¿Somos buenos, o qué?

Lunes 12 de julio de 2021

Qué buenos que somos… ¿cierto?

Bueno, no exactamente. Por lo menos no según la Biblia. Es que bueno es un término relativo, y en la Biblia es relativo a los estándares de Dios. Con esa comparación nada en la tierra es bueno. Aun nuestro Señor, cuando le dijeron “Maestro bueno” respondió, “¿Por qué me dices bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios (Mateo 19:16). Si el Señor no podía ser llamado bueno, ¿en dónde nos deja eso a nosotros?

La diferencia entre el hacer y el ser

Nosotros podemos ser buenos en lo que hacemos, o ser buenos comparados con otras personas, pero si leemos la Biblia, uno se puede descorazonar por la innata bondad de la humanidad. Claro, generalmente nosotros hacemos cosas buenas, pero desde la perspectiva del Señor (que es la única que cuenta), no es lo bueno que hacemos, sino que lo que cuenta son los motivos de nuestro corazón cuando lo hacemos.

La mejor sorpresa es que no hay ninguna sorpresa

Job, un hombre bienhechor, se sorprendió cuando supo que sus buenas obras no ayudaban a Dios, y que sus pecados no lo lastimaban tampoco (Job 35:6-8). Dios, Quien conocía todos los detalles de su vida antes de que usted naciera, no puede sorprenderse o decepcionarse por el comportamiento que usted tenga. Y puesto que usted no tiene nada que Él necesita, usted no puede ni ayudarlo ni lastimarlo para traer Su Reino. Él no le permite a usted ayudar, puesto que Él no tiene nada que ganar porque usted esté involucrado. Lo que Él hace es permitírselo para que usted pueda hacerlo.

La Reina y Yo

La Reina Ester nos brinda una ilustración clásica. Cuando fue obvio que ella rescataría al pueblo judío de los persas cuando arriesgó su propia vida, expresó temor y dudas. Su tío Mardoqueo dio la respuesta para todas las épocas cuando le advirtió, “Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos… ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (Ester 4:14).

Recordemos la parábola del fariseo y el cobrador de impuestos (el publicano). Uno llegó delante de Dios con el corazón lleno de orgullo, agradeciéndole a Dios de que no es un pecador, y jactándose sobre la manera como obedecía la ley. El otro es tan humilde y consciente de sus faltas que no puede siquiera alzar sus ojos. Él ora, “Señor ten piedad de mí, que soy un pecador”. El Señor lo deja muy en claro que fue este cobrador de impuestos el que fue justificado ante Dios, y no el fariseo.

¿Qué es lo bueno por hacer lo bueno?

Fácil, pero primero repasemos la respuesta equivocada de la pregunta. No para mejorar su posición con Dios. Eso es como una cachetada que se le da a Él. Una y otra vez la Biblia resalta este punto. Aquel Quien nunca pecó tenía que morir por nuestros pecados para que pudiéramos ser justos como Él es. Su muerte redimió nuestra vida, para que Dios pudiera recibirnos en Su presencia. Era la única manera de hacerlo. El intentar ganar nuestra entrada a la presencia de Dios es lo mismo que decir que Él no pudo terminar Su obra.

Entonces, ¿Cuál es la respuesta correcta?

¿Por qué queremos hacer lo bueno? Por gratitud. Cuando el motivo de nuestro corazón es el agradecimiento hacia Él, nuestros actos desinteresados de amor resplandecen como una luz brillante en un mundo oscuro y moribundo, y Él es glorificado. Es que no es lo que hacemos por Dios, sino lo que Él hace a través de nosotros lo que importa.

“Bueno” es un término que nos aplicamos a nosotros mismos sin siquiera considerar el punto de vista de Dios. Para obtener la versión pura del punto de vista de Dios, lea Romanos 3:9-20 (en realidad es una iluminación de Génesis 6:5).

¿Cuál es el punto?

El punto es el siguiente. Nosotros no sabemos si las cosas malas le suceden a la gente buena, porque no hay ninguna gente buena a quien preguntarle. (¡Quizás debemos empezar a preguntarnos por qué le suceden cosas buenas a la gente mala!) Usted podrá trabajar toda su vida para ser lo mejor que pueda ser. Usted puede esforzarse para vivir según los estándares que alguien más pone frente a usted. Estas son metas muy nobles, y muchas personas serán bendecidas por la bondad que usted les expresa. Pero nunca tenga la idea de que eso le hará lo suficientemente bueno para con Dios, porque cuando usted lo dice, el realidad lo que está diciendo es “No necesitabas morir por mí, yo puedo hacerlo a mi manera”.