Miércoles 1 de mayo de 2024
P: En un reciente artículo acerca de los de Laodicea usted dijo que no cree que una persona verdaderamente creyente pueda ser tibia.
Yo sé que he perdido muchos años después de haber sido salvo, haciendo lo que quería hacer en lugar de crecer en madurez en el Señor como debía haberlo hecho. Sin embargo, Dios me trajo de vuelta, y estoy esforzándome para dejar morir mi viejo yo, e ir totalmente hacia adelante como fue la intención de Dios para mí.
Pero durante todos esos años “desperdiciados”, ¡yo fui tibio! La gracia de Dios me trajo de vuelta a Él. ¿Está diciendo usted que el hijo pródigo se hubiera ido al infierno si nunca hubiera regresado a casa?
R: El Señor describió a los de Laodicea como que creían que lo tenían todo y que no necesitaban nada (Apocalipsis 3:17). Lo que los hacía ser tibios hacia Él es que creían que no lo necesitaban. Por eso me pongo a pensar si es que alguna vez fueron personas salvas. Después de todo, esas personas sirven como modelo de la iglesia apóstata pos rapto. Yo no creo que una persona que sea verdaderamente creyente pueda llegar al punto en donde cree que no necesita al Señor. Recuerde, estas personas tienen el Espíritu Santo selladas en ellas.
Como he escrito en mis comentarios del hijo pródigo, esa parábola no es acerca de la salvación. El hijo pródigo nunca dejó de ser el hijo de su padre, ni podía dejar de serlo tampoco, y su lugar en la familia de su padre nunca fue puesto en duda. En sus momentos de distanciamiento, él no tuvo comunión con su padre pero este nunca dejó de amarlo. Por consiguiente, el hijo pródigo nunca fue “tibio”, como tampoco amó u odió a su padre, sino que fue rebelde.