El Evangelio Según Pablo … Parte 6

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

En nuestra última entrega completamos la Escuela de Derecho y vimos la posición imposible en que nos encontramos. Debido a la naturaleza pecaminosa que hemos heredado, nuestros cuerpos nos traicionarán sin importar lo mucho que nos esforcemos para tratar de vivir según las normas de Dios. De hecho mientras más nos esforzamos, más seguro es nuestro fracaso. En cuanto a la realización de nuestra propia salvación se refiere, no tenemos esperanza, somos incapaces, no valemos nada, ni servimos para nada. El remedio que nos dio el Señor para nuestra situación fue el ofrecernos el inmerecido perdón que fue comprado con Su propia sangre. Entonces, ahora ya estamos listos para ver más de cerca la increíble bendición que llamamos Gracia.

Romanos 8:22-39

22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 23 y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. 24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos (Romanos 8:22-25).

Así como la creación gime debido a los terremotos y huracanes con la esperanza de ser restaurada a la perfección de su estado original, de la misma manera nosotros también deseamos ser despojados de la maldición que está sobre nosotros, que es nuestra naturaleza pecaminosa. Cómo anhelamos que nuestros cuerpos físicos sean finalmente liberados de los defectos y las enfermedades que nos afligen para despertar cada mañana sabiendo de cierto que nunca más nuestros pensamientos y acciones traicionarán nuestro deseo de complacer al Señor. Nunca más volveremos a decepcionar, avergonzar u ofender a Aquel que nos ha dado tanto. Finalmente, seremos dignos de poder vivir en Su presencia para siempre. Esta es nuestra esperanza bienaventurada.

26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos (Romanos 8:26-27).

Cuando el Señor alimentó a los cinco mil, logró atraer su atención. Lo siguieron alrededor de todo el Mar de Galilea para que les diera de comer una vez más. Pero cuando Él les dijo que Él era el Pan de Vida y Su meta era darles la Vida Eterna, y no comida gratuita, se alejaron desilusionados y furiosos. Y así como ellos, nuestras mentes están tan contaminadas que algunas veces no sabemos qué pedir. Le presentamos al Señor con toda una lista de nuestros deseos … “haz las cosas más fáciles, mejor y más rápido” … todo basado en nuestro propio e inmediato interés. Pero cuando lo hacemos, el Espíritu Santo que mora en nosotros, ora en nuestro favor por las cosas que en realidad necesitamos. Este es quizás el servicio más grande que Él hace por nosotros, pedir por lo que necesitamos y no por lo que queremos.

Más Que Vencedores

28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó (Romanos 8:28-30).

Casi todas las palabras en estos dos versículos merecen un estudio en sí mismas. Solamente tomaremos unas pocas. Todas las cosas significa todo, sin excepciones, aun las cosas que creemos que son contratiempos, fracasos, o desastres completos. Él hace que todas las cosas les salgan bien a los que le aman.

Amor. El idioma griego tiene cuatro palabras para “amor”. Esta es la que tiene la forma más noble. Significa entregarse totalmente al objeto del afecto de uno, sin importar su respuesta. ¿Describe eso el amor que usted le tiene a Dios? Si eso es así, entonces lo que sigue se le aplica a usted.

¿Cuál es Su propósito en llamarnos? Efesios 3:10-11 dice, “Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”. Su propósito al llamar a la iglesia es demostrarle a todas las personas los poderes celestiales y las variaciones infinitas de Su sabiduría. Los ámbitos angelicales aprenden sobre el carácter de Dios observando cómo es que Él trata con usted y conmigo.

La frase “a los que antes conoció” significa que Dios sabía antes de que empezara el tiempo, quién sería Suyo. Al saberlo, Él predestinó, o señaló, para hacernos conforme a la imagen de Su Hijo. Al saber cómo es que estas dos palabras interactúan se elimina cualquier conflicto entre otras dos palabras: acción y elección. En nuestra propia vida, en nuestro propio tiempo, en nuestro propio corazón, nosotros elegimos ser salvos (acción). Antes de que Dios fundara la Tierra, miró a través del tiempo y nos vio haciendo eso, e inmediatamente se aseguró de que nadie pudiera interferir con ello (elección). Entonces, en el momento apropiado de nuestras vidas, Él nos llamó para que hiciéramos lo que ya Él sabía que haríamos, y cuando respondimos, Él selló el Espíritu santo en nosotros para que nadie pudiera deshacer eso.

Esto también explica toda la profecía. Dios no escribió ese guión para la humanidad y así obligarnos a actuarlo. Él nos dio el derecho de tomar nuestras propias decisiones. Sabiendo de antemano la decisión que tomaríamos es que Él puede escribirla antes de que suceda. La profecía es la historia de nuestro mundo escrita por adelantado.

Hay otra cosa que Él hizo por adelantado para justificarnos. Justificar significa considerarnos como si fuésemos totalmente inocentes. Pero no lo somos. Somos pecadores. La única manera como Él podía hacer eso era tomar sobre Sí mismo el castigo debido a nuestros pecados y morir en nuestro lugar. Cuando aceptamos Su muerte como el pago completo por nuestros pecados, le permite a Él vernos como si nunca hubiéramos pecado (2 Corintios 5:17).

Habiéndonos justificado como Él es (2 Corintios 5:21) Él ahora nos puede hacer tan gloriosos como Él también es. Desde Su perspectiva, ya esto ha sido logrado en la eternidad. Solamente estamos esperando el momento para ponernos al día. “Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Efesios 2:6-7). ¿Ven ahora lo que quiero decir? El tiempo verbal está en el pasado. Él ya lo hizo. Y lo más admirable de eso es que no solamente Él nos perdonó, lo que hubiera sido mucho más de lo que merecemos. ¡No! Él fue más allá de lo que podemos imaginar para darnos una eternidad que incluye hacernos conforme la imagen de Su Hijo (quien es a su vez la imagen de Su padre, Colosenses 1:15) y sentarnos a Su lado en Su Trono, como coherederos y corregentes con el Hijo de Dios.

31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros (Romanos 8:31-34).

El Espíritu Santo intercede por nosotros. El Hijo intercede por nosotros. ¿Cómo podría nuestro Padre Celestial, habiéndonos ya dado la vida de Su propio Hijo, no darnos, además, todo lo bueno? “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). ¿Quién podría disuadirlo de ello?

35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero (Salmo 44:22).

37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 8:35-39).

A nosotros no se nos promete una vida libre de dificultades. Algunos de nosotros ya hemos tenido, o estamos teniendo, dificultades, persecución y aun la muerte por nuestra fe. Pero nada de lo que nos puede suceder, nada de lo que ahora estamos haciendo o haremos en el futuro, ya sea impulsados por motivos naturales o sobrenaturales, podrá cambiar el hecho de que somos Suyos.

Puedo imaginarme a Pablo pensando en Pedro cuando escribió lo anterior. Pedro fue el confidente más cercano del Señor, impávido en su coraje, testigo ocular de miles de milagros, quien fue el primero en confesar que Jesús es el Cristo. La misma noche que sacó su espada para ponerse entre su Señor y la compañía de soldados, una humilde joven sirvienta lo atemorizó al grado de negar públicamente al Señor, maldiciendo y jurando cuando corriendo huía del lugar. Y a pesar de ello, el Señor conocía el corazón de Pedro y lo pudo restaurar. Una vez salvo, siempre salvo, Pedro.

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos (Juan 10:27-30). Selah 17/02/2007.