Domingo, 13 de septiembre de 2015
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Parte 5 de la serie sobre la curación
Como lo he mencionado anteriormente en esta serie, yo no soy parte del movimiento “palabra de fe” y tampoco soy un sanador de fe carismático. Soy un cristiano evangélico que toma la Biblia muy en serio, creyendo que la misma significa lo que dice.
Mi meta al escribir esta serie era ver lo que la Biblia realmente dice sobre la curación, en contraste con lo que la gente piensa que dice, y también para ver si podía encontrar alguna razón para la desconexión entre lo que dice nuestra experiencia que debe de ser y lo que realmente es. Mi investigación identificó varias razones, las cuales he descrito en los tres artículos anteriores.
Al concluir este segmento quiero explorar lo que la Biblia dice acerca de quiénes somos en Cristo, y con eso yo quiero decir cuál es el alcance de nuestra autoridad en Él.
Todos sabemos que nuestro destino es ser reyes y sacerdotes en el Reino del Señor, pero ¿qué somos nosotros entre ahora y entonces? Averigüémoslo.
Embajadores de Cristo
El hecho de que estemos desinados a ser reyes y sacerdotes nos hace pertenecer a un sacerdocio real (1 Pedro 2:9) y habiendo sido adoptados como los propios hijos de Dios (Gálatas 4:4-7) eso confirma que somos parte de la familia real final.
En las familias reales el príncipe usualmente sirve como embajador y eso es exactamente lo que nos llamó Pablo. Usando la palabra griega que únicamente se aplica a nosotros (2 Corintios 5:20) y a sí mismo (Efesios 6:20), él nos llamó embajadores (representantes) de Cristo enviados con el ministerio de la reconciliación para reconciliar al ser humano con Dios (2 Corintios 5:18-20). Por medio de la cruz, Dios hizo la paz con Su creación (Colosenses 1:19) y como Sus embajadores estamos llamados a explicar los términos de Su paz a todas las naciones; en otras palabras, compartir el evangelio con ellas.
Cuando un embajador se nombra a un país en donde servirá, él presenta sus credenciales al país anfitrión. Sus credenciales muestran que él tiene la autoridad para actuar a nombre de los líderes de su país de origen.
Cuando Jesús envió a Sus 12 discípulos originales a ministrarles a las personas, Él les dio las credenciales para que mostraran que ellos tenían la autoridad de actuar en Su nombre. Él dijo, “Sanen enfermos, limpien leprosos, resuciten muertos, y expulsen demonios” (Mateo 10:8).
Más tarde Él envió a otros 72 diciéndoles que sanaran enfermos en cada ciudad que los recibiera (Lucas 10:9). Y antes de partir, luego de recordarles que toda autoridad en el cielo y en la tierra se le había dado a Él, Él les dijo a Sus seguidores de ese día y a nosotros, “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:18-19).
Para mostrar que nosotros tenemos la autoridad para actuar como Sus embajadores hoy día, también se nos ha dado la capacidad de hacer las cosas que Jesús hizo. Él dijo, “De cierto, de cierto les digo: El que cree en mí, hará también las obras que yo hago; y aún mayores obras hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). Observe que Él no dijo “cualquiera en esta generación” o “cualquiera hasta que el Nuevo Testamento esté completo” sino “cualquiera que cree en Mí.” Al iniciar Su frase con “De cierto, de cierto les digo” nos indica que Él estaba siendo lo más honesto y directo que podía ser. Eso significa que ya sea que usted lo sepa o no, usted tiene la autoridad como embajador del Señor para hacer las cosas que el Señor hizo
Nosotros los que creemos en Jesús hemos sido autorizados para sanar a los enfermos, levantar a los muertos, echar fuera demonios, predicar el evangelio, hacer discípulos de todas las personas, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. No necesitamos permiso de nadie más para hacer esas cosas pues son parte de nuestro trabajo, y aún parte de nuestra responsabilidad. Son las cosas para las que hemos sido enviados a hacer, como lo fueron cuando Jesús fue enviado a hacerlas.
