Lunes 20 de febrero de 2023
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Cada vez que recibo varias preguntas sobre el mismo tópico en un período de pocos días, presumo que alguien me está tratando de dar el tema para el artículo semanal. Esto es especialmente cierto si no tiene relación con algo que escribí recientemente, como es el caso en esta semana.
Esta vez la pregunta se relacionaba con el punto de vista que algunas personas enseñan que Israel es la novia de Dios y la Iglesia es la novia de Cristo. En la Biblia, Dios generalmente describe nuestra relación con Él en términos de un matrimonio. Él hace esto para edificarnos y para ayudarnos a comprenderlo mejor. Por ejemplo, cuando Pablo dijo que quería presentarnos al Señor como una virgen pura (2 Corintios 11:2), él quería indicar que así como una virgen pura nunca ha sido profanada por tener relaciones sexuales antes de unirse a su esposo en matrimonio, él no quiere que nosotros nos profanemos con ninguna doctrina falsa o idolatría antes de ser presentados al Señor en el Rapto.
En cuanto a Israel, una de las descripciones más íntimas de lo que Dios sentía hacia Su pueblo la encontramos en Ezequiel 16.
La Novia De Dios
“Así ha dicho Jehová el Señor sobre Jerusalén: Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu padre fue amorreo, y tu madre hetea. Y en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas. No hubo ojo que se compadeciese de ti para hacerte algo de esto, teniendo de ti misericordia; sino que fuiste arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de tu vida, en el día que naciste” (Ezequiel 16:3-5).
Cuando Dios llamó a Abraham, Él estaba creando a los israelitas sacándolos del mundo gentil adorador de ídolos. Desde el principio el mundo parecía que estaba en desacuerdo con ellos.
“Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive! Te hice multiplicar como la hierba del campo; y creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa; tus pechos se habían formado, y tu pelo había crecido; pero estabas desnuda y descubierta.
Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez; y te di juramento y entré en pacto contigo, dice Jehová el Señor, y fuiste mía” (Ezequiel 16:6-8).
Este es una reminiscencia de la noche cuando Rut se dirigió a la era y le pidió a Booz que extendiera el borde de su capa sobre ella (Rut 3:9). Es una señal de promesa y de protección. Ustedes podrían decir que este fue el momento cuando Israel se convirtió en la novia de Dios.
“Te lavé con agua, y lavé tus sangres de encima de ti, y te ungí con aceite; y te vestí de bordado, te calcé de tejón, te ceñí de lino y te cubrí de seda. Te atavié con adornos, y puse brazaletes en tus brazos y collar a tu cuello. Puse joyas en tu nariz, y zarcillos en tus orejas, y una hermosa diadema en tu cabeza. Así fuiste adornada de oro y de plata, y tu vestido era de lino fino, seda y bordado; comiste flor de harina de trigo, miel y aceite; y fuiste hermoseada en extremo, prosperaste hasta llegar a reinar. Y salió tu renombre entre las naciones a causa de tu hermosura; porque era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti, dice Jehová el Señor” (Ezequiel 16:9-14).
Dios trató a Israel como un rey trata a su reina, bendiciéndola tan espléndidamente que el mundo nunca ha visto nada parecido. Pero como muestra el resto del capítulo, Israel le fue infiel y utilizó esas bendiciones para cortejar a las naciones vecinas con sus dioses paganos, inundándolas de los regalos que Dios le había dado para ganarse el favor de ellas. Finalmente, Dios tuvo ya demasiado.
“¡Adúltera! Él le gritó, Prefieres a los extraños, en vez de a tu marido. A todas las prostitutas se les paga; tú, en cambio, les pagas a tus amantes. Los sobornas para que vengan de todas partes a acostarse contigo. En tu prostitución has sido diferente de otras mujeres: como nadie se te ofrecía, tú pagabas en vez de que te pagaran a ti. ¡En eso sí eras diferente de las demás!” (Ezequiel 16:32-34 NVI).
En Su ira Dios entregó a Israel a las naciones para que fuera despojada y cortada en pedazos, pero le prometió que después de haber tratado con ella, “saciaré mi ira sobre ti, y se apartará de ti mi celo, y descansaré y no me enojaré más… Antes yo tendré memoria de mi pacto que concerté contigo en los días de tu juventud, y estableceré contigo un pacto sempiterno… sino por mi pacto que yo confirmaré contigo; y sabrás que yo soy Jehová” (Ezequiel 16:42, 60, 62).
Y así Israel pasó de ser una novia inocente a convertirse en una esposa adúltera. Cerca de 150 años antes que Ezequiel escribiera esto, el profeta Oseas había sido llamado para representar esta historia en su propia vida, una parábola de la vida real de la relación de Dios con Israel. Bajo la dirección de Dios Oseas contrajo matrimonio con una prostituta y cuando ella lo abandonó y regresó a su anterior profesión, Oseas les dio obsequios a sus amantes. Cuando ya ella no fue deseada más, fue enviada a una venta de esclavos, y Oseas la compró de vuelta y la trajo a casa. Es la historia de la rebelión y redención de Israel.
Al final de la Era, alguien como Oseas va a comprar a Israel de la esclavitud con Su propia sangre, que es el precio de la redención (Oseas y Yeshúa, el nombre del Señor en hebreo, ambos se derivan de la palabra yashá, que significa salvar.) Y de esta manera, la esposa adúltera será reconciliada con su esposo y él a su vez renovará Sus votos con ella. El Pacto Antiguo será reemplazado por el Pacto Sempiterno (Jeremías 31:31-32). Isaías lo describió para nosotros.
“En aquel tiempo el renuevo de Jehová será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel. Y acontecerá que el que quedare en Sion, y el que fuere dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos los que en Jerusalén estén registrados entre los vivientes, cuando el Señor lave las inmundicias de las hijas de Sion, y limpie la sangre de Jerusalén de en medio de ella, con espíritu de juicio y con espíritu de devastación. Y creará Jehová sobre toda la morada del monte de Sion, y sobre los lugares de sus convocaciones, nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche llamas; porque sobre toda gloria habrá un dosel, y habrá un abrigo para sombra contra el calor del día, para refugio y escondedero contra el turbión y contra el aguacero” (Isaías 4:2-6).
La palabra para renuevo (retoño) es tsémakj y se refiera al Mesías quien hizo posible la reconciliación. Con la maldición removida la tierra florecerá como nunca antes lo ha hecho. Después de los juicios de los tiempos finales a los que le sigue la Segunda Venida, solamente los creyentes permanecerán en la tierra y todas aquellas personas que sean dejadas en Jerusalén serán santas. La columna de nube en el día y de fuego en la noche nos recuerdan cuando el Señor protegió a los israelitas en el desierto (Éxodo 13:21). La palabra hebrea para dosel (toldo) es kjupá, el toldo nupcial y para abrigo (tabernáculo) sukka, que es la tienda enramada que cada israelita construye en la Fiesta de los Tabernáculos para conmemorar el tiempo que el Señor pasó con ellos en al desierto. Toda la creación se gozará ante esta tan esperada reconciliación.
“Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová, la hermosura del Dios nuestro” (Isaías 35:1-2). “Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso” (Isaías 55:12).
La Novia De Cristo
Durante el tiempo de rebelión de Israel, el Señor se volvió a los gentiles una vez más para tomar de entre ellos un pueblo para Su Nombre (Hechos 15:14) llamado la Iglesia. Él ama la Iglesia “y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:25-28).
Desde el comienzo el Señor determinó hacer todo lo necesario para que la posición exaltada de la Iglesia nunca se perdiera. Antes de que la Iglesia naciera, el Señor compiló una lista de cada uno de nuestros pecados y los llevó a la cruz con Él en donde Él los perdonó todos por adelantado (Colosenses 2:13-14). Esto le permitió a Él vernos siempre como si nunca hubiésemos pecado (2 Corintios 5:17), como si fuéramos tan justo como Él lo es (2 Corintios 5:21) habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados para perfeccionarnos para Él (Hebreos 10:12-14). Dios, rico en misericordia, nos dio vida con Cristo cuando aun nos encontrábamos muertos en nuestras transgresiones y nos ha sentado con Él en los lugares celestiales con Cristo (Efesios 2:4-6).
Habiendo preparado el camino, el Señor regresó a la casa de Su Padre para prepararnos un lugar, prometiéndonos regresar para llevarnos con Él a donde Él está (Juan 14:2-3). En un día que nadie ha podido predecir por adelantado, Él se encontrará con nosotros en las nubes y en un instante nos habremos ido, con nuestros viejos cuerpos infectados por el pecado reemplazados con cuerpos nuevos inmortales, especialmente diseñados para la vida eterna con Él. El lugar que nos está preparando será enorme y estará hecho de oro y de piedras preciosas, será tan radiante que su brillo alumbrará el mundo (Apocalipsis 21:24). Los reyes de la tierra traerán su esplendor a este lugar y nosotros tomaremos nuestros lugares en la Casa Real de Dios, el lugar en el que Él nos ha visto desde antes de la fundación del mundo.
¿De Qué Se Trata Todo Esto?
Por supuesto que toda esta terminología matrimonial es metafórica. Dios no contrae matrimonio con seres humanos en el sentido como nosotros vemos el matrimonio. ¿Y cómo es que Dios puede casarse con Israel y Jesús con la Iglesia cuando Dios y Jesús son uno y son el mismo Dios? Jesús es como Dios se ve cuando quiere tomar la apariencia de un cuerpo físico (Hebreos 1:3).
Yo creo que el sentido en el cual esteremos casados proviene de la cercanía que sentiremos, la intimidad que solamente puede lograrse a través de una relación de compromiso a largo plazo. Es realmente como cuando dos personas son una sola. Nuestros corazones estarán entretejidos. En nuestro presente estado caído esto es difícil de lograr aun dentro del matrimonio. Un sinnúmero de esposos y de esposas pueden hablar de la soledad que sienten porque en vez de crecer juntos, se han apartado el uno del otro.
Los nuevos creyentes generalmente experimentan una cercanía con el Señor como nunca antes la habían sentido con otro ser humano, y aquellas personas que ya no se conforman a este siglo y que son transformadas por medio de la renovación de su entendimiento (Romanos 12:2) pueden retener mucha de esa cercanía. Aun así llegamos a comprender cómo nuestra naturaleza pecaminosa nos previene de estar más cerca del Señor como quisiéramos estarlo.
Solamente podemos imaginar cómo se sentirá cuando esa barrera a la intimidad sea finalmente removida. Durante todo el calvario de la golpiza y crucifixión el único sufrimiento para el Señor, y que soportó en silencio, fue cuando tomó sobre Sí mismo todos nuestros pecados y el Padre tuvo que volver Su mirada hacia otro lado, ya que no podía verlo hecho pecado (Habacuc 1:13). Nosotros nunca hemos tenido esa clase de intimidad con el Padre, pero Jesús nunca había sido privado de ella y cuando lo fue le produjo tanto más dolor que lo que todo lo que ellos (nosotros) le hicimos. Pablo dijo que cuando esa barrera sea quitada entonces conoceremos como fuimos conocidos (1 Corintios 13:12), y Juan prometió que cuando el Señor aparezca seremos como Él porque lo podremos ver tal como Él es (1 Juan 3:2). Finalmente tendremos esa clase de intimidad con Él como tanto la hemos deseado.
La comparación de la esposa adúltera con la novia virgen está supuesta a simbolizar la diferencia entre la Ley y la Gracia. La primera muestra lo que podemos hacer de nosotros mismos, una esposa adúltera, y la última muestra lo que Dios puede hacer de nosotros, una novia virgen. Hablando de esto en Efesios 5:32 Pablo dijo que eso es un misterio profundo, y créanme, se quedó corto.
La verdad es que la Iglesia no se ha comportado mejor que Israel. Antes de que el Siglo I terminara, el Señor se quejaba ya del descuido,
“Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras” (Apocalipsis 2:4-5).
Y desde el Siglo IV hasta el XVI la Iglesia estaba peor que si estuviera muerta, ejerció el poder del mal en todo el mundo. Desde entonces ha habido varios reavivamientos, pero hoy día solamente un pequeño porcentaje de creyentes vueltos a nacer mantienen un punto de vista bíblico. Muchas de esas personas no pueden ser distinguidas del mundo incrédulo. A pesar de ello, debido a la gracia de Dios, Jesús continúa mirándonos como Su radiante novia, santa y sin mancha.
Al final de la era el Señor va a derramar Su Espíritu de Gracia sobre el pueblo de Israel como lo ha hecho con la Iglesia (Zacarías 12:10). Cuando se den cuenta que Jesús también murió por sus pecados, ellos también van a experimentar los inmensos beneficios de Su Gracia. La culpabilidad de la sangre que ellos han acarreado desde la crucifixión (Mateo 27:25) finalmente les será perdonada (Joel 3:21) y verdaderamente serán uno con el Señor.
Tanto Israel como la Iglesia tendrán una relación sorprendente e increíble con el Señor en la era venidera. Serán de una naturaleza diferente y estarán en diferentes lugares, por lo menos durante los primeros mil años, pero ninguno de los dos grupos envidiará al otro. La esposa adúltera será reconciliada con su esposo, sus pecados perdonados y olvidados, igual a como nosotros. La novia estará entre quienes se estarán regocijando, y ambas estarán mirando a Jesús con un agradecimiento que brota del corazón, al autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12:2). 24-07-10.