Un Comentario Bíblico por Jack Kelley
No se afanen, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero su Padre celestial sabe que ustedes tienen necesidad de todas estas cosas. Mas busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. (Mateo 6:31-33).
Cuando el Señor pronunció estas palabras la persona promedio de Su audiencia no sabía lo que el término ingreso discrecional significaba. Ellos no tenían recursos extra ni pertenecían a ningún programa gubernamental para ayudarlos en los tiempos difíciles. Si estas personas no podían proveer para ellas mismas se las aventuraban sin ello. Y sin embargo, el Señor les dijo de no preocuparse por nada. Él dijo que si buscaban el Reino del Padre y Su justicia todas sus necesidades serían suplidas.
No fue la primera vez que Dios hizo una promesa como esa. En Deuteronomio 28 el Señor le prometió a Israel que si ellos le obedecían totalmente y seguían cuidadosamente todos Sus mandamientos, serían bendecidos por encima de todas las naciones de la Tierra.
“Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir” (Deuteronomio 28:3-6).
Él dijo que les daría la victoria sobre todos sus enemigos, y les daría prosperidad como nunca habían visto antes. Serían una nación de gente rica, prestándole a otras y nunca pidiéndole prestado a nadie (Deuteronomio 28:7-14).
Estas no fueron promesas vacías y hubo tiempos en la historia de Israel cuando su obediencia les trajo un estándar de vida que era la envidia del mundo tal y como Dios dijo que sería.
Debido a los términos de su relación con Dios, los judíos asociaron la riqueza con la justificación. Pero era una justicia basada en obras lo cual puede traer orgullo y egoísmo junto con la bendición.
Dios les advirtió en contra de eso. A través de Deuteronomio 8 Él les dijo que conforme prosperaban que no se olvidaran quién era el que les había provisto de todo. De otra manera se volverían orgullosos, pensando que ellos habían ganado esa riqueza con su propia fuerza, y empezarían a ignorar Sus mandamientos.
Tristemente, eso fue lo que sucedió. Eventualmente la pobreza se pensó que era evidencia de desobediencia. No hay ninguna motivación para ayudar a alguien necesitado cuando se piensa que su necesidad insatisfecha es un castigo de Dios. Con el tiempo las personas que eran prósperas empezaron a descuidar el ruego de los pobres al punto de ignorar las porciones de la Ley que esas personas consideraron como que el ayudar a los pobres era una desventaja para los ricos. Cosas como prestar dinero sin intereses, perdonar periódicamente las deudas, liberar a los esclavos forzados, y devolver la tierra que fue ya sea comprada o tomada por deudas, a su dueño original, fueron esquivadas o ignoradas del todo. Debido a eso, la prosperidad de esas personas decayó también. Este ciclo se repitió varias veces en la historia de Israel.
Viejo Versus Nuevo
Pablo dijo que todo lo que se había escrito en el pasado fue escrito para nuestra enseñanza (Romanos 15:4) para que podamos mirar en la historia de Israel y conocer que Dios cumple Sus compromisos. Pero la bendición de Dios para Israel fue basada en Su promesa de galardonarlos a cambio de su obediencia. Su promesa a la Iglesia es más que un galardón para el buen comportamiento y solamente requiere que la aceptemos. Eso funciona así.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13).
La palabra griega traducida potestad en este versículo con frecuencia se traduce en poder. Es un poder que brota de la autoridad y Juan dijo que nos pertenece para ejercitarlo. Al creer que Jesús murió por nuestros pecados nos da la autoridad absoluta para declararnos como hijos de Dios. Muchas personas cristianas creen en eso solamente en términos espirituales, pero en el pasaje siguiente Pablo reveló que desde la perspectiva de Dios el ser un hijo de Dios incluye mucho más.
“Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto ustedes son hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:1-7).
En su carta a los gálatas Pablo explicó esto en términos de las leyes de la herencia vigentes en sus días. Él comparó nuestra posición antes de haber nacido de nuevo a la de un niño sin derechos. Aún un niño que era un descendiente biológico directo de su padre no tenía más derechos que uno de los esclavos en la casa de su padre.
Pero cuando llagaba a la edad señalada por su padre, a él se le otorgaban todos los derechos de ser hijo. En la cultura griega había un procedimiento de adopción formal que legalmente establecía esos derechos. Desde ese momento en adelante él era tratado como un hijo, y habiendo sido hecho hijo tenía el derecho de heredar la fortuna de su padre.
