Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Una pregunta que recibí la semana pasada es si los creyentes homosexuales serán llevados en el Rapto o no, la cual ha desatado comentarios interesantes y aun emotivos.
Al comenzar este estudio primero aclaremos unas cosas. El vivir un estilo de vida homosexual es vivir en pecado. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento lo dejan muy en claro. Pero todos los creyentes son pecadores, y todos vivimos en algún tipo de pecado. La mitad de los que se han casado también se han divorciado. El porcentaje de mujeres cristianas que han abortado es el mismo que en los incrédulos. Muchos de nosotros tenemos pecados que simplemente no podemos dejar de cometer. (A estos generalmente se les llama pecados que nos asedian.) Algunas personas sencillamente no quieren dejar de cometer estos pecados, pero muchas son las que han clamado al Señor «en cilicio y ceniza» para que los libere y aun así no han logrado hacerlo.
Este no es un fenómeno nuevo. Algunos de los héroes más grandes de la Biblia tenían problemas de pecado que no podían controlar. Moisés tenía problemas con su temperamento. David tenía una debilidad por las mujeres, y en cuanto a Pablo, lo mencionamos más adelante.
Solamente Hágalo
Si usted no tiene ningún pecado que lo asedia, déle gracias al Señor. Pero desestimar el problema de alguien más diciendo que deberían dejar de pecar, es una horrenda muestra de insensibilidad. Esto es particularmente cierto ya que millones de creyentes han dedicado años intentando, sin éxito, dejar de hacer cosas como fumar, beber en exceso, mirar pornografía, etc. Otros no pueden controlar su furia, sus deseos, su apetito o su envidia. ¿Les negaría usted a todas estas personas su participación en el Rapto? Quizás la próxima vez que usted escuche de alguien que está luchando con un pecado debería tomar un tiempo para reflexionar en el viejo adagio, «Allí, por la gracia de Dios, voy». Y si usted no tiene pecados, luego no puede cometerlos, ¿entonces, por qué está pecando?
Si usted pertenece a la gran mayoría de personas que están luchando regularmente con un pecado que lo asedia, usted puede entender el ruego de otras personas como usted. Pablo tenía esto en mente cuando escribió en Romanos 7:14-25.
Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. (Romanos 7:14-20)
Por favor lea bien esto. Si juzgara por los estándares de algunos creyentes que recientemente me han enviado correos electrónicos, Pablo se ha identificado en estos versículos como un pecador no arrepentido, porque él continúa haciendo cosas que él sabe que no debería estar haciendo. Estas personas dirían que Pablo no está calificado para irse en el Rapto o que pasará el Milenio en las tinieblas de fuera aprendiendo cómo ser un vencedor. (No me toque este tema.)
Pero la reacción de Pablo fue totalmente diferente. Él dijo que cuando él estaba pecando, él no era él mismo. En otras palabras, no era Pablo el que estaba pecando sino la naturaleza pecaminosa que moraba en él. Pablo les dijo a los corintios que cuando ellos aceptaban al Señor se convertían en una nueva creación. Les dijo que ante los ojos de Dios, la persona que habían sido antes, había desaparecido, y que ahora eran una nueva criatura del todo. Él les dijo que puesto que Jesús, quien no conoció pecado, había sido hecho pecado por ellos, ellos ahora eran tan justos como el mismo Dios (2 Corintios 5:17, 21).
Esto Es Lo Que Pablo Quiso Decir
Cuando Jesús fue a la cruz tomó todos nuestros pecados con Él (Colosenses 2:13-14). Eso significa pasados, presentes y futuros, desde el primero hasta el último. Esto es lo que hace que el Nuevo Pacto sea mucho mejor que el Antiguo Pacto. Cada año, durante la fiesta del Yom Kippur, los pecados de Israel eran expiados y todo el pasado era borrado. Pero ellos de inmediato empezaban a pecar de nuevo por lo que el siguiente año tenían que hacerlo otravez, y el año que seguía, y el otro y el otro. Eso es porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos pueda quitar el pecado (Hebreos 10:3-4).
Pero Jesús ofreció un solo sacrificio por todos los pecados pasados, presentes y futuros. Y si usted ha nacido de nuevo, todo pecado de su vida ha sido identificado y expiado. Eso es lo que Jesús quiso decir cuando expresó, «Todo se ha cumplido» (Juan 19:30). Lo único que queda es que usted acepte eso y crea. Si usted se detiene y piensa por un momento se dará cuenta de que esa es la única forma que podía hacerse, porque ninguno de nosotros puede dejar de pecar completamente, y ya no queda ningún otro sacrificio por hacerse. Ya sea que la sangre del Señor pagó por todos los pecados de nuestra vida, o de otra forma eso fue un ejercicio inútil, y todos nos encontramos irrecuperablemente perdidos.
Por eso es que con todas las exhortaciones que hizo Pablo de ir más allá de la salvación y buscar la victoria sobre nuestra naturaleza pecaminosa, él nunca nos amenazó con la pérdida de nuestra salvación por fracasar alguna vez. De hecho, uno de sus ruegos más fuertes fue el de buscar vivir de acuerdo a lo que ya hemos alcanzado (Filipenses 3:16). En otras palabras, ser en hecho lo que ya somos en fe. Pero aun así, él no podía hacerlo.
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado (Romanos 7:21-25).
