Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Habiendo presentado Sus acusaciones en contra de los vecinos de Israel, el Señor ahora vuelve Su atención hacia los dos reinos judíos, de primero el Reino del Sur, Judá. Terminamos la primera parte de este estudio en el versículo 3 del capítulo 2, así que reanudamos la narración en el versículo 4.
Amós 2
Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres. Prenderé, por tanto, fuego en Judá, el cual consumirá los palacios de Jerusalén (Amós 2:4-5).
El Señor llamó a Amós para profetizarle especialmente al Reino del Norte, durante el mismo tiempo que Isaías era Su vocero en el Sur. Pero a pesar de ello, Él también hizo que Amós le diera un corto mensaje a Judá antes de lanzarse en tono violento en contra del Norte.
A pesar de que aun faltaban 150 años, el juicio contra el Sur se veía venir. La advertencia que se dio con la inminente destrucción del Reino del Norte por los asirios fue ignorada, de tal manera que el Señor enviaría a Babilonia en contra del Reino del Sur. En el proceso, la ciudad de Jerusalén, incluyendo el magnífico Templo de Salomón, sería quemada hasta sus cimientos (2 Crónicas 36:19).
Antes de ser llevados cautivos a Babilonia, el Señor hizo que Jeremías le dijera al pueblo que no se resistieran, sino que se fueran a Babilonia y se establecieran allí porque después de 70 años, Él los haría volver.
Les dijo, “Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:10-11).
Como lo veremos seguidamente, Él no le hizo esa promesa al Reino del Norte.
El Juicio Sobre Israel
Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos. Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes; y el hijo y su padre se llegan a la misma joven, profanando mi santo nombre. Sobre las ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar; y el vino de los multados beben en la casa de sus dioses (Amós 2:6-8).
Alguien dijo una vez que, “Cuando las uniones entre Dios y los hombres se rompen, las uniones entre los hombres no pueden tener una mejor suerte”. Este cuadro de opresión hacia la clase inferior por las personas que gozan de posiciones de privilegio, es solamente el comienzo de la acusación del Señor en contra de Israel, pero además demuestra el punto y nos da una buena lección a nosotros. El Reino del Norte se separó del Reino del Sur a causa de la idolatría. Habiéndose liberado de las limitaciones impuestas por la Ley de Dios, se dejaron llevar por las inclinaciones naturales del hombre para maltratar a los menos afortunados. Esta era una violación de la Ley. El Señor había estipulado claramente y con severidad, las leyes que protegían a los siervos y a los pobres, pero estas leyes estaban siendo escandalosamente ignoradas. Los siervos domésticos se vendían por una miseria. Las siervas domésticas las convertían en prostitutas de la familia. Los vestidos tomados en prenda (para asegurarse el pago de una deuda), se mantenían ilegalmente hasta el siguiente día, y la práctica de imponer multas exorbitantes para arreglar cargos inventados era cosa común. Por lo general, de manera literal, a los pobres les quitaban la ropa y la comida de sus mesas.
Hoy día, aun en los países que se consideran desarrollados, las injusticias que sufren los pobres son diferentes, pero igual de detestables. Pero ampliando un par de los ejemplos anteriores, mujeres y niñas de todas las razas aun son vendidas como esclavas en el mercado sexual, porque el tráfico de seres humanos continúa en todo el mundo. Algunos países mantienen leyes que permiten a los menores de edad tener sexo, ya que se esa forma se estimula el turismo por el atractivo de las muchachas jóvenes.
Y en los EE.UU. abundan las ofertas de tarjetas de crédito “sin intereses” las cuales están dirigidas a los jóvenes y a los pobres quienes rápidamente acumulan niveles de deudas que son prácticamente imposibles de pagar, y puesto que los intereses producen pagos mensuales accesibles, no se dan cuanta de los excesivos costos de mantenimiento financiero. El estar pagando estas deudas tiene el efecto de tener a millones de personas en servidumbre financiera durante un muy largo plazo. Lo mismo sucede con las hipotecas de bajo costo financiero, en las cuales el valor declinante de la propiedad y el aumento en las tasas de interés, han puesto a miles de familias en peligro de perderlo todo.
