Señor. Esposos, amen a sus esposas y no sean duros con ellas. Hijos, obedezcan a sus padres en todo, porque esto agrada al Señor. Padres, no exasperen a sus hijos, no sea que se desanimen” (Colosenses 3:18-21)

En cuanto a nuestro trabajo se trata, “Y todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor sirven ustedes” (Colosenses 3:23-24).

En cuanto a la gente que nos rodea, “No paguen a nadie mal por mal; procuren lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, estén en paz con todos los hombres” (Romanos 12:17-18).

Nosotros, a quienes se nos ha dado todo, no debemos preocuparnos de nada.

El Privilegio de la Vida Cristiana

Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocíjense! Que su gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estén afanosos, sino sean conocidas sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:4-7)

Debido a que nos hemos convertido en hijos del Creador del Universo podemos regocijarnos de todo que nos sucede porque sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8:28). Siempre podemos estar en paz, aun cuando nuestro mundo pareciera que se está desmoronando a nuestro alrededor. No tememos nada, oramos por todo, y damos gracias en todo.

Jesús dijo, “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

A pesar de que somos hijos de Dios todo el mundo está bajo el control del maligno (1 Juan 5:19). En ningún lugar la Biblia nos promete una vida sin problemas. Lo que sí nos promete es la victoria sobre cualquier enemigo que escojamos enfrentar (Josué 10:25). El Señor es nuestro vencedor y debido a ello tenemos el privilegio de estar en paz. No importa qué.

Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento” (Colosenses 4:2)

Piénsenlo. Podemos entablar una conversación con nuestro Padre en cualquier momento que consideremos oportuno. Él siempre está allí, nunca necesitaremos de una cita, y Él nunca está tan ocupado como para no atendernos. Ya sea que pidamos por un lugar de estacionamiento en una calle transitada o la guía para seguir una determinada carrera universitaria, Él siempre está disponible para nosotros.

Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará. Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría. Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes. Como está escrito:

«Repartió sus bienes entre los pobres; su justicia permanece para siempre.»

El que le suple semilla al que siembra también le suplirá pan para que coma, aumentará los cultivos y hará que ustedes produzcan una abundante cosecha de justicia. Ustedes serán enriquecidos en todo sentido para que en toda ocasión puedan ser generosos, y para que por medio de nosotros la generosidad de ustedes resulte en acciones de gracias a Dios” (2 Corintios 9:6-11)

Dios nos ha dado el privilegio de distribuir sus inagotables recursos con aquellas personas que están necesitadas. Él también ama al que da con alegría, y cada vez que encuentra uno Él lo hace más rico para que a su vez este pueda ser más generoso con los demás en cada ocasión. Cercano al regalo de la vida eterna no existe otra promesa tan maravillosa en ningún otro lugar de las Escrituras.

El Poder de la Vida Cristiana

Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes” (Santiago 4:7)

A pesar de que Pablo lo llamó el dios de este siglo (2 Corintios 4:4), los cristianos no tienen que temerle al diablo debido al poder que se nos ha dado.

Pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo. Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo” (2 Corintios 10:3-5).

Jesús nos mostró cómo hacer eso durante las tentaciones en el desierto (Mateo 4:1-11). Utilizando nada más que las Escrituras, Él demolió cada uno de los argumentos del diablo y lo envió lejos. Este mismo poder está disponible para nosotros. Solamente tenemos que saber la Biblia lo suficiente para activarlo.

¿Está alguno enfermo entre ustedes? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (Santiago 5:14-15).

Como es el caso con todo lo que Santiago escribió, esta es una promesa clara que no tiene excepciones ni equivocaciones. La Biblia no promete que no nos vayamos a enfermar, pero sí promete que podemos ser sanados. Es el poder que el Señor nos dio con Su muerte.

Les aseguro que si alguno le dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán” (Marcos 11:23-24).

Y no solamente con sanar. Con suficiente fe literalmente podríamos mover montañas. Pero la fe es como nuestros músculos físicos. Mientras más la ejercitamos más fuerte se vuelve. Este es el caso en donde el estado de vida estadounidense se ha vuelto nuestro enemigo. Ha sido muy fácil obtener las cosas que queremos sin la ayuda del Señor. Como resultado poseemos más cosas que las que necesitamos. Quizás el Señor nos está quitando esas cosas para ayudarnos a practicar vivir en fe.

A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás. A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento; a otros, fe por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos; a otros, poderes milagrosos; a otros, profecía; a otros, el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas lenguas; y a otros, el interpretar lenguas. Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina” (1 Corintios 12:7-11)

Muchas personas carismáticas hacen mal uso de sus dones en un exceso inmaduro de auto glorificación mientras que las fundamentalistas rehúsan aceptar que aún existen. Pero si los dones del Espíritu Santo en algún momento fueron usados en la forma como Pablo describió, el mundo no podría sostenerse en contra de ese poder.

A cada uno de nosotros se nos ha dado un don y podemos utilizar el poder que nuestros dones contienen para ejercer un efecto significativo en la pequeña esquina del mundo en donde vivimos. Romanos 12:1-8 nos dice cómo descubrir y usar nuestros dones.

La Protección de la Vida Cristiana

Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus promesas” (2 Corintios 1:21-22).

Así cerramos el círculo. Nunca deberá decirse que a pesar de que Dios tiene el poder para salvarnos, Él carece del poder para guardarnos.

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:27-30)

Una compañía de seguros nacional dice que con ellos estamos en buenas manos, pero los creyentes gozan del ejemplo óptimo de estar en buenas manos. Nuestra póliza ha sido totalmente pagada y nuestra protección nunca expira. Ni aun nosotros mismos podemos quitárnosla de encima.

Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales” (Efesios 6:10-12)

La armadura de un soldado solamente lo puede proteger cuando la lleva puesta, y él nunca pensaría ir a la batalla sin estar totalmente protegido. Nosotros somos extraños detrás de las líneas enemigas y como tales somos combatientes en una batalla que está en curso. Se nos ha dado una coraza impenetrable, pero para que nos pueda proteger debemos usarla y mantenerla puesta.

La Promesa de la Vida Cristiana

Esto nos lleva a lograr la meta que más deseamos en la vida. Anteriormente dije que después de ser salvos, nuestra meta principal se convierte en complacer al Señor. Pero cuando nos deleitamos en el Señor Él nos concederá las peticiones de nuestro corazón (Salmo 37:4). Siguiendo estas instrucciones para la vida cristiana finalmente podemos lograr la libertad personal. A pesar de que aún estamos en el mundo ya no perteneceremos más al mundo. Viviendo la vida cristiana nos libera de todas las emociones negativas que nos han afligido en el pasado. No más preocupaciones, no más tensiones, no más sentirse fuera de control. Ya no tenemos que preocuparnos si tenemos suficiente dinero o no, o de seguir adelante, o de sostenernos. Gálatas 5:1 dice, “Cristo nos libertó para que vivamos en libertad.”

Las incertidumbres de la vida que tanto preocupan la mente de otras personas, ya no nos molestarán. No importa quién ha sido elegido para cuál oficio, o cuán mal se está poniendo la economía, o si el gobierno continuará rompiendo sus promesas. Finalmente entenderemos el sentido completo de las palabras del Señor, “Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres” (Juan 8:36). Alabado sea el Señor. Selah. 02/02/14