Un Comentario Bíblico por Jack Kelley
Luego de contestar preguntas recientes sobre la Edad de la Razón, llegué a la conclusión de que la sección de Preguntas y Respuestas no se presta para proveer una respuesta comprensiva sobre el tema. Entonces, aquí está el resto de la historia.
Hacerse Un Adulto
En la cultura judía, cuando una persona llega a la edad adulta es uno de los eventos más importantes en su vida. A la edad de 12 años para las niñas y 13 para los niños, es cuando llegan a la edad del uso de la razón. Es un momento en su vida que tiene una importancia especial tanto espiritual como física, porque se están acercando también a la edad de la pubertad. Entonces, cuando hacen la transición de la niñez a la vida adulta, también son responsables de sus propios pecados.
Todos ellos reconocen su responsabilidad en una ceremonia llamada bat mitzvah para las niñas y bar mitzvah para los niños. Y no se trata de que los niños y las niñas no pequen antes de llegar a la pubertad, sino que no se les considera responsables de sus pecados. El judaísmo enseña que los padres son los responsables de los pecados de sus hijos hasta que ellos alcancen la edad de la razón. Por eso es que en la ceremonia del bar mitzvah, el padre generalmente ora así: “Señor gracias por darme este hijo, y gracias por aliviarme de cualquier responsabilidad futura de él”.
Podemos ver ciertas insinuaciones de esta transición, y de sus consecuencias, en Romanos 7:9. Siendo un judío quien obviamente aun vivía en ese momento, Pablo escribió, “Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí”. (La palabra ‘sin’ también significa ‘apartado de’.) Puesto que él estaba físicamente vivo tenía que haber estado refiriéndose a la vida espiritual o eterna a la cual se encontraba calificado antes de tener el uso de la razón.
La frase “pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí” significa que tan pronto como Pablo creció lo suficiente para ser responsable de sus pecados estaba programado para muerte, siendo esta la paga del pecado (Romanos 6:23). La palabra griega para revivir indica que la naturaleza pecaminosa de Pablo siempre había estado ahí, pero en cuanto al propósito de responsabilidad, estaba como adormecida mientras él era un niño. Tan pronto llegó a la edad del uso de la razón, esa naturaleza pecaminosa despertó, descalificándolo de inmediato de la vida eterna.
Durante el tiempo de Pablo no existían ningunas referencias oficiales escritas sobre el método de conducir las ceremonias del bar o del bat mitvah. Pero su práctica era obviamente muy conocida para que Pablo esperara que sus lectores gentiles pudieran entender de lo que estaba hablando. Puesto que Pablo estaba totalmente opuesto a seguir la tradición por sí misma, él debe de haber sabido que la creencia en una edad de responsabilidad, o uso de la razón, era legítima desde la perspectiva de Dios.
Llegar a la edad de la razón transformaba a los niños y niñas en personas adultas, pero también les robaba la vida eterna. Puesto que a partir de ese momento ya no había nadie más sobre quien echar el peso de sus pecados, se hicieron responsables por ellos y ellas mismas, y una orden de ejecución se emitió en su contra en el Cielo. Se necesitaba de su obediencia a la Ley y su participación anual en las ceremonias del Yom Kippur para atrasar esa ejecutoria, y luego solamente si estaba acompañada por la creencia de que Dios enviaría el Mesías prometido para redimirlos del todo.
Hacerse Un Niño
El resto de la historia la obtenemos del Nuevo Testamento. Para los cristianos, ese evento tan importante se asemeja al de hacerse un niño. Jesús dijo, “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Lo que quiso decir es que a menos que una persona adulta de alguna manera puede deshacerse de la responsabilidad de sus pecados, no hay forma alguna para que pueda entrar en el Reino de Dios. Puesto que los niños y niñas no son responsables por sus pecados, las personas adultas deben hacerse como niños.
Desde el comienzo de la narración del evangelio que lleva su nombre Juan explicó cómo es que podemos hacer eso. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13).
Al creer que la muerte del Señor pagó totalmente la pena debida a nuestros pecados, nos otorga la autoridad de hacernos hijos de Dios, y de esa manera nos despojamos de la responsabilidad de nuestros pecados. Esto es lo que significa nacer de nuevo.
La Adopción
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7).
Tanto este pasaje como el de Romanos 8:15-17 transmiten la idea de que la adopción a la familia de Dios es verdaderamente el evento más importante de nuestras vidas. Dios envió a Su Hijo para morir por nuestros pecados para que pudiésemos recibir el derecho de adopción. Según Juan 1:12-13 el creer en Jesús nos da la autoridad de reclamar este derecho y cuando lo hacemos Dios nos adopta como Sus hijos y somos herederos de Su patrimonio. Cuando eso sucede, la orden de ejecución es cancelada (Colosenses 2:13-14). La responsabilidad por nuestros pecados se transfiere a Jesús (Isaías 53:5) y una vez más, ya no somos responsables. Esto es lo que le sucedió a Pablo, y le ha sucedido a cada persona que ha nacido de nuevo también.
Esta no es una idea nueva ya que primeramente sucedió en el Edén. Adán y Eva fueron creados con vida eterna. Dios les dijo que si desobedecían (pecaban) morirían. Pero ellos dos desobedecieron y fueron programados para morir. Dios prometió un Redentor para salvarlos, y al creerle a Dios volvieron a nacer y fueron restaurados a la vida eterna.
La Ley es la historia de muerte, porque no fue dada para salvar a nadie, sino que al tratar de guardarla la gente podía darse cuenta de su necesidad de un salvador. (Romanos 3:20). Siendo perfecta realmente servía para condenar a muerte a la persona imperfecta (Romanos 7:10-13).
La gracia es la historia de vida porque por fe en el Redentor las personas pueden nacer de nuevo a la vida eterna, aun si no lo merecen (Efesios 2:8-9). Por el poder del Espíritu Santo, David comprendió esto mil años antes de que sucediera cuando escribió,
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño” (Salmo 32:1-2). Solamente por la gracia de Dios es que podemos calificar de nuevo para la vida eterna después que la hemos perdido cuando llegamos al uso de la razón.
En ningún lugar del Antiguo ni del Nuevo Testamentos se menciona la edad exacta del uso de la razón. Las edades de 12 y 13 años mencionadas anteriormente provienen de la cultura judía y fueron escogidas por motivos que tienen que ver más con la tradición que con la Biblia. Pero por estas fuentes queda claro de que todos nacemos como hijos de Dios, no siendo responsables de nuestros pecados, y teniendo vida eterna. Cuando llegamos a ser intelectualmente maduros para entender el asunto del pecado y la salvación, es que ya somos responsables de nuestros pecados y estamos sujetos a la muerte espiritual. Cuando aceptamos la muerte del Señor como el pago total de nuestros pecados es que nacemos de nuevo y volvemos a ser hijos de Dios, ya no somos responsables por nuestros pecados, y así somos restaurados a la vida eterna. Hemos cerrado el círculo. 28-11-10