¿En dónde está el impedimento moral que hacía que los prestamistas mercenarios no pudieran exponer a los clientes que son vulnerables a las tentaciones a las que no pueden resistirse? ¿En dónde está la protesta pública que solamente en unas décadas anteriores habría demandado que estos traficantes fueran llevados ante la justicia y juzgados bajo las mismas leyes que terminaron con el tráfico de esclavos hace unos cientos de años atrás? Todo eso desapareció cuando Dios fue expulsado de nuestra sociedad.
Yo destruí delante de ellos al amorreo, cuya altura era como la altura de los cedros, y fuerte como una encina; y destruí su fruto arriba y sus raíces abajo. Y a vosotros os hice subir de la tierra de Egipto, y os conduje por el desierto cuarenta años, para que entraseis en posesión de la tierra del amorreo. Y levanté de vuestros hijos para profetas, y de vuestros jóvenes para que fuesen nazareos. ¿No es esto así, dice Jehová, hijos de Israel?
Mas vosotros disteis de beber vino a los nazareos, y a los profetas mandasteis diciendo: No profeticéis. Pues he aquí, yo os apretaré en vuestro lugar, como se aprieta el carro lleno de gavillas; y el ligero no podrá huir, y al fuerte no le ayudará su fuerza, ni el valiente librará su vida. El que maneja el arco no resistirá, ni escapará el ligero de pies, ni el que cabalga en caballo salvará su vida. El esforzado de entre los valientes huirá desnudo aquel día, dice Jehová (Amós 2:9-16).
Cuando Dios prometió darle la tierra a Abraham, Él dijo que la transacción no se llevaría a cabo durante 400 años “porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí” (Génesis 15:16). Conociendo el fin desde el principio, Dios sabía que los amorreos no se arrepentirían de sus malvadas costumbres. Pero a pesar de ello, Él les daría otra oportunidad porque Él realmente quería que lo hicieran así, por eso es que Él no podría decir que no se los había advertido.
A pesar de que la Biblia no lo menciona, el carácter de Dios habría demandado que Él les dijera que su tiempo se había terminado. (En unos pocos versículos lo veremos a Él insinuándole eso mismo a Israel.) Recordemos que después del diluvio todos los pueblos de la tierra adoraban a Dios. Poco después la mayoría dejó de hacerlo, reemplazando la verdad sobre el origen de la humanidad por mentiras atroces. Pero a pesar de ello, cierto conocimiento sobre su pasado aun permanecía en sus mentes. Por lo menos uno de los hijos de Noé, Sem, aun estaba vivo y vivía en la región de los amorreos. Y Abraham viajó a lo largo y ancho de sus territorios (Génesis 13:17). Estas circunstancias señalan al hecho de que no es que Él no se los hubiera advertido, sino que ellos no escucharon. Entonces, cuando el tiempo expiró, Él se llevó a los israelitas bajo el liderazgo de Josué, como Sus agentes de juicio, y los amorreos fueron desposeídos de todo lo que tenían.
Y ahora, la misma nación que vio de primera mano cómo es que Dios se sentía sobre el estilo de vida pagano, estaba disfrutando el mismo comportamiento que había causado el juicio contra los amorreos. Y lo que es más, ellos también ignoraron las advertencias de los profetas y aun minaron los esfuerzos de aquellas personas que intentaron mantenerse santas. ¿Cómo podrían pensar que Dios no los juzgaría?
El Reino del Sur no aprendió la lección del Reino del Norte. El mundo hoy día tampoco ha aprendido la lección. Dios es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). ¿Cómo podemos siquiera pensar que Él no nos va a juzgar?
Amós 3
Se Convocan Testigos en Contra de Israel
Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades.
¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? ¿Rugirá el león en la selva sin haber presa? ¿Dará el leoncillo su rugido desde su guarida, si no apresare? ¿Caerá el ave en lazo sobre la tierra, sin haber cazador? ¿Se levantará el lazo de la tierra, si no ha atrapado algo? ¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho? Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas (Amós 3:1-7).
Estos ejemplos nos muestran que a pesar de que las promesas de Dios a Abraham eran incondicionales, Su relación con Israel se basaba en la causa y el efecto. La obediencia producía bendición y la desobediencia producía juicio. De hecho, todo el Antiguo Testamento podría ser resumido en una sola pregunta: “Israel, ¿me vas a obedecer, o no?”
