Lunes 6 de noviembre de 2023
P: Quería preguntarle si tenemos o no demonios específicos con su propia personalidad los cuales nos atacan de manera regular. Yo estoy diariamente en el mundo y tomo mi relación con Jesucristo muy seriamente. Soy muy cuidadoso sobre los medios a los que me sujeto y tengo un amor genuino por la disciplina de Dios y su naturaleza refinadora. Sin embargo, yo tengo ataques muy específicos que incluyen cuadros mentales que son terribles, y no parecen tener ningún sentido, pero tienen un “sello” único en ellos. He orado y pensado mucho sobre estos ataques. ¿Parece esto ser como un tema común… de un único ente demoníaco? En ese caso, ¿hay algunas maneras específicas para defenderme de manera más permanente de esta cosa?
R: Yo sé que es popular en algunos círculos hablar de un espíritu de este o aquel comportamiento pecaminoso como si proviniera de un ente demoníaco particular. Sin embargo, yo no he encontrado ninguna confirmación en la Biblia que apoye esa idea. No creo que entendamos por qué una persona puede particularmente ser susceptible a un cierto tipo de ataques mientras que otra tiene una debilidad en otra área.
Sin embargo, yo sé que la Biblia ofrece instrucciones para luchar contra todo tipo de ataques. 2 Corintios 10:3-5 habla sobre las armas divinas que tenemos a nuestra disposición para derribar fortalezas y llevar cautivos nuestros pensamientos desobedientes. Efesios 6:10-18 hace énfasis en la importancia de ponernos toda la armadura de Dios. Y Santiago 4:7 nos dice que nos sometamos a Dios y resistamos al diablo, y este huirá de nosotros.
Juntos nos dan tanto las herramientas ofensivas como las defensivas con las que nos podemos defender de los dardos del maligno. Pero debemos entender que mientras estamos en esta tierra, somos extraños detrás de las líneas enemigas y estamos sujetos a ataques. En el momento en que bajemos la guardia, somos vulnerables. Yo creo que la única forma de evitar de manera permanente ser atacados, es dejar de ser una amenaza al enemigo. Pero aunque la posibilidad de ataque es una constante en nuestras vidas, así es la promesa de la victoria. Más grande es el que está en nosotros que el que está en el mundo (1 Juan 4:4).