Hijos Del Aceite

Lunes 25 de febrero de 2019

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

“Volvió el ángel que hablaba conmigo, y me despertó, como un hombre que es despertado de su sueño. Y me dijo: ¿Qué ves?

Y respondí: He mirado, y he aquí un candelabro todo de oro, con un depósito encima, y sus siete lámparas encima del candelabro, y siete tubos para las lámparas que están encima de él; Y junto a él dos olivos, el uno a la derecha del depósito, y el otro a su izquierda.

Proseguí y hablé, diciendo a aquel ángel que hablaba conmigo: ¿Qué es esto, señor mío?

Y el ángel que hablaba conmigo respondió y me dijo: ¿No sabes qué es esto?

Y dije: No, señor mío.

Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.

¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella.

Vino palabra de Jehová a mí, diciendo: Las manos de Zorobabel echarán el cimiento de esta casa, y sus manos la acabarán; y conocerás que Jehová de los ejércitos me envió a vosotros.

Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel.

Estos siete son los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra” (Zacarías 4:1-10).

¿Qué Tiempo Es?

Era el 15 de febrero de 519 a.C. Veinte años antes los judíos habían regresado a Jerusalén después de haber estado 70 años cautivos en Babilonia, y luego de varios intentos fallidos se habían dado por vencidos para continuar la reconstrucción de su Templo.

Para justificar su actitud, algunos había especulado que el motivo de sus dificultades era que aun no era el momento correcto (Hageo 1:2). Entonces Dios les envió dos profetas, Hageo para amonestarlos y Zacarías para animarlos, y eso sí los puso manos a la obra. El día en que Hageo les pronunció su segundo mensaje, volvieron a reanudar el trabajo en el Templo.

Pero la tarea parecía tan intimidante. Los más ancianos aun podían recordar el Templo de Salomón, el cual fue destruido durante el sitio a Jerusalén hacía ya 90 años y después de haber estado en ese lugar durante casi 400 años. En tiempos de Salomón la nación tenía riquezas sin medida y estaban en paz con todos sus vecinos. Pero ahora solamente eran unos ex cautivos andrajosos que constantemente estaban siendo agobiados por sus enemigos. ¿Cómo podrían jamás esperar reemplazar su bello Templo, tan costoso y magnífico?

Y La Respuesta Es…

Durante esa larga noche de febrero del año 519 a.C. Zacarías tuvo una serie de visiones, ocho en total. La primera visión, que es la del inicio, fue la respuesta del Señor a sus preguntas sobre el Templo. Es cierto, ellos habían poseído muchas riquezas y muchos recursos durante el tiempo de Salomón, pero ahora tenían muy poco. Pero este templo sería construido de todas formas. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu”, ha dicho el Señor (Zacarías 4:6).

Tres años después el Templo fue terminado y así como no se podía comparar con el esplendor y la gloria del templo anterior, el Templo de Salomón, Hageo les había prometido que la gloria de este Templo sería mayor que la del primero (Hageo 2:9), y estaba en lo correcto. Este templo fue modificado y renovado de manera irreconocible, primero durante el período de los asmodeos que le siguió a la revuelta de los macabeos, y luego, otra vez, por el Rey Herodes. Acerca de este Templo los rabinos decían, “Quien no ha visto el Templo del tiempo de Herodes nunca ha visto un edificio tan magnífico”. Pero más que eso, ese fue el Templo que el Señor visitó durante Su permanencia en la tierra.

¿Tiene Aceite?

¿Cuál fue el simbolismo con el que el Señor representó Su Espíritu en la visión de Zacarías? Aceite. El aceite del árbol del olivo es el que mantenía la única fuente de luz en el Templo, el candelabro de siete brazos llamado la Menorah. Es de versículos como los anteriores que el aceite se mira como que representa simbólicamente al Espíritu Santo.

Generalmente la obra del Espíritu Santo se hace por medio de hombres y mujeres que han sido apartados para el propósito, lo cual también se explica en la visión.

“Hablé más, y le dije: ¿Qué significan estos dos olivos a la derecha del candelabro y a su izquierda?

Hablé aún de nuevo, y le dije: ¿Qué significan las dos ramas de olivo que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro?

Y me respondió diciendo: ¿No sabes qué es esto?

Y dije: Señor mío, no.

Y él dijo: Estos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra” (Zacarías 4:11-14).

En Israel el Sumo Sacerdote y el Rey siempre eran ungidos con aceite con lo cual se simbolizaba su llamado. En tiempos de Zacarías estos eran Josué y Zorobabel. Hoy en día en la Iglesia, ungimos con aceite a aquellas personas que creemos que el Señor ha llamado para ministrarnos o para gobernar sobre nosotros. El aceite significa nuestra creencia de que el Espíritu Santo las ha apartado para este propósito y que está obrando por medio de ellas. Cuando ungimos los enfermos con aceite, como lo indica Santiago 5:14, estamos simbolizando el poder milagroso del Espíritu Santo que hace un milagro de sanidad en ellos. “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará” (Santiago 5:15). El aceite es el símbolo del Espíritu Santo.

