Lunes 9 de agosto de 2021
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo (Romanos 10:9 NVI)
Todos hemos confesado (asentido o reconocido) con nuestras bocas que Jesús es Señor y entendido la importancia de nuestra salvación, pero ¿qué podemos decir sobre la porción de “si crees en tu corazón” de este versículo?
En Romanos 10:10 Pablo prosigue diciendo que es con nuestro corazón que creemos y somos justificados. La palabra griega traducida justificar viene de dikaióo que significa inocente o santo. La Biblia Reina Valera 1960 traduce esta palabra “creer para justicia” que quiere decir que nuestra creencia en la resurrección es lo que nos da nuestra justificación, permitiéndole a Dios que nos considere como si fuéramos inocentes de cualquier pecado, y por consiguiente santos.
La noción de una resurrección corporal es tan antigua como la misma Biblia. Está contenida en lo que posiblemente se considera el primer libro de la Biblia que fue escrito.
“Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí” (Job 19:25-27).
El Rey David sabía que él volvería a ver a su hijo recién nacido que había muerto (2 Samuel 12:22-23) y tanto Isaías 26:20-21 y Daniel 12:2 prometen una resurrección corporal al final de los tiempos.
La iglesia en Corinto tenía una dificultad para entender esto, así que en 1 Corintios 15 Pablo le dedicó todo un capítulo a las preguntas que sobre la resurrección le hicieron los corintios, yendo tan lejos como para decir, “Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es vana; aún están en sus pecados” (1 Corintios 15:17). A pesar de eso, hoy en día hay personas que se llaman a sí mismas cristianas y que aún no creen en ello. En la teología liberal no es requerido creer en una resurrección corporal, y aun entre los evangélicos algunas veces este concepto se ha espiritualizado. Nosotros sabemos que si creemos en la Biblia debemos creer en una resurrección corporal, pero ¿sabemos por qué eso es requerido?
Aquí hay mucho más de lo que podemos ver
Juan el Bautista presentó a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29), y no solamente los pecados de los judíos o aun de los judíos y de los gentiles presentes en ese momento, sino los pecados del mundo. Todas las violaciones a la Ley de Dios que se han cometido o que se cometerán serían tratadas. Por supuesto, esto no quiere decir que el mundo ya no será un lugar libre de pecado, sino que el castigo por los pecados del mundo sería llevado por el Cordero de Dios. Y eso se hizo de la siguiente manera.
En las crucifixiones romanas se acostumbraba colocar un letrero sobre la cabeza de la persona que era crucificada, enumerando las leyes que había roto y por las cuales su vida le era quitada. Eso servía para disuadir a las demás personas que miraban las ejecuciones públicas. En el caso de Jesús, el letrero decía, “Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos”, indicándose así que Su crimen en contra de Roma fue de traición. Pero en Colosenses 2:13-14 leemos que, en el ámbito espiritual, otro letrero también fue colocado. En este se enumeraban todos los pecados que la humanidad había cometido y que cometería. Allí se explicaba el por qué Su vida en realidad le estaba siendo quitada.
“Ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz”. (Colosenses 2:13-14).
Observen que dice que Él perdonó todos nuestros pecados. No solamente aquellos que cometimos antes de ser salvos, o solo aquellos que cometimos por accidente. Él perdonó todos nuestros pecados, aun aquellos que hemos cometido conscientemente y de manera repetida.
Hebreos 10:12-14 dice que Jesús con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados y luego se sentó a la derecha de Dios, porque por ese único sacrificio Él nos hizo perfectos para siempre. Su muerte se llevó a cabo en un día específico en el tiempo, pero su efecto abarca el tiempo de toda la vida de cada persona. Solamente necesitamos pedirle a Dios su perdón para recibirlo.
Pero Jesús en realidad hizo mucho más que solamente llevar el castigo que nosotros merecemos. 2 Corintios 5:21 dice que “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” En otras palabras, cuando estaba en la cruz Él se convirtió en la personificación física del pecado. Dios no puede habitar en la presencia del pecado, ni siquiera puede mirarlo (Habacuc 1:13) por eso es que volvió el rostro separándose a Sí mismo de Su Hijo. Durante tres horas la luz fue quitada del mundo y por primera vez en la eternidad, los Dos ya no eran Uno.
Si el castigo final por el pecado es la separación de Dios, entonces Jesús la sufrió. Fue el único momento durante toda esa dura prueba que Él clamó con fuerte voz, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:45-46). Cuando murió, terminó Su castigo, y entonces Él ya no era la personificación del pecado, y así la luz fue restablecida.
¿Cuál es el Punto?
Después de Su resurrección, Jesús les parecía un hombre común y corriente a Sus discípulos y a 500 otros testigos oculares que lo vieron (1 Corintios 15:6). Él caminó con Sus discípulos, les habló, comió con ellos y les permitió que lo tocaran para asegurarse de que Él no era solamente un espíritu, sino que era un hombre de carne y hueso (Lucas 24:36-43). La Suya fue una resurrección corporal. Más tarde ascendió al cielo para sentarse a la derecha de Dios el Padre Todopoderoso.
Entonces, el punto es este. Recuerden, Dios no puede estar ante la presencia del pecado, ni siquiera puede mirarlo (Habacuc 1:13). Jesús había tomado sobre Sí mismo todos los pecados de la humanidad, pasados, presentes y futuros. Si acaso un solo pecado hubiera permanecido sin castigo con Su muerte, Jesús no podría estar ante la presencia de Dios y aun permanecería en la tumba (Romanos 6:23). La resurrección de Jesús es la prueba de la resurrección de usted. Si usted no puede creer que Dios levantó a Jesús de los muertos entonces usted no puede creer que todos sus pecados le hayan sido perdonados ni que Él le levantará a usted de los muertos.
“Pero ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:20-22).
En esa mañana de un domingo en Abril del año 32 d.C., cuando el sol se levantaba sobre el horizonte, en el Templo los sacerdotes se preparaban para el festival que siempre daba inicio en la mañana del primer Sabbat después de la Pascua. Era la Fiesta de las Primicias, lo cual significaba el comienzo de la cosecha de la primavera en la Nación de Israel.
Y María se dirigía a la tumba con otras mujeres para terminar el proceso de la sepultura que había sido interrumpido por los días santos de después de la crucifixión. Pero la tumba estaba vacía. El Hijo había resucitado, primicias de los que durmieron es hecho.
Esa tumba vacía era la señal más clara que hemos recibido de que el Señor cumplió con Su misión. El Cordero de Dios ciertamente quitó los pecados del mundo; todos los pecados.
El evangelio esencial es que Jesús murió por nuestros pecados, fue sepultado, y resucitó al tercer día (1 Corintios 15:3-4). Creer eso es el único requisito para la salvación. Todos nosotros somos pecadores en necesidad de un salvador. Jesús murió por nuestros pecados, y para probar que su muerte fue suficiente para nosotros, Dios lo levantó de los muertos al tercer día. Al creer en nuestro corazón que Dios lo levantó de los muertos nos da la seguridad de que Él nos levantará a nosotros también de los muertos. Selah. 25/02/2012.