En nuestro caso, el momento que nuestro Padre señaló para nuestra adopción fue cuando nosotros aceptamos la muerte de Su Hijo como el pago total por nuestros pecados. Eso nos hizo justos ante Sus ojos y nos calificó para estar en Su presencia. En ese momento volvimos a nacer, somos una nueva creación, con una posición legal como uno de los hijos de Dios, incluyendo el derecho de la herencia.
Como dije antes, Dios considera eso como un asunto legal que contiene derechos y responsabilidades. Nuestra responsabilidad es buscar Su reino y Su justicia, en otras palabras nacer de nuevo y ejercitar nuestro derecho de convertirnos en uno de Sus hijos. La responsabilidad de Él es la de proveer para nuestras necesidades como un buen padre lo haría por sus hijos.
Por consiguiente, Jesús nos dijo que buscáramos Su reino y Su justicia, no la nuestra. La justicia de Dios no puede ser ganada con nuestro buen comportamiento. Solamente nos puede ser impuesta por fe (Romanos 1:17) y debido a eso es que se promueve una actitud de agradecimiento. Los fariseos con frecuencia parecían tacaños y poco compasivos porque creían que se habían ganado su propia justicia. Veían de menos a los pobres porque, según ellos, habían fracasado en hacer lo mismo. Si ustedes quieren un buen ejemplo de lo anterior, lean la parábola del fariseo y el cobrador de impuestos (Lucas 18:9-14). Pero nosotros debemos ser generosos y sensibles a las necesidades de las demás personas, sabiendo que estamos obteniendo algo que no hemos ganado.
Para desalentarnos aún más de convertirnos como los fariseos, el Señor prometió hacer más que solamente satisfacer nuestras necesidades. Bajo el Antiguo Pacto las personas eran bendecidas como una recompensa por su obediencia. Bajo el Nuevo Pacto se nos promete a nosotros las bendiciones en proporción a nuestra generosidad (Lucas 6:38). Todas las personas son bendecidas al dar, pero los dadores generosos reciben comparativamente mayores bendiciones que aquellos que dan con moderación (2 Corintios 9:6). Esta es una relación de causa y efecto que continuará en una creciente espiral mientras seamos fieles y hasta que seamos hechos ricos en todas las formas para que podamos ser generosos en cada ocasión (2 Corintios 9:11). Lejos de pensar en la pobreza como castigo de Dios, nosotros estamos supuestos a darle a cada persona que nos pide (Lucas 6:30) sabiendo que Dios nos pagará de vuelta nuestra generosidad hacia las demás personas con generosidad a nosotros.
(Por favor entiéndanme aquí. No estoy hablando de enviarles dinero a los tele-evangelistas adinerados que distorsionan la Palabra de Dios para obtener dinero a la fuerza de los pobres. Eso es lo opuesto a la intención de Dios. Estoy hablando sobre la genuina expresión de generosidad hacia alguna persona menos afortunada basada en nuestra gratitud por lo que el Señor ha hecho por nosotros.)
Es Un Asunto Familiar
“Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8).
Si esto es lo que Dios espera de una persona entonces seguramente Él se somete al mismo principio. Para aquellas personas que ejercitan su derecho de convertirse en uno de Sus hijos e hijas, Él ha prometido suplir nuestras necesidades de alimento, bebida, y techo. Después de todo, al estar de acuerdo en adoptarnos en Su familia, Él se ha obligado legalmente a mantenernos. Es un hecho, si nosotros insistimos en cuidarnos a nosotros mismos, Él se retira. Pero Él ha colocado un cimiento de seguridad debajo de nosotros el cual nos preservará aun cuando todo lo que hayamos edificado se derrumbe, y solamente tenemos que pedirlo.
Para aquellas personas que demuestran su gratitud por medio de expresiones de generosidad hacia las demás personas, Él nos ha prometido aun más, al respondernos con generosidad en una espiral creciente de bendiciones que no tiene límite y solamente está condicionada a nuestra continua participación.
Después de nuestra salvación yo creo que esta es una de las promesas más importantes que Dios nos ha hecho, y con frecuencia pienso porqué esta promesa no se comprende más en la comunidad cristiana. Después de todo, todos los versículos que he citado apoyando eso son claros y concisos, y yo no tengo ninguna habilidad especial para interpretarlos. Todo lo que requieren es la voluntad de tomar a Dios en Su palabra y confiar el Él para que cumpla lo que ha prometido. Literalmente es una promesa para toda la vida. Selah 28/04/12
Título Original: The Promise Of A Lifetime
Traducido por Walter Reiche B.
walterre@racsa.co.cr