La Visión Doble

Generalmente el mensaje de los profetas es acerca de eventos en un futuro lejano. En esos casos el Señor ha preparado un cumplimiento doble de las profecías que les ha dado. El primer cumplimiento es solamente parcial, y ocurría relativamente pronto. Su propósito era el de validar la profecía para que la gente supiera con certeza que esa profecía era del Señor. Esto protegía la credibilidad del profeta (Deuteronomio 18:21-22) y verificaba la exactitud del cumplimiento lejano a la generación que vería su cumplimiento en el futuro.

Un buen ejemplo es la profecía del nacimiento virginal expresada en Isaías 7:14. Al expresarla, Isaías utilizó una palabra hebrea que significa tanto una virgen como una joven mujer. Esto era para darle cabida a un cumplimiento parcial en su tiempo el cual validaría esa profecía.

Y así fue, un tiempo después la esposa de Isaías quedó embarazada y dio a luz a un varón que el Señor llamó Emanuel. Y como lo había profetizado, antes que el niño tuviera edad para hablar, el Reino del Norte fue vencido por los asirios (Isaías 8:1-10). El cumplimiento parcial había sucedido.

Seiscientos años después, cuando Isaías, su familia y la invasión asiria eran historia antigua, los eruditos judíos que tradujeron los escritos de Isaías al griego, vieron el cumplimiento mesiánico futuro en esta profecía. Escogieron una palabra que solamente podía describir una mujer que nunca había tenido relaciones sexuales, porque creían que la profecía mencionaba un nacimiento virginal. Ciento cincuenta años después de eso, la Virgen María dio a luz a Jesús.

Mientras que ambos cumplimientos contienen resultados específicos que eran importantes en la historia de Israel, una mujer que daba a luz raramente era un acontecimiento único con el cual Isaías quería mostrarle a la nación que Dios estaba con ellos (“Emanuel” en hebreo). Eso sería ni más ni menos el único nacimiento virginal en la historia humana, el cual, a propósito, también cumple una profecía expresada en el Edén a la serpiente. La “Simiente de la Mujer” (una imposibilidad biológica) sería la causa de la caída de la serpiente.

Dos Hijos Adicionales Del Aceite

En Zacarías 4:11-14 tenemos uno de esos cumplimientos dobles. Primero el inmediato. Zorobabel el Gobernador y Josué el Sumo Sacerdote serían los dos ungidos de Dios (literalmente hijos del aceite), encargados de terminar la construcción del Templo. En la visión ellos eran los dos olivos desde donde fluía el aceite, lo que significa que el Espíritu Santo obraba por medio de ellos. En el proceso, el nombramiento de Zacarías como profeta fue confirmado como promesa en el versículo 8 de su visión, puesto que Zorobabel, que empezó el proyecto, también lo terminó. “Las manos de Zorobabel echarán el cimiento de esta casa, y sus manos la acabarán; y conocerás que Jehová de los ejércitos me envió a vosotros”.

Pero el uso de la frase “el Señor de toda la tierra” en el versículo 14 es la clave para otro cumplimiento futuro. Solamente se utiliza cuatro veces en las Escrituras, dos de ellas en Josué 3 en donde el Señor detuvo la corriente del río Jordán para que el pueblo pudiera cruzar sobre tierra firme, y aquí en Zacarías 4, y en Apocalipsis 11:4 que es el único otro lugar en donde se utiliza en relación a dos varones llamados por Dios para un servicio extraordinario. (Al número cuatro generalmente se le llama el número de la tierra porque en el cuarto día de la creación se completó la formación de la tierra. Luego fue poblada. El quinto día produjo los peces y las aves, y en el día sexto fueron creados los animales y el hombre.)

Estos varones son los dos testigos que serán enviados a Israel para hacer señales y prodigios durante la gran tribulación. Haciendo los milagros de Moisés y Elías y predicando los sermones de Pedro y Pablo, también ellos dos serán “los hijos del aceite”, apartados para hacer obras milagrosas, ungidos por el Espíritu Santo para un servicio extraordinario, y protegidos sobrenaturalmente por el Señor hasta que terminen su ministerio. “Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio. Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra” (Apocalipsis 11:3-4). Las palabras de este versículo son sacadas de la visión de Zacarías.

Empezando justo antes de la gran tribulación y con una duración de 1.260 días, su ministerio une las dos mitades de la Semana Setenta de Daniel. Su propósito es preparar a Israel para el Mesías venidero como el cumplimiento final de otra profecía doble. Esta aparece a través del Antiguo y del Nuevo Testamentos, y se trata de las dos venidas del Mesías.

Cuando el ministerio de estos dos varones se completa, el Señor removerá Su protección sobrenatural y ellos serán asesinados en las calles de Jerusalén. Como máxima señal de desprecio sus cuerpos no serán enterrados sino que los dejarán en la calle en el lugar donde fueron muertos. Pero en un mensaje final e inconfundible, se levantarán de los muertos tres y medio días después, ascendiendo al cielo a plena vista de un mundo asombrado. Un corto tiempo después, el Espíritu de gracia y de oración será derramado sobre el pueblo de Dios y sus ojos serán abiertos al Mesías, a quien ellos traspasaron (Zacarías 12:10). Una vez más, los dos hijos del aceite habrán completado su misión. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” 28-08-10