Yo soy el Señor tu sanador

Lunes 13 de septiembre de 2021

Un estudio bíblico por Jack Kelley

Hay tantas personas que piden ser sanadas ya sea por el Internet, en los estudios bíblicos, por teléfono, o personalmente. ¿El Señor sana a las personas hoy día? ¿Podemos pedirle que nos sane? ¿Debemos hacerlo? Él les prometió a los israelitas que si le obedecían Él los protegería de las enfermedades con las que había afligido a los egipcios (Éxodo 15:26), ¿pero, y nosotros?

¿Qué dice la Biblia?

Sobre el Mesías, Isaías profetizó, “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Pero él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:4-5).

La palabra “enfermedades” también abarca “dolencias” físicas, “dolores” son tanto físicos como mentales, y “curados” significa eso, sanados. De hecho la misma palabra hebrea se utiliza en Éxodo (Yo soy el señor tu sanador) en donde el contexto también indica la curación física. Estas palabras, claramente y sin condición alguna, o duda, se refieren a la curación de la angustia física y mental asociada con la enfermedad y las heridas, y están incluidas en la Misión del Mesías. Su muerte hizo nuestra curación posible.

Si se elimina todo lo que está duplicado en los Evangelios, queda un total de 21 milagros personales de curaciones. Y esa no es ninguna coincidencia; siete es el número de la totalidad divina y tres es el número de la Trinidad. Estos veintiún milagros nos fueron dados para mostrarnos que sí podemos ser sanados. Además una versión de la frase “tu fe te ha sanado” aparece siete veces al describir el milagro de la curación. Nosotros debemos pedir para ser sanados y esperar un resultado positivo.

Pablo enseñó que el Espíritu Santo confiere a algunos creyentes el don de sanidad (1 Corintios 12:8). Al leer el Libro de los Hechos de los Apóstoles queda claro que los primeros creyentes vieron a la gente ser sanada y esperaban la sanidad cuando la pedían, y de la historia de la iglesia podemos ver que la creencia de que Dios respondía las oraciones de curación se tomaba por sentada. Grupos de creyentes se reunían y oraban por sanidad tal y como Santiago los amonestó que hicieran (Santiago 5:14-15).

¿Qué sucedió?

Es cuando los teólogos empezaron a “espiritualizar” las promesas de la Biblia que las personas dejaron de creerlas. “Jesús en realidad no alimentó a 5.000 personas” explicaron, “es que Él era un orador tan cautivador que a la gente se le olvidó que tenía hambre”. Y al tomar un significado oscuro del uso de la palabra griega para sanar en donde el autor obviamente estaba haciendo una analogía, han reinterpretado docenas de otros claros pasajes para que signifiquen una sanidad espiritual en vez de una física (Hebreos 12:13). Esto por supuesto es una vulgar violación de las reglas de interpretación. Siempre se utilizan los pasajes que son claros para interpretar los que son oscuros, y no al contrario. Pero solamente en el siglo pasado, estos teólogos han persuadido a varias generaciones de creyentes que la Biblia no es más que una colección de alegorías y que no es una fuente confiable de la verdad, por lo que no se le debe tomar en serio, y ciertamente no en donde se refiere a la sanidad.

Tu fe te ha sanado

La Biblia nos dice que la fe es por el oír, pero nosotros decimos que “ver es creer”. Sin importar lo que leen en las Escrituras, ya que no son muchos los cristianos que creen en la sanidad y por lo tanto no pueden ver a ninguna persona siendo sanada, es difícil para ellos creer que Dios lo puede hacer. Pero aun si solamente una persona ha sido sanada sobrenaturalmente, quiere decir que el don de sanidad está disponible ahora, y de hecho muchos creyentes han sido sanados sobrenaturalmente, o han visto a otros que lo han sido, y aun han sido usados por el Señor para sanar a otras personas. Eso hace que los pasajes de la Biblia sean indiscutibles. ¡Él es el Señor que te sana!

