Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Cuando se ejecuta el juicio de la sexta copa de la ira de Dios, Satanás envía tres emisarios con poderes milagrosos para persuadir a los reyes de la tierra y reunirlos con sus ejércitos en Har Meguido, conocido por nosotros como Armagedón (Apocalipsis 16:14). El Monte Meguido domina la vista de las planicies de Jezreel en el centro de Israel, en donde los ejércitos del mundo se reunirán para la batalla de Jerusalén, y está a menos de 160 kilómetros al sur. El anticristo invadirá Israel y levantará su centro de operaciones en Jerusalén (Daniel 11:41, 45). Según Zacarías, “la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio, mas el resto del pueblo no será cortado de la ciudad” (Zacarías 14:2).
“Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla” (Zacarías 14:3). En Apocalipsis 16:14 Juan le llamó a esta batalla, la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso, la cual terminará en menos de un día. ¿Pero, en cuál día? Jesús dijo, “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor” (Mateo 24:42). Entonces, veamos si podemos juntar las distintas referencias de las Escrituras para tener algún sentido sobre la cadena de eventos.
Apaguen Las Luces
Él nos dijo que “inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mateo 24:29).
480 años antes el Señor hizo que Zacarías dijera, “Y acontecerá que en ese día (el día de la batalla) no habrá luz clara, ni oscura. Será un día, el cual es conocido de Jehová, que no será ni día ni noche; pero sucederá que al caer la tarde habrá luz” (Zacarías 14:6-7). Esto nos dice que esta batalla será muy cercana después del final de la gran tribulación y ocurrirá durante un momento en el que no habrá luz clara en la tierra, en un día que solamente el Señor conoce. Yo creo que este tiempo de oscuridad será breve, quizás con una duración de unos pocos días. Solamente tiene que durar lo suficiente como para confirmar la declaración del Señor de que nadie sabe ni el día ni la hora de Su retorno.
Imagínense a todos los ejércitos de la tierra reunidos en Israel sabiendo que lucharán contra el Rey de reyes en la ronda final de la batalla para el control del Planeta Tierra. Babilonia la Grande apenas habrá sido destruida () y ustedes pensarán que con eso habrán tenido suficiente. Pero obviamente, todos ellos han sido envalentonados por los emisarios demoníacos de Satanás. Las señales milagrosas que esos tres demuestran los convencerán que poseen las fuerzas necesarias para prevalecer. Entonces, sin previo aviso, toda la tierra será sumida en oscuridad absoluta sin la luz del sol, sin la luna ni las estrellas que iluminen el inmenso espacio del cielo nocturno. Todo dejará de moverse. ¿En dónde está el enemigo? ¿Por qué no sale a pelear?
De repente aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria (Mateo 24:30). En ese momento ellos se darán cuenta de su error, su confianza se evaporará y desearán de todo corazón no haber escuchado a los emisarios de Satanás. Pero ya será demasiado tarde para eso.
Juan describió la batalla que se desarrolla de la siguiente manera:
“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones” (Apocalipsis 19:11-15).
“Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos” (Apocalipsis 19:19-21).
Los ejércitos de la tierra rápidamente descubrirán que sus peores temores se han hecho realidad. Ellos no son rivales para el Señor. La espada que sale de Su boca es obviamente simbólica, y representa Su Palabra. Habiendo pronunciado la Palabra para crear el universo, derrotar este ejército con la palabra de Su boca no le será ningún desafío. Los ejércitos celestiales ni siquiera ensuciarán sus vestiduras. Pero los reyes de la Tierra se darán cuenta que han sido engañados por Satanás una vez más, y esta vez será un error fatal.
“Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental (el Mediterráneo), en verano y en invierno” (Zacarías 14:8).
De Ezequiel 47:2 sabemos que esa agua sale del Templo y fluye hacia el sur en dirección al gran barranco que fue formado por un terremoto producido cuando el pie del Señor toca el Monte de los Olivos (Zacarías 14:4). Ese barranco correrá de oeste a este, del Mediterráneo al Mar Muerto, formando el lecho del gran Río de la Vida (Ezequiel 47:1-12; Apocalipsis 22:1-2). El que el Monte de los Olivos se parta en dos significa que el barranco pasará directamente a través del actual Monte del Templo sin dejar trazo alguno del mismo. Puesto que el agua fluye hacia el sur quiere decir que el Templo que se construye al iniciarse la Semana Setenta de Daniel habrá estado localizado hacia el norte del monte actual. La última vez identificamos su localización en Silo, 32 kilómetros al norte de Jerusalén.
“Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre” (Zacarías 14:9).
Este es un cumplimiento profético largamente esperado. Dentro de unos pocos días, todas las personas de la Tierra estarán ante el Rey Jesús y estarán de acuerdo en que Él es Señor de toda la Tierra. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:9-11). Trágicamente, habrá muchas personas que no habrán confesado que Él es su Señor y Salvador, y ahora ya es demasiado tarde. Cuando empiecen a ir a una eternidad de tormento tendrán que admitir que como Señor, Él tiene todo el derecho de expulsarlos. Y peor aun, todas ellas sabrán que Él murió por sus pecados, pero rehusaron el perdón que su muerte adquirió para ellas, y el tiempo para reclamar ese perdón caducó con Su llegada.
“Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:1-3).
Enciendan Las Luces
El anticristo y el falso profeta serán lanzados en el lago de fuego, y Satanás será atado. Finalmente llegará la paz a la Tierra. Zacarías dijo que al caer la tarde de ese día habrá luz (Zacarías 14:7), pero Jesús dijo que el sol se oscurecería para señalar el final de la gran tribulación. ¿De dónde viene esa luz?
“Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Apocalipsis 21:2-3).
“La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche” (Apocalipsis 21:23-25).
Los creyentes que murieron antes de la Era de la Iglesia se levantarán de sus tumbas (Daniel 12:2), acompañados por los mártires de la tribulación (Apocalipsis 20:4). Todos juntos van a ser testigos de la Gloriosa Aparición del Señor y se unirán a la multitud agradecida para darle la bienvenida a la Tierra. La misma creación que ha estado anhelando ardientemente ese día, será finalmente libertada de la esclavitud de corrupción (Romanos 8:19-21).
La primera orden de trabajo del Señor luego de haber regresado, será la de reunir a todos los sobrevivientes de la gran tribulación para determinar su disposición. Primero los judíos,
«Y Jesús les dijo (a los discípulos): De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28).
Luego los gentiles.
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (Mateo 25:31-32).
Esta profecía apareció primeramente en Joel 3:1-2. “Porque he aquí que en aquellos días, y en aquel tiempo en que haré volver la cautividad de Judá y de Jerusalén, reuniré a todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad, a quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra”.
Las parábolas del Siervo Fiel, las Diez Vírgenes, y los Talentos en Mateo 24—25 también describen este tiempo de juicio que, en mi criterio, el Señor consumará durante los primeros 30 días después de Su retorno a la Tierra. El resultado neto de estos eventos es que los creyentes sobrevivientes de la tribulación serán bienvenidos en el Reino Milenial, mientras que los incrédulos serán expulsados para empezar una eternidad de tormento (Mateo 24:51, 25:30, 25:41).
Seguidamente será el trabajo para establecer Su Reino. El Templo, profanado por la abominación desoladora, será purificado y hecho digno para efectuar los servicios de nuevo, como su predecesor en los días de los macabeos. El nuevo sacerdocio levítico, dirigido por los descendientes de Sadoc, será instalado (Ezequiel 44:10-16) para oficiar en el Templo. La Tierra Prometida será dividida y redistribuida a los judíos (Ezequiel 48:1-29) mientras que los creyentes gentiles serán enviados para repoblar las naciones. Se instalarán los sistemas gubernamentales y administrativos.
Esto requerirá de 45 días adicionales. Estos dos períodos fueron sugeridos en Daniel 12:11-12.
“Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días. Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días”.
La gran tribulación tendrá una duración de 1.260 días. 30 días más para juzgar a los sobrevivientes nos lleva a 1.290 días, y 45 días más para establecer el Reino dan un total de 1.335 días. Bienaventuradas aquellas personas que lleguen a este momento porque serán contadas entre las que han sido juzgadas dignas de habitar en el reino. Cada una de ellas será creyente.
Entonces, conforme empieza el Milenio finalmente habrá paz en la Tierra, una paz tan real que todas las personas podrán palparla. Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre (Zacarías 14:9). Más la próxima vez. 09-08-10