LA FE
Domingo, 16 de agosto de 2015
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Debido al reciente ataque de cáncer que sufrió mi hija del medio (del cual salió victoriosa) tuve la ocasión de estudiar de nuevo el tema de la curación. Al hacerlo, llegué a la conclusión de que muchas personas han formado su opinión acerca de la curación a través de rumores y falsas enseñanzas en vez de ver lo que la Biblia realmente dice sobre eso. Entonces, ¿qué dice la Biblia sobre la curación? Averigüémoslo.
“De allí, Jesús se fue a su tierra, y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga. Al escuchar a Jesús, muchos se preguntaban admirados:
¿De dónde sabe éste todo esto? ¿Qué clase de sabiduría ha recibido? ¿Cómo es que con sus manos puede hacer estos milagros? ¿Acaso no es éste el carpintero, hijo de María y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿Acaso no están sus hermanas aquí, entre nosotros? Y les resultaba muy difícil entenderlo.
Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, excepto en su propia tierra, entre sus parientes, y en su familia. Y Jesús no pudo realizar allí ningún milagro, a no ser sanar a unos pocos enfermos y poner sobre ellos las manos; y aunque se quedó asombrado de la incredulidad de ellos, siguió recorriendo las aldeas de alrededor para seguir enseñando” (Marcos 6:1-6).
Algunas personas utilizan este pasaje como un ejemplo para mostrar que el Señor rehusó algunas veces sanar a las personas. Pero una lectura cuidadosa muestra la falta de fe de esa gente y no que Él rehusara hacerlo, y eso resultó en que solamente unas pocas personas enfermas fueran sanadas. Debido a que las personas en la ciudad dónde vivía el Señor lo habían conocido desde la niñez, su fe en Su poder sobrenatural era débil, de hecho tan débil que lo único que Él pudo hacer fue sanar a unas pocas personas. ¿Podría el Dios del Universo ser restringido por el grado de nuestra fe? Eso pareciera.
En contraste, durante todo Su ministerio, a todos lados que Él iba, incontables personas eran sanadas. Lo seguían a pie durante días, algunas veces caminando a 80-100 kilómetros de sus casas sin comida ni refugio. En dos ocasiones que sepamos, Él mismo las alimentó porque no tenían nada que comer. En Mateo 14:13-21 Él alimentó a 5000 más una cantidad adicional de mujeres y niños. Y en Mateo 15:29-39 fueron 4000 más, además de las mujeres y los niños.
Cuando la gente oía que Él venía a su pueblo, traían a sus enfermos a la plaza en dónde lo aguardaban, esperando ser sanados, y eran por miles. Esas personas creían, y esperaban ser sanadas, y lo experimentaron. Veamos estos ejemplos.
Y recorría Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicaba el evangelio del reino, y sanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le llevaban todos los que tenían dolencias, a los que sufrían de diversas enfermedades y tormentos, y a los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y él los sanó. Y lo seguía mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán (Mateo 4:23-25).
Terminada la travesía, fueron a la tierra de Genesaret, Y cuando la gente de aquel lugar lo reconoció, lo hizo saber por toda aquella tierra. Entonces le llevaron todos los enfermos; y le rogaban que les dejara tocar al menos el borde de su manto; y todos los que lo tocaban, quedaban sanos (Mateo 14:34-36).
Yo quiero hacer eso
Y no solamente fue Jesús. Él le dio este poder sanador a Sus discípulos, también, para mostrarnos que Él podía hacer estos milagros por medio de personas de fe. (Después, en Juan 14:12, Él amplió esa autoridad, al decir que cualquier persona que tiene fe en Él hará todo lo que Él ha estado haciendo. ¡Eso quiere decir que usted y yo también tenemos la autoridad de sanar a los enfermos en Su nombre!)
Luego Jesús siguió recorriendo las aldeas de alrededor para seguir enseñando. Jesús llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos. Les dio autoridad sobre los espíritus impuros. Los doce salieron e iban predicando a la gente que se arrepintiera. También expulsaban muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban (Marcos 6:6-7, 12-13).
Y en sus camas y lechos sacaban a los enfermos a la calle, para que al pasar Pedro por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. Aun de las ciudades vecinas venían muchos a Jerusalén, y traían a sus enfermos y a los atormentados por espíritus inmundos, y todos eran sanados (Hechos 5:15-16).