Jesús no le oró a Su Padre pidiéndole que curara a alguien si esa era Su voluntad. Él ordenó que la persona fuera curada. Él le ordenó a los demonios que se fueran. Él les ordenó a los muertos volver a la vida. Él hizo eso porque Él tenía la autoridad para hacerlo.
Los discípulos no le oraron a Jesús o al Padre pidiéndoles que curara a alguien a nombre de otro. En el nombre de Jesús ellos les ordenaron a los enfermos que fueran curados, a los impedidos que caminaran, a los demonios que se fueran, a los muertos que se levantaran. Ellos también tenían la autoridad para hacerlo.
¿Qué puedo hacer por Ti, Señor?
Tantas veces he recibido correos electrónicos de personas que dicen, “Le he orado a Dios para que me muestre lo que Él quiere que haga con mi vida. Me mantengo escuchando pero nunca oigo nada. ¿Qué me hace falta?”
Lo que hace falta es que Él quiere que nosotros hagamos lo que ya Él nos ha comisionado a hacer como uno de Sus embajadores.
“Sanen enfermos, resuciten muertos, y expulsen demonios, prediquen el evangelio, y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”
¿Por qué debemos esperar que Él nos dé otro trabajo cuando aún tenemos que empezar a hacer el que Él ya nos dio?
No importa lo ocupado que usted está ni lo importante que pueda ser su trabajo, usted puede encontrar por lo menos un poquito de tiempo para empezar a actuar como un embajador del Señor haciendo algunas de las cosas que Él lo ha comisionado a usted hacer. Aun si usted solamente puede disponer de unas pocas horas a la semana para hacerlo, usted estaría sirviendo a Aquel que dio Su vida para redimir la suya.
Imagine, si puede, lo diferente que podría ser el mundo si cada uno de nosotros pasáramos un poco de tiempo cada semana en nuestro papel de embajadores de Cristo. En vez de ser conocidos principalmente por lo que odiamos, ¿no sería mejor conocida la Iglesia por Quién amamos? ¿No es eso lo que el Señor quiere? (Juan 13:34-35).
Una palabra final acerca de los embajadores. Ellos no tratan de imponer la cultura de su país ni sus valores en el país al que han sido enviados. Y ciertamente no tratan de tomarlo. Ellos saben que son huéspedes que sirven un propósito especial.
De la misma manera no es el trabajo de la Iglesia tomar el mundo ni imponerle la cultura cristiana. Nosotros también somos huéspedes que servimos un propósito especial. Jesús les dijo a los 72 que si entraban en una ciudad y no eran recibidos, debían retirarse, sacudiendo el polvo de sus pies cuando se iban (Lucas 10:10-11). Y Pablo dijo que no es nuestra responsabilidad juzgar a las personas que están fuera de la Iglesia (1 Corintios 5:12). Nuestro trabajo es mostrarles algo mejor con nuestras acciones.
Ahora bien, antes que usted diga que para ser un embajador de Cristo usted debe dejar su hogar y ser un misionero en un país extranjero, considere lo siguiente. “Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20). No importa en dónde habita usted en la tierra, usted solamente está de visita, así que puede empezar en dónde usted se encuentra ahora.
Nuestro propósito es presentarles los beneficios muy especiales de nuestro país de origen (el cielo) a las personas que viven en la tierra e influenciarlas a que cambien su ciudadanía. ¿Y cómo hacemos eso? De la manera cómo Jesús nos lo dijo.
“Sanen enfermos, resuciten muertos, y expulsen demonios, prediquen el evangelio, y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”
Si usted no ha hecho nada de eso en el pasado, usted no debe esperar hacer todas esas cosas de manera exitosa de primera entrada. Por ejemplo, de la misma manera que se necesita fe para ser uno curado, se necesita fe para curar a otras personas. La mayoría de nosotros no tiene esa clase de fe porque nunca la hemos desarrollado, y nunca la hemos desarrollado porque por que no se nos ha ocurrido que podemos hacerlo.
Pero hay miles de maneras cómo mostrarle el Evangelio a la gente. Todo lo que se necesita para empezar es comprometerse a hacerlo. Y con oración, estudio, y práctica, todos podemos aprender hacer todas esas cosas porque a todos se nos ha dado la autoridad para hacerlas. Se trata de quiénes somos en Cristo. 13/09/15