Una Perspectiva por Jack Kelley
“Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables a todo hombre” (Isaías 66:24).
“Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2).
“Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles… E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:41, 46).
“Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15).
Durante la mayor parte de la existencia de la humanidad la creencia de que el castigo para los incrédulos es eterno, se tomó por sentado. Los versículos anteriores, especialmente el de Isaías, han sido la base para lo que llegó a conocerse como el punto de vista tradicional del infierno.
Pero recientemente salió a escena un punto de vista alternativo, llamado el punto de vista condicional. Este punto de vista se basa principalmente en Apocalipsis 20:12 que dice que los muertos no salvos serán juzgados según sus obras. Los proponentes del punto de vista condicional interpretan que este versículo significa que mientras que ningún incrédulo puede ir al cielo, su castigo estará fundamentado en la calidad de vida que vivió mientras estuvo en la tierra. Afirman que todas aquellas personas que han vivido una vida meritoria en la tierra recibirán un castigo menor por un tiempo más corto que, digamos, Hitler o Stalin, antes de ser destruidas del todo. Ellos afirman que este punto de vista tiene mayor sentido porque muestra a Dios haciendo justicia, aplicando el castigo que más se ajusta al crimen cometido, por decirlo de alguna manera, antes de terminar, piadosamente, del todo con la existencia de esas personas.
Por encima esto parece tener sentido y algunas personas se sienten más confortables con este punto de vista que con el punto de vista tradicional el cual parece ser más severo para ellos y sin ningún propósito que el de hacer sufrir a la gente. ¿Pero es el punto de vista condicional el resultado de tener un mayor entendimiento de las Escrituras o es simplemente otro intento de mucho tiempo para re-hacer la palabra de Dios en un documento más suave y amable, como les agradara que fuese a aquellas personas que rechazan a Dios?
Mis Caminos No Son Los Caminos De Ustedes
Un vistazo más profundo nos revela que un infierno condicional está decididamente parcializado hacia el punto de vista general de los incrédulos. Los proponentes del infierno condicional dicen, “Todo lo que hicieron fue no creer que Jesús murió por ellos. En todo lo demás muchos incrédulos trataron de vivir una vida buena y ayudaron a muchas personas en el camino. ¿Qué han hecho para merecer el castigo eterno?”
Lo que estas personas no quieren darse cuenta, por supuesto, es que en sus llamadas buenas obras, fracasaron en hacer lo único que Dios pide que hagamos. Después de la cruz, Dios solamente ha pedido una sola cosa de nosotros:
“Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?
Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Juan 6:28-29).
Si Dios va a juzgar a los incrédulos por la forma como han hecho la obra que Él requiere de ellos, todo terminará muy rápido porque al no haber hecho eso, aun lo bueno que hayan podido hacer, ante los ojos de Dios, será considerado como malo. ¿Cómo sé yo eso? Leamos las palabras del mismo Señor;
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23).
¡Y hasta aquí llega la vida de méritos!
Los incrédulos no creen que rechazar al Señor es una gran cosa porque no se dan cuenta que el rechazo de Su sacrificio por sus pecados tiene implicaciones eternas. Debido a su incredulidad ellos solamente están pensando en términos de un lapso de vida entre 70 y 80 años, y no en una existencia eterna. Entonces, miremos esto desde la perspectiva eterna e intentemos comprender la gran diferencia que hay.
Primero entendamos que un hombre que es ejecutado o al que se le condena a cadena perpetua por haber matado a otra persona, no se le está enseñando que matar es malo. Él está sufriendo las consecuencias de su crimen por haber perdido el balance de su vida física. Eso es una adaptación de la orden bíblica de ojo por ojo (Levítico 24:17). En la tierra estamos en un entorno físico, por eso es una vida física por una vida física.
Pero una persona que rechaza el perdón de Dios proveído para ella de hecho ha asesinado su propia alma y espíritu, los cuales tienen una existencia eterna, así que el castigo tiene que ser eterno para que se ajuste al crimen. Nuestros cuerpos físicos tienen la intención de servirnos de manera temporal, y eso es para albergar nuestras partes eternas, y solo por un rato. Comparado con nuestra existencia eterna, el condenar a muerte nuestra existencia física es una infracción menor. Pero todas aquellas personas que rechazan aceptar la obra completa del Señor en la cruz en pago por los pecados que hemos cometido es un crimen en contra de nuestra vida eterna y por consiguiente el único castigo justo es el castigo eterno.
Y Eso No Es Todo
Pero hay un argumento legal aún más poderoso para el castigo eterno que durante siglos ha sido moldeado en la existencia humana también. Hasta mediados del Siglo 19 era una práctica común en muchas partes del mundo, encarcelar a una persona por no pagar sus deudas. El tiempo que pasaba en la cárcel no era un método alternativo de repago, sino que era la consecuencia que la persona sufría por su incapacidad de poder pagar la deuda. No importa por cuanto tiempo la persona estaba encerrada, la deuda permanecía como en el primer día. La única manera de poder ser puesta en libertad, es que la persona pagara toda esa deuda. Jesús se refirió a esta práctica en Su parábola de los dos deudores (Mateo 18:23-35).
Y de la misma manera es con nuestros pecados. El castigo no es un método alternativo que los incrédulos pueden utilizar para pagar la pena por sus pecados, sino que es la consecuencia que sufrirán por su incapacidad al no poder pagar el castigo. No importa por cuanto tiempo la persona sufre en la eternidad, aun va a deber el mismo castigo que debía en el día primero. El único pago aceptable por sus pecados es la sangre de una persona inocente, ya que nada más es suficiente. Hebreos 9:22 explica que sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados. Por consiguiente ninguna persona puede pagar su castigo por medio del sufrimiento.
Esta es el error fatal de concepto católico del purgatorio. Según este concepto, una persona que muere con ciertos pecados no confesados, puede “pagar” el castigo de esos pecados por medio de su sufrimiento y las oraciones intercesoras de los parientes vivos para poder calificar e ingresar en el cielo. Pero solamente existe un camino para entrar en el cielo y ese es aceptando la sangre de Jesús como el pago completo por nuestros pecados (Juan 3:3). Una vez que lo hacemos todos nuestros pecados quedan cubiertos (Colosenses 2:13-14). Pero tenemos que hacerlo antes de morir (Hebreos 9:27) o será demasiado tarde.
Ese también es el error del punto de vista condicional del infierno. Si la sangre de Cristo es la única manera de ser liberados del castigo por nuestros pecados, entonces no hay ningún escape para aquellas personas que lo rechazan. Sin importar lo numeroso o notable de las “buenas obras” que los incrédulos hacen durante su vida, estas no pueden aplicarse para reducir su sentencia ni tampoco el “tiempo servido” después que han muerto, por lo que siempre serán deudores del mismo castigo que debían en el día primero de su encarcelación.
El punto fundamental aquí es que el único pago aceptable por nuestros pecados es la sangre de un hombre sin pecado, y el único hombre sin pecado es Jesús. Él murió por todos los pecados de la humanidad (Juan 1:29), pero solamente aquellas personas que escogen aceptar Su muerte como pago por sus pecados pueden ser perdonadas. El rechazo en aceptarlo deja a todas las demás personas incapaces de poder pagar y eso requiere que sean encarceladas. Puesto que todos somos seres eternos, y puesto que esas personas no podrán pagar, deberán permanecer encarceladas para siempre. Selah 25/06/11.