Existen cuatro niveles de sanidad y los vamos a enumerar en orden inverso en valor. El primero es la curación médica sin necesidad de la oración. Es la menos deseable debido al peligro que involucra la dependencia de la medicina moderna en las drogas y en el conocimiento humano. El siguiente es la curación médica con oración. Es mejor porque por medio de la oración no solamente nos pegamos al lado espiritual de la sanidad, sino que también invocamos la ayuda del Señor para que guíe las acciones del doctor e influencie sus decisiones. El tercero es la oración sin la ayuda médica, dependiendo totalmente del Señor. Para aquellas personas cuya fe es lo suficientemente fuerte, esta es una experiencia asombrosa.

Pero el cuarto nivel, que es el más perfecto, siempre es la muerte, porque para el creyente la muerte produce una nueva vida, una vida sin tristezas, ni llanto, ni dolor, una vida en la presencia del Señor. Pero por favor entiendan esto, no estamos a favor de ningún tipo de muerte acelerada, como el suicidio o la eutanasia, pero si el Señor elige sanar a alguien y llevarse a esa persona al cielo, en donde Su promesa del gozo y felicidad eterna pueden empezar para ellas, ¿quién puede culpar eso?

¿Cómo es el Cielo?

De nuevo, en vista de que hemos sido enseñados a no esperar un cielo literal y por consiguiente conocemos muy poco sobre él, es difícil para nosotros ver a alguien yendo allí como victorioso. De hecho, muchas personas que oran por sanidad sienten que han fracasado cuando un ser querido muere. Estamos tan arraigados en nuestros pensamientos sobre las maneras de este mundo que sabemos tan poco del próximo, así que siempre veremos como una terrible tragedia la abrupta, y especialmente prematura, partida de la vida, cuando de hecho, para el creyente esta es la curación última.

En Apocalipsis se nos dice que llegará un tiempo sobre la tierra cuando los vivos envidiarán a los muertos (Apocalipsis 9:6), porque para ellos, la vida en la tierra se habrá vuelto insoportable. Pero eso nos demuestra lo poco que sabemos sobre estas cosas. Es solamente después que la vida se vuelve intolerable que consideramos la muerte como una alternativa. Si supiéramos lo que el Señor tiene guardado para aquellas personas que lo aman, entonces quisiéramos llegar allí lo más pronto posible.

Isaías entendió esto. “Perece el justo, y no hay quien piense en ello; y los piadosos mueren, y no hay quien entienda que de delante de la aflicción es quitado el justo. Entrará en la paz; descansarán en sus lechos todos los que andan delante de Dios” (Isaías 57:1-2).

Para muchas personas la vida es relativamente placentera y al no entender la alternativa, no pueden imaginar cómo es que hay algo más que pueda ser mejor. Pero como Pablo le dijo a la iglesia en Corinto, “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” (1 Corintios 2:9). Como no se nos enseña a pensar en eso, no lo pensamos. Pero la siguiente frase de Pablo dice, “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” (1 Corintios 2:10). Entonces, pídale a Él para que usted pueda tener un vistazo de lo que el Señor le tiene guardado. ¡No se lo puede imaginar!

¿Cuál es el punto?

Con todo eso, sin embargo, la Biblia claramente nos ordena que pidamos la sanidad y que esperemos ser sanados de nuestra angustia física y mental. Pero nunca nos promete la inmortalidad. (Siempre sonreímos cuando los negadores señalan la muerte de creyente como prueba de que Dios no responde las oraciones de sanidad.) Una de las condiciones de la vida como la conocemos, es que es temporal. La primera muerte, la muerte del cuerpo, está asegurada para todas las personas excepto para aquellas que son creyentes y que estén vivas en el momento del Rapto de la Iglesia. Nosotros hemos sido privados de los detalles relacionados con el lapso de tiempo de nuestra vida terrenal, pero sí se nos dice que dentro de ese lapso de tiempo, si sufrimos enfermedades debemos reunir a otros creyentes a nuestro alrededor, confesar nuestros pecados, y pedir la sanidad. Y nuestras oraciones ofrecidas en fe nos curarán, porque “la oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:15-16). Quizás aun seremos bendecidos lo suficiente como para recibir la curación perfecta. Selah.