Martes 26 de octubre de 2021
P: Soy creyente en Cristo y que Él fue resucitado de los muertos por mis pecados. Sin embargo, todavía peco, y aún he blasfemado el nombre de Dios en algunas ocasiones cuando me frustro por un largo día de trabajo, o por responsabilidades, etc. Yo sé que no puedo perder mi salvación, pero ¿cómo puede una persona creyente hacer cosas como esas y cómo puedo dejar de hacerlas? Me pongo tan furioso conmigo mismo cuando lo hago, pero todavía lo hago.
R: Deje de estar castigándose a usted mismo. Todos pecamos, y todos cometemos el mismo pecado una y otra vez. Aún el grandioso Pablo tuvo ese problema. “Porque tengo el deseo de hacer el bien, pero no puedo hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:18-19).
La culpa que usted obviamente siente es del diablo que está tratando de robarle su gozo. Parece que esto es contra-intuitivo, pero la mejor forma de eliminar un pecado recurrente es no darle tanta importancia. El diablo explota eso al amontonarlo sobre su culpa, lo cual realmente produce el efecto de hacer que una ofensa repetitiva se siga haciendo.
Cuando usted peque, confiéselo y reciba el perdón (1 Juan 1:9). Para Dios, eso es el final del asunto y Él olvida que eso jamás sucedió. Usted haga lo mismo. Repita el versículo de Santiago 4:7, Sométanse, pues, a Dios; resistan al diablo, y este huirá de ustedes. La culpa no proviene de Dios. Usted resiste el diablo al mirar la culpa tal y como es, que es su esfuerzo para producir una separación entre usted y Dios, y la rechaza.
Muy pronto usted se dará cuenta de que ya no lo está haciendo y habrá privado al diablo de un punto débil qué probar.