Dios, por medio de Pablo, hacía milagros tan extraordinarios que muchos le llevaban los paños o delantales de los enfermos, y las enfermedades desaparecían y la gente quedaba libre de espíritus malignos (Hechos 19:11-12).
En Listra había un hombre lisiado de nacimiento; no podía mover los pies ni había caminado jamás. Estaba sentado, escuchando a Pablo; y cuando Pablo lo vio a los ojos, comprendió que tenía fe para ser sanado. Entonces Pablo levantó la voz y le dijo: «Levántate, y apóyate sobre tus pies.» Y aquel hombre dio un salto y comenzó a caminar (Hechos 14:8-10).
Hoy día las cosas son diferentes. Hoy si nuestras oraciones por sanidad no son contestadas, entonces decimos excusas por Dios (no era Su voluntad, o no era Su momento) o lo culpamos a él (Él ya no sana a la gente). Y sin embargo, en ningún lugar en el Nuevo Testamento, cuando se le pidió que sanara a alguien, ni Jesús ni Sus discípulos dijeron, “No es la voluntad de Dios” o “No es Su momento” o “No hacemos eso ya más.”
La vez que un hombre le pidió a Jesús si Él quería sanarlo, Jesús respondió, “Sí quiero” (Mateo 8:2-3). La vez que un hombre le dijo a Jesús que si Él podía, Jesús contestó, “Si crees, Yo puedo” (Marcos 9:23). La vez que los amigos de un hombre trataron de convencerlo de que ya era demasiado tarde porque su hija había muerto, Jesús contestó, “No teman, solamente crean y ella será sanada” (Lucas 8:50).
Entonces era así, ahora es así
Hoy día, algunos sectores de la Iglesia enseñan que los dones del Espíritu, incluyendo el de sanidad, fueron removidos después del tiempo de la Iglesia Apostólica, usando 1 Corintios 13:8-10 para justificar su posición. Yo considero que esa es una posición incorrecta, basada en una mala interpretación de ese pasaje. Leámoslo.
El amor jamás dejará de existir. En cambio, las profecías se acabarán, las lenguas dejarán de hablarse, y el conocimiento llegará a su fin. Y es que sólo conocemos y profetizamos de manera imperfecta, pero cuando venga lo perfecto, lo que es imperfecto se acabará (1 Corintios 13:8-10).
Las personas que niegan que los dones todavía se dan, dicen que esos versículos se refieren a la conclusión del canon del Nuevo Testamento. Dicen que los dones fueron para el tiempo cuando la Iglesia no había completado toda la palabra de Dios y los apóstoles tenían que depender de sus dones espirituales para edificar la Iglesia.
Pero Pablo prosiguió diciendo que ahora solamente vemos un reflejo opaco, pero luego veremos cara a cara. Ahora conocemos en parte, entonces conoceremos como nosotros somos conocidos (1 Corintios 13:12). La primera vez que esa declaración se cumplirá será justo después del rapto cuando estemos frente al Señor en nuestros cuerpos perfeccionados. Ese es el momento cuando Juan dijo que seremos como el Señor porque lo veremos tal como Él es (1 Juan 3:2). Entonces será cuando la perfección vendrá y, puesto que ya no los necesitaremos, es cuando los dones cesarán. Hasta ese momento, nos pertenecen para que los usemos.
Otro grupo de personas enseñan que los dones del Espíritu tuvieron la intención de ser una señal para Israel de que el Espíritu Santo podría ser derramado aún sobre los gentiles. Dicen que después del Concilio de Jerusalén, cuando se les otorgó el ingreso directo a los gentiles, los dones cesaron porque Israel estaba siendo puesto a un lado y la Iglesia pronto se convertiría predominantemente gentil. Como evidencia de ello, dicen que Pablo nunca hizo ningún milagro después que el concilio se reunió. Y sin embargo, Pablo a la deriva en la isla de Malta, después que su barco naufragó, sanó al padre de Plubio, quien era el principal de la isla, y también a todos los demás residentes que estaban enfermos (Hechos 28:7-9).