Aquí Pablo nos dice que mientras más se esforzaba por «ser bueno», más se resistía su naturaleza pecaminosa. Él amaba la Ley de Dios pero su naturaleza pecaminosa lo hacía ser prisionero del pecado. Que desesperado estar en ese lugar, condenado a una vida a decepcionar a Aquel a quien él más quería agradar. Pero gracias al Señor Jesús que nos rescata de nuestro cuerpo de muerte. El nuevo Pablo, el Pablo que Dios vio, tenía los motivos y las intenciones de la persona que quiere agradar a Dios, a pesar de que su naturaleza pecaminosa se lo prevenía. Y Dios, quien es el único que puede juzgar las intenciones de nuestro corazón, escogió ver al nuevo Pablo, cuyos pecados habían sido completamente expiados en la cruz. Él había sido separado tal lejos de sus pecados como lo está separado el Este del Oeste (Salmo 103:12). En cuanto a Dios, el nuevo Pablo nunca pecó del todo. Era el pecado que moraba en él el que lo cometía.
Y luego la declaración que lo resume todo, Romanos 8:1. «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu».
Una Vez Más
Yo dije al principio que el vivir una vida homosexual es vivir en pecado. Muchos creyentes han agonizado sobre este problema. Siendo una persona que no lo ha experimentado, no puedo captar la magnitud del asunto. Ellos saben que un Dios justo no puede condenar a Sus hijos por un comportamiento sobre el que no tienen control. Y a pesar de ello, han pasado años de vergüenza y de humillaciones intentando inútilmente dejar de seguir cometiendo ese pecado que los asedia. Algunas de estas personas finalmente sucumben ante la conclusión falsa de que Dios los hizo de esa manera. Otros se rebelan como una forma de ventilar su frustración. ¿Y puede usted imaginarse lo difícil que se torna su desafío cuando la sociedad en general, y a veces muchas personas que afirman ser parte de la Iglesia, declaran y animan su comportamiento como que es un estilo de vida alternativo, ni peor ni mejor que otro? Contraste esa actitud con otros dentro de la Iglesia que los tratan como si fueran leprosos, pecadores más allá de la redención. Ninguna de las dos opiniones es la correcta, entonces, ¿cuál es su verdadera circunstancia? ¿Por qué nadie se los puede decir? ¿Qué le sucedió a Romanos 8:1? ¿Es solamente Jesús quien perdona un pecado sin temor a dejar la impresión de que lo justifica?
Él ordenó amarnos los unos a los otros como Él nos amó, y a perdonarnos los unos a los otros como Él nos perdonó. Jesús estaba hablando sobre cómo debemos tratarnos los unos a los otros como creyentes. Él nunca pronunció una sola palabra que alienta la condenación de un hermano o hermana. Al contrario, Él habló en contra de eso (Mateo 7:1-2 & Lucas 6:37). Y en cuanto a la salvación se refiere, Él dijo que todos los que piden recibirán (Mateo 7:7), y que quien invoque el nombre de Jesús será salvo (Romanos 10:13), y que quien cree en Él no morirá sino que tendrá vida eterna (Juan 3:16).
Aquí es donde entra la fidelidad del Señor. Habiendo agonizado en la cruz por cada acción pecaminosa de sus vidas, Él ya no puede abandonarlos ahora, de la misma manera como no lo hizo entonces. Él les dio la fe para creer que Él los salvaría (Efesios 2:8-9) y ha aceptado la responsabilidad de mantenerlos salvos (2 Corintios 1:21-22). Cuando ellos caen dentro del pozo de la desesperación, Él llega para sacarlos de allí (Mateo 12:11-12). Cuando se alejan del rebaño, Él va a buscarlos (Lucas 15:4). Habiendo empezado una buena obra en ellos, Él es fiel y la llevará a su término (Filipenses 1:6), sin perder ni uno solo en el camino (Juan 6:38-40).
El día del Rapto toda persona que ha confiado en Él para su salvación desaparecerá en un abrir y cerrar de ojos. Lo único que la Iglesia dejará atrás es nuestra maldecida naturaleza pecaminosa que nos ha impedido vivir la vida que henos deseado. Los cuerpos nuevos que recibiremos serán sin mancha ni arruga, y así es como millones de creyentes raptados serán liberados de los pecados que los asedian.
Nada de todo esto es para justificar el pecado ni para disminuir su efecto destructivo en nuestras vidas. Tampoco la intención es decir que debemos aprender a estar cómodos a su alrededor. Y si usted está pensando que ellos están obteniendo un viaje gratuito por su pecado, considere usted que casi todas las estadísticas de salud, accidentes o mortalidad, demuestran que el llamarle al estilo de vida homosexual «gay» (alegre) en realidad es un chiste de mal gusto. Esto es especialmente cierto entre los varones, en donde la expectativa de vida se acorta en décadas de años, y las tasas de accidentes son mucho mayores. Ellos tienen una mayor posibilidad de ser asesinados o de suicidarse.
Cuando Esteban estaba siendo apedreado a muerte, puesto de rodillas clamó, «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hechos 7:60). Cuando Jesús estaba colgado en la cruz miró a todos los que lo habían puesto allí y oró. «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34). Este es el testimonio de dos testigos que nos muestran la reacción adecuada hacia los pecadores en nuestro medio. Necesitamos darnos cuenta de que ninguno de nosotros merecemos ser llevados en el Rapto. Todos somos pecadores dignos de recibir la peor clase de juicio. No existe tal cosa como un creyente que merezca menos que otro, porque la Iglesia no es una organización basada en los méritos. Está basada en la fe. Cuando veamos a un hermano o hermana luchando con un pecado, debemos orar por ellos en lugar de condenarlos del todo. Fácilmente podríamos ser nosotros mismos.
«Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:34-35). Selah. 6/12/2008