El amor del Padre vs. el arrepentimiento de los pecados

Q

Miércoles 2 de junio de 2021

P: Yo he creído en Jesucristo durante muchos años. En todos mis años de fe, he estado bajo la enseñanza de nuestra posición en Cristo y el favor del Padre que se deleita en quienes creen, y he estado bajo la enseñanza de que el Padre no mira favorablemente a nuestros pecados personales (no el pecado), como el orgullo personal, el temor de los hombres, la independencia, etc. Que el Padre no le guiña el ojo a nuestros pecados. También he leído que mientras más cerca un creyente está del Padre, con mayor claridad mira los pecados de su vida.

Yo me inclino a vivir bajo el arrepentimiento de los pecados (probablemente por toda esa prédica de infierno-fuego-y-azufre de mi juventud), pero también me atrae realizar cuánto es que el Padre me ama y me adora como Su hijo. ¿Cómo es que una persona creyente sostiene esas dos prácticas (vivir dentro de nuestra posición victoriosa en Cristo vs. vivir en arrepentimiento de los pecados) en tirantez?

A

R: A través del Antiguo Testamento podemos ver cómo se dolía Dios al tener que juzgar a Su pueblo pos sus pecados, tanto nacionales como personales. Pero Su justicia exigía el pago por los pecados sin el cual Su amor estaba restringido.

En la cruz todo eso cambió. Pablo escribió,

Porque al Padre le agradó que en él (Jesús) habitara toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz (Colosenses 1:19-20).

Desde la cruz, en el momento en que los confesamos nuestros pecados son perdonados y quedamos limpios de toda injusticia (1 Juan 1:9). Podemos entrar confiadamente a Su presencia (Efesios 3:12) y llamarlo a Él por Su nombre más íntimo, Abba (Romanos 8:15). A los ojos de Dios somos una nueva creación, tan justos como Él es (2 Corintios 5:17-21).

Él no se hace de la vista gorda ante nuestros pecados, pero tampoco nos los atribuye a nosotros. Para Él los mismos son una manifestación de la naturaleza pecaminosa que habita en nosotros (Romanos 7:18-20) pero solamente hasta que lo que ya es cierto en la eternidad se manifieste en el tiempo (Efesios 2:6-7). Por consiguiente, nada puede separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús (Romanos 8:39).

Nuestro comportamiento debe reflejar nuestro agradecimiento por la paz que tenemos con nuestro Creador, y cuando pecamos debemos recordar que tan pronto como los confesamos seremos perdonados, y esos pecados serán olvidados, y la relación restablecida.