Para respaldar su afirmación de que Dios no siempre está de acuerdo en sanarnos, algunas personas enseñan que Él rehusó sanar a Pablo, a pesar de que él pidió ser sanado tres veces. Esta es probablemente otra falsa enseñanza.
Para tener el contexto, leamos las palabras de Pablo en 2 Corintios 12:7-9.
“Y para que no me exaltara demasiado por la grandeza de las revelaciones, se me clavó un aguijón en el cuerpo, un mensajero de Satanás, para que me abofetee y no deje que yo me enaltezca. Tres veces le he rogado al Señor que me lo quite, pero él me ha dicho: «Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.»”
Ahora aprendamos lo que este pasaje realmente dice. La palabra para aguijón en realidad significa una estaca puntiaguda, y recuerda una situación en Jueces 2 cuando los israelitas fracasaron en limpiar la tierra de todos sus anteriores habitantes como Dios se los había ordenado (Deuteronomio 20:16-18). Debido a su fracaso de no obedecerle a Él, el Ángel del Señor declaró que esas personas serían enemigos perpetuos que se opondrían a los israelitas físicamente y también los distraerían espiritualmente. Luego él acuñó la frase “aguijones en sus costados” para simbolizar la oposición física y espiritual de esos enemigos. Desde ese día en adelante, esas personas le han infligido un increíble abuso físico al pueblo de Dios.
La palabra abofetear también viene de una raíz que significa castigar físicamente.
En ambas palabras hay una implicación clara de un ataque físico. Entonces la verdadera historia del aguijón en el cuerpo de Pablo es más como esto. A dónde Pablo iba fue maltratado físicamente. Veamos sus propias palabras en 2 Corintios 11:23-26:
“Mis trabajos son más abundantes; mis azotes, innumerables; mis encarcelamientos, muchos más; muchas veces he estado en peligro de muerte. Cinco veces he recibido de los judíos treinta y nueve azotes; Tres veces he sido azotado con varas; una vez he sido apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar. Son muchas las veces que he estado de viaje corriendo peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de mi propia gente, peligros de los no judíos, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos.”
Yo les animo para que estudien estos eventos cuidadosamente en el Libro de Hechos. Por ejemplo, en Filipo a Pablo y a Silas se les quitó la ropa y fueron severamente golpeados con varas. La piel de sus espaldas quedó marcada y sangrando, y el dolor era insoportable, luego fueron llevados a prisión sin recibir ninguna atención médica, y fueron atados de pies y manos, obligados a sentarse en posición recta, lo cual impedía que pudieran dormir aún si el dolor se los hubiera permitido.
Pero a la media noche se les escuchó cantando himnos de alabanza y las puertas de la prisión se abrieron, quedando libres. Fueron a casa del carcelero, quien los lavó y alimentó. Los milagros que vio hicieron que él y su familia fueran salvos esa misma noche. La mañana siguiente cuando fueron liberados oficialmente, caminaron 50 kilómetros a Anfípolis sin haber recibido ningún tratamiento médico y sin haber tenido ningún tiempo para recuperarse, ni siquiera una noche para dormir (Hechos 16:22-40). El Señor los había sanado.
Pero un incidente anterior en Listra quizás es el más dramático. Un grupo de judíos furiosos de Antioquía e Iconio habían seguido a Pablo hasta Listra. Cuando lo alcanzaron tomaron piedras y lo apedrearon (Hechos 14:19-20). Recuerden, la lapidación era el método judío de ejecución. El mismo consistía de inmovilizar a la persona, algunas veces enterrándola hasta la cintura, y luego lanzarle rocas a su cabeza y parte superior del cuerpo hasta que muriera.
Creyendo que habían tenido éxito y que Pablo estaba muerto, arrastraron su cuerpo fuera de la ciudad y lo dejaron allí para que se lo comieran los perros salvajes. Pero los creyentes se juntaron alrededor de él y oraron. Pablo se levantó y regresó a la ciudad con ellos. El siguiente día caminó 40 kilómetros hasta llegar a Derbe. Es como volver caminando a casa después de haber sido ejecutado. Eso simplemente no sucede así.
