Una Perspectiva por Jack Kelley
Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande.
Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa.
Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará (Génesis 15:1-4).
Sarai mujer de Abram no le daba hijos; y ella tenía una sierva egipcia, que se llamaba Agar. Dijo entonces Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella.
Y atendió Abram al ruego de Sarai. Y Sarai mujer de Abram tomó a Agar su sierva egipcia, al cabo de diez años que había habitado Abram en la tierra de Canaán, y la dio por mujer a Abram su marido. Y él se llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora… Y Agar dio a luz un hijo a Abram, y llamó Abram el nombre del hijo que le dio Agar, Ismael (Génesis 16:1-4, 15).
Visitó Jehová a Sara, como había dicho, e hizo Jehová con Sara como había hablado. Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho. Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac (Génesis 21:1-3).
Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual ésta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac. Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo.
Este dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo. Entonces dijo Dios a Abraham: No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia. Y también del hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente (Génesis 21:9-13).
Abraham tenía 75 años cuando Dios lo llamó, cerca de 80 cuando Dios le prometió un hijo, 86 cuando Ismael nació (Génesis 16:16) y 100 al momento del nacimiento de Isaac (Génesis 21:5). Esto hace a Ismael 14 años mayor que Isaac, y cerca de 16 o 17 cuando Isaac fue destetado. Cuando Ismael se burló de Isaac, Sara le exigió a Abraham que se deshiciera de él.
Este rápido resumen nos pone a tono para que podamos comprender a Ismael. Dios le dijo a Agar que su hijo “será hombre fiero [será arisco como un potro salvaje]; su mano será contra todos, y la mano de todos contra él” (Génesis 16:12). Ismael era más alto, fuerte y mayor que su inútil hermano bebé, pero aun así creyó que era divertido burlarse de él.
Podemos imaginar que los celos entre Sara y Agar tuvieron su efecto en Ismael y eso sirvió para marcar su sentimiento sobre Isaac desde el principio. Y no se necesita mucho para creer que a Ismael se le dijo repetidamente que Isaac era el escogido de Dios para convertirse en el heredero a pesar de que Ismael era el primogénito y, por lo menos en su entendimiento, el heredero legítimo. Cuando Ismael y Agar fueron despedidos para valerse por sí mismos, el sentido de abandono pudo haber hecho que Ismael no confiara en nadie por mucho tiempo. Casi lo puedo escuchar pensando que su vida fue un error, y deseando nunca haber nacido. Entonces no debe de sorprendernos que no se pudiera llevar con nadie.
Este sentimiento de ser un paria bueno para nada maduró en un resentimiento tan fuerte que penetró la misma alma de Ismael y desde ese día hasta hoy, los descendientes de Ismael han estado en contra de los descendientes de Isaac. Su ira le dio cabida al diablo y así se formó una fortaleza tan poderosa que ha durado a través de las generaciones. Y todo esto sucedió porque Abraham y Sara se impacientaron con Dios e intentaron cumplir Su promesa por ellos mismos.
Una Vez Más, Pero Con Sentimiento
Una generación después, Esaú se sintió igualmente privado de sus derechos por la manipulación de la que fue objeto Isaac por parte de Jacob. Esto, a pesar de que Jacob recibió lo que le había comprado previamente a Esaú, el cual en un momento de hambre extrema cambió su primogenitura por un plato de potaje, como si eso fuese una simple baratija. Se puso tan bravo con su padre, quien rehusó cambiar la transacción, que Esaú hizo lo que sabía que heriría mucho a Isaac. Se casó con Mahalat, una hija de Ismael (Génesis 28:8-9). Cómo deben estos dos haber injuriado a Abraham, Isaac y Jacob los cuales en solamente dos generaciones los habían humillado en cuanto a su presunta herencia. Cada recordatorio de esos eventos le agregó ladrillos y cemento a esa fortaleza que el diablo estaba construyendo en sus mentes.
Todo el tiempo había sido el plan de Dios de que la promesa hecha a Abraham se cumpliera a través de Isaac en Jacob. Cuando Sara tomó el asunto en sus manos por haberse impacientado después de seis años de esperar para darle un heredero a su esposo, Dios prometió hacer que los descendientes de Ismael fueran una gran nación, con doce príncipes igual que como lo tenía en mente para Jacob. “Pero”, dijo Dios, “estableceré mi pacto con Isaac” (Genesis 17:20-21).
Y a los descendientes de Esaú se les dio la tierra al este del río Jordán la cual a los israelitas no se les permitió tomar para sí (Deuteronomio 2:4-6). Pero Ismael no heredó la posición del pacto y Esaú no obtuvo la Tierra Prometida, y para ellos lo que recibieron, a pesar de haber sido algo muy generoso, probablemente les pareció como de segunda categoría. Lejos de animarlos a perdonar y olvidar, su furia se encendió aun más.
La tierra que se le dio a Esaú se llamó Edom debido a sus espectaculares montañas rojizas y, hasta su rebelión en contra de Dios, los descendientes de Esaú prosperaron allí. La gota que rebasó el vaso fue cuando los edomitas se aprovecharon del castigo de Dios a Israel durante las guerras babilónicas. Pensando que finalmente podían tener la codiciada Tierra Prometida, se aliaron con Nabucodonosor para cortar la ruta de escape de los israelitas que huían de los ejércitos babilónicos, emboscándolos y saqueando sus hogares (Abdias 1:10-14). Como resultado de eso, Edom fue destruido hasta la última persona, y los nabateos, otros descendientes de Ismael, se apoderaron de su tierra.
Volveremos Después De Esta Pausa
Durante la ausencia de Israel de 1900 años en la escena mundial, los hijos de Ismael crecieron hasta formar la familia de naciones que Dios les había prometido, pero la hostilidad permaneció a pesar de que la Tierra Prometida aparentemente era de ellos para tomarla. Cuando Mahoma, un descendiente de Ismael, fracasó al intentar convertir a los judíos de la región a su nueva religión, declaró la guerra en contra de ellos y toda esa antigua hostilidad volvió a nacer. Todos esos viejos resentimientos se volvieron a encender, y a pesar de que los ejércitos del islam se embarcaron en una era de conquistas que eventualmente los llevó hasta el este de Francia, mantuvieron una hostilidad especial hacia los judíos.
Y luego sucedió lo inimaginable. Por tercera vez se les dijo que se apartaran para que los hijos de Israel fueran favorecidos. Dios estaba trayendo a Su pueblo de vuelta a la tierra que Él le había prometido a Abraham hacía tanto tiempo atrás. Nada importa que la tierra hubiera estado totalmente abandonada durante los 1900 años anteriores, esta había sido tierra musulmana y ahora se les estaba dando de vuelta a sus enemigos jurados, los judíos. Eso violaba su sentido de propiedad, a pesar de estar empañado, y también violaba la promesa de su religión. El mismo Mahoma les había dicho que cualquier tierra conquistada en nombre de Alá nunca debía ser perdida de nuevo a los infieles.
Claro que ya para ahora, la mayoría de los seguidores de la religión de Mahoma no eran los hijos de Ismael, sino eran persas, egipcios, babilonios y asirios, para utilizar sus nombres bíblicos. Pero su odio histórico hacia los judíos había permanecido vivo a través de la religión que todos compartían en común. Y la mayoría de los judíos que retornaron no pertenecían a las doce tribus originales, sino que eran descendientes de europeos que se habían convertido al judaísmo durante esos siglos. Hoy día solamente un remanente de los judíos puede trazar su origen a los doce hijos de Jacob. Pero es ese remanente el que valida el reclamo de Israel ante los ojos de Dios bajo el pacto de Abraham.
Entonces, las presentes guerras no son entre ismaelitas e israelitas, sino entre musulmanes y judíos. La enemistad familiar se ha convertido en una batalla de religiones. Prevalecerá el Dios de los judíos, o el dios del islam, porque no son uno ni son el mismo. El Dios que habita en la eternidad creó la tierra y se la dio a Abraham por medio de un pacto eterno. El dios de este mundo la ha tomado como suya y se rehúsa a devolverla. Esa tierra es la parcela más peleada de todo el universo, y la contienda tiene tanto sus orígenes como su resolución en el ámbito espiritual, y no en las salas de las asambleas de los gobiernos humanos.
Así que ahora hemos completado el círculo. Ismael, representado por los musulmanes, es el más viejo, más grande y más fuerte, pero Isaac, representado por los judíos, aun es el hijo de la promesa. Y como pronto lo veremos, lo que Dios promete, Él cumple. En contra de todas las posibilidades, Ismael, una vez más, será alejado, y Dios utilizará esa ocasión para reinstalar Su antiguo pacto con los hijos de Israel, biológicos o no. Este es otro gran indicador que el fin de la era está sobre nosotros. Ya casi se escuchan los pasos del Mesías. 21/01/2012.