Lunes 13 de febrero de 2023
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
“Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10, VRV1960).
Este es el versículo esencial en cuanto a nuestra salvación se refiere. En el caso en que usted no lo haya notado, siempre se trata de un asunto del corazón con el Señor, y en este pasaje queda claro que el tema central de la salvación es que creamos de todo corazón en la Resurrección. ¿Por qué es eso así? Porque creer en la resurrección es cómo somos nosotros justificados. La palabra griega para justificación proviene de una raíz que significa “considerar como inocente, sin falta, sin culpa.” Así que si confesamos (estamos de acuerdo) que Jesús es nuestro Señor y creemos en nuestro corazón que Dios lo levantó de los muertos, Él nos considera como inocentes de todos los cargos en nuestra contra y nos califica para la vida eterna.
¿Cómo puede ser esto?
Primero, nos ayuda recordar que Jesús no vino a morir para que la gente mala se hiciera buena. Él murió para que la gente que está muerta pueda vivir. Cuando el hijo pródigo volvió a casa, su padre gozoso no exclamó, “Mi hijo era malo y ahora es bueno otra vez” sino, “¡Mi hijo estaba muerto y ahora vive otra vez!” (Lucas 15:32).
“Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz” (Colosenses 2:13-14, NVI).
La paga del pecado es muerte, así que antes de convertirnos en personas creyentes todos estábamos muertos en nuestros pecados. Pero cuando Jesús fue a la cruz Él perdonó todos nuestros pecados, “clavándolos en la cruz” para indicar con eso la razón por la que Él estaba muriendo. La palabra griega traducida “todos” en Colosenses 2:13 literalmente significa “cada uno, cualquiera, y todos”. Esto quiere decir que Él estuvo de acuerdo en aceptar el castigo completo que nos era debido, que los cargos en nuestra contra fueran anulados y que pudiéramos ser librados de la pena de muerte. En términos simples, con eso Él hizo posible que nuestro Padre en el Cielo pudiera exclamar, “¡Mis hijos estaban muertos, y ahora viven otra vez!”
Y Su acto de sacrificio no fue solamente retroactivo, pagando por todos los pecados de nuestras vidas pre cristianas, sino que también fue proactivo, pagando por todos los pecados que cometeríamos durante nuestras vidas, porque “con una sola ofrenda [Jesús] hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14). En otras palabras, Él se vistió a Sí mismo con nuestros pecados para que nosotros pudiéramos ser vestidos con Su justicia para siempre (2 Corintios 5:21).
¡Demuéstrelo!
Los ojos de Dios son demasiado puros como para ver el pecado (Habacuc 1:13). Literalmente, Dios no puede soportar mirar el pecado. Al descubrir este hecho acerca de Él nos ayuda a entender la importancia que Él le da en que creamos en la resurrección. En la cruz, Jesús se convirtió en la encarnación física de nuestros pecados. Por primera y única vez el Padre tuvo que quitar la vista de Su Hijo dejándolo solo y en Su angustia Él clamó, “Dios mí, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Insultado, escupido, golpeado, flagelado a un centímetro de Su vida, y finalmente clavado en una cruz, esta fue la única parte de toda Su terrible experiencia que le hizo clamar de esa manera. La Tierra tembló y el sol se oscureció cuando la Luz del Mundo se extinguió (Mateo 27:45-51).
Tres días después, Jesús resucitó de los muertos para sentarse a la derecha de la Majestad, y hoy Él está sentado allí. Eso no sería posible si aun solamente uno de nuestros pecados permaneciera sobre Él. Los ojos de Dios son demasiado puros para mirar el pecado, ¿recuerdan? Él habría tenido que volver Su vista de nuevo y quitar a Su propio Hijo de Su presencia para siempre.
Puesto que Jesús tomó todos nuestros pecados sobre Él, se deduce que Su muerte tuvo que pagar absolutamente y para siempre el castigo por cada uno de ellos, de otra manera Él aun permanecería en la tumba. Así que Su resurrección es la prueba de la nuestra. Usted al creer en su corazón que Dios lo levantó de los muertos, en realidad usted le está diciendo a Dios que usted cree que todos los pecados de su vida fueron perdonados en la cruz. Solamente con eso usted ha heredado la vida eterna. Selah. 27/03/05