Aléjate de Mí, Satanás, Conclusión

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

“Jesús se volvió y le dijo a Pedro: ¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios sino en las de los hombres.” (Mateo 16:23 NVI)

En la primera parte de este estudio nos dimos cuenta de que Jesús estaba explicándoles a Sus discípulos sobre Su próxima y terrible experiencia en Jerusalén en donde Él sufriría mucho en manos de los principales sacerdotes y maestros de la ley culminando en Su muerte y resurrección. Pedro le había tomado aparte y lo reprendió. “¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás!” (Mateo 16:22 NVI).

Esto dio como resultado la cortante orden del Señor de “¡Aléjate de Mí, Satanás!”

Nosotros hablamos acerca de formar nuevas actitudes (Efesios 4:22-24), de renovar nuestras mentes (Romanos 12:1-2), y de alejarnos de los malos deseos (1 Pedro 1:13-14), todo lo cual son cosas a las que se nos llama hacer. Pero no cometan ustedes el error de muchas personas de creer que solamente se refieren a quitar el pecado de nuestras vidas. Pedro no estaba cometiendo ningún pecado grave cuando el Señor lo reprendió. Él solamente tenía en su mente las cosas de los hombres en vez de las cosas de Dios.

La frase las cosas de los hombres, se refiere a las cosas que normalmente no contamos entre nuestros pecados. Estas cosas pueden incluir el patriotismo, las buenas obras, el ecumenismo, la auto-determinación, la auto-dependencia, los logros personales y otras.

“Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.” (Proverbios 14:12).

Era natural que Pedro quisiese proteger al Señor de lo que se venía. Ellos habían sido compañeros constantes durante más de tres años y además de conocer que Jesús era el Mesías prometido de Israel, Pedro había desarrollado un cariño genuino hacia Él. Aún expresó que moriría antes de negar al Señor (Mateo 26:35) y se enfrentó solo con una espada desenvainada en contra de varias docenas de soldados entrenados, en un intento de prevenir Su arresto (Juan 18:10).  Si Pedro se hubiese salido con la suya, habría impedido que se hubieran llevado al Señor y lo hubiera ocultado rápidamente en un lugar seguro. Cualquier hombre capacitado físicamente habría querido hacer lo mismo.

En la narración de Mateo del arresto del Señor, podemos ver claramente revelada la diferencia entre las cosas de Dios y las cosas del hombre.

“Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” (Mateo 26:52-54).

Jesús no estaba ante ningún peligro, como Pedro suponía, sino que estaba obedeciendo la voluntad de Dios. Los eventos de esa noche y del siguiente día habían sido pre-ordenados, y mientras que Él pudo haberlos detenido en cualquier momento, Jesús estuvo de acuerdo desde el principio del tiempo de permitir que eso sucediese. Era la única manera por la cual la humanidad podía tener la esperanza de la salvación. La bien intencionada defensa de Pedro era contraria a la voluntad de Dios y solamente habría ocasionado su propia muerte.

Un autor de novelas históricas de mayores ventas sugirió que Judas pudo haber tenido buenas intenciones también. Ese autor especuló que Judas se había convencido a si mismo de que las discusiones entre Jesús y las autoridades religiosas se originaron solamente por un malentendido. A diferencia de los demás discípulos, Judas provenía de una familia bien conectada en Jerusalén y conocía a algunos de estos líderes. Él creyó que ellos eran sinceros y si solamente podía hacer que Jesús se sentara a hablar con ellos estaba seguro de que podrían resolver sus diferencias. El autor dijo que ese fue el motivo que lo impulsó a cometer su acto de traición. Le pareció que esa era la única manera de organizar una reunión entre ellos. Después él se dio cuenta de su error y se llenó de remordimiento. “Yo he pecado entregando sangre inocente” (Mateo 27:4).

Por supuesto nosotros no sabemos de seguro cuáles fueron sus motivos, pero lo anterior no es una especulación sin sentido. Judas bien pudo haber simplemente tenido en mente las cosas de los hombres, cosas como discusiones, acomodos, y compromisos. Y Satanás pudo haber utilizado sus deseos para tentarlo a traicionar al Señor.

Santiago dijo que Dios no nos tienta, sino que cada uno de nosotros es tentado cuando por sus propios deseos es atraído y seducido. Él dijo que los deseos dan a luz el pecado y el pecado da a luz la muerte. (Santiago 1:13-15). Es una adaptación de Proverbios 14:12 y nos dice que aun las intenciones honorables nos pueden hacer caer en pecado si se basan en las cosas de los hombres en vez de las cosas de Dios.