Así como Israel fue advertido por los profetas, de la misma manera el mundo está siendo advertido hoy día. Nosotros deberíamos consolarnos por la promesa de que Dios no hará nada sin antes decírnoslo primero. No hay sorpresas, excepto para aquellas personas que rehúsan creer. Pablo hizo la distinción entre el creyente y el incrédulo del final de la era, diciendo que el primero no será tomado por sorpresa, mientras que el segundo sí (1 Tesalonicenses 5:3-4). Y resulta que así como Sus promesas a la Iglesia con incondicionales, la relación de la humanidad con Dios aun está basada en la causa y el efecto. De hecho todo el Nuevo Testamento también se podría resumirse en una sola pregunta: “Humanidad, ¿Vas a creerme, o no?”
Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará? Proclamad en los palacios de Asdod, y en los palacios de la tierra de Egipto, y decid: Reuníos sobre los montes de Samaria, y ved las muchas opresiones en medio de ella, y las violencias cometidas en su medio (Amós 3:8-9).
Aun los líderes paganos de los filisteos y de Egipto estarían de acuerdo de que el juicio de Dios sobre el Reino del Norte es justo y bien merecido.
No saben hacer lo recto, dice Jehová, atesorando rapiña y despojo en sus palacios.
Por tanto, Jehová el Señor ha dicho así: Un enemigo vendrá por todos lados de la tierra, y derribará tu fortaleza, y tus palacios serán saqueados.
Así ha dicho Jehová: De la manera que el pastor libra de la boca del león dos piernas, o la punta de una oreja, así escaparán los hijos de Israel que moran en Samaria en el rincón de una cama, y al lado de un lecho (Amós 3:10-12)
Habiendo dañado su conexión con el Creador, ya no tenían la habilidad de poder distinguir entre lo bueno y lo mano. Por consiguiente, el Señor estaba enviando a Asiria para juzgarlos. De camino, los asirios también conquistarían a Damasco.
El imperio asirio estaba creciendo. Sin encontrar una estrategia para impedírselo, pronto pasarían el tiempo manteniendo la paz mientras las naciones conquistadas hacían esfuerzos para recobrar su independencia. Cuando los asirios conquistaban un enemigo, trasladaban a todas las personas sobrevivientes que les parecían como líderes potenciales, a otros lugares del imperio, solamente dejando a aquellas personas que no les serían de ningún peligro. El Señor hizo que Amós utilizara la analogía de un pastor para describir eso. Cuando un animal salvaje capturaba una oveja, el pastor recuperaría los pedazos que dejaba el animal para ser inspeccionados por su dueño y demostrar así que la oveja fue comida por el animal y no robada por el pastor. De la misma manera, el Señor preservará solamente las partes no deseadas del remanente de Israel para probar que el juicio se había llevado a cabo. En tiempos del Nuevo Testamento, a este remanente se le llamaba los samaritanos. Ellos eran despreciados por los judíos por practicar una versión falsa del judaísmo. Hoy día la comunidad samaritana en Israel tiene solamente unos 900 miembros y está sufriendo los efectos del matrimonio entre ellos mismos durante tantas generaciones.
Oíd y testificad contra la casa de Jacob, ha dicho Jehová Dios de los ejércitos: Que el día que castigue las rebeliones de Israel, castigaré también los altares de Bet-el; y serán cortados los cuernos del altar, y caerán a tierra. Y heriré la casa de invierno con la casa de verano, y las casas de marfil perecerán; y muchas casas serán arruinadas, dice Jehová (Amós 3:13-15).
Poco tiempo después de la guerra civil, un becerro de oro había sido levantado en Bet-el cerca del lugar en el que Jacob había visto la escalera ascender al cielo (Génesis 28:10-19). Bet-el se había convertido en un centro de adoración pagana y el Señor algunas veces le llamaba Bet-Avén, o Casa de Iniquidad. Su religión le disgustaba al Señor y sus centros serían destruidos. De la misma manera lo serían todas las casas de lujo de los ricos las cuales habían sido compradas con el dinero extorsionado a los pobres.
Aquí la lección es clara. El Señor es paciente, permitiéndoles bastante tiempo a Sus hijos desobedientes para que retornen al camino de la justicia. Pero llegará un momento cuando Su paciencia se agote y Su justicia exija responsabilidad. En este momento nos encontramos en la cúspide de ese tiempo, y las profecías nos dicen que ya que no hemos querido aprender las lecciones de la historia, estamos condenados a repetirlas. Manténganse en sintonía. 21/04/2007.