Reuniendo los oficios de sacerdote y rey

Miércoles 16 de febrero de 2022

Un estudio bíblico por Jack Kelley

Y en cuanto a ti, príncipe de Israel, infame y malvado, tu día ha llegado; ¡la hora de tu castigo es inminente! Así dice el SEÑOR omnipotente: Quítate el turbante, renuncia a la corona, que todo cambiará. Lo humilde será exaltado y lo excelso será humillado. ¡Ruinas, ruinas, todo lo convertiré en ruinas! Esto no sucederá hasta que venga aquel a quien le asiste el derecho, y a quien le pediré que establezca la justicia” (Ezequiel 21:25-27 NVI).

El turbante lo usaba el Sumo Sacerdote, la corona el Rey. El Señor deliberadamente había mantenido estos dos oficios separados, los sacerdotes venían de la familia de Leví y los reyes de la familia de Judá. El tercer oficio santo (el de profeta), podía ser de cualquier tribu y ciertamente hubo sacerdotes que también fueron profetas (por ejemplo, Ezequiel y Zacarías) y por lo menos un rey fue profeta también (David). En tiempos de Abraham un hombre (Melquisedec) fue Rey y Sacerdote a la vez (Génesis 14:18) pero nunca más se repitió desde el nacimiento de la Nación. Para demostrar que el Señor tomaba en serio esta obligada separación, cuando el Rey Uzías intentó oficiar como sacerdote, de inmediato sufrió el castigo de la lepra.

Sin embargo, cuando aumentó su poder, Uzías se volvió arrogante, lo cual lo llevó a la desgracia. Se rebeló contra el SEÑOR, Dios de sus antepasados, y se atrevió a entrar en el templo del SEÑOR para quemar incienso en el altar. Detrás de él entró el sumo sacerdote Azarías, junto con ochenta sacerdotes del SEÑOR, todos ellos hombres valientes, quienes se le enfrentaron y le dijeron: ‘No corresponde a Su Majestad quemar el incienso al SEÑOR. Ésta es función de los sacerdotes descendientes de Aarón, pues son ellos los que están consagrados para quemar el incienso. Salga usted ahora mismo del santuario, pues ha pecado, y así Dios el SEÑOR no va a honrarlo.’

Esto enfureció a Uzías, quien tenía en la mano un incensario listo para ofrecer el incienso. Pero en ese mismo instante, allí en el templo del SEÑOR, junto al altar del incienso y delante de los sacerdotes, la frente se le cubrió de lepra. Al ver que Uzías estaba leproso, el sumo sacerdote Azarías y los demás sacerdotes lo expulsaron de allí a toda prisa. Es más, él mismo se apresuró a salir, pues el SEÑOR lo había castigado.

El rey Uzías se quedó leproso hasta el día de su muerte. Tuvo que vivir aislado en su casa, y le prohibieron entrar en el templo del SEÑOR. Su hijo Jotán quedó a cargo del palacio y del gobierno del país (2 Crónicas 26:16-21 NVI).

Un Nuevo Sacerdocio

Así, la profecía de Ezequiel en realidad afirmaba la suspensión de los oficios combinados de Sumo Sacerdote y Rey, y luego proclamó que permanecerían suspendidos hasta que llegara aquel a quien le asiste el derecho. El “aquel” (“él”) en este pasaje se refiere a un individuo y el “esto” se refiere al oficio combinado de Rey/Sacerdote. En otras palabras, alguien como Melquisedec. (En Ezequiel 44 leemos que el Señor estaba cada vez más disgustado con el sacerdocio levítico debido a su comportamiento durante todo el tiempo y declaró que solamente aquellos que pertenecían a la familia fiel de Sadoc podrían ministrar ante Él en el Templo del Milenio. Pero aun entre ellos no hay mención del Sumo Sacerdocio Levítico en el Milenio.)

La idea de un sacerdote según el orden de Melquisedec apareció por primera vez en el Salmo 110 (NVI).

Así dijo el SEÑOR a mi Señor: ‘Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.’ ¡Que el SEÑOR extienda desde Sión el poder de tu cetro! ¡Domina tú en medio de tus enemigos! Tus tropas estarán dispuestas el día de la batalla, ordenadas en santa majestad. De las entrañas de la aurora recibirás el rocío de tu juventud.

El SEÑOR ha jurado y no cambiará de parecer: ‘Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.’ El Señor está a tu mano derecha; aplastará a los reyes en el día de su ira. Juzgará a las naciones y amontonará cadáveres; aplastará cabezas en toda la tierra. Beberá de un arroyo junto al camino, y por lo tanto cobrará nuevas fuerzas.

La palabra hebrea traducida Señor es el impronunciable Nombre de Dios, representado por las cuatro letras YHWH en el texto hebreo. La palabra traducida Señor es Adonai, y la utiliza una persona menor para dirigirse a una mayor. La única persona mayor al Rey David, autor del Salmo 110, y sin embargo no el SEÑOR, tenía que ser Su Hijo, el Mesías. Por consiguiente, este Salmo nos dice que el Mesías es nombrado sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

Colocando a Jesús en el contexto del Salmo 110, el escritor de Hebreos dijo;

Tenemos como firme y segura ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del santuario, hasta donde Jesús, el precursor, entró por nosotros, llegando a ser sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec (Hebreos 6:19-20 NVI).

Nos convenía tener un sumo sacerdote así: santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores y exaltado sobre los cielos. A diferencia de los otros sumos sacerdotes, él no tiene que ofrecer sacrificios día tras día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque él ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre cuando se ofreció a sí mismo. De hecho, la ley designa como sumos sacerdotes a hombres débiles; pero el juramento, posterior a la ley, designa al Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre (Hebreos 7:26-28 NVI).

Pero el Mesías es también el León de Judá, Rey de Israel, heredero al trono de David (Lucas 1:32-33). Entonces me parece que el “aquel” en la profecía de Ezequiel se refiere al Mesías, a quien conocemos como Jesús y quien, como Melquisedec, es Rey y Sumo Sacerdote a la vez.

¿Cuándo se suspendieron estos oficios?

El último rey legítimo que se sentó en el trono de David fue Jeconías, también conocido como Joaquín, cerca del año 600 a.C., alrededor del tiempo de la profecía de Ezequiel. El Señor estaba tan ofendido por el comportamiento de este rey que pronunció una maldición sobre su descendencia real.

¿Es Jeconías una vasija despreciable y rota, un objeto que nadie desea? ¿Por qué son arrojados él y su descendencia, y echados a un país que no conocen? ¡Tierra, tierra, tierra! ¡Escucha la palabra del SEÑOR!

Así dice el SEÑOR: ‘Anoten a este hombre como si fuera un hombre sin hijos; como alguien que fracasó en su vida. Porque ninguno de sus descendientes logrará ocupar el trono de David, ni reinar de nuevo en Judá.’ (Jeremías 22:28-30)

Desde entonces, y hasta este día, Israel no ha vuelto a tener un Rey legítimo. A propósito, fue esta maldición la que hizo que el nacimiento virginal fuera necesario para preservar el reclamo del Mesías al trono. Es un asunto complicado y que he explicado en mi artículo “La Virgen María Tuvo Un Bebé Varón”. (2 de julio de 2003)

El último legítimo Sumo Sacerdote fue Onías III quien fue asesinado durante el reinado del conquistador sirio Antíoco Epífanes, cerca del año 174 a.C. Al darse cuenta de que el oficio de Sumo Sacerdote podría enriquecer enormemente a la persona, Antíoco empezó a subastarlo al mejor postor. (El primer “ganador” fue Jasón, hermano de Onías, produciéndose la especulación de que pudo haber estado detrás de la muerte de su hermano.) Esta práctica fue continuada por los romanos y pronto solamente las familias más ricas podían pagar el precio de este oficio. Los reclamos hereditarios ya no fueron el factor decisivo para determinar quién tendría el oficio de sumo Sacerdote.

¿Cómo sabemos que estos dos oficios que realmente fueron suspendidos volverán a combinarse? La Biblia nos lo dice. En mi artículo titulado “El Renuevo” (16 de julio de 2005) expliqué que esta frase aparece cuatro veces en la profecía del Antiguo Testamento, y en cada una se revela una de las tareas del Mesías en la Tierra. En una de ellas, Zacarías 6:12-13 (NVI) leemos, Y le dirás a Josué de parte del Señor Todopoderoso: “Éste es aquel cuyo nombre es Renuevo, pues echará renuevos de sus raíces y reconstruirá el templo del SEÑOR. Él reconstruirá el templo del SEÑOR, se revestirá de majestad y se sentará a gobernar en su trono. También un sacerdote se sentará en su propio trono, y entre ambos habrá armonía.”

En los versículos anteriores, el Señor le había dicho a Zacarías que hiciera una corona de plata y oro y la colocara sobre la cabeza de Josué, el Sumo Sacerdote (Zacarías 6:9-11). Esto sucedió después del retorno de Babilonia pero antes del tiempo de Antíoco, haciendo así que Josué fuera un legítimo portador del oficio. La plata era la moneda de la redención y simbolizaba el sacerdocio. El oro, por supuesto, es para la realeza, el Rey. Luego Zacarías usó a Josué como un sustituto del Mesías diciendo, “Éste es aquel cuyo nombre es Renuevo…” Es interesante ver que el nombre Josué es una variación de Yeshua, el nombre de Jesús en hebreo, haciéndolo un claro modelo en este ejemplo. En Él finalmente habrá armonía entre los dos oficios y, de esa manera, la promesa del Salmo 110 se cumple.

Conforme ustedes leen este artículo, tenemos un Gran Sumo Sacerdote, aquel que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo, el que sirve en el santuario, es decir, en el verdadero tabernáculo levantado por el Señor y no por ningún ser humano (Hebreos 8:1-2 NVI). Y un día pronto Él aparecerá en el cielo con todos Sus Santos, y entonces, al final de ese glorioso día el SEÑOR reinará sobre toda la tierra. En aquel día el Señor será el único Dios, y su nombre será el único nombre (Zacarías 14:9 NVI). Maranata. Ven Señor Jesús, nuestro Rey y Sacerdote para siempre. 23-03-14.