Permanece En Mí

Jesús nos advirtió de permanecer en Él. Él dijo que si lo hacemos produciremos mucho fruto, pero apartados de Él nada podemos hacer (Juan 15:4-5). Nosotros aquí nos damos cuenta de que Él no estaba hablando de nuestra salvación. En primer lugar, la salvación no es un evento por producir frutos. Y con anterioridad Jesús había dicho que una vez que somos salvos nadie nos puede quitar de Sus manos (Juan 10:27-30). La palabra “nadie” nos incluye a nosotros. Pablo dijo que una vez que somos salvos ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, porque hemos sido comprados por un precio (1 Corintios 6:19-20) y Dios ha puesto Su sello de propiedad en nosotros garantizando lo que está por venir (2 Corintios 1:21-22). No podemos zafarnos aun si quisiéramos.

No, Jesús estaba hablando acerca de permanecer en Su voluntad. Permanecer en Su voluntad requerirá que le entreguemos nuestra vida a Él. Dejamos de conformarnos a este mundo y debemos permitirnos ser transformados por medio de la renovación de nuestra mente (Romanos 12:1-2). Cuando estamos en Su voluntad es que podemos producir fruto, pero cuando estamos apartados de Su voluntad no podemos lograr nada de valor para el Reino. Y no se les olvide que cuando le entregamos nuestra vida a Él, Él nos dará los deseos de nuestro corazón (Salmo 37:4). Él dijo que vino para darnos vida y vida en abundancia (Juan 10:10). Es un negocio de ganar-ganar.

Este es otro sesgo de las cosas del hombre versus las cosas de Dios. Cuando nos encontramos en Su voluntad hacemos las cosas bajo Su dirección y en Su poder. Estamos haciendo las cosas de Dios, y no importa lo minúsculo que los resultados nos parecieran, en Sus ojos estos son como oro, plata y piedras preciosas.

Pero cuando actuamos fuera de Su voluntad estamos actuando bajo nuestra propia iniciativa y poder. Eso quiere decir que estamos haciendo las cosas de los hombres y no importa lo mucho que creemos que hemos logrado, a los ojos de Dios el resultado es como madera, heno y hojarascas (1 Corintios 3:12-13). Eso es debido a que las cosas de los hombres obran en beneficio de Satanás y no son de más valor al Reino como las ramas que son cortadas y echadas en el fuego y se queman (Juan 15:6).

Suficiente Para Las Buenas Intenciones

Si aun las buenas intenciones pueden usarse para guiarnos al pecado, ¿cómo estaríamos supuestos a conocer la diferencia entre las cosas de Dios y las cosas del hombre? La Biblia nos muestra varias maneras. Primero, la presencia del Espíritu Santo es la que nos da el poder de discernimiento. (Como ya lo hemos visto, Pedro carecía de ese poder puesto que aún no había recibido el Espíritu Santo.) Algunas veces este discernimiento viene en forma de una “comprobación” a nuestro espíritu. Esa es una advertencia del Espíritu Santo para detenernos a pensar, y con frecuencia se manifiesta como una falta de paz sobre una decisión que debemos tomar o una dirección en la que vamos.

Otras veces podemos decir que algo no proviene de Dios porque está en conflicto con lo que sabemos acerca de la Palabra de Dios. Pablo lo describió en Hechos 17:11, advirtiéndonos a escudriñar las Escrituras para ver si lo que estamos escuchando es consistente con la palabra de Dios.

En 2 Corintios 10:3-5 él explicó eso con más detalles. Él escribió,

“Pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo. Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.” (NVI)

Aquí es donde nuestro conocimiento de la palabra de Dios es muy importante. Una fortaleza es una creencia fuertemente arraigada. Si es contraria a nuestro conocimiento de Dios es parte del viejo yo el cual Pablo nos dijo que desecháramos puesto que estamos siendo renovados en la actitud de nuestra mente (Efesios 4:22-24).

Dependiendo de Dios

Un ejemplo. Para muchas personas, la auto-confianza es una creencia fuertemente establecida, que algunas veces se expresa en un esfuerzo por guardar dinero y bienes en contra de un futuro incierto. ¿Pero, es contraria a nuestro conocimiento de Dios? Una y otra vez la Biblia discute en contra de la auto-confianza. Jesús dijo, “De cierto les digo, que si no se vuelven y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). ¿Es que los niños tienen auto-confianza? En cuanto a nuestra salvación se refiere, ¿es que no debemos depender totalmente en la obra completa de Cristo en vez de tratar de logarla por nuestros propios medios? (Efesios 2:8-9).

