Una nueva raza humana… Un comentario a la carta a los Efesios Parte 5

Lunes 5 de octubre de 2020

Renuévense en el espíritu de su mente (Efesios 4:23).

Como Pablo explicó anteriormente en esta carta, nosotros, como creyentes, somos herederos del universo, tan abrumadoramente amados por nuestro Creador que hemos sido espléndidamente colmados de toda clase de regalos y de bendiciones, elevados y sentados en los lugares celestiales al lado de nuestro Redentor. No es que lo seremos, sino que ya lo somos. Ahora Pablo nos amonesta para que actuemos como si en verdad creemos eso. Habiendo aconsejado a la Iglesia sobre el comportamiento apropiado hacia Dios y hacia los demás creyentes, ahora Pablo se vuelve a las relaciones familiares.

Cultiven entre ustedes la mutua sumisión, en el temor de Dios. Ustedes, las casadas, honren a sus propios esposos, como honran al Señor; porque el esposo es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así como la iglesia honra a Cristo, así también las casadas deben honrar a sus esposos en todo.

Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla. Él la purificó en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa, santa e intachable, sin mancha ni arruga ni nada semejante. Así también los esposos deben amar a sus esposas como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa, se ama a sí mismo. Nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como lo hace Cristo con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán un solo ser.

Grande es este misterio; pero yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo; y ustedes, las esposas, honren a sus esposos.” (Efesios 5:21-33).

La relación marital está diseñada como un paralelo entre nuestro Señor y Su Iglesia. Aun cuando Él es Señor de todo, con un poder y autoridad que es superior a cualquier título que se pueda otorgar (Efesios 1:21), Su amor por la Iglesia es el epítome del auto sacrificio. Debido a ello la Iglesia nunca siente ningún temor ni incertidumbre por estar sometida a Él, y de manera deseosa sigue a dónde Él la dirige.

¿Cuáles son las características que definen este amor? Es obvio que la Iglesia ha sido Su deseo consumidor. Él vivió para que ella pudiera existir y ser apartada. Él anhela que ella sepa cuánto la ha amado. Su misma palabra y acción le ha dado honor y le ha expresado Su devoción. Él se ha dedicado a Sí mismo a ella y ha cubierto todas sus imperfecciones con Su amor. Y, finalmente, Él entregó Su vida por ella.

Es a este punto que un esposo es llamado a amar a su esposa, sin importar sus méritos. Y de su parte, podemos sugerir que cualquier mujer se sentiría confortable al colocarse en una posición de sometimiento al hombre que la ama de esa misma manera, especialmente ya que es una sumisión voluntaria con el propósito de complacer al Señor. Ni siguiera se hace una pequeña sugerencia de inigualdad en este pasaje, y de hecho, el Nuevo Testamento como un todo es uno de los documentos más liberadores para las mujeres que jamás se hayan escrito.

Efesios Capítulo 6

Hijos, obedezcan a sus padres en el nombre del Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y tengas una larga vida sobre la tierra. Ustedes, los padres, no exasperen a sus hijos, sino edúquenlos en la disciplina y la instrucción del Señor.” (Efesios 6:1-4).

Una de las condiciones para la paz y la prosperidad en la Tierra Prometida era que los hijos respetaran a sus padres (Éxodo 20:12). El Señor quería el nivel de respeto como el que los hijos respetaban a sus padres, fuera igual al que Él ordenó a los padres para que lo respetaran a Él. Una indicación de lo serio que Él tomaba eso se encuentra en el hecho de que la rebelión habitual en contra de la autoridad paterna se consideraba como una ofensa capital en Israel (Deuteronomio 21:18-21).

Los padres del Nuevo Testamento son especialmente advertidos en la crianza de sus hijos. Con su tamaño superior y mayor fuerza, un papá puede intimidar a sus hijos, imponer reglas arbitrarias y una disciplina inconsistente, y en otras maneras, provocar la ira y la frustración en sus hijos. (¿Le gustaría usted que alguien que mida cuatro metros de alto lo esté mangoneando?) Existen estudios que muestran que cuando maduran, los hijos generalmente adoptan el punto de vista de Dios que más se aproxima a la experiencia con sus papás. A los padres se les amonesta que cultiven el desarrollo mental, espiritual, emocional y físico de sus hijos. Entre amar a sus esposas y cultivar a sus hijos, a los hombres se les ha dado la tremenda responsabilidad de emular al mismo Señor Jesús en sus familias.

Ustedes, los siervos, obedezcan a sus amos terrenales con temor y temblor, y con sencillez de corazón, como obedecen a Cristo. No actúen así sólo cuando los estén mirando, como los que quieren agradar a la gente, sino como siervos de Cristo que de corazón hacen la voluntad de Dios. Cuando sirvan, háganlo de buena gana, como quien sirve al Señor y no a la gente, sabiendo que cada uno de nosotros, sea siervo o libre, recibirá del Señor según lo que haya hecho.

Ustedes, los amos, hagan lo mismo con sus siervos. Ya no los amenacen. Como saben, el Señor de ellos y de ustedes está en los cielos, y él no hace distinción entre las personas.” (Efesios 6:5-9).

Los esclavos hebreos anteriormente eran hombres libres que se habían convertido en esclavos ligados por contrato, para trabajar y pagar una o varias deudas, ya que no había ningún otro remedio para hacerle frente a un endeudamiento grande. Cada siete años en Israel todos los esclavos judíos tenían que ser liberados, sus deudas canceladas y se les otorgaba una pequeña parcela de tierra para ayudarlos a empezar de nuevo (Deuteronomio 15:12-18). Como lo indica esta Escritura, un esclavo judío podía quedar ligado a la casa de su amo al final de su servicio, y convertirse por el resto de su vida en un esclavo voluntario; pero en las sociedades griega y romana, una esclavitud de por vida no estaba fuera de lo común. Y puesto que ningún ciudadano respetuoso, tanto griego como romano, en realidad trabajaba, algunas comunidades incluían tantos esclavos como personas libres. Generalmente procedían de los rangos de los ejércitos que habían sido derrotados o de la población de las ciudades que fracasaron en resistir los ataques enemigos.