Esos son ejemplos increíbles del poder milagroso de Dios. Contrario a la interpretación incorrecta de 2 Corintios 12:7-9, Pablo fue físicamente sanado por la gracia de Dios una y otra vez. Fue rescatado de mar abierto y aún levantado de los muertos. Fue un gran testimonio de la fuerza de Dios perfeccionada en la debilidad de Pablo.
Tu fe te ha sanado
Cuando usted incluye las narraciones duplicadas, algunas variaciones de la frase “tu fe te ha sanado” aparece siete veces en los Evangelios. En siete ocasiones el Señor le acreditó a la fe de la persona su curación. Siete es el número de la totalidad divina. Él sabe que Su poder de sanidad es constante. La variable es nuestra fe. Eso me ha hecho concluir que un evento milagroso es simplemente la intersección del poder constante de Dios con la fe de la persona creyente.
“La fe proviene del oír el mensaje, y el oír proviene de la palabra de Dios” (Romanos 10:17). La vida era mucho más tenue en tiempos bíblicos de lo que es en nuestros tiempos en que no podemos empezar a imaginarnos la diferencia. Tampoco podemos entender cuán cerca de Dios estaban ellos. Su fe era real, y era el componente más crítico de su vida. Los que podían hacerlo leían la Biblia. Los que no, escuchaban a quienes la leían. Sus vidas se centraban alrededor del estudio de Su palabra. No existía la industria del entretenimiento por lo que les contaban las historias de los héroes bíblicos a sus hijos. Discutían la teología entre ellos. Todo varón desde la edad de 12 años conocía la Torá de corazón. Todo eso se hacía en obediencia a la palabra de Dios.
Oye, Israel: el SEÑOR nuestro Dios, el SEÑOR es uno. Y amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Estas palabras que hoy te mando cumplir estarán en tu corazón, y se las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando estés en tu casa, y cuando vayas por el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes. Las atarás en tu mano como una señal, y las pondrás entre tus ojos como frontales, y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” (Deuteronomio 6:4-9)
No había empresas fabricantes de medicinas ni había hospitales. Sus médicos eran los sacerdotes. Dios les prometió que si obedecían Sus mandamientos Él vería que no tuvieran las enfermedades de los egipcios (Éxodo 15:26). Dios era su sanador, y cuando obedecían, disfrutaban de vidas saludables y seguras, de tantos años como nosotros o más, y cada fracción era muy satisfactoria. Era la medicina preventiva en su forma más pura, y producía lapsos de vida en ese tiempo similares a los nuestros hoy (Salmo 90:10).
Si escuchas la voz del SEÑOR tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti, y te alcanzarán: Bendito serás tú en la ciudad, y bendito en el campo. Bendito será el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, y las crías de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás cuando entres, y bendito cuando salgas. El Señor derrotará a tus enemigos que se levanten contra ti. Por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de ti. El Señor enviará su bendición sobre tus graneros y sobre todo aquello en que pongas tu mano, y te bendecirá en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da (Deuteronomio 28:2-8).
He escrito varias veces sobre la promesa del Señor de cubrir todas nuestras necesidades si solamente buscamos Su Reino y Su justicia (Mateo 6:31-33). Ambos son impuestos en nosotros por fe. No debemos preocuparnos acerca de nuestras vidas aquí porque el Señor ha jurado proveer para nosotros. Nuestro trabajo es confiar en él. Aun en momentos de prueba debemos vivir por fe, no por vista (2 Corintios 5:7). Pablo nos advirtió de no enfocarnos en las cosas que se ven porque son temporales. Debemos fijar nuestros ojos en las cosas que no se ven porque son eternas (2 Corintios 4:18). Dios se hará cargo del resto.
Israel estaba requerido a obedecer los mandamientos de Dios para disfrutar de salud y seguridad. La Iglesia está llamada a creer en Sus promesas, como en Mateo 6:31-33 y especialmente la cita que sigue.
¿Hay entre ustedes algún enfermo? Que se llame a los ancianos de la iglesia, para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. Si acaso ha pecado, sus pecados le serán perdonados. Confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es muy poderosa y efectiva (Santiago 5:14-16)
En otro estudio hablaremos acerca del por qué las oraciones de sanidad no siempre producen resultados inmediatos y qué es lo que podemos hacer al respecto. Nos vemos entonces, 16/08/15