Martes 1 de octubre de 2024
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Martes 1 de octubre de 2024
P: En más de una ocasión, por más de un ministro lleno del espíritu, he escuchado la enseñanza que si nosotros como personas cristianas no damos el 10% de lo que ganamos a la Iglesia, entonces estamos ‘robándole a Dios’. La única escritura que ofrecen para respaldar esa afirmación es Malaquías 3 en donde los sacerdotes realmente estaban robándose los diezmos para usarlos ellos mismos. Yo he rechazado totalmente esa enseñanza con mi comentario, “¿Usted está diciendo que el sacrificio de Jesús no fue suficiente y que tenemos que comprar nuestra entrada al cielo?”
R: El diezmo y la salvación no están conectados. No importa lo mucho que usted de, usted no puede comprar su entrada en el cielo, como tampoco es el diezmar presentado de esa forma en la Biblia.
A mí me parece claro que cuando Dios les dijo a los israelitas que le estaban robando al no traer todo el diezmo a los fondos del Templo, eso es exactamente lo que quiso decir (Malaquías 3:8-10). No era que los sacerdotes se estaban robando los diezmos, era que la gente no los traía. El diezmo era requerido por ley y el no hacerlo hacía que la gente violara la ley, y en efecto le estaba robando a Dios.
Pero los pastores que citan hoy día Malaquías 3:8-10 en un esfuerzo para obtener más dinero de sus congregaciones, están empleando mal el pasaje. En el Antiguo Testamento la gente diezmaba en obediencia, pero en el Nuevo Testamento lo hacemos en agradecimiento.
Pablo dijo que el que siembra escasamente segará escasamente y el que siembra abundantemente también segará en abundancia, pero nosotros somos los que decidimos de corazón qué es lo que damos, y no a regañadientes o bajo coacción, porque Dios ama al dador alegre (2 Corintios 9:6-7). Jesús dijo que con la medida con la que damos para la necesidad de otras personas así mismo seremos medidos (Lucas 6:38). En otras palabras, nuestra generosidad hacia otras personas determinará Su generosidad hacia nosotros.
Nosotros no estamos bajo la Ley sino bajo la Gracia. Ningún otro grupo en la historia de la humanidad ha sido, o será, tan bendecido como lo somos nosotros, y nuestra generosidad es una de las maneras como podemos expresar nuestra gratitud por eso.