Un estudio bíblico por Jack Kelley.
De un correo electrónico que recibí esta semana, es obvio que el asunto de la sanidad es de especial importancia y tiene un entendimiento muy variado. A mí me ha quedado claro que muchas personas han formado sus opiniones por dimes y diretes del pasado o por observaciones personales, en vez de la Palabra de Dios.
Luego de años de estudiar lo que la Biblia dice sobre la sanidad me parece que así como Jesús es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Hebreos 13:8) y así como Él dijo que cualquiera que tenga fe podrá hacer las cosas que Él hizo (Juan 14:12) los resultados que estamos obteniendo hoy día en la Iglesia Occidental, son muy diferentes de los que describe la Biblia. Una mente lógica solamente puede llegar a la conclusión de que algo ha cambiado, y puesto que Él no cambia, entonces somos nosotros.
Para poder demostrar mi punto, solamente cuente el número de veces en las que usted personalmente ha podido observar que alguna persona ha sido sanada. No que se lo hayan contado, sino que usted mismo ha presenciado. Si usted es como la mayoría de las personas, no sabrá de esas muchas curaciones, o quizás de ninguna. En algún momento algo se desconectó, y mientras me esfuerzo por encontrarlo estoy tratando se sonar la alarma, con la esperanza de que otras personas se me unan en la búsqueda.
Yo carezco de los recursos para poder examinarlas personalmente, pero sí he recibido informes de primera mano de personas en quienes confío, que indican que en algunas partes del mundo, la curación por fe y otras obras milagrosas son más prevalentes que en el Occidente. Hasta ahora he recibido informes fidedignos de China, India, África e Irak. Entonces, yo veo esto como una confirmación de que debemos ser nosotros (los que hemos cambiado).
¿Tiene Fe?
Aquellos de ustedes que me han recordado sobre personas famosas que todos pensábamos que debieron ser sanadas pero que no lo fueron, por favor recuerden esto. Nosotros solamente podemos estimar cuánta fe tenemos al compararnos con nuestros contemporáneos. No tenemos ni idea en dónde nos situamos en la balanza de Dios. ¿Podemos ser más favorecidos que las personas que nos precedieron? No tenemos forma de averiguarlo. Muchos de nosotros pensamos que tenemos una gran fe, pero ¿cree usted que algo que hemos hecho con gran fe nos califica para ser incluidos en Hebreos 11? ¿Conoce usted a alguien hoy día cuya fe pueda incluirlo allí?
Elías retó a los 400 sacerdotes de Baal a una prueba pública para demostrar su fe ante una muchedumbre de miles de personas. Cómo un anciano Daniel se enfrentó a los leones toda una noche mientras estos cada vez estaban más hambrientos. Según la tradición, Juan predicó el Evangelio mientras se le bajaba dentro de un caldero de aceite hirviendo, y permaneció predicando mientras el aceite se evaporaba a su alrededor. Pablo caminaba de ciudad en ciudad a sabiendas de que sería golpeado tan severamente como para necesitar ser sanado de manera sobrenatural antes de salir hacia otra ciudad. ¿Podrían nuestros exitosos «hombres de Dios» hacer algo parecido hoy día? Nombre algún mega pastor, o algún autor cristiano, o algún tele evangelista, cuyo trabajo lo califique. Ahora piense en el creciente número de pastores que no hacen un llamado al altar en sus propias congregaciones por temor a ofender a alguien. ¡Cómo han caído!
¿Supone usted que Jesús estaba mirando la constantemente debilitada fe de la humanidad entre Sus días y los nuestros, cuando Él hizo la pregunta, «Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?» (Lucas 18:8). Al margen de mi Biblia escribí, «No mucha». La fe crece por una dependencia día a día de Dios para que pueda cumplir Sus promesas en nosotros. Hemos tenido tantas buenas cosas por tanto tiempo que no hemos tenido la fe ni siquiera del tamaño de una semilla de mostaza para prosperar.
Y Así Empezó Todo
Cuando preparaba a los hijos de Israel para entrar en la tierra prometida, Dios hizo que Moisés les dijera estas cosas.
Y te amará, te bendecirá y te multiplicará, y bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu grano, tu mosto, tu aceite, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas, en la tierra que juró a tus padres que te daría. Bendito serás más que todos los pueblos; no habrá en ti varón ni hembra estéril, ni en tus ganados. Y quitará Jehová de ti toda enfermedad; y todas las malas plagas de Egipto, que tú conoces, no las pondrá sobre ti, antes las pondrá sobre todos los que te aborrecieren (Deuteronomio 7:13-15).
Está en nuestra naturaleza buscar a Dios cuando no tenemos nada y estamos luchando, y Él nos bendice de vuelta. Cuando me convertí en creyente la primera vez, llegué a la conclusión de que uno de los productos más populares que vendía mi compañía no le era agradable al Señor, así que dejé de venderlo. Encontrando una forma de resarcir esta enorme pérdida en las ganancias, fue de gran tensión también, así que empecé a levantarme más temprano a orar por una guía y darle gracias al Señor por las bendiciones que había recibido. Cada mañana pasaba una hora sobre mis rodillas en la sala de mi casa antes que los demás se levantaran. El Señor me bendijo a través de esos momentos trayéndome clientes cristianos cuyas necesidades yo podía satisfacer de una manera aceptable para Él. Las ganancias perdidas fueron más que compensadas.
Recuerde Quien Lo Ha Llevado A Donde Usted Se Encuentra
Alguien escribió una vez que la religión da a luz la prosperidad y luego la hija consume a la madre. Yo creo que esta persona quiso decir que Dios siempre ha prometido la abundancia a aquellos que le siguen, pero que eventualmente el hombre hará de la prosperidad su religión y abandonará a Dios. Por eso Dios le advirtió a Su pueblo en contra de eso.
Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios (Deuteronomio 8:11-14).
Y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día (Deuteronomio 8:17-18).
Conforme aumentan las bendiciones y nos sentimos cada vez más seguros, por lo general se vuelve más difícil apartar un tiempo para orar. Empezamos a sentir que no tenemos que gastar nuestro valioso tiempo pidiéndole al Señor dirección. Al mismo tiempo, nuestra confianza crece y empezamos a creer que nuestro éxito lo hemos generado por nosotros mismos. Esto significa que ya no tenemos tiempo para dar gracias. Cuando yo estaba más ocupado y viajaba más, me era más difícil dedicar una hora diaria a la oración, entonces intenté hacer dos cosas al mismo tiempo, orar mientras hacía ejercicios físicos o mientras manejaba al trabajo. No era lo mismo, y pude darme cuenta lo fácil que es dejar de hacerlo del todo. El Señor me sacó adelante con una serie de contratos que me envió y que me brindaron una hora de oración ininterrumpida cada día durante diversos vuelos a distintas ciudades en el Occidente de los EE.UU. Durante un período de 10 años pude acumular dos millones de millas a mi cuenta de viajero frecuente, casi todas ellas en vuelos de unos 60-90 minutos de duración. Siempre pensé lo diferente que las cosas habrían sido si simplemente me hubiera convencido a mí mismo de que estaba demasiado ocupado para orar, o que mi éxito se debía a mi propio talento y ya no necesitaba agradecerle al Señor ni buscar Su dirección.
No Se Necesita Mucho
La generación de israelitas que llegó a la tierra prometida experimentó algunos de los milagros que más forjaban la fe, de todos los tiempos. Pero en Jueces 2:10, podemos leer esta increíble declaración.
«Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel».
Dentro del lapso de una sola generación el pueblo se había olvidado del Señor y lo que Él había hecho por ellos. El Libro de Jueces registra uno de los momentos más bajos de su historia. Ellos mostraron que no se necesita mucho para destruir la fe de una nación. Solamente una generación que rechace la Palabra de Dios.
En Su carta a la Iglesia de Éfeso (Apocalipsis 2:1-7), el Señor elogió a los creyentes de esta iglesia por haber permanecido fieles a Su palabra. Pero Él también los criticó al decirles que se habían olvidado de su primer amor. Ellos estaban tan ocupados para servir al Rey que ¡se habían olvidado del Rey!
«Recuerda, por tanto, de dónde has caído», les dijo (Apocalipsis 2:5). Él no necesitaba de sus acciones de servicio, y en realidad lo que a Él le hacía falta era su compañía. Ellos estaban a solamente una generación de la cruz. Asistían a la iglesia todas las semanas y pasaban el tiempo haciendo buenas obras en Su nombre. Sin embargo se habían olvidado de Él.
Y con las personas individuales eso sucede aun más rápidamente. Deje de orar un día o dos, y le hará falta. Deje de hacerlo durante un mes y se olvidará de hacerlo. Sin embargo, usted aun asiste a la iglesia y aun puede estar involucrado en un proyecto o dos, o aun servir en alguno de los comités o junta directiva. Quizás usted busca personas a quienes ministrar o por quienes orar. Aun usted puede referirse a usted mismo como un seguidor de Jesús, y no simplemente como un creyente.
Algunas veces le llamamos a esto «madurando en la fe» lo cual quiere decir que ya no dependemos más del Señor. Ya no necesitamos dirección. Sabemos lo que tenemos que hacer y lo hacemos. Se nos olvida que Jesús nos dijo que tenemos que ser como niños. Los niños son ingenuos, confían y son dependientes. Los creyentes más poderosos entre nosotros se mantienen de esa manera. Nunca maduran. Nunca llegan al punto de dejar de pedir Su guía o de sentir la necesidad de expresar su gratitud. Nunca sustituyen su fe las por las obras, o se vuelven tan ocupados en servirle al Rey que se olvidan del Rey.
Necesitamos Ejercitarnos Más
Es muy probable que estemos entrando en un tiempo en el que el mundo como lo conocemos ya no será más el mismo, y quizás para siempre. Nuestra seguridad será sacudida, nuestras libertades serán restringidas, y nuestra fe será probada. Algunos de nosotros nos encontraremos de vuelta en la primera base cuando ya es demasiado tarde para empezar de nuevo. Entonces, ahora es el momento de empezar a ejercitar nuestra fe.
La fe para ser salvos es un don de Dios (Efesios 2:8) y el mantenernos salvos es Su trabajo (2 Corintios 1:21-22). Pero usted puede ejercitar su fe y hacerla más fuerte al leer diariamente la Biblia (Romanos 10:17) y hablándole al Señor sobre lo que usted ha leído, pidiéndole guía de cómo aplicarlo en su vida. La fe únicamente se fortalece cuando es acompañada por las acciones (Santiago 2:17). Después de orar por dirección, haga algo que usted no está seguro de poder hacer, confiando en que Dios le dará la habilidad que usted necesita. Usted puede empezar con algo tan pequeño como hablarle a alguien del Señor, ayudando en la preparación de alimentos para caridad, o en una misión de rescate, o visitando a algún enfermo. Luego el Señor le señalará mayores cosas que podrá hacer desde allí. Cada vez que usted tome un paso en fe, la fe que usted tiene crecerá para prepararlo para el próximo paso. Sobre todo, oren sin cesar, no se afanen en nada, y den gracias por todo. «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:7). Usted puede hacerlo. Selah, 25/10/2008.