Sin importar cómo se convirtieron en esclavos, Pablo los amonesta para que trabajen como si fuera para el Señor, y que miraran a Él para su recompensa. Los amos eran advertidos de que ellos también tenían un Amo, Aquel que está en el cielo y que no les mostraría ningún favoritismo si maltrataban a alguna persona que estuviera bajo su autoridad.

Pero a menos que usted crea que esta sección ya no se aplica, muchos de nosotros somos como aquellos descritos como esclavos en tiempos de Pablo. La mayor diferencia es que nosotros pensamos que somos libres. Si usted es un ciudadano típico, cada año usted trabaja para pagar sus impuestos, la hipoteca de su casa, el préstamo de su automóvil, las tarjetas de crédito y otras deudas de consumo, todo lo cual se lleva más de la mitad de sus ingresos, y otros gastos acumulados se llevan la mitad de lo que a usted le quedó. Así que en realidad usted cuenta con solamente un 20% de sus supuestos ingresos para pagar sus gastos para vivir. Muchas personas no podrían sobrevivir más de unas pocas semanas si su salario fuera suspendido. Así que no se engañe, estamos tan esclavizados como nuestros antepasados. Para hacer que el pasaje anterior sea más real para usted, solamente sustituya la palabra empleado por la de esclavo, y empleador por amo.

Por lo demás, hermanos míos, manténganse firmes en el Señor y en el poder de su fuerza. Revístanse de toda la armadura de Dios, para que puedan hacer frente a las asechanzas del diablo. La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes!” (Efesios 6:10-12).

Habiendo iniciado con el punto de vista que nuestras bendiciones se extienden más allá del mundo físico y se adentran en el ámbito espiritual, Pablo termina con una advertencia de que nuestros enemigos vienen de allí también. Siendo su poder mucho mayor que el nuestro, nuestra única defensa en contra de ellos es espiritual. Este pasaje nos recuerda al joven David que se veía tan ridículo vistiendo la armadura humana de Saúl (1 Samuel 17:38-39). Si él hubiera salido a encontrarse con Goliat vistiendo ese traje, seguramente habría sido derrotado rápidamente. Pero al vestirse con la armadura invisible de Dios, David salió victorioso.

Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios para que, cuando llegue el día malo, puedan resistir hasta el fin y permanecer firmes. Por tanto, manténganse firmes y fajados con el cinturón de la verdad, revestidos con la coraza de justicia, y con los pies calzados con la disposición de predicar el evangelio de la paz. Además de todo esto, protéjanse con el escudo de la fe, para que puedan apagar todas las flechas incendiarias del maligno. Cúbranse con el casco de la salvación, y esgriman la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Oren en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y manténganse atentos, siempre orando por todos los santos. Oren también por mí, para que cuando hable me sea dado el don de la palabra y dé a conocer sin temor el misterio del evangelio, del cual soy embajador en cadenas. Oren para que lo proclame sin ningún temor, que es como debo hacerlo.” (Efesios 6:13-20).

Aquí podemos ver a Pablo con un soldado romano a la vista, comparando su armadura hecha por el hombre con nuestra protección espiritual. Siendo preciosos para Dios, nosotros somos un blanco deseable para el enemigo. Y así como ningún soldado sale a la guerra si no va totalmente equipado, también nosotros debemos asegurarnos de estar debidamente protegidos. Rodeados de la verdad, vestidos en justicia, armados con Su Palabra, y protegidos por nuestra fe y el conocimiento de nuestra salvación, es como que estamos portando el arma última, que son nuestras oraciones en el espíritu.

Dios le había prometido a David el Reino de Israel. Goliat había ofendido públicamente al Dios de David. Convencido que Dios no podía mentir, David concluyó que no podía morir sin que antes las promesas de Dios se cumplieran en él, y puesto que alguien debía detener a Goliat, quién mejor que aquel que no podía perder. La posibilidad de una derrota nunca pasó por la mente de David y así fue como corrió al campo de batalla. El tamaño de Goliat no era importante, Dios era más grande. David rehusó ser intimidado y en el primer disparo derribó al gigante.

A usted también se le ha prometido un Reino, y el enemigo que se burla de usted ciertamente ha ofendido a su Señor. Si usted cree que Dios no puede mentir, entonces sabe que el diablo no puede derrotarle. Vistiendo toda la armadura de Dios, usted corre al campo de batalla sin siquiera considerar la posibilidad de perder. El tamaño del enemigo no tiene importancia, Dios es más grande. Sométanse, pues, a Dios; resistan al diablo, y este huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes (Santiago 4:7-8). Rehúse ser intimidado y sus oraciones guiadas por el Espíritu, derrotarán a su enemigo.

Nuestro querido hermano Tíquico, que es un fiel ministro en el Señor, habrá de comentarles todo acerca de mis actividades, para que también ustedes estén al tanto de todo. Lo envío a ustedes precisamente para que sepan todo lo referente a nosotros, y para que de esa manera sus corazones reciban consuelo. Que Dios el Padre y el Señor Jesucristo concedan a los hermanos paz, amor y fe. Que la gracia sea con todos los que, con amor inalterable, aman a nuestro Señor Jesucristo. Amén.” (Efesios 6:21-24).