¿Y es que Jesús nos alentó a guardar tesoros en la Tierra, o específicamente Él habló en contra de eso?

“No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:19-21 NVI).

¿Y no es que Jesús le llamó necio al agricultor adinerado por haber derribado su “pequeño” granero para construir uno más grande para guardar el exceso de su cosecha? (Lucas 12:16-21). El Señor sabía que una vez uno empieza a acumular para el futuro, eso nunca será suficiente.

No. Él nos dijo que no nos preocupásemos por estas cosas, sino que buscáramos primeramente Su Reino y Su justicia y todas las cosas que necesitamos nos serán dadas (Mateo 6:31-33).

La actitud de auto-confianza es una fortaleza. Es parte del viejo yo el cual se nos ha dicho que desechemos, porque está en contra del conocimiento de Dios. Debemos llevarlo cautivo en obediencia a Cristo, y la manera como lo hacemos es obedeciendo Sus enseñanzas. Él dijo de no preocuparse por el futuro (Mateo 6:34) sino más bien darles generosamente a aquellas personas que están en necesidad, porque Dios ama al dador alegre (2 Corintios 9:6-7). Él dijo que el hacer eso es la mejor forma de asegurar que siempre vamos a tener lo suficiente para nosotros mismos (2 Corintios 9:11). Escogiendo obedecerle a Él es como somos hechos nuevos en la actitud de nuestra mente.

Volviéndonos Monárquicos

Un buen conocido maestro bíblico respondió a la pregunta de si él era un Demócrata o un Republicano, de la siguiente manera: “Ninguno de los dos,” respondió. “Yo soy monárquico, estoy esperando a mi Rey que viene.”

Otro ejemplo de las cosas de los hombres es el patriotismo, especialmente entre los estadounidenses. Por motivos que desconozco, recientemente me desperté una mañana con las palabras de “My Country Tis Of Thee” [Mi País Te Pertenece a Ti] corriendo por mi mente. Luego de haberlas entonado mentalmente, seguí con “America the Beautiful” [Los Bellos Estados Unidos] y finalmente con “The Star Spangled Banner.” [La Bandera de Mi Patria] Brotaron lágrimas de mis ojos ante lo profundo del amor que le tengo a mi país. Por un corto instante el hecho de que los Estados Unidos de los que me enamoré ya no son los mismos Estados Unidos que existen hoy en día, fue irrelevante. Voluntariamente admito que este amor es una fortaleza en mi mente.

Pero el pensamiento de que los Estados Unidos en sus mejores días podían haber competido con el futuro que Dios tiene planeado para aquellas personas que le aman, es una pretensión que está en contra del conocimiento de Dios y tuve que recordarme a mí mismo de que esa era parte de mi viejo yo, del que tuve que renunciar en el proceso de ser renovado en la actitud de mi mente. (Efesios 4:22-24).

“Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:13-14).

Cuando me convertí en un creyente, me convertí en hijo de Dios (Juan 1:12) y en ciudadano del Cielo (Filipenses 3:20), y eso es parte del reino que reside temporalmente en este mundo pero que no es de este mundo (Juan 18:36). En ese momento yo tomé la decisión de buscar Su Reino y Su justicia porque ninguna persona puede servir a dos señores. Y a pesar de que atesoro los recuerdos que tengo por haber crecido en los Estados Unidos, sé que son solamente parte de mi vida temporal aquí. Pero no dejaré que estos nublen la visión que Dios me ha dado del Reino que Él tiene guardado para nosotros, porque esa vida sí permanecerá por toda la eternidad (2 Corintios 4:18). No quiero devolverme al pasado. Quiero ser llevado al glorioso futuro que Él nos ha prometido.

Escogí estos dos ejemplos porque actualmente son populares en nuestro pensamiento nacional. No tenemos ni el tiempo ni el espacio aquí para explorar todas las cosas del hombre que han formado las actitudes de nuestra mente. Pero si seguimos la dirección de Pablo en Romanos 12:1-2 podremos comprobar y aprobar cuál sea la voluntad de Dios—Su buena voluntad, agradable y perfecta. Entonces cada uno de nosotros vamos a distinguir entre las cosas de Dios y las cosas del hombre en nuestra vida, y así podremos decirle a las cosas del hombre que continúan ocupando nuestros pensamientos, “¡Aléjate de mí, Satanás, quieres hacerme tropezar!” Selah 04/08/12

 

 

Título Original: Get Behind Me Satan, Conclusion

Traducido por Walter Reiche B.

walterre@racsa.co.cr