Miércoles 26 de mayo de 2021
P: Como siempre, hago eco de las gracias de incontables personas que son bendecidas por el Señor a través de su fiel servicio a Él. Tengo una pregunta que he estado pensando por algún tiempo, y busco la sabiduría de Dios para la misma a través de usted. Pienso si es posible anhelar demasiado el rapto y la liberación de este pequeño momento de nuestra existencia eterna.
Yo sé que en dónde está nuestro tesoro, allí está nuestro corazón. También sé que nuestra prioridad eterna con Dios nos dará una corona cuando llegue el momento. Me preocupa que por estar esperando el Rapto de la manera como lo estoy haciendo, esté descuidando lecciones aprendidas o responsabilidades que deben ser cumplidas durante esta vida terrenal. Todavía estoy sirviendo en el ministerio en el que Dios me puso, todavía estoy trabajando en mi empleo, y todavía estoy pagando mis cuentas, todavía estoy practicando el acto de ser humano, pero me encuentro anhelando profundamente, esperando, y anticipando el rapto, esperándolo más que cualquier otra cosa que mis días puedan ofrecerme. ¿Hay algo malo en eso, puede uno ser tan intenso en el futuro celestial como para descuidar lo presente?
R: No hay nada malo con su actitud. De hecho esa debe ser la manera cómo cada persona creyente debería sentirse. La Biblia es clara al decir que nadie puede amar las cosas de este mundo y al Señor al mismo tiempo. Jesús dijo que en dónde se encuentra su tesoro allí estará su corazón porque nadie puede servir a dos señores (Mateo 7;21, 24) Él también dijo que es malo aún poner nuestro amor por nuestra familia por encima de Él (Mateo 10:37). Y Juan nos advirtió de no amar el mundo ni las cosas que hay en él (1 Juan 2:15).
El campo medio entre los mundos cristiano y secular ha desaparecido. Las personas que tienen un pie en el Reino y el otro en el mundo se verán obligadas a tomar decisiones difíciles sobre a cuál de los dos saltarán.
Y estas cosas no fueron escritas solamente para nosotros. Cada generación ha sido instruida de buscar primero el reino de Dios y Su justicia, y dejar que el Señor se encargue de las cosas terrenales (Mateo 6:33).