Jerusalén En El Final De La Era

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

“Hablen con cariño a Jerusalén, y anúncienle que ya ha cumplido su tiempo de servicio, que ya ha pagado por su iniquidad, que ya ha recibido de la mano del SEÑOR el doble por todos sus pecados” (Isaías 40:2).

Con toda nuestra concentración en la Nueva Jerusalén, hogar de la Iglesia, algunas veces olvidamos de que aún habrá una “vieja” Jerusalén aquí en la Tierra durante el Milenio.

Pablo fue el primero en hacer referencia a ambas ciudades cuando dijo que la Jerusalén actual es simbólica del Antiguo Pacto, pero que la Jerusalén de arriba simboliza el Nuevo Pacto (Gálatas 4:24-26). Yo creo que esa es la primera mención de la Nueva Jerusalén que se encuentra localizada encima de la Tierra, y no sobre ella.

Yo he escrito varias veces sobre la Nueva Jerusalén, de cómo será el hogar exclusivo de la Iglesia redimida. Cerca de 2240 kilómetros de altura, anchura y profundidad, será demasiado grande para caber en la tierra. De hecho, tendrá casi 2/3 el tamaño de la luna. Poniéndolo en una perspectiva diferente, si toda la población del mundo, actualmente en 7 mil millones de personas, viviera en un solo lugar geográfico, con la misma densidad que tiene la ciudad de Nueva York, sería una ciudad del tamaño del Estado de Texas. La manera en que se le describe en Apocalipsis 21:16 ha dado cabida a que muchas personas crean que la Nueva Jerusalén tendrá la forma ya sea de un cubo o de una pirámide. Pero si acaso fuera una esfera, como la luna, la Nueva Jerusalén fácilmente podría acomodar 22 ciudades de ese tamaño en su superficie. Eso es 22 veces la población actual de la Tierra. No permita que nadie le diga que no es lo suficientemente grande como para que pueda acomodar a la Iglesia.

No requerirá de la luz del sol ni de la luna para iluminarla porque su luz vendrá de la Gloria de Dios. Nunca habrá noche allí, pero le dará luz a la Tierra durante el Milenio (Apocalipsis 21:23-25).

Pero el propósito de este artículo es el de describir la Jerusalén en la Tierra en el final de la era. En Zacarías 12:3 el Señor advierte que Él convertirá a Jerusalén en una roca inconmovible para todos los pueblos. Los que intenten moverla quedarán despedazados. Escuche usted lo que sigue:

“En aquel día convertiré a los jefes de Judá en un brasero ardiente dentro de un bosque, en una antorcha encendida entre las gavillas. A diestra y a siniestra devorarán a todos los pueblos vecinos, pero Jerusalén misma volverá a ser habitada” (Zacarías 12:6). “En aquel día me dispondré a destruir a todas las naciones que ataquen a Jerusalén” (Zacarías 12:9).

Puesto que Jerusalén no es amenazada en estos versículos, y puesto que Israel va a consumir a los pueblos que le rodean, yo creo que estos versículos verán su cumplimiento en las batallas del Salmo 83, Isaías 17 y Ezequiel 38. Si el resultado de ello es como creemos que será, Israel volverá a recuperar todas sus tierras bíblicas y creerá que ya no tendrá ningún problema de fronteras en que preocuparse. La tierra en la que la batalla de Ezequiel será peleada se llama los montes de Israel en Ezequiel 38:8. Hoy día conocemos esta tierra como los Altos del Golán, la cual se encuentra actualmente en disputa con Siria y Líbano/Hezbolá, e Israel central que es en donde la frontera de la llamada Ribera Occidental se encuentra con Israel. En mi concepto, esto nos da una pista de que Ezequiel 38 puede ser un intento de los atacantes islámicos para recuperar el territorio que sus hermanos en armas perdieron durante las batallas del Salmo 83 e Isaías 17.

Al mismo tiempo, el lugar del enterramiento mencionado en Ezequiel 39:11 y llamado el Valle de Hamón-Gog (o del ejército de Gog), queda en las afueras de Jericó, actualmente sitio del cuartel general de los palestinos. Ezequiel 39:11 dice que será parte de Israel al momento de esta batalla, lo cual nos da otra pista de que el asunto palestino será resuelto a favor de Israel antes que empiece la batalla de Ezequiel 38.

“Sobre la casa real de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de súplica, y entonces pondrán sus ojos en mí. Harán lamentación por el que traspasaron, como quien hace lamentación por su hijo único; llorarán amargamente, como quien llora por su primogénito” (Zacarías 12:10).

Según Ezequiel 39:22 Israel retornará al Señor después de la batalla de Ezequiel 38 para cumplir con los últimos siete años del Antiguo Pacto, el cual fue interrumpido hace cerca de 2000 años por la Era de la Iglesia. Este período también es conocido como la Semana Setenta de Daniel.

Hacia el final de la Gran Tribulación, la cual es la última mitad de la Semana Setenta, el Señor finalmente les abrirá los ojos a los judíos, los cuales los han tenido cerrados desde el Domingo de Ramos, al hecho de que Jesús ha sido su Mesías todo el tiempo (Lucas 19:41-45).

“En aquel día se abrirá una fuente para lavar del pecado y de la impureza a la casa real de David y a los habitantes de Jerusalén” (Zacarías 13:1).

Yo creo que esto sucederá justo antes de la batalla de Armagedón cuando el remanente será secuestrado en Petra, su nombre en griego. Se le llama Bosra en Isaías 63:1-6.

¿Quién es este que viene de Edom, desde Bosra, vestido de púrpura? ¿Quién es este de espléndido ropaje, que avanza con fuerza arrolladora?

Soy yo, el que habla con justicia, el que tiene poder para salvar.

¿Por qué están rojos tus vestidos, como los del que pisa las uvas en el lagar?

He pisado el lagar yo solo; ninguno de los pueblos estuvo conmigo. Los he pisoteado en mi enojo; los he aplastado en mi ira. Su sangre salpicó mis vestidos, y me manché toda la ropa.

¡Ya tengo planeado el día de la venganza! ¡El año de mi redención ha llegado! Miré, pero no hubo quien me ayudara, me asombró que nadie me diera apoyo. Mi propio brazo me dio la victoria; ¡mi propia ira me sostuvo! En mi enojo pisoteé a los pueblos, y los embriagué con la copa de mi ira; ¡hice correr su sangre sobre la tierra!

Habiendo derrotado a los ejércitos que atacarán a Su pueblo en Petra, el Señor se volverá hacia Jerusalén para el enfrentamiento final. Vayamos a la profecía de Zacarías para ver cómo es que esto termina.

“¡Jerusalén! Viene un día para el SEÑOR cuando tus despojos serán repartidos en tus propias calles. Movilizaré a todas las naciones para que peleen contra ti. Te conquistarán, saquearán tus casas y violarán a tus mujeres. La mitad de tus habitantes irá al exilio, pero el resto del pueblo se quedará contigo” (Zacarías 14:1-2).

Cuando la batalla por el Planeta Tierra empieza, los ejércitos del anticristo atacarán y esta vez controlarán la Santa Ciudad por un corto tiempo. Ese será un tiempo terrible para las personas que no tomaron en serio la advertencia previa del Señor de huir a las montañas (Mateo 24:15-18). Sus pertenencias les serán quitadas y distribuidas entre sus enemigos frente a sus propios ojos y la mitad de la población de la ciudad huirá de los invasores.

“Entonces saldrá el SEÑOR y peleará contra aquellas naciones, como cuando pelea en el día de la batalla. En aquel día pondrá el SEÑOR sus pies en el monte de los Olivos, que se encuentra al este de Jerusalén, y el monte de los Olivos se partirá en dos de este a oeste, y formará un gran valle, con una mitad del monte desplazándose al norte y la otra mitad al sur. Ustedes huirán por el valle de mi monte, porque se extenderá hasta Asal. Huirán como huyeron del terremoto en los días de Uzías, rey de Judá. Entonces vendrá el SEÑOR mi Dios, acompañado de todos sus fieles” (Zacarías 14:3-5).

Cuando pareciera que todo está perdido, el Señor descenderá al Monte de los Olivos, al mismísimo lugar del que Él partió hace cerca de 2000 años, tal y como lo previó Hechos 1:10-11. Cuando lo haga, un terremoto va a hacer que el Monte de los Olivos se parta por la mitad formando un profundo valle que se extiende al Mediterráneo al oeste y al Mar Muerto al este. Correrá justo a través del actual Monte del Templo, el cual se encuentra al oeste del Monte de los Olivos. El Monte del Templo junto con el Domo de la Roca y la mezquita Al Aksa desaparecerán en un montón de escombros en el fondo de este valle.

El retorno del Señor causará la derrota inmediata de Sus enemigos, después de la cual Él hará Su entrada triunfal en la ciudad, siguiéndole Sus legiones de Guerreros Santos.

“En aquel día no habrá luz, ni hará frío. Será un día excepcional, que sólo el SEÑOR conoce: no tendrá día ni noche, pues cuando llegue la noche, seguirá alumbrando la luz. En aquel día fluirá agua viva desde Jerusalén, tanto en verano como en invierno. Y una mitad correrá hacia el Mar Muerto, y la otra hacia el mar Mediterráneo. El SEÑOR reinará sobre toda la tierra. En aquel día el Señor será el único Dios, y su nombre será el único nombre” (Zacarías 14:6-9).

De Mateo 24:29 sabemos que inmediatamente después de la Gran Tribulación el sol y la luna se oscurecerán. Normalmente las temperaturas empezarían a bajar de inmediato y el mundo pronto tendría un frío insoportable. Pero en el pasaje anterior vemos que a pesar de que todo estará totalmente oscuro, no habrá ese tipo de caída de temperatura durante el tiemplo en que el mundo espera el retorno del Señor porque Él mantendrá la temperatura de la Tierra. Al final del día de Su retorno, habrá luz, probablemente debido a que la Nueva Jerusalén desciende del cielo para tomar su lugar en la cercanía de la Tierra (Apocalipsis 21:2). Recuerden, durante el Milenio la luz de la Tierra vendrá de la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:24).

Al unir Ezequiel 47-48 con Zacarías 14:6-9, un creciente número de eruditos ha llegado a creer que el próximo Templo será construido justo al norte de Jerusalén, en Silo, y no sobre el actual Monte del Templo. En su visión, Ezequiel vio un gran río que fluía debajo del lado sur del Templo y Zacarías lo muestra fluyendo en el día en que el Señor retorna, lo cual quiere decir que el Templo ya estaría en su lugar. Puesto que el terremoto habrá destruido el actual Monte del Templo más temprano ese mismo día, podemos ver porqué ese lugar más al norte tiene sentido. Cuando las aguas en cascada llegan al recién formado valle, la mitad fluirá hacia el este al Mar Muerto, y la otra mitad hacia el mar Mediterráneo al oeste, inundando los escombros del actual Monte del Templo bajo sus profundidades cristalinas.

Esto también será el cumplimiento de Filipenses 2:9-11; “Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”

Pero eso no es todo. Los Salmos 2 y 110 también verán su cumplimiento junto con otro montón de profecías, cuando el Mesías-Rey tome posesión de lo que Él pagó, el Planeta Tierra. En el proceso, la topografía de la tierra que rodea a Jerusalén será cambiada para siempre.

“Desde Gueba hasta Rimón, al sur de Jerusalén, todo el país se volverá un desierto. Pero Jerusalén se levantará y permanecerá en su lugar, desde la puerta de Benjamín hasta el sitio de la puerta Primera, hasta la puerta del Ángulo, y desde la torre de Jananel hasta los lagares del rey. Jerusalén volverá a ser habitada, tendrá tranquilidad, y nunca más será destruida” (Zacarías 14:10-11).

El Arabá contiene el valle del Río Jordán y el Mar Muerto y continúa hasta el Mar Rojo. Es el lugar más bajo de la tierra, casi 400 metros bajo el nivel del mar en el Mar Muerto. El área al sur de Jerusalén será bajada a ese nivel, mientras que la misma ciudad será elevada. Y finalmente, por vez primera en miles de años, la ciudad estará segura, una Ciudad de Paz finalmente. “Judá y Jerusalén serán habitadas para siempre, por todas las generaciones” (Joel 3:20).

Pero Esperen, Hay Más

“Por amor a Sión no guardaré silencio, por amor a Jerusalén no desmayaré, hasta que su justicia resplandezca como la aurora, y como antorcha encendida su salvación. Las naciones verán tu justicia, y todos los reyes tu gloria; recibirás un nombre nuevo, que el Señor mismo te dará. Serás en la mano del SEÑOR como una corona esplendorosa, ¡como una diadema real en la palma de tu Dios!” (Isaías 62:1-3)

Hace cerca de 150 años Isaías escribió estas palabras, y el Señor le reveló a Ezequiel el nuevo nombre de Jerusalén. Ezequiel 48 describe cómo la Tierra Prometida será dividida entre las tribus durante el Milenio e incluye la asignación para el Templo y la Santa Ciudad. En el último párrafo del último versículo en el libro, el Señor hizo que Ezequiel escribiera:

Y desde aquel día el nombre de la ciudad será: AQUÍ HABITA EL SEÑOR (Ezequiel 48:35).

Ya casi se escuchan los pasos del Mesías. 11/02/12

 

Título Original: Jerusalem At The End Of The Age

Traducido por Walter Reiche-Berger

walterre@racsa.co.cr