Una carta de Santiago. Parte 4

Miércoles 24 de mayo de 2023

Un estudio bíblico por Jack Kelley

Esta es la parte 4 de la serie “Una carta de Santiago”

Este estudio abarca el capítulo 4 de la carta de Santiago. Ustedes verán que él todavía tiene muchos buenos consejos para vivir una vida cristiana victoriosa en nuestros tiempos, y él nos los da en términos no inciertos. Ciertamente no para los débiles de corazón.

Sométanse a Dios

¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no vienen de sus pasiones, las cuales luchan dentro de ustedes mismos? Si ustedes desean algo, y no lo obtienen, entonces matan. Si arden de envidia y no consiguen lo que desean, entonces discuten y luchan. Pero no obtienen lo que desean, porque no piden; y cuando piden algo, no lo reciben porque lo piden con malas intenciones, para gastarlo en sus propios placeres. (Santiago 4:1-3).

Aquí Santiago usó un lenguaje fuerte. Sus palabras para guerras y peleas pueden significar cualquier cosa hasta las guerras entre las naciones. Su punto era que ya sea que fuese un asunto entre dos personas o dos países, la cosa empieza con los deseos de la carne. Una persona codicia lo que otra tiene, y en lugar de pedirle a Dios por eso, la persona “va a la guerra” contra la otra persona para obtener lo que desea. A pesar de que se lo pide a Dios la persona no recibe lo que codicia porque sus motivos no son puros. Solamente está buscando gratificar los deseos de la carne.

El Señor nos prometió vida abundante (Juan 10:10), y Él ama darles buenos regalos a Sus hijos (Mateo 7:11), pero eso no quiere decir que Él va a proveer todos los deseos egoístas de nuestra carne. Algunas cosas que queremos simplemente no son buenas para nosotros. Más bien nos alejan de Él en vez de acercarnos a él.

¡Ay, gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Todo aquel que quiera ser amigo del mundo, se declara enemigo de Dios. No crean que la Escritura dice en vano: Ardientemente nos desea el Espíritu que él ha hecho habitar en nosotros. Pero la gracia que él nos da es mayor. Por eso dice: Dios se opone a los soberbios, y da gracia a los humildes (Santiago 4:4-6).

Con el término “gente adúltera” Santiago estaba hablando de las personas cuya lealtad se encuentra dividida entre las cosas de Dios y las cosas de este mundo. Es como un hombre que tiene una esposa y una querida, no puede dedicarse completamente a ellas. Puesto de otra manera, Jesús dijo, “Nadie puede servir a dos señores(Mateo 6:24). Mientras más enamorados estemos de las cosas de este mundo, más difícil será poder servir al Señor.

A pesar de la promesa del Señor de una vida abundante, muchas personas creyentes se le adelantan e hipotecan su futuro por “las cosas más finas en la vida”. Después de todo, eso es lo que todos alrededor de ellas hacen. Y cuando las obtienen se enorgullecen de lo que han logrado por ellas mismas. Luego, después de unos años de estar efectuando pagos mensuales, se dan cuenta de que se han esclavizado en el estilo de vida que ellas mismas se han fabricado. Su deseo de vivir para el Señor puede ser real, pero su capacidad se ve reducida por las obligaciones que han adquirido en un esfuerzo para satisfacer los deseos de la carne.

Por eso es que Pablo nos alentó a presentar nuestros cuerpos como sacrificios vivos al Señor, para ser usados para Su gloria. Él nos advirtió de no conformarnos a este mundo, lo cual es la satisfacción de los deseos de la carne, sino ser transformados por la renovación de nuestra mente (Romanos 12:1-2). Él quería que nosotros evitáramos esa lealtad dividida de la que Jesús y Santiago hablaron en contra.

Mientras tanto, Dios anhela por el Espíritu que él hizo que habitara en nosotros, que el mismo se manifieste en nuestra vida. Él nos da más gracia, esperando que nosotros nos humillemos y lo proclamemos ser Señor en nuestra vida para que Él pueda mostrarnos Su favor al ayudarnos a ser liberados de la situación que nos hemos producido. Él sabe que no son las cosas de este mundo, sino Su bendición lo que nos hace ricos, y Él no le agrega ninguna tristeza a eso (Proverbios 10:22). No hay pagos mensuales que hacer asociados con las bendiciones del Señor.

Por lo tanto, sométanse a Dios; opongan resistencia al diablo, y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Límpiense las manos, pecadores! Y ustedes, los pusilánimes, ¡purifiquen su corazón! ¡Lloren, aflíjanse, hagan lamentos! ¡Conviertan su risa en llanto, y su alegría en tristeza! ¡Humíllense ante el Señor, y él los exaltará! (Santiago 4:7-10).

Cuando nos sometemos a Dios y resistimos las manipulaciones del diablo en nuestros deseos mundanos, él huirá de nosotros. No importa cuándo es que sucede en nuestra vida, pero cuando nos acercamos a Dios, Él se acercará a nosotros. Empezaremos a ver lo pequeño que es el valor de nuestra vida al compararla con Aquel que nos la dio. Lavaremos nuestras manos de estar persiguiendo los deseos mundanos y purificaremos nuestros corazones de los intentos de doble ánimo (de ser pusilánimes) que sirven a dos amos. Nos daremos cuenta que las cosas que una vez nos dieron tanto orgullo y auto satisfacción, solamente nos han cegado para ver lo que es verdaderamente importante. Entonces nos humillaremos ante el Señor y Él nos levantará.

En mi propia experiencia yo puedo decirles que nunca es tarde para que ustedes hagan eso. Así que no se lamenten por el hecho de que han perdido mucho tiempo en la vida de ustedes persiguiendo los placeres falsos, sino regocíjense en el hecho de que el Señor puede tomar lo que queda y utilizarlo para hacer cosas maravillosas. Recuerden, Él ha estado celosamente anhelando la oportunidad para hacerlo (Santiago 4:5). Todo lo que usted tiene que hacer es ofrecérselo a él.

Hermanos, no hablen mal los unos de los otros. El que habla mal del hermano y lo juzga, habla mal de la ley y juzga a la ley. Y si tú juzgas a la ley, te eriges en juez de la ley, y no en alguien que debe cumplirla. La ley la ha dado Uno solo, el cual tiene poder para salvar y destruir. Pero tú, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo? (Santiago 4:11-12).

Es popular en estos días buscar la evidencia de una vida piadosa en Dios en otras personas creyentes. A eso le llamamos ser un inspector de frutas, pero realmente es una forma más aceptable para describir el hecho de que estamos juzgando a las personas. Jesús nos dijo de no hacerlo (Mateo 7:1-5). Pablo nos dijo de no hacerlo (1 Corintios 4:5). Y sin embargo, lo seguimos haciendo igual.

Jactándose sobre el día de mañana

Ahora escuchen con cuidado, ustedes los que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, y estaremos allá un año, y haremos negocios, y ganaremos dinero.» ¡Si ni siquiera saben cómo será el día de mañana! ¿Y qué es la vida de ustedes? Es como la neblina, que en un momento aparece, y luego se evapora. Lo que deben decir es: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.» Pero ustedes se jactan con arrogancia, y toda jactancia de este tipo es mala. El que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, comete pecado (Santiago 4:13-17).

Muchas personas creyentes rutinariamente hacen planes para el futuro sin saber si van a vivir lo suficiente para cumplirlos. Es una indicación de que están enfocadas en los deseos de la carne, y no son guiadas por el Espíritu.

Al obligarse a cumplir esos planes para el futuro, esas personas están demasiado ocupadas para hacer las buenas obras que podrían llevar a cabo cada día. Si están apuradas para llegar al trabajo a tiempo, ¿qué podrían hacer cuando el Espíritu Santo las provoque a detenerse y ayudar a alguna persona necesitada? Tienen que ignorarlo a Él. Desde una perspectiva eterna, ¿no es eso poner las cosas al revés? ¿Va el Señor a elogiar a esas personas por estar enfocadas en el éxito mundano, o son las pequeñas cosas que pueden hacer para Él cada día de mayor valor para el Reino?

Esas personas dicen que tienen que cumplir con sus responsabilidades del trabajo y de la familia, pero Dios ha prometido llenar todas las necesidades a quienes primero buscan Su reino y Su justicia (Mateo 6:31-33). ¿Confían en Él o en ellas mismas? Las personas que no dejan suficiente espacio en su día para responder a la provocación del Espíritu Santo están diciendo que las cosas de este mundo son más importantes para ellas que las cosas del próximo.

Vivir por fe es tal cambio de paradigma en la manera del mundo que muchas personas creyentes ni siquiera pueden imaginar cómo sería, menos aún tratar de entender cómo hacerlo. Cualquier pensamiento que tengan de servir al Señor es relegado a la categoría de “algún día” mientras las exigencias auto producidas de su vida mundana llenan sus mentes conscientes hoy día. Mientras tanto, el Señor aguarda pacientemente para que se den cuenta de que nada en lo que trabajan tan arduamente les producirá la satisfacción que buscan.

Cuando finalmente se vuelven a Él, se dan cuenta de que Él felizmente acepta cualquier poquito de tiempo que les sobra para ofrecérselo a Él, y las ayudará a encontrar más conforme aumenta el deseo de su corazón de servirlo a Él. Y ciertamente aumentará, porque no existe mayor sentido de satisfacción que el que proviene demostrando el amor del Señor en los actos simples de amabilidad hacia los demás.

Cualquier persona puede empezar con sólo resolver dándole a cualquiera que le pida (Lucas 6:30). El Señor no nos dijo de evaluar si creemos que el mendigo que nos pide algo lo merece. Él dijo, “alimenten al hambriento.” Pensar si lo estamos “haciendo más vago” es solamente una excusa para no ayudar. Lo que la persona haga con el dinero que le damos es entre ella y el Señor. Nuestro propósito en dar es demostrar nuestra gratitud por el amor que el Señor nos ha expresado. Con eso como nuestro motivo, recuperaremos el dinero de todas maneras (Lucas 6:38).

Concluyendo

Santiago no escatimó sus palabras, y yo tampoco. Si usted es una de esas pocas personas cristianas a quienes todo esto no se aplica, entonces siéntase en libertad de ignorar todo lo que he dicho. Pero las encuestas han mostrado constantemente que más del 90% de las personas cristianas hoy día viven de esa manera, con la excepción de unas pocas horas los domingos por la mañana, y su comportamiento no se diferencia de el de sus vecinos incrédulos. Es ese grupo el que necesita escuchar y tomarlo de corazón. Su tiempo en la Tierra está rápidamente llegando a su fin. Lo que usted vaya a hacer para expresar su agradecimiento por el regalo gratuito de la vida eterna que ha recibido, es ahora. Nos vemos la próxima vez. 12/07/15