Miércoles 5 de agosto de 2020
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Romanos 12
Empezamos esta serie bajo la perspectiva de que el tiempo que nos queda es corto y por eso debemos asegurarnos de estar, en lo que resta de él, dentro de las prioridades del Señor para nuestras vidas. En los primeros ocho capítulos vimos otra vez que la única forma de entrar en el Reino es por medio de nuestra absoluta dependencia en el Señor y en Su sacrificio expiatorio. El confiarle a Él, y solamente a Él, nuestro destino, es lo que produce nuestra perfecta seguridad. En los capítulos 9—11 se detallaron las claras distinciones entre la Iglesia e Israel en términos de origen y destino.
Pero ahora volveremos nuestra atención a las cosas específicas que debemos estar haciendo para prepararnos para el día cuando seamos llamados al cielo. Nuestro objetivo no es ganar ni mantener nuestra salvación, que son cosas que no podemos hacer por nosotros mismos, de todas maneras, sino el poder expresar nuestra gratitud por que se nos ha dado, y el guardar tesoros en el cielo. No tomará mucho tiempo antes de que la vida que nos ha tomado tanto trabajo construir para nosotros aquí en la tierra, se quede atrás. Todo lo que permanecerá es el tesoro que hemos guardado para nosotros en el cielo.
Sacrificios Vivos
Así que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios! Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto” (Romanos 12:1-2).
En algunas partes del mundo hoy día el ser cristiano representa para una persona tanto peligro que la única manera de poder sobrevivir es ponerse totalmente en las manos de Dios. Pero en la mayoría de los lugares ese no es el caso. Para la mayoría de nosotros el ponerse en manos de Dios no es un asunto de sobrevivencia, sino que es un asunto de escogencia. Y la mejor motivación para escoger eso es la gratitud.
¿Comprendemos totalmente lo que Él ha hecho por nosotros? ¿Qué Él no solamente murió para que usted tenga vida eterna, sino que también Él creó una eternidad para usted la cual está más allá de su imaginación más loca? Y ahora más que nunca los que tenemos un pie en el Reino y el otro en el mundo necesitamos reflexionar en la pregunta que le hizo Elías a Israel: “¿Hasta cuándo van a estar titubeando entre dos sentimientos?” (1 Reyes 18:21). Y como dijo Jesús, “Ninguno puede servir a dos señores” (Mateo 6:24). Esta puede ser nuestra última oportunidad para expresar apropiadamente nuestra gratitud por todo lo que el Señor ha hecho por nosotros al dedicarle nuestro tiempo restante. Ciertamente el mundo podría beneficiarse si unimos nuestros esfuerzos en Su Nombre. Si usted considera que no ha sido llamado para dejarlo todo y solamente servirlo a Él, ¿Qué tal si por lo menos usted hace de eso su primera y legítima prioridad?
Por la gracia que me es dada, digo a cada uno de ustedes que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con sensatez, según la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque así como en un cuerpo hay muchos miembros, y no todos los miembros tienen la misma función, así también nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a los demás. Ya que tenemos diferentes dones, según la gracia que nos ha sido dada, si tenemos el don de profecía, usémoslo conforme a la medida de la fe. Si tenemos el don de servicio, sirvamos; si tenemos el don de la enseñanza, enseñemos; si tenemos el don de exhortación, exhortemos; si debemos repartir, hagámoslo con generosidad; si nos toca presidir, hagámoslo con solicitud; si debemos brindar ayuda, hagámoslo con alegría” (Romanos 12:3-8).
A cada uno de nosotros se nos han dado dones que nos equipan de manera especial para el servicio. Uno de los caza tesoros más emocionantes para la vida cristiana está en el área en que hemos sido dotados. Los dones que Él nos dio pueden ser diferentes de los que Él le dio a alguna otra persona a nuestro alrededor, de tal forma que cuando todos trabajamos juntos, cada quien contribuye significativamente a hacer algo que solos nunca podríamos haber logrado.
Algunas personas afirman que cada ser humano vivo tiene uno o más de estos dones dados por Dios, y que han sido pasados a nosotros desde nuestro primer padre, Adán, el cual los poseía todos. Ellos dicen que eso explica el porqué algunos incrédulos demuestran tener tanta habilidad en algunas áreas. Muchos de los grandes estadistas, filántropos, profesores, líderes de negocios, científicos y servidores públicos no muestran ninguna evidencia de tener algún compromiso de fe y a pesar de ello, han sido muy dotados sobre todas las demás cosas. ¿Y no es sorprendente ver que en todos estos campos algunos de los más sobresalientes practicantes en toda esta Era del Hombre han sido judíos? Después de todo ellos son los únicos que tienen la línea de descendencia desde Adán ininterrumpida (Lucas 3:21-38).
Pero esta no es sino una de las tres listas de dones en el Nuevo Testamento. También están los dones (algunas veces llamados oficios) en la Iglesia, que encontramos en Efesios 4:11. Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Se puede establecer el caso en que todos los cristianos nacidos de nuevo muestran la tendencia de tener por lo menos uno de estos dones, los cuales son dados por el Señor Jesús para construir Su cuerpo.
Y finalmente tenemos los dones del Espíritu, los cuales se describen en detalle en 1 Corintios 12. El Espíritu Santo distribuye estos dones en cada creyente como lo considera necesario para el bienestar común (1 Corintios 12:7). Aquí, el lenguaje original claramente separa a los creyentes en tres grupos generales. Un grupo consiste en aquellas personas a quienes se les ha dado el don de ciencia y de sabiduría. Otro grupo tiene el don de una fe extraordinaria, sanidad, milagros, profecía y discernimiento. Y el tercer grupo tiene el don de lenguas y de interpretación de lenguas.
Ustedes tienen que leer 1 Corintios 12 en el idioma original griego para ver esto, y cuando lo hagan se darán cuenta de que claramente son tres los grupos. Esta agrupación de creyentes se deriva de dos palabras griegas que ambas se traducen “otro” en español. Una de estas palabras, allos, en realidad quiere decir “otro de la misma clase”, y la otra, heteros, quiere decir “otro de una clase distinta”. Véanlo por ustedes mismos. La palabra que significa “otro de una clase distinta” se encuentra al principio del versículo 9 y es la décima cuarta palabra traducida “otro” en el versículo 10. La única razón para que Pablo utilizara estas dos palabras diferentes, como lo hizo aquí, fue con el objeto de dividir los dones y sus receptores en tres grupos, como lo mencioné antes.
Piense en ello de esta manera
Digamos que usted es una persona griega que vive en los tiempos bíblicos y que se acaba de comer un emparedado de pollo. Alguien le pregunta, ¿Le gustaría otro emparedado? Si él o ella utiliza la palabra allos significa que a usted se le está ofreciendo otro emparedado de pollo. Pero si la palabra que utiliza es heteros, quiere decir que a usted se le está ofreciendo otro tipo de emparedado, así que usted se verá obligado a preguntar ¿De qué tipo? antes de tomar una decisión. En ambos casos a usted se le está ofreciendo otro emparedado, pero en un caso es otro del mismo tipo, y en el segundo caso es otro de otro tipo.
De la misma manera es con nuestros dones espirituales. Todos los dones se les dan a los creyentes, pero algunos se le dan a unos creyentes de un tipo y otros a otros creyentes de otro tipo. No se nos dice qué criterio es el que se utiliza para asignar a los creyentes en estos grupos. Pero el hecho de que se nos han ofrecido demuestra que no es bíblico esperar que todos los creyentes manifiesten el mismo don, como el resto de la enseñanza de Pablo en 1 Corintios 12 claramente indica.
Y como siempre es el caso en estos asuntos importantes, la Trinidad plena está involucrada en equiparnos con los dones del Padre (Romanos 12), del Hijo (Efesios 4), y del Espíritu Santo (1 Corintios 12). Y también es por lo general cierto que nuestros dones particulares saldrán a luz conforme nos acercamos más y más al Señor y nos preparamos para el servicio, porque nuestros dones están diseñados para ayudarnos a llevar a cabo Su voluntad en nuestras vidas.
Si usted es como muchos cristianos, entonces puede ser que no se haya preparado muy bien, pero, a pesar de ello, nunca permita que alguna persona le diga que usted no está equipado. Usted es como la pieza de una máquina de precisión, capaz de hacer grandes cosas pero le hace falta la mano de un operario capacitado. Empiece a prepararse para el servicio, y observe al Señor yendo a trabajar con usted para hacer que esos dones florezcan.
El amor
Nuestro amor debe ser sincero. Aborrezcamos lo malo y sigamos lo bueno. Amémonos unos a otros con amor fraternal; respetemos y mostremos deferencia hacia los demás. Si algo demanda diligencia, no seamos perezosos; sirvamos al Señor con espíritu ferviente. Gocémonos en la esperanza, soportemos el sufrimiento, seamos constantes en la oración. Ayudemos a los hermanos necesitados. Practiquemos la hospitalidad.
Bendigamos a los que nos persiguen; bendigamos y no maldigamos. Gocémonos con los que se gozan y lloremos con los que lloran. Vivamos como si fuéramos uno solo. No seamos altivos, sino juntémonos con los humildes. No debemos creernos más sabios que los demás. [Proverbios 3:7]
No paguemos a nadie mal por mal. Procuremos hacer lo bueno a los ojos de todo el mundo. Si es posible, y en cuanto dependa de nosotros, vivamos en paz con todos. No busquemos vengarnos, amados míos. Mejor dejemos que actúe la ira de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.» [Deuteronomio 32:35]
Por lo tanto, si nuestro enemigo tiene hambre, démosle de comer; si tiene sed, démosle de beber. Si así lo hacemos, haremos que éste se avergüence de su conducta. [Proverbios 25:21-22]
No permitamos que nos venza el mal. Es mejor vencer al mal con el bien. (Romanos 12:9-21).
Esta sencilla lista de exhortaciones al final del Capítulo 12, junto con las que se dan en el próximo capítulo, explican cómo es que podemos lograr obedecer las órdenes del inicio. Al hacer estas cosas nos estamos presentando como sacrificios vivos. Al hacerlas ya no nos estamos conformando con las cosas de este siglo sino que estamos siendo transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento. Esta lista de acciones, si se siguen con toda sinceridad, nos cambiará de ser una persona auto centrada, auto promovida, y auto servida, lo cual por naturaleza somos, a ser un canal para que fluya el amor del Señor. Y cuando nos transformamos para serlo, el área de nuestros dones empezará a salir a luz. Y tal como ustedes lo esperan, el Señor se empezará a mover plenamente dentro de la arena de nuestros dones, otorgándonos las bendiciones que son imposibles de sentir en una vida ordinaria. Selah